Cabeza del Bautista

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San Juan Bautista es considerado el precursor de Cristo. Llevó una vida ascética en el desierto y pasó a predicar la fe cristiana a las multitudes, bautizando a los fieles en las aguas del Jordán de la misma manera que hizo con Cristo. Herodes le mandó encarcelar y acabó decapitado como cumplimiento de una promesa realizada por el monarca a la bella Salomé, la hija de Herodías. La reliquia de la cabeza del santo fue traslada a Amiens en 1206 y se convirtió en un objeto de culto para enfermos, encarcelados y heridos. La representación de la cabeza del Bautista será un tema muy frecuente en el Barroco, ya que su demanda era muy elevada al utilizarse como alegoría de la Eucaristía. Su iconografía ya la indicó Francisco Pacheco, siguiendo Ribera las disposiciones del suegro de Velázquez. Ante una losa achatada por la esquina que se dirige al espectador se sitúa una bandeja dorada que contiene la cabeza del santo, tremendamente naturalista. Junto a la bandeja apreciamos la cruz y un paño blanco con restos de sangre. Si bien la iluminación tiene herencias del tenebrismo de inspiración caravaggista, se aprecian unos reflejos platas más cuidados que indican la evolución pictórica del maestro, creando un efecto atmosférico que recuerda a la escuela veneciana. El deseo de recoger las calidades táctiles continúa presente, a pesar de lo macabro del asunto, destacando especialmente las manchas de sangre cuya tonalidad contrasta con el blanco del paño. El resultado es espectacular, tratando el asunto de manera tan realista que se consideró durante un tiempo que correspondía a la cabeza de un ajusticiado por la rebelión de 1647 sofocada por don Juan José de Austria.

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