Las Cruzadas

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Desarrollo


Nos encontramos a mediados del siglo XI. En Europa, las comunidades cristianas viven un momento de profundo sentimiento religioso y en un estado de vigor militar. Aunque dividida política y culturalmente, Europa occidental estaba unida por su pertenencia a la Iglesia católica bajo la autoridad del papado. Entre el 950 y el 1100 se produjo un renacer religioso, encabezado por grandes monasterios como el de Cluny, mientras que las peregrinaciones a los lugares santos, como Roma, Santiago o Jerusalén, comienzan a ser habituales. Jerusalén era una ciudad sagrada para los cristianos, como lugar en el que sucedieron los hechos fundamentales de la vida de Jesús. Ciudad santa también para los musulmanes, allí fueron levantados el santuario de la Cúpula de la Roca y la mezquita de al-Aqsa. Jerusalén había sido conquistada en el año 638 por el califa Omar. Los musulmanes concedieron una cierta tolerancia a los cristianos. Sin embargo, a mediados del siglo XI se produce la penetración de tribus turcas, que arrebatan Jerusalén y Siria a los fatimíes de Egipto y aniquilan al ejército bizantino en Manzikerta. La amenaza sobre Bizancio y la intolerancia religiosa de estos turcos selyúcidas provocará la ruptura de relaciones con el occidente cristiano. Será el papa Urbano II quien ponga en marcha definitivamente el plan para conquistar Tierra Santa, haciendo un llamamiento a participar en ella a todos los caballeros cristianos.

Estas expediciones, hechas en nombre de la Cruz, serán llamadas Cruzadas. La Primera Cruzada se realizará entre 1096 y 1099 y en ella participarán los más importantes caballeros cristianos. Partiendo de Verdún, Toulouse o Génova, los cristianos se dirigirán hacia el sur por distintos medios hasta llegar a Constantinopla, punto de encuentro de los caballeros. La ciudad de Nicea es asediada y conquistada y desde allí se dirigen a Antioquía, que será tomada tras siete meses de asedio. El 15 de julio de 1099 cae Jerusalén. La presencia de los cruzados en el Próximo Oriente favorecerá el nacimiento de nuevos Estados. Los reinos de Jerusalén y de Chipre, el principado de Antioquía, los Condados de Trípoli y Edesa y la Pequeña Armenia forman los llamados Estados Latinos de Oriente. La reconquista de Edesa en el año 1144 provocará la Segunda Cruzada, entre 1148 y 1151. Desde París, las tropas cruzadas se dirigirán a Constantinopla, donde se separan para encaminarse a Tierra Santa. Ambos ejércitos serán derrotados, en Dorileo y Laodicea. Unificadas sus fuerzas en Jerusalén en 1148, desde allí organizaron sendas campañas contra Ascalón y Damasco, que acabaron en fracaso. Cuatro décadas más tarde se produjo un nuevo enfrentamiento. Un poderoso soberano musulmán ha surgido en la zona, Saladino. Éste reunifica el Islam bajo el sultanato de Bagdad y domina un área que va desde Damasco hasta El Cairo.

La gran batalla con los cristianos se producirá en 1187, en los campos de Hattin. Saladino había conseguido reunir un formidable ejército compuesto por más de 30.000 hombres, 12.000 de ellos de caballería, más un número indeterminado de voluntarios. El 2 de julio tomó la ciudad de Tiberias. Ante este hecho, los cristianos enviaron desde Acre a sus mejores guerreros en dirección a Tiberias. Tan pronto Saladino se enteró de la marcha de los cristianos, mandó al grueso de su ejército al campamento de Cafarsset para cortarles el paso. Una vez que el ejército cristiano avanzó, los musulmanes lanzaron su ataque. Acosados, los cristianos se encaminaron a los altos de Hattin. El ejército musulmán cercó entonces a las fuerzas cristianas, dejándoles montar su campamento defensivo, pues el lugar carecía totalmente de agua. Al día siguiente, los cristianos, agotados y sedientos, intentaron desesperadamente llegar a Hattin, pero Saladino les rodeó, bloqueando el apoyo de la caballería. La infantería, presa de pánico, intentó regresar a los Altos de Hattin pero, nuevamente, Saladino les cortó la retirada. La caballería templaria, encargada de la retaguardia, cayó tras una resistencia encarnizada. Todos fueron muertos o esclavizados, salvo un pequeño grupo de soldados, quienes pudieron cruzar las líneas enemigas y escapar. La derrota de Hattin dejó a Saladino libre el camino de Jerusalén. Rodeada la ciudad, cayó en 1187. Lo que quedaba del reino se trasladó a la franja costera, instalándose en Acre la capital y la corte de un rey cada vez más débil.

La caída de Jerusalén motivará la Tercera Cruzada, que tiene lugar entre 1189 y 1192. Dirigida por Federico I Barbarroja, partirá desde Ratisbona en dirección a Asia Menor, donde se vencerá en Iconio. Pese a la muerte del rey cristiano, los cruzados llegaron a las puertas de San Juan de Acre. Como refuerzo salieron desde Inglaterra Ricardo Corazón de León y desde Francia Felipe II. Acre es conquistada y los cruzados se dirigen hacia Jerusalén, montando su campamento en Jaffa. El gran combate se producirá muy cerca, en las colinas de Arsuf. Al amanecer del 7 de septiembre de 1191 los cruzados levantaron su campamento y cruzaron el río Rachetaillee, encontrándose con un gran ejército sarraceno que bloqueaba su avance. Saladino contaba con unos 20.000 hombres, de los cuales 10.000 eran caballeros, mientras que los cruzados sólo disponían de 1.200 caballeros y 10.000 infantes. La caballería turca de Saladino, apoyada por lanceros árabes y arqueros nubios, lanzó su ataque por el flanco izquierdo, pero Ricardo aguantó y pudo contener el ataque. A media tarde, los caballeros hospitalarios y franceses no resistieron la presión y se lanzaron a la carga contra el ala derecha de la caballería musulmana. Ante el éxito inicial, Ricardo envió a los templarios en una segunda carga hacia el flanco izquierdo sarraceno. Viendo los resultados del contraataque cruzado, Saladino envió a su guardia personal a la lucha.

Los cruzados aguantaron una vez más el empuje y continuaron con su ataque, lo que provocó la derrota de buena parte de las tropas sarracenas, mientras que el resto se dispersó hacia las colinas cercanas a Arsuf. Las bajas de Saladino se cifraron en unos 7.000 soldados. Jerusalén, sin embargo, no pudo ser tomada, debiendo los cristianos retirarse a Ascalón. Gracias a su victoria, la franja costera entre Tiro y Jaffa pasó a manos cristianas, al igual que Chipre. La tercera Cruzada finalizó con el pacto entre Saladino y Ricardo, por el que se garantizaba a comerciantes y peregrinos el libre acceso a Jerusalén. Las posteriores Cruzadas no obtuvieron los éxitos militares que había tenido la tercera. La Cuarta Cruzada se lleva a cabo entre 1202 y 1204, y se propondrá no sólo conquistar Tierra Santa, sino tomar el Imperio bizantino, siguiendo intereses comerciales. Las tropas cruzadas, partiendo de Venecia, tomarán Constantinopla en 1203, formando un reino que resultará efímero. Una Cruzada peculiar se produce en 1212, la llamada Cruzada de los Niños. Miles de adolescentes de ambos sexos, arrebatados por el fervor religioso y combativo de las Cruzadas, son embarcados en Marsella, desde donde los armadores los conducen a Alejandría y los venden como esclavos. La Quinta Cruzada tendrá lugar entre 1217 y 1221. Las tropas cristianas capturarán el puerto egipcio de Damieta. Fracasado un ataque contra El Cairo, los cruzados hubieron de rendir Damieta y dispersarse.

La Sexta Cruzada, entre 1228 y 1229, será organizada por el emperador Federico II. Sus tropas salen de Italia y llegan hasta San Juan de Acre, haciéndose con el control de Belén, Jerusalén y Nazareth gracias a un tratado con el sultán. Luis IX de Francia será el organizador de las dos últimas Cruzadas. La Séptima se lleva a cabo entre 1248 y 1254. Tras salir de Vézelay, el objetivo será Egipto y la plaza de Damieta resulta ocupada, pero el francés sufre una contundente derrota en Mansura, siendo apresado por sus enemigos. Al ser liberado, san Luis se dirige a Tierra Santa para fortificar San Juan de Acre y regresa a Francia en 1254. Dieciséis años más tarde, en 1270, el mismo Luis IX dirige la que será Octava y última Cruzada, acogida con poco entusiasmo por los nobles franceses. Nuevamente la expedición se inicia en Vézelay, embarcando en Aigües Mortes con destino a Túnez, territorio que se piensa recristianizar. Sin embargo, el mismo monarca muere en Túnez en el verano de 1270, y con él acaba definitivamente el sueño cruzado de dominar Palestina. En 1291 los mamelucos reconquistan San Juan de Acre, el último baluarte cristiano y los cruzados deben evacuar Tiro, Sidón y Beirut. Las islas de Chipre y Rodas se mantendrán bajo dominio de los cruzados hasta el siglo XVI. La expulsión de los cruzados de Tierra Santa no puso fin a los esfuerzos cristianos por tomar Palestina, pero poco a poco decayó el interés de los reyes europeos y la nobleza europea, resultando sin ningún éxito las posteriores expediciones.

Tras dos siglos de Cruzadas, la huella dejada en Siria y Palestina era escasa, excepto numerosas iglesias, fortificaciones y varios impresionantes castillos, como los de Marqab, en la costa de Siria, Montreal, en la Transjordania, el krak de los Caballeros, cerca de Trípoli y Monfort, cerca de Haifa. Las consecuencias de las Cruzadas fueron más notables para Europa que para Oriente. Las ciudades italianas salieron beneficiadas, pues se había generado un interés por la exploración del Oriente y se habían establecido mercados comerciales de duradera importancia. También floreció la economía monetaria y surgió una burguesía rica. Finalmente, el contacto con árabes y bizantinos contribuyó a elevar el nivel cultural de Occidente, aunque habrán de venir siglos de incomprensión.

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