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Datos principales
Tipo
Arma
Categoría
Terrestre
Desarrollo
A partir del siglo XI se expandió rápidamente por Europa una nueva arma, pariente lejana de antiguos ingenios de características análogas y que, probablemente, fue la más terrible invención medieval en el campo del arte bélico: la ballesta. La difusión de la ballesta comenzó en el Norte de Europa, posiblemente favorecida por los normandos. Sabemos que en Italia este arma fue utilizada por primera vez por los ejércitos de las repúblicas marítimas de Venecia y de Génova principalmente y, posteriormente, alcanzó una gran difusión. Según el cronista francés Froissart, los ballesteros genoveses "eran tan expertos que siempre acertaban en el lugar que deseaban". En ciertos aspectos la ballesta era semejante al arco, pero infinitamente más potente, pues la cuerda que lanzaba el dardo podía alcanzar una tensión altísima. Por este motivo, la carga era la tarea más pesada y compleja que su uso. Inicialmente la maniobra se efectuaba apuntando el arma hacia abajo y haciendo palanca con los pies para poder tensar la cuerda. En un segundo momento, a partir del siglo XI, en la cabeza de la ballesta se añadió un estribo, en el que se introducía el pie para facilitar su carga. La siguiente evolución fue el invento de la tensión por medio de tirantes arrastrados mediante una manivela. La dificultad de estas operaciones condujo a la fabricación de ballestas más fáciles de cargar; eran menos potentes, pero de tiro más rápido e, incluso, podían ser usadas por los jinetes.
Por sus enormes posibilidades, esta arma fue considerada como diabólica, tanto que, en 1139, el Segundo Concilio de Letrán estableció la excomunión para quien la utilizara. Arcos y ballestas fueron abundantemente usados durante las Cruzadas por todos los contendientes. Se cuenta que después de la cruenta batalla del Campo de Sangre (1119), una de las peores derrotas sufridas por los cruzados, se encontró a un franco que había recibido al menos 40 impactos de flecha, mientras que los dardos que sobresalían de los cuerpos de los caballos muertos les asemejaban a enormes erizos. La ballesta acabó con la vida de personajes ilustres: Ricardo Corazón de León , por ejemplo, fue herido de muerte en 1199 por un ballestero durante un asedio en Francia; Ezzelino da Romano, señor de Verona y de Padua, murió en 1259, tras ser herido en un pie por una flecha, probablemente disparada por una ballesta. Pero algunas muertes fueron menos honorables: en 1237, Felipe, príncipe de Morea, murió intentando cargar inútilmente una ballesta, a causa del excesivo esfuerzo realizado. El funcionamiento de la ballesta es sencillo. Apretando el gatillo, la nuez libera el nervio que empuja el lance, flecha o pasador. Se conocen al menos seis modos diferentes de cargar la ballesta; uno de los más simples y difundidos consiste en que el soldado introducía el pie en el estribo y manualmente tensaba la cuerda hasta un talón (la nuez), que la sujetaba hasta el momento del disparo. Otro modo era tensar la cuerda -generalmente fabricada con tendones de animal- mediante un doble gancho que colgaba del cinturón del soldado, o también con la ayuda de una manivela que iba fijada en el extremo de la culata del arma.
Por sus enormes posibilidades, esta arma fue considerada como diabólica, tanto que, en 1139, el Segundo Concilio de Letrán estableció la excomunión para quien la utilizara. Arcos y ballestas fueron abundantemente usados durante las Cruzadas por todos los contendientes. Se cuenta que después de la cruenta batalla del Campo de Sangre (1119), una de las peores derrotas sufridas por los cruzados, se encontró a un franco que había recibido al menos 40 impactos de flecha, mientras que los dardos que sobresalían de los cuerpos de los caballos muertos les asemejaban a enormes erizos. La ballesta acabó con la vida de personajes ilustres: Ricardo Corazón de León , por ejemplo, fue herido de muerte en 1199 por un ballestero durante un asedio en Francia; Ezzelino da Romano, señor de Verona y de Padua, murió en 1259, tras ser herido en un pie por una flecha, probablemente disparada por una ballesta. Pero algunas muertes fueron menos honorables: en 1237, Felipe, príncipe de Morea, murió intentando cargar inútilmente una ballesta, a causa del excesivo esfuerzo realizado. El funcionamiento de la ballesta es sencillo. Apretando el gatillo, la nuez libera el nervio que empuja el lance, flecha o pasador. Se conocen al menos seis modos diferentes de cargar la ballesta; uno de los más simples y difundidos consiste en que el soldado introducía el pie en el estribo y manualmente tensaba la cuerda hasta un talón (la nuez), que la sujetaba hasta el momento del disparo. Otro modo era tensar la cuerda -generalmente fabricada con tendones de animal- mediante un doble gancho que colgaba del cinturón del soldado, o también con la ayuda de una manivela que iba fijada en el extremo de la culata del arma.