Destruida la capital asiria Nínive en el año 612 a.C. a manos de una coalición medo-babilónica, ambas naciones deciden repartirse los restos del antiguo Imperio asirio. Para medos será la región central asiria hasta el curso medio del Tigris; para los babilonios, el resto. Sobre las ruinas de la antigua ciudad gobernada por Hammurabi volvió a florecer Babilonia, convertida, gracias especialmente a Nabucodonosor II, en una urbe cosmopolita.
El Imperio babilónico estaba dividido en provincias o pikhatu, a cuyo frente estaban situados gobernadores (shakkanakku, bel pikhati o shaknu) y prefectos (shakin temi).