Duquesa de Alba
Datos principales
Autor
Francisco José de Goya y Lucientes
Fecha
1795
Material
Dimensiones
194 x 130 cm.
Museo
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La relación entre Goya y la Duquesa de Alba se remonta a los años iniciales de la década de 1790. Al adentrarse el maestro en los círculos aristocráticos -de la mano de la Duquesa de Osuna - se puso en contacto con los Duques de Alba y su particular entorno. En 1795, el pintor realizó un retrato al Duque y otro a la Duquesa, formando pareja. Doña María del Pilar Teresa Cayetana de Silva y Álvarez de Toledo, XIII Duquesa de Alba, era una de las mujeres más atrayentes del Madrid de la Ilustración. Su belleza ha sido cantada por poetas y músicos; de ella decían que era tan bella que cuando paseaba por la calle todo el mundo la miraba desde las ventanas y hasta los niños dejaban sus juegos para contemplarla. Casada a los 13 años y viuda a los 34, murió una vez cumplidos los 40 años posiblemente envenenada, según las malas lenguas, por la reina María Luisa de Parma . Doña Cayetana tenía un fuerte temperamento y era conocida en los suburbios de Madrid por disfrazarse de maja y participar en las fiestas populares. Protectora de actrices, poetas, pintores y toreros, llegaba a disputarse los favores de los bellos jóvenes con otras cortesanas, incluso con la propia reina. Todo un personaje como puede apreciarse. Goya ha retratado a la Duquesa ataviada con un elegante vestido de gasa blanca, adornado con una cinta roja en la cintura y varios lazos del mismo color en la pechera y en el pelo y un collar. La acompaña un perrillo faldero que simboliza la fidelidad, posiblemente la que le profesaba el mismo pintor. La belleza de la dama es perfectamente interpretada por el aragonés, aunque debamos considerar diferente el canon de belleza del siglo XVIII al actual. La figura de la aristócrata se recorta sobre un fondo de paisaje, recordando los retratos del inglés Gainsborough . El colorido del fondo está armonizado con tonos -ocres y grises- agradables a la vista; los del vestido también están estudiados al detalle, interesándose por las calidades de las telas. Goya no ha dejado nada al azar para configurar un retrato que agrade a doña Cayetana, de la que el pintor se enamorará.