La caída de Babilonia a manos del persa aqueménida Ciro hizo que los asuntos de Mesopotamia, a partir de entonces, se decidieran fuera de ella. Ciro tomó el título de rey de Babilonia, en un intento de aparentar continuidad con respecto al imperio de Nabucodonosor. Sin embargo, Babilonia fue incorporada como provincia, aunque este dominio fue apenas se tradujo en la presencia de un gobernador y una guarnición. Además, Ciro mantuvo un profundo respeto por las creencias religiosas locales, que alcanzaron incluso a los israelitas, a los que se permitió volver a su tierra y reconstruir el templo de Jerusalén.