Madonna Ognissanti

Datos principales


Autor

Giotto

Fecha

1305 h.

Escuela

Trecento

Estilo

Renacimiento Italiano

Material

Témpera sobre madera

Dimensiones

325 x 204 cm.

Museo

Galería de los Uffizi

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En los primeros años del siglo XIV se le encargó a Giotto la realización de un retablo que decoraría el altar mayor de la iglesia florentina de Ognissanti. Giotto figuró en la obra el tema tradicional de la Maestà, la Virgen y el Niño rodeada por ángeles, en donde el artista renovó los modelos iconográficos anteriores. La pintura presenta a la Virgen, sentada en su trono, con el Niño apoyado en sus rodillas. Giotto la ha colocado sobre un trono que presenta un desarrollo absolutamente arquitectónico, ricamente ornamentado con motivos de carácter gótico en todos sus frentes, incluso en el pedestal del primer término, sobre el que se levanta. Es su estructura la que crea un espacio para la solemnidad e importancia que tiene el argumento de la obra. La Virgen presenta una volumetría excepcional, dada por el suave modelado de los pliegues de su túnica, que caen con peso hacia el suelo. También son de destacar las calidades que consigue el autor en cada una de las telas que viste la Madona, desde los finos ribetes dorados de la túnica, hasta las diversas matizaciones de blanco, dejando trasparentar el pecho de la Virgen. A su lado, la figura de Jesús también presenta fuerte corporeidad, vestido con finas telas y bendiciendo con la mano: justo este punto es el centro de toda la composición, al lado del corazón de la Madre. Flanqueando el grupo central, grupos de santos con rostros perfectamente caracterizados y dirigiendo sus miradas hacia la Virgen.

Podemos ver hasta los que se encuentran por detrás de los brazos del trono, lo que certifica el espacio en profundidad conseguido. Más abajo, en primer plano, dos ángeles arrodillados ofrecen jarrones con lirios y rosas a María, símbolos de su pureza. La estructura propia de la tabla es la responsable de la monumentalidad de la Virgen y de su aspecto suavemente ascendente, siguiendo la verticalidad del marco. Pero la obra es también de una gran elegancia, tanto por la luminosidad que se alcanza por el fondo de oro y las orlas de los santos, como por la decoración minuciosa de ajedrezado, taqueados y en estilo cosmatesco. Y lo más importante, la confluencia de miradas hacia el núcleo compositivo, con lo que se establece una relación entre todos los personajes, y la mirada de la Virgen hacia el exterior del cuadro, invitando al espectador a formar parte de la representación. A esto último ayuda la imagen sencilla, de formas naturales y presencia humana de la Madona

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