Obra realizada por Josep Puig i Cadafalch entre 1903-05 donde se produce una revisión de los estilos históricos y la búsqueda de la identidad nacional.
El último cuarto del siglo XIX se caracteriza por una acentuación de la opulencia historicista, que en la polémica entre clasicistas y medievalistas fue adoptando otros estilos, como el neobarroco y el neo-mudéjar (en España), y toda clase de exotismos que dieron lugar a verdaderos pastiches. La auténtica transformación de la arquitectura se debe a la técnica, que la apartó definitivamente de las exageraciones decorativas. La aparición de nuevos materiales, como el hierro y el hormigón armado, hizo posible un nuevo modo de hacer, en el que el metal desempeñó un papel fundamental.
Al arquitecto catalán se le pide que utilice un lenguaje que aluda a la nostalgia de una ciudad preindustrial, que se identifique con la Edad de Oro de Cataluña, pero al mismo tiempo proyectar una ciudad que coincida con los intereses de la nueva burguesía. Tanto Doménech como Puig i Cadafalch se preocuparán por las relaciones arquitectura/sociedad, mientras que Gaudí está más volcado a resolver la arquitectura a partir del hecho constructivo.