Diana y sus compañeras
Datos principales
Autor
Fecha
1655-56 h.
Estilo
Material
Dimensiones
97,8 x 106 cm.
Museo
Contenidos relacionados
La Academia de París estableció la escala jerárquica de los géneros pictóricos, ocupando la pintura de historia el lugar más importante. El retrato, el paisaje y la naturaleza muerta continuarían esa escala, ocupando el último puesto la pintura de animales. Esta pintura de historia se divide en obras religiosas, asuntos de historia antigua y temas mitológicos. Curiosamente, Vermeer apenas tratará la temática histórica, y sólo en sus comienzos, ejecutando dos escenas: Cristo en casa de Marta y María y El reposo de Diana, lienzo que aquí podemos observar. La "Metamorfosis" de Ovidio será la fuente literaria utilizada por Vermeer, al igual que hicieron Rubens , Rafael o Tiziano al tratar estos asuntos. Narra la historia de Diana, la diosa de la caza, prototipo de castidad, en el momento de su baño diario acompañada de sus ninfas, momento que ningún hombre podía contemplar y que fue roto por la irresponsabilidad de Acteón. Acteón era hijo de Autonoe y nieto de Cadmo, el fundador de Tebas. Agotado por la sed, durante una cacería, entró en una gruta donde manaba una fuente. Era esa la fuente predilecta de Diana y allí solía bañarse por lo que Acteón sorprendió a la diosa desnuda, en pleno baño. La irritación de la diosa fue tal que arrojó a la cara de Acteón unas gotas de agua que transformaron al joven en ciervo. Acteón salió corriendo de la cueva y sus propios perros le devoraron.
Pero en esta ocasión, Vermeer no se interesa por el castigo de Acteón sino por el baño purificador de los pies de la diosa, relacionando así a Diana con Cristo. Para algunos especialistas, la presencia del perro y del cardo -símbolo masculino- anuncian la inmediata presencia de un personaje masculino, posiblemente Acteón. La escena se desarrolla en un paisaje donde Diana y dos de sus ninfas se sientan en una piedra para descansar de su agotadora jornada cinegética. Una de ellas está de espaldas y deja ver ligeramente su espalda al desnudo. Otra de las ninfas, en primer plano y de perfil, lava los pies de la diosa mientras una tercera, vestida de oscuro, contempla la escena; la cuarta, con falda azul y corpiño rojo, intenta relajar sus cansados pies, destacando el intimismo de su postura. La acción se desarrolla al atardecer, quedando algunos de los rostros de las mujeres ensombrecidos, lo que es interpretado por algunos expertos como una referencia a la relación entre Diana y Selene, la diosa de la luna, por lo que aparece con una diadema adornada con una media luna. Debido a la presencia de imperfecciones y de ciertas carencias en el cuadro, la obra todavía muestra dudas sobre su autoría, estando atribuida a Nicolaes Maes durante mucho tiempo. Sin embargo, las tonalidades amarillas y azules se muestran como una carta de presentación continua en la obra de Vermeer, al igual que las sensaciones atmosféricas y las pinceladas "puntillistas" a la hora de aplicar el color, lo que lleva la paternidad de la obra hacia los pinceles del maestro de Delft. Podemos destacar la castidad contenida en el cuadro de Vermeer frente a la sensualidad de la figura de Betsabé pintada por Rembrandt en esas mismas fechas. Las figuras presentan una poderosa monumentalidad, desmedida en algunos casos como la mano y el brazo derechos de la diosa. Las influencias deberíamos buscarlas en Tiziano, Giorgione o Veronés pero no encontramos ningún dato que permita asegurar el conocimiento por parte de Vermeer de sus obras.
Pero en esta ocasión, Vermeer no se interesa por el castigo de Acteón sino por el baño purificador de los pies de la diosa, relacionando así a Diana con Cristo. Para algunos especialistas, la presencia del perro y del cardo -símbolo masculino- anuncian la inmediata presencia de un personaje masculino, posiblemente Acteón. La escena se desarrolla en un paisaje donde Diana y dos de sus ninfas se sientan en una piedra para descansar de su agotadora jornada cinegética. Una de ellas está de espaldas y deja ver ligeramente su espalda al desnudo. Otra de las ninfas, en primer plano y de perfil, lava los pies de la diosa mientras una tercera, vestida de oscuro, contempla la escena; la cuarta, con falda azul y corpiño rojo, intenta relajar sus cansados pies, destacando el intimismo de su postura. La acción se desarrolla al atardecer, quedando algunos de los rostros de las mujeres ensombrecidos, lo que es interpretado por algunos expertos como una referencia a la relación entre Diana y Selene, la diosa de la luna, por lo que aparece con una diadema adornada con una media luna. Debido a la presencia de imperfecciones y de ciertas carencias en el cuadro, la obra todavía muestra dudas sobre su autoría, estando atribuida a Nicolaes Maes durante mucho tiempo. Sin embargo, las tonalidades amarillas y azules se muestran como una carta de presentación continua en la obra de Vermeer, al igual que las sensaciones atmosféricas y las pinceladas "puntillistas" a la hora de aplicar el color, lo que lleva la paternidad de la obra hacia los pinceles del maestro de Delft. Podemos destacar la castidad contenida en el cuadro de Vermeer frente a la sensualidad de la figura de Betsabé pintada por Rembrandt en esas mismas fechas. Las figuras presentan una poderosa monumentalidad, desmedida en algunos casos como la mano y el brazo derechos de la diosa. Las influencias deberíamos buscarlas en Tiziano, Giorgione o Veronés pero no encontramos ningún dato que permita asegurar el conocimiento por parte de Vermeer de sus obras.