El Mar Helado
Datos principales
Autor
Fecha
1823-24
Estilo
Material
Dimensiones
97,7 x 127 cm.
Museo
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En Diciembre de 1820 Friedrich, en la cima de su fama, recibió en su estudio la visita del futuro Zar de Rusia, el Gran Duque Nicolás. Era el comienzo de un patronazgo que había de verse reflejado en la compra de numerosos cuadros. La futura Zarina, Alexandra Feodorova, encargó al pintor un lienzo que exaltara la belleza nórdica en toda su aterradora belleza, el cual había de acompañar una obra realizada por Martin von Rodhen reflejando la exuberancia del Sur. El admirador de Friedrich e intermediario del pintor ante la corte rusa, Shukowsky, escribió al año siguiente: "Friedrich ha aceptado ejecutar la obra, pero todavía no sabe qué va a pintar; espera el momento de inspiración que a veces le viene en sueños". Ésta, sin embargo, vino a través de una serie de elementos diversos. En el invierno de 1820 a 1821, el frío fue tan intenso que el río Elba, a su paso por Dresde, se heló. En enero la capa se rompió, produciendo un espectacular amontonamiento de placas cuya descripción nos ha legado Carl Gustav Carus . Friedrich, fascinado, realizó varios estudios del natural al óleo, en contra de su costumbre. Por otra parte, los periódicos del momento relataban las hazañas de la expedición de Sir William Edward Parry, al mando de los navíos "Hecla" y "Griper", en su intento de hallar el Paso del Noroeste desde el Atlántico al Pacífico entre Groenlandia y Canadá. Este viaje científico tuvo lugar de 1819 a 1820, y hubo de sortear varios peligros, entre ellos el de quedar atrapado el navío "Griper" entre las masas de hielo groenlandesas.
El propio Parry narró en un libro, publicado en Londres en 1821, los avatares de dicha expedición; en 1822 existía ya una versión alemana. Friedrich halló en estos medios la base para su óleo encargado por la princesa Alexandra; se tituló "El naufragio del Hoffnung (Esperanza)", y fue acogido con gran entusiasmo. Fue descrito así: "Rocas negras, contra las que se amontonan placas de hielo resquebrajadas y a medio derretir. Entre ellas están aprisionados los restos de un barco llamado 'Esperanza'". Por desgracia, dicha obra, que con frecuencia ha sido confundida con 'El mar helado', desapareció en 1869. La alegoría política o espiritual de ésta no era, con todo, evidente; en aquella época era frecuente el bautizar los barcos como 'Esperanza', por lo que su posible efecto simbólico es reducido. En el mismo 1822, en Dresde, Johann Carl Enslens expuso un gran panorama titulado 'Estancia invernal de la expedición al Polo Norte'; este cuadro panorámico hubo de causar una gran impresión en Friedrich. Al año siguiente en Praga, Sacheti, un escenógrafo, presentó su semi-panorama 'Expedición al Polo Norte'. El éxito de estos panoramas demuestra lo candente del asunto en la mentalidad europea y, en concreto, alemana del momento. Con todo, estas influencias externas no son decisivas en la ejecución de esta obra maestra. Friedrich ejecutó El Mar Helado entre 1823 y 1824. El óleo fue expuesto en ese año en la Academia de Praga con el título "Escena imaginada en el Mar Ártico: Barco naufragado entre masas de hielo a la deriva"; dos años más tarde lo era en Berlín.
Friedrich, sin embargo, fue duramente criticado por esta obra, y no halló comprador. Sólo tras la muerte del artista, ya en 1843, J. C. Clausen Dahl la adquirió, permitiendo su supervivencia. La razón del rechazo es evidente. El pintor rompe en ella con toda la tradición paisajista clásica a través de la construcción espacial y la organización general, no exentas de influencias del género del panorama. En primer término, los bloques de hielo se superponen como las escaleras de un templo, en tres niveles; en segundo término se alza, imponente, una afilada masa de hielo según un eje diagonal. En uno de sus lados asoma la popa de una nave, no identificada (posiblemente trasunto del 'Griper'), la cual ha naufragado, y no aparecen restos de vida humana ni supervivientes. Su mástil sigue el mismo eje diagonal de la composición. Más allá se extiende una superficie infinita de hielo, en la que aparecen a la deriva los icebergs, amenazadores, a su vez inclinados en la misma dirección. Sobre la escena, abriéndose paso sobre el cielo de impenetrable azul oscuro, asoma una luz que cae directamente sobre la masa central y deja en penumbra el primer plano. Esta obra ofrece dos niveles de lectura complementarios. Por una parte se ha referido, al igual que el naufragio de la 'Esperanza', a la situación política en Alemania. Es evidente que el 'Griper', ni en la expedición de 1820 ni en la posterior de 1824, se hundió en aguas del Polo Norte. Friedrich, quien se considera en libertad total para modificar y manipular los motivos de sus lienzos, como, por ejemplo, transformando iglesias en uso en perfectas ruinas, hace fracasar al velero, que intentaba pasar más allá, ante las fuerzas de la naturaleza.
Fue en 1834, ante esta obra en el estudio del pintor, cuando David d'Angers, el escultor francés, opinó que Friedrich había "descubierto la tragedia del paisaje". Por ello, la intención simbólica del naufragio ha sido referida como alegoría política y ha sido comparado con La balsa de la Medusa, de Géricault, realizada en 1819. Si en Francia se percibe un drama elevado a símbolo de la libertad y la esperanza, en Alemania se percibe, ante la Restauración, la contundencia de los hechos irreversibles, sin esperanza de salvación. Se ha utilizado para caracterizar la particular Weltanschauung alemana, su visión del mundo y la vida. Pues, en el otro extremo, se ha interpretado como una alusión al tema clásico de la "navigatio vitae", es decir, el viaje de la vida, la cual termina, de forma inevitable, en la muerte. Es, asimismo, el símbolo de la vanidad humana, de la inutilidad de sus esfuerzos.
El propio Parry narró en un libro, publicado en Londres en 1821, los avatares de dicha expedición; en 1822 existía ya una versión alemana. Friedrich halló en estos medios la base para su óleo encargado por la princesa Alexandra; se tituló "El naufragio del Hoffnung (Esperanza)", y fue acogido con gran entusiasmo. Fue descrito así: "Rocas negras, contra las que se amontonan placas de hielo resquebrajadas y a medio derretir. Entre ellas están aprisionados los restos de un barco llamado 'Esperanza'". Por desgracia, dicha obra, que con frecuencia ha sido confundida con 'El mar helado', desapareció en 1869. La alegoría política o espiritual de ésta no era, con todo, evidente; en aquella época era frecuente el bautizar los barcos como 'Esperanza', por lo que su posible efecto simbólico es reducido. En el mismo 1822, en Dresde, Johann Carl Enslens expuso un gran panorama titulado 'Estancia invernal de la expedición al Polo Norte'; este cuadro panorámico hubo de causar una gran impresión en Friedrich. Al año siguiente en Praga, Sacheti, un escenógrafo, presentó su semi-panorama 'Expedición al Polo Norte'. El éxito de estos panoramas demuestra lo candente del asunto en la mentalidad europea y, en concreto, alemana del momento. Con todo, estas influencias externas no son decisivas en la ejecución de esta obra maestra. Friedrich ejecutó El Mar Helado entre 1823 y 1824. El óleo fue expuesto en ese año en la Academia de Praga con el título "Escena imaginada en el Mar Ártico: Barco naufragado entre masas de hielo a la deriva"; dos años más tarde lo era en Berlín.
Friedrich, sin embargo, fue duramente criticado por esta obra, y no halló comprador. Sólo tras la muerte del artista, ya en 1843, J. C. Clausen Dahl la adquirió, permitiendo su supervivencia. La razón del rechazo es evidente. El pintor rompe en ella con toda la tradición paisajista clásica a través de la construcción espacial y la organización general, no exentas de influencias del género del panorama. En primer término, los bloques de hielo se superponen como las escaleras de un templo, en tres niveles; en segundo término se alza, imponente, una afilada masa de hielo según un eje diagonal. En uno de sus lados asoma la popa de una nave, no identificada (posiblemente trasunto del 'Griper'), la cual ha naufragado, y no aparecen restos de vida humana ni supervivientes. Su mástil sigue el mismo eje diagonal de la composición. Más allá se extiende una superficie infinita de hielo, en la que aparecen a la deriva los icebergs, amenazadores, a su vez inclinados en la misma dirección. Sobre la escena, abriéndose paso sobre el cielo de impenetrable azul oscuro, asoma una luz que cae directamente sobre la masa central y deja en penumbra el primer plano. Esta obra ofrece dos niveles de lectura complementarios. Por una parte se ha referido, al igual que el naufragio de la 'Esperanza', a la situación política en Alemania. Es evidente que el 'Griper', ni en la expedición de 1820 ni en la posterior de 1824, se hundió en aguas del Polo Norte. Friedrich, quien se considera en libertad total para modificar y manipular los motivos de sus lienzos, como, por ejemplo, transformando iglesias en uso en perfectas ruinas, hace fracasar al velero, que intentaba pasar más allá, ante las fuerzas de la naturaleza.
Fue en 1834, ante esta obra en el estudio del pintor, cuando David d'Angers, el escultor francés, opinó que Friedrich había "descubierto la tragedia del paisaje". Por ello, la intención simbólica del naufragio ha sido referida como alegoría política y ha sido comparado con La balsa de la Medusa, de Géricault, realizada en 1819. Si en Francia se percibe un drama elevado a símbolo de la libertad y la esperanza, en Alemania se percibe, ante la Restauración, la contundencia de los hechos irreversibles, sin esperanza de salvación. Se ha utilizado para caracterizar la particular Weltanschauung alemana, su visión del mundo y la vida. Pues, en el otro extremo, se ha interpretado como una alusión al tema clásico de la "navigatio vitae", es decir, el viaje de la vida, la cual termina, de forma inevitable, en la muerte. Es, asimismo, el símbolo de la vanidad humana, de la inutilidad de sus esfuerzos.