Desarrollo
El superbombardero Consolidated B-24 Liberator nació para mejorar a las Fortalezas Volantes B-17, un proyecto norteamericano algo anterior. Y lo cierto es que lo consiguieron sin grandes méritos perceptibles. Este avión no era más rápido, ni más sólido, ni mejor armado, ni más capaz para misiones de bombardeo... más aún, sus tripulaciones no lo estimaban demasiado por la fragilidad de sus alas. Y, sin embargo, triunfó sobre todos los aviones de bombardeo fabricados durante la II Guerra Mundial: de las cadenas de montaje salieron 18.188 aparatos. El Liberator fue el avión norteamericano más fabricado de toda la guerra, basando su éxito en su tremenda autonomía, superior a cualquier aparato de 1942. Ese mismo año era capaz de volar 4.585 km. cargado con casi 4 toneladas de bombas. El prototipo XB 24 realizó su primer vuelo en diciembre de 1939, siguiéndole otras 7 unidades de prueba Yb-24 y nueve más de la serie B-24?, a las que se incrementó el armamento defensivo. Del prototipo XB-24 surgió el Xb-24B, modelo que sirvió de base para el bombardero B-24C y, más tarde, de las primeras variantes realizadas en serie, la B-24D, con 2.738 unidades, la B-24E, con 791, y la B-24G -antecedente de otra versión exitosa, la B-24J-, 430 unidades con una torreta en el morro impulsada a motor. Se trataba en definitiva de un cuatrimotor de ala alta, con 20,22 m. de longitud y una gran envergadura de 33,52 m., proporcionalmente una de las mayores entre los grandes bombarderos.
De ahí provenía un tanto la fragilidad de sus alas y, también, una de sus mayores virtudes, la maniobrabilidad: prácticamente se podía quedar parado en el aire. Para su época y su tamaño la velocidad era aceptable: 488 km/h. y, con ella y su maniobrabilidad, más sus 10 ametralladoras de armamento, se distinguió en la guerra del Pacífico con 4.189 derribos y docenas de miles de misiones de largo radio de acción. Cuando llegó a Europa, nada mejor se vio para la lucha antisubmarina. Era capaz de cubrir con sus vuelos los convoyes hasta mitad del Atlántico, donde se iniciaba la vigilancia de otro aparato similar del otro continente. Su gran capacidad de bombardeo y maniobrabilidad le hacían, simultáneamente, mortal para los submarinos que, sorprendidos en la superficie, deberían incluso rendirse ante el ataque de sus 10 ametralladoras. A partir de 1943, cuando existieron en abundancia para la lucha antisubmarina y la protección de los convoyes, tuvieron base en las islas británicas, Terranova, Islandia, Las Azores... de modo que apenas quedó un rincón del Atlántico sin controlar por este omnipresente aparato.
De ahí provenía un tanto la fragilidad de sus alas y, también, una de sus mayores virtudes, la maniobrabilidad: prácticamente se podía quedar parado en el aire. Para su época y su tamaño la velocidad era aceptable: 488 km/h. y, con ella y su maniobrabilidad, más sus 10 ametralladoras de armamento, se distinguió en la guerra del Pacífico con 4.189 derribos y docenas de miles de misiones de largo radio de acción. Cuando llegó a Europa, nada mejor se vio para la lucha antisubmarina. Era capaz de cubrir con sus vuelos los convoyes hasta mitad del Atlántico, donde se iniciaba la vigilancia de otro aparato similar del otro continente. Su gran capacidad de bombardeo y maniobrabilidad le hacían, simultáneamente, mortal para los submarinos que, sorprendidos en la superficie, deberían incluso rendirse ante el ataque de sus 10 ametralladoras. A partir de 1943, cuando existieron en abundancia para la lucha antisubmarina y la protección de los convoyes, tuvieron base en las islas británicas, Terranova, Islandia, Las Azores... de modo que apenas quedó un rincón del Atlántico sin controlar por este omnipresente aparato.