Bautismo de Cristo

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En 1647 fallece don Juan Alfonso Enríquez de Cabrera, duque de Medina de Ríoseco y Almirante de Castilla. En su inventario encontramos una espléndida colección de pintura entre la que se hallan un buen número de obras de Ribera, existiendo una estrecha relación entre ambos al ser el marqués Virrey de Nápoles entre 1644-1646. A la iglesia del convento de San Pascual de Madrid fueron destinadas varias obras de esta colección, entre las que se encuentra el Bautismo de Cristo que contemplamos. Es un trabajo dentro del estilo clasicista, inspirado en la escuela boloñesa a la que pertenecían Lanfranco y Domenichino, pintores que estuvieron trabajando en Nápoles. Ribera ha abandonado el tenebrismo de sus primeras décadas para emplear tonalidades vivas y claras y una iluminación inspirada en el Renacimiento. La composición sigue un esquema típicamente barroco al emplear diagonales para organizar el conjunto, situando a San Juan Bautista en la zona de la derecha mientras que Cristo ocupa el centro y parte de la izquierda, zona que se remata con la presencia de dos ángeles mancebos que contemplan la escena y portan las vestiduras de Jesús. Un ligero paisaje protagonizado por el río Jordán y un cielo nuboso completan el conjunto, sin olvidar la presencia de la paloma del Espíritu Santo. Si en los ángeles y Cristo encontramos algunas dosis de idealización clasicista, con ecos de Miguel Angel y Rafael, el san Juan es una figura absolutamente naturalista, presentado como un hombre tomado de la vida cotidiana, vestido con austeros ropajes que permiten contemplar su anatomía. Eleva su mirada al cielo al tiempo que vierte el agua sobre su Jesús. Este dirige la mirada hacia el espectador al igual que el ángel del fondo, mientras que el de primer plano sigue con su mirada todo el proceso del bautismo. Este juego de miradas es una fórmula utilizada para que el espectador no deje ninguna parte del lienzo sin contemplar, reclamando nuestra atención hacia todos los rincones. El resultado es una obra cargada de espiritualidad e intensidad emocional, en sintonía con la Bendición de Jacob o la Trinidad.

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