Caballo blanco
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Nos encontramos ante un caballo en una postura idéntica al que cabalga el conde-duque de Olivares en su retrato ecuestre . Se trata de una obra que Velázquez tenía preparada por si surgían problemas con el lienzo original, para evitar contratiempos con el personaje más influyente de la corte madrileña. De esta manera demuestra el sevillano sus deseos de agradar a su cliente, máxime cuando se trataba de su principal valedor. Tras el fallecimiento de Velázquez se situó sobre el caballo una figura de Santiago Matamoros que afortunadamente ha sido recientemente borrada para apreciar la belleza de este animal, siendo una de las obras más curiosas del maestro. Respecto al tamaño de los caballos velazqueños debemos advertir que se trataba de una raza especialmente creada para la caballería española, uniendo la fortaleza de los caballos flamencos con la rapidez de los jacos andaluces. De esta manera podían emplearse como máquinas de guerra, el principal objetivo de estos animales. La luz que resbala sobre el blanco pelaje del animal y la postura escorzada - típica del barroco - hacen de este lienzo un trabajo soberbio.