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Desarrollo


Haciendo un breve balance, se podría decir que el primer feminismo aportó muchas iniciativas útiles de reforma, en el campo político, educativo, laboral y económico, aunque confundió a veces "igualdad" con "uniformidad" -que devaluaba la "diferencia" femenina- y no replanteó bien lo público y lo privado. Tanto el feminismo liberal como el socialista no resolvieron bien la situación de las mujeres, y les empujaron al individualismo o al colectivismo. El segundo feminismo, muy influido por ideologías totalitarias del momento, provocó fuertes tensiones sociales y contribuyó a trivializar la sexualidad y a desestructurar la familia. Algunos grupos neo-feministas intentaron defender mejor la "igualdad" y la "diferencia" de las mujeres, y superar disyuntivas excluyentes (familia o trabajo). El feminismo católico se esforzó por compaginar mejor la promoción personal de la mujer con su papel fundamental en la familia y en la sociedad, evitando los errores del individualismo liberal y el socialismo. Con ocasión de la Conferencia de la ONU sobre las Mujeres en Pekín en 1995 Juan Pablo II hizo un balance del feminismo, en su Carta a las mujeres: "Mirando este gran proceso de liberación de la mujer, se puede decir que ha sido un camino difícil y complicado y, alguna vez, no exento de errores, aunque sustancialmente positivo, incluso estando todavía incompleto por tantos obstáculos que, en varias partes del mundo, se interponen a que la mujer sea reconocida, respetada y valorada en su peculiar dignidad.

¡Es necesario continuar en este camino!. Sin embargo, estoy convencido de que el secreto para recorrer libremente el camino del pleno respeto de la identidad femenina no está solamente en la denuncia, aunque necesaria, de las discriminaciones y las injusticias, sino también y sobre todo en un eficaz e ilustrado proyecto de promoción que contemple todos los ámbitos de la vida femenina, a partir de una renovada y universal toma de conciencia de la dignidad de la mujer". En la Carta Apostólica Mulieris Dignitatem de l988 el Papa abordó aspectos muy importantes sobre la identidad y la situación de la mujer "a quien Dios ha encomendado de un modo especial el hombre": la creación de Adán y Eva, "a imagen y semejanza de Dios", con idéntica dignidad de personas; el pecado original, que introduce el desorden en las relaciones humanas y el "dominio" masculino; la Virgen María, Virgen y Madre, modelo de toda mujer; la actitud positiva de Jesucristo con las mujeres; la "novedad" evangélica según la cual entre marido y mujer hay una sumisión "recíproca"; la necesidad de superar injustas situaciones del pasado, sin caer en la "masculinización" o la irresponsabilidad sexual; la imposibilidad de ordenar mujeres, por fidelidad a la Voluntad de Jesucristo, etc. En general, el feminismo ha facilitado el acceso de las mujeres a la enseñanza en sus diferentes niveles, y ha fomentado la presencia de la mujer en la universidad y en el ámbito científico y técnico, de forma que no quede al margen del desarrollo actual.

También ha hecho visibles a muchas mujeres de la historia, destacando sus aportaciones, y ha revisado la ciencia y la cultura desde nuevos enfoques feministas. En ocasiones la comunidad científica no ha aceptado algunos enfoques del feminismo radical por considerarlos "militantes" -que abordaban la realidad de forma sesgada o incompleta (no todo en la vida son relaciones de "poder" o "mercado")-, o por incluir sólo protagonistas de ideologías afines, ignorando otras aportaciones valiosas de mujeres del pasado (por ejemplo reinas, santas o escritoras católicas). Algunos países nórdicos y anglosajones cuestionan hoy las ventajas para las niñas de la coeducación en determinadas etapas escolares con claras diferencias de aprendizaje y maduración entre niños y niñas, y optan por la libertad de elección entre ambos modelos. Defender la igualdad de oportunidades en la educación no significa aplastar las diferencias entre hombres y mujeres. Gráfico Respecto al trabajo, el feminismo ha contribuido mucho a la progresiva incorporación de las mujeres a las distintas profesiones, con la ayuda de otras personas y grupos sociales, que han ido removiendo obstáculos. La presencia de las mujeres en todas las profesiones, en relativamente pocos años, es un hecho positivo y revolucionario. Su mayor formación y cultura es un beneficio para toda la sociedad, y enriquece la creación científica y técnica. Sin embargo, para que esa aportación sea más completa -sin desatender sus familias- resulta imprescindible una legislación adecuada y una mayor implicación de los hombres en la familia.

Algunas mujeres optan por trabajar en casa, desarrollando un trabajo de gran repercusión social, que también la legislación y la sociedad deben reconocer de forma adecuada. No se ha conseguido todavía la igualdad total de oportunidades. A nivel legislativo se han introducido algunas reformas importantes, pero en la práctica las mujeres tienen a veces sueldos inferiores y menos oportunidades que los hombres. En conjunto, todavía es escasa la proporción de mujeres en altos cargos -sobre todo en política, finanzas y medios de comunicación- aunque están aumentando. Lo que no sería lógico en cambio -en ninguna profesión- es que se le impidiera a alguna mujer con la preparación adecuada, ocupar un puesto directivo por discriminación, "techos de cristal" o barreras institucionales o sociales. Algunas cualidades que suele tener la mujer -intuición, interés por el trabajo en equipo, atención a lo humano, facilidad de comunicación, menor agresividad- pueden humanizar el entorno profesional. Por otro lado, el tipo de desarrollo actual, muy centrado en la comunicación, la información y los recursos humanos, resulta más apropiado para las capacidades y destrezas de las mujeres, que en otras etapas del pasado. El feminismo ha trabajado mucho por mejorar las condiciones laborales de las mujeres y se han conseguido ya reformas importantes para facilitar el empleo y conciliar mejor familia y trabajo (horarios, permisos/bajas, servicios sociales, etc.), con el apoyo de gobiernos e instituciones (UE, ONU, etc.

). En la Conferencia de Pekín los gobiernos adoptaron acuerdos importantes sobre el trabajo de las mujeres: facilitar su preparación y reciclaje, contabilizar el trabajo no remunerado, igual acceso a los recursos, independencia económica, lucha contra la feminización de la pobreza, no penalizar la maternidad en las empresas, mayor corresponsabilidad de los hombres en la familia, etc. Desde hace años el feminismo promueve también una mayor presencia de mujeres en la política, que puedan aportar nuevos enfoques y soluciones. Muchas feministas están hoy en puestos políticos, ONGs, asociaciones y sindicatos, y trabajan activamente estableciendo redes y lobbies, con el fin de desarrollar sus programas, en coordinación con Organismos internacionales y ONGs (UE, ONU, WEDO, etc.) Cuatro Planes para la Igualdad de Oportunidades de la UE y varias Conferencias Internacionales de la ONU sobre las mujeres han sido algunas de las principales Plataformas, junto con Institutos, Ministerios y Comisiones de la Mujer en los gobiernos locales. Han proliferado mucho comisiones y grupos de mujeres y algunas feministas prefieren mantener organizaciones y partidos separados, a pesar de exponerse a nuevas discriminaciones. Las asociaciones feministas suelen tener hoy pocas mujeres, aunque muy activas. La mayoría de las chicas de occidente viven hoy con naturalidad su acceso al estudio y empleos -beneficiándose de una situación que es reciente- y no se plantean militancia feminista, aunque sí exigen igualdad de oportunidades para la mujer y una buena colaboración con los hombres para el progreso social.

Ha sido útil el esfuerzo feminista por adecuar mejor el lenguaje a la realidad social, haciendo visibles a las mujeres en la gramática, diccionarios, normas legales, etc..., aunque a veces no se han comprendido bien algunas propuestas, por considerarlas excesivas o ridículas. Otro campo donde se han hecho sugerencias es la imagen de la mujer en los medios de comunicación, denunciando estereotipos y atentados a su dignidad, y exigiendo códigos de conducta y mayor presencia en la toma de decisiones. Pero también las mujeres deben colaborar activamente, rechazando ser utilizadas como "mujer objeto" en la publicidad, modas y medios de comunicación. Quizá uno de los ámbitos donde más han influido algunos grupos feministas -con efectos negativos importantes- es la familia y la natalidad, al modificar profundamente leyes y costumbres. Con el deseo de conseguir una mayor libertad y autonomía sexual para las mujeres -que consideran base importante del "empowerment", adquisición de poder- han contribuido a extender una mentalidad individualista antinatalista, muy arraigada en la sociedad occidental, y que se está difundiendo por todo el mundo, a través de los planes de algunos Organismos internaciones, ONGs, Asociaciones y Laboratorios. La llamada "salud sexual y reproductiva" es uno de los objetivos prioritarios del feminismo más influyente hoy, que exige servicios de información sexual y planificación familiar (generalmente artificial) para todas las mujeres.

Una visión individualista y consumista de la sexualidad, desconectada de su significado y valores más profundos, ha empobrecido a muchas mujeres y ha perjudicado a las familias, extendiéndose además a los países en vías de desarrollo. Con el objetivo de facilitar a todas las mujeres la llamada liberación sexual, reducir la población y prevenir el SIDA, algunas organizaciones de la ONU y ONG pueden estar comprometiendo el bienestar real de muchas mujeres y el futuro de algunos países. Es justo exigir respeto y libertad responsable para mujeres y hombres -también en su vida sexual- pero no es lógico difundir internacionalmente el consumismo sexual como patrón de conducta universal. Algunas mujeres de distintos países del mundo han denunciado la presión de campañas anticonceptivas neomalthusianas, contrarias a sus tradiciones culturales y religiosas, que utilizan métodos coactivos con las mujeres (esterilizaciones, abortos forzados, etc.). Esto supone atropellar los derechos humanos de las mujeres y es necesario denunciarlo (y no sólo algunas costumbres del fundamentalismo islámico). Algunos defienden que esas campañas antinatalistas son necesarias para frenar el aumento de población en las zonas pobres. Es preciso tener en cuenta que esta visión catastrofista no es exacta. La evidencia empírica muestra que durante las cinco últimas décadas el crecimiento de alimentos ha sido superior al de población. Amartya Sen, Premio Nóbel de Economía, dice que "la corrupción, la falta de democracia, la guerra y las catástrofes naturales, y no el crecimiento de población, son los culpables del hambre", y critica las campañas de esterilización de mujeres en la India.

Julian Simon, Catedrático de Ciencias de la Empresa, uno de los expertos mundiales en el estudio de los efectos económicos de los cambios de población, señalaba: "El recurso supremo son las personas, especialmente jóvenes". Por esta razón, los países en vías de desarrollo tienen la riqueza principal. Cuando la población envejece, cae el progreso técnico en pocos años (salvo que se recurra a la inmigración). En Pekín se reconoció, por otro lado, la función decisiva de las mujeres en la familia, célula básica de la sociedad, que como tal debía ser fortalecida y la importancia de la maternidad; se exigió respeto y consentimiento mutuo de hombres y mujeres en la sexualidad, lo cual es positivo. Varios países han decidido proteger la familia, para mejorar la salud de la sociedad. Es una apuesta decisiva, pues la familia es una institución natural donde todos aprendemos a vivir como personas en un ambiente solidario, y convendría que los políticos facilitaran su tarea, en lugar de dificultarla. De ahí que la UE y otras Organizaciones siguen trabajando por ayudar a conciliar mejor familia y trabajo, maternidad/paternidad y los servicios sociales de apoyo. Simultáneamente, sin embargo, se están promoviendo leyes equiparando al matrimonio las parejas de hecho o las uniones homosexuales, perjudicando y discriminando gravemente a la familia, pues son realidades diferentes. Respecto a la violencia, ha sido útil el esfuerzo feminista promoviendo iniciativas para suprimirla (violaciones, acoso sexual, prostitución forzada, mutilaciones, infanticidio femenino, malos tratos, etc.

), aunque muchas siguen aceptando y facilitando la violencia radical del aborto como supuesto derecho de las mujeres. Un feminismo auténtico que promueve la cultura de la paz no puede construirse destruyendo vidas humanas inocentes (sean fetos o embriones, sanos o enfermos). Promover que las mujeres supriman a sus hijos es un atentado radical también a la dignidad de la mujer, en un aspecto genuino de su identidad, como portadora de vida; además de la corrupción intelectual y moral que supone aceptar legalmente el aborto en una sociedad civilizada. Urge defender legalmente la vida humana -desde su inicio a su fin natural- además de ayudar de verdad a las madres en situaciones difíciles, y exigir la responsabilidad de los padres. Conviene seguir analizando, por otra parte, las causas reales de la feminización de la pobreza, la violencia, la discriminación, las enfermedades y problemas de las mujeres en los países pobres, para facilitar el autodesarrollo auténtico, en sus lugares de origen, sin imposiciones exteriores, ni desarraigos perjudiciales, y con respeto a las culturas locales. En realidad, todos los países pueden vivir hoy la solidaridad, pues los occidentales pueden aportar financiación y conocimientos científicos y técnicos a otros, y los países en vías de desarrollo, darles su riqueza humana y valores religiosos (procedentes en muchos casos del humanismo cristiano). La ciencia y la técnica, cuando prescinden de Dios pronto comprometen el verdadero progreso de los hombres, como podemos comprobar hoy en algunas leyes y proyectos científicos de Occidente.

Las mujeres y en general, todas las personas que deseen ser coherentes con la defensa de los derechos humanos, tendrían que ayudar al mundo hoy en las grandes cuestiones de Bioética, que comprometen ciertamente el futuro de la humanidad. Sigue siendo conveniente mejorar la situación de muchas mujeres en el ámbito educativo, laboral, social, etc., también en países desarrollados, para que realmente exista la igualdad de oportunidades y desaparezcan discriminaciones negativas. Pero es aún más necesario mejorar la adecuada percepción antropológica de la mujer -en toda la sociedad y especialmente en las mujeres del mundo desarrollado- para poder ofrecer al mundo con más plenitud sus dones más valiosos, unidos a la ética del cuidado, la vida y la solidaridad, más que a la competición, el poder y el mercado. La sociedad actual necesita con urgencia esa aportación humanizadora de las mujeres, que guarda relación con su maternidad física y espiritual. Es importante seguir insistiendo en el reconocimiento de la igualdad y la diferencia entre mujeres y hombres. Somos iguales en dignidad y derechos como personas, y al mismo tiempo somos diferentes y complementarios como masculino y femenino, y esa diversidad es riqueza. Esa complementariedad no supone atribuir a la mujer el mundo privado y al hombre el público, como se hizo en otro tiempo, sino que corresponde a ambos aportar sus respectivos dones para atender la familia y el trabajo, dominando juntos la tierra.

Los hombres están desarrollando hoy nuevas capacidades, con la ayuda de las mujeres. Una de las tareas más urgentes es cuidar y proteger con más decisión el inicio de la vida humana, defendiéndola de los peligros de la biotecnología y la desnaturalización. Separar la sexualidad de la procreación y traer vidas en el laboratorio ha provocado graves problemas humanos y supone un entorno hostil y artificial, para la llegada de muchas personas. Las mujeres, depositarias de la vida, que tradicionalmente han desarrollado una "ética del cuidado" solidaria, deben reaccionar con más decisión y proponer mejores alternativas. En palabras de Angela Aparisi, directora del Instituto de Derechos Humanos de la Universidad de Navarra, "El cambio que debe propugnar el nuevo feminismo debe pasar por proponer una sociedad en la que todos tengan cabida, especialmente los más indefensos. Una cultura en la que no se niegue la existencia del otro, de cualquier otro. Una sociedad en la que cualquier individuo humano -también el no nacido- sea considerado un bien. Una sociedad que proponga un nuevo horizonte de realización personal, en el que las claves de la dignidad humana no se encuentren, exclusivamente, en valores como el mercado o la productividad. Una nueva cultura no excluyente, en la que tanto hombres como mujeres concedan un lugar prioritario a la defensa de la familia, la maternidad y la paternidad, la vida en todas sus manifestaciones, la acogida y el cuidado de los débiles o enfermos".

Muchas mujeres manifiestan hoy entre sus prioridades su deseo de formar una familia, haciéndolo compatible con su trabajo. Cada vez más mujeres se dan cuenta de que es necesario luchar no sólo por la equiparación en el puesto laboral, sino también por el reconocimiento del valor de la maternidad. Algunas políticas como Janne Haaland, profesora universitaria noruega y miembro del gobierno de su país durante varios años, hablan de los "derechos de la maternidad", para exigir unas condiciones laborales que permitan atender bien la propia familia. En su libro sobre el tiempo de las mujeres señala que, en su búsqueda de la igualdad en el trabajo, las mujeres terminaron aceptando una organización laboral pensada para el hombre, que no tiene en cuenta las exigencias de la maternidad. Superado el feminismo igualitario, el objetivo de las mujeres debería ser que sus diferencias con el hombre se reflejaran en la organización laboral. Al pretender que el trabajo de madre carece de relevancia o ignorarlo como si no existiera, las mujeres han aceptado la imitación de los roles masculinos en la vida profesional y, en consecuencia, han limitado su papel de madres a la esfera privada. Urge por lo tanto una política de igualdad más justa en el ámbito laboral y reconocer a la vez que los hijos necesitan la dedicación de sus padres. En las encuestas que difunden los medios de comunicación, muchas personas eligen la familia como el primer valor en sus vidas -aunque algunas sufran carencias o situaciones difíciles- y el hogar comienza a perfilarse como el escenario preferido para disfrutar del tiempo libre.

El deseo de conocer las propias raíces, visitar el pueblo de origen, recordar las experiencias de la infancia, son experiencias frecuentes en la mayoría de las personas, y no sólo al final de sus vidas. Esto demuestra la importancia de proteger la institución familiar, que tanto marca a todas las personas, y que influye decisivamente en su desarrollo. Como señala Ricardo Yepes, profesor de Antropología, "el arraigo en el lugar donde se habita es una inclinación natural. Arraigo significa "echar raíces". El hombre tiende a identificarse con el paraje donde habita, donde nace, donde crea su biografía... En el hogar se realiza el proceso de formación de la personalidad humana. Es el marco natural del amor, del sexo, de la familia. Ningún ser humano puede carecer de uno sin grave perjuicio. El hogar es también el lugar donde se guarda a la persona amándola, el lugar donde se cuida al enfermo, al niño, al anciano, a quien está cansado, al que retorna de un viaje, a quien se quiso marchar y ahora vuelve. Y no de cualquier modo, sino amándoles. Construir un hogar, mantenerlo y cuidar a las personas que hay en él, es más rico y profundamente humano que trabajar y transformar el medio". De ahí se desprende la enorme importancia de las mujeres en los trabajos relacionados con "hacer hogar" y atender a la familia, que redundan en beneficio de toda la sociedad, en sus necesidades genuinas. En palabras de Yepes, "Puede enlazarse fácilmente estas ideas con las reivindicaciones del feminismo: la mujer ha sido discriminada cuando se le ha asignado como misión única el cuidado del hogar, negándosele el acceso al mundo profesional; el varón ha adoptado actitudes dominantes cuando ha sido el artífice de esa discriminación". Pero el abandono de la mujer del hogar es todavía más grave, pues desaparece para todos "el lugar al que se puede volver". El mundo se torna más hostil para las personas -sobre todo para los que sufren y los débiles- si faltan las casas a las que volver, y la "casa" es obra sobre todo de la mujer. Feminismo y machismo son dos actitudes extremas, que coinciden en que proclaman la independencia de la mujer o del varón respecto de las tareas que les impone la construcción del hogar". Una cultura progresista exige un nuevo feminismo que desarrolle las capacidades de hombres y mujeres, de acuerdo con su dignidad y de forma solidaria.

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