Desarrollo
La mejor arma anticarro de manejo personal que se empleó durante la Segunda Guerra Mundial fue casi con absoluta seguridad el panzerfaust- "puño de hierro"-. Su proyectil de guerra se basaba en el principio de carga hueca o efecto Monroe. Monroe demostró en la segunda mitad del siglo XIX la propiedad de algunos explosivos de dirigir y concentrar todo su efecto en determinado lugar, dependiendo de la forma de su contenedor. Este principio había sido empleado frecuentemente en minería, ferrocarriles, etcétera. Durante la Segunda Guerra Mundial se pensó en aplicarlo a las granadas. Dado que la habitual forma de éstas es ojival, se supuso que, debidamente moldeada la carga explosiva y dotándola de un doble cono anterior, todo el efecto del explosivo se concentraría en el vértice del cono. Sus efectos se suceden según esta secuencia: el proyectil alcanza el blanco y se produce la explosión. Del foco de la parábola o vértice saldrá un pequeño haz de fuego a una temperatura de 3.000 grados, que fundirá el metal del objetivo tocado, Si éste es un tanque, la carga hueca fundirá las planchas y lanzará dentro del vehículo un chorro de calor y gases que carbonizará a la tripulación y hará estallar sus depósitos de carburante y de municiones. El panzerfaust, que los alemanes tuvieron en abundancia durante la última fase de la guerra y utilizaron con una tremenda efectividad, nació de combinar una granada de carga hueca y un cohete, que era lanzado desde un tubo.
La mayor virtud de esta arma era su sencillez: granada-cohete-tubo. Este tenía una sencilla mira que al levantarla para apuntar quitaba el seguro del arma. Al apretar el disparador, la ignición del cohete fundía la baquelita del tapón posterior, de modo que se convertía en un arma sin retroceso. Los alemanes fabricaron tres modelos de panzerfaust. El "30" fue un ingenio peligroso para quien lo empleaba, pero demostró ser muy eficaz: lanzaba una granada que podía perforar 14 centímetros de acero a 30 o 40 metros de distancia. El tubo era desechable. El modelo "60" era más seguro y preciso: disponía de un alza para disparar a 30, 60 y 90 metros. Sus granadas podían perforar hasta 20 centímetros de buen acero con una inclinación de hasta 30 grados. El tubo era recuperable. El mejor de los tres modelos, el que se empleó preferentemente en la fase final de la guerra, fue el "100". Podía alcanzar objetivos hasta a 150 metros de distancia, y no había blindajes que resistieran sus impactos a 70 metros. Medía un metro y pesaba completo 6,8 kilos.
La mayor virtud de esta arma era su sencillez: granada-cohete-tubo. Este tenía una sencilla mira que al levantarla para apuntar quitaba el seguro del arma. Al apretar el disparador, la ignición del cohete fundía la baquelita del tapón posterior, de modo que se convertía en un arma sin retroceso. Los alemanes fabricaron tres modelos de panzerfaust. El "30" fue un ingenio peligroso para quien lo empleaba, pero demostró ser muy eficaz: lanzaba una granada que podía perforar 14 centímetros de acero a 30 o 40 metros de distancia. El tubo era desechable. El modelo "60" era más seguro y preciso: disponía de un alza para disparar a 30, 60 y 90 metros. Sus granadas podían perforar hasta 20 centímetros de buen acero con una inclinación de hasta 30 grados. El tubo era recuperable. El mejor de los tres modelos, el que se empleó preferentemente en la fase final de la guerra, fue el "100". Podía alcanzar objetivos hasta a 150 metros de distancia, y no había blindajes que resistieran sus impactos a 70 metros. Medía un metro y pesaba completo 6,8 kilos.