Estudio para telón de fondo de "Tristán Loco" (Acto III)

Datos principales


Autor

Salvador Dalí Domènech

Fecha

1944

Material

Oleo sobre lienzo

Museo

Fundación Gala-Salvador Dalí

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La primera exposición de Salvador Dalí en la Galería Julien Levy motivó serias dudas respecto al verdadero estado de salud mental del pintor. Un periodista norteamericano afirmaba: "El español loco ha vuelto a la calle 57, donde causa la intriga de nuestros ciudadanos de espíritu sano que se preguntan circunspectos: '¿Dalí es un loco o un avezado hombre de negocios?'...". Desde luego que la respuesta a esas preguntas es negativa en ambos casos. Ni lo uno ni sólo lo otro. Cuando se le encomendó que realizara la escenografía del ballet "Tristán loco" sabía perfectamente que su arte debía adecuarse de forma precisa al libreto. El mito de Tristán e Isolda había sido revitalizado por una ópera de Richard Wagner en pleno Romanticismo. Salvador Dalí, excelente conocedor de la historia del arte, sabía que la pintura y la poesía románticas habían estado dominadas por una categoría estética principal: el sentimiento de lo sublime. La teoría sobre lo sublime había sido formulada hacía muchos siglos pero sería en el siglo XVIII cuando el británico Edmund Burke la redefiniera y la pusiera a disposición del arte. Burke definía lo sublime como aquello que se encuentra en la naturaleza y que provoca en el espectador un sentimiento de terror o desagrado. Entre los medios empleados por la naturaleza para provocar esos sentimientos estaban la oscuridad, la noche, el ruido y la grandiosidad de las escalas, de las dimensiones. El terror produce placer porque excita el espíritu del espectador, impidiendo así toda actitud pasiva o perezosa. En el decorado propuesto por Dalí para esa ópera vemos, precisamente, esas características que definen lo sublime. La presencia misteriosa de la noche es evidente, por ejemplo. Además, la escala fantasmal de la cabeza del caballo, inmensa en comparación con la isla de la que surge, contribuye de forma definitiva a crear esos efectos. Por la presencia de cipreses y de la misma isla que ocupa el centro del escenario, de nuevo aparece el recuerdo al cuadro del pintor simbolista Arnold Böcklin, La Isla de los muertos, uno de los modelos más repetidos por el artista catalán.

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