La mujer mesoamericana
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Datos principales
Desarrollo
El gran espacio denominado como Mesoamérica abarca lo que en la actualidad es el sur de los Estados Unidos, México, y parte de Centroamérica. En este territorio se desenvolvió la vida de diferentes pueblos que llegaron a constituir lo que hoy podemos considerar sociedades complejas en el periodo anterior a la llegada del hombre europeo a América. Tales pueblos, resultado del avance de grupos nómadas procedentes del norte del continente, irían asentándose a lo largo del centro del actual México y las dos orillas del continente, hasta alcanzar la península del Yucatán y Centroamérica. En su avance cristalizarán culturas más o menos desarrolladas, considerándose la Olmeca como la "cultura madre" de las que vendrán después. Ya en esta civilización, desarrollada a orillas del Golfo de México, encontramos evidencias de la presencia femenina, en las representaciones religiosas. Una importante representación iconográfica hace referencia a la deidad del agua y la fecundidad, surgida de la mítica unión de la mujer con el jaguar, lo que dio lugar a peculiares elaboraciones artísticas. Gráfico A la llegada de los españoles serán dos las civilizaciones que han logrado una evolución más compleja con pautas de comportamiento propias de civilizaciones urbanas. Una de ellas, la maya, estaba en proceso de ruptura y declive cuando los españoles arribaron a las costas del Yucatán. La otra, mexica o azteca había construido una gigantesca confederación que reunió a la gran mayoría de los pueblos asentados en la llanura central de México.
Tras el desembarco de Cortés y su hueste en tierras mexicanas, lo españoles irán recibiendo noticias del pueblo que, desde la ciudad de Tenochtitlan, ubicada en un islote de la laguna de Texcoco, controla la vida política y económica de una gran multitud de señoríos. Será precisamente la resistencia de una parte de estos señoríos y reinos a caer bajo la dominación azteca, lo que proporciona a Cortés una inestimable ayuda a la hora de enfrentarse con el tlatoani o gobernante de Tenochtitlan. Estos pueblos de México desarrollaron importantes fórmulas políticas, sociales y religiosas. Las fuentes que ellos mismos nos dejaron acerca de su pasado son los códices, llamados por los españoles "libros pintados". Elaborados sobre un soporte realizado a base de corteza de árbol y con forma de pequeño biombo, su superficie aparece cubierta con dibujos y glifos que dan cuenta de sus creencias, costumbres e historia. Fuente inestimable para conocer el pasado mesoamericano, aún resultan incompletas por no ser del todo conocido el significado completo de estas escrituras, y por estar plagados de conceptos en que lo real se entremezcla con lo mítico y simbólico. Junto con estas fuentes prehispánicas, y como complemento a las mismas, contamos como documentos de inestimable valor las crónicas elaboradas por los autores españoles, y también indios y mestizos tras la conquista. Gracias a ellas tenemos constancia de cómo fueron los primeros momentos del contacto entre españoles y americanos, aunque en este caso la dificultad para su interpretación deviene de la incapacidad que en muchas ocasiones demostraron los cronistas hispanos para comprender a fondo las realidades que veían.
Pese a sus encomiables esfuerzos por dejar constancia escrita de las realidades que conocían, sus descripciones respondían a unas categorizaciones europeas que no siempre reflejaban con fidelidad la realidad social, religiosa o histórica que creían estar viendo en el Nuevo Mundo. A pesar de estas carencias, las crónicas siguen siendo la principal fuente de que disponemos para acercarnos a la realidad prehispánica, y por ello, nos nutrimos de las mismas para nuestro acercamiento al conocimiento de la mujer americana en los tiempos anteriores a la presencia española. En cualquier caso, esta fuente ha de complementarse con documentos administrativos del periodo virreinal que nos acercan a realidades indígenas de los siglos XVI al XVIII, y que muy bien pudieron ser herencia de las vivencias de los antiguos pobladores. Las pautas de comportamiento de las mujeres en los pueblos originarios de la América prehispánica se nos manifiestan con algunos elementos comunes, pero también con rasgos diferenciadores según las distintas civilizaciones. Nos detendremos a señalar algunos de los aspectos descritos por las fuentes españolas que son más explícitas a la hora de describir costumbres prehispánicas. Se trata de la Crónica de Bernardino de Sahagún, para los pueblos del centro de México, y la de Fray Diego de Landa para los mayas del Yucatán. Junto a los datos aportados por ambos religiosos franciscanos, irán apareciendo otros muchos que complementan a estas fuentes, basados en otras crónicas y en el trabajo de la arqueología.
Tras el desembarco de Cortés y su hueste en tierras mexicanas, lo españoles irán recibiendo noticias del pueblo que, desde la ciudad de Tenochtitlan, ubicada en un islote de la laguna de Texcoco, controla la vida política y económica de una gran multitud de señoríos. Será precisamente la resistencia de una parte de estos señoríos y reinos a caer bajo la dominación azteca, lo que proporciona a Cortés una inestimable ayuda a la hora de enfrentarse con el tlatoani o gobernante de Tenochtitlan. Estos pueblos de México desarrollaron importantes fórmulas políticas, sociales y religiosas. Las fuentes que ellos mismos nos dejaron acerca de su pasado son los códices, llamados por los españoles "libros pintados". Elaborados sobre un soporte realizado a base de corteza de árbol y con forma de pequeño biombo, su superficie aparece cubierta con dibujos y glifos que dan cuenta de sus creencias, costumbres e historia. Fuente inestimable para conocer el pasado mesoamericano, aún resultan incompletas por no ser del todo conocido el significado completo de estas escrituras, y por estar plagados de conceptos en que lo real se entremezcla con lo mítico y simbólico. Junto con estas fuentes prehispánicas, y como complemento a las mismas, contamos como documentos de inestimable valor las crónicas elaboradas por los autores españoles, y también indios y mestizos tras la conquista. Gracias a ellas tenemos constancia de cómo fueron los primeros momentos del contacto entre españoles y americanos, aunque en este caso la dificultad para su interpretación deviene de la incapacidad que en muchas ocasiones demostraron los cronistas hispanos para comprender a fondo las realidades que veían.
Pese a sus encomiables esfuerzos por dejar constancia escrita de las realidades que conocían, sus descripciones respondían a unas categorizaciones europeas que no siempre reflejaban con fidelidad la realidad social, religiosa o histórica que creían estar viendo en el Nuevo Mundo. A pesar de estas carencias, las crónicas siguen siendo la principal fuente de que disponemos para acercarnos a la realidad prehispánica, y por ello, nos nutrimos de las mismas para nuestro acercamiento al conocimiento de la mujer americana en los tiempos anteriores a la presencia española. En cualquier caso, esta fuente ha de complementarse con documentos administrativos del periodo virreinal que nos acercan a realidades indígenas de los siglos XVI al XVIII, y que muy bien pudieron ser herencia de las vivencias de los antiguos pobladores. Las pautas de comportamiento de las mujeres en los pueblos originarios de la América prehispánica se nos manifiestan con algunos elementos comunes, pero también con rasgos diferenciadores según las distintas civilizaciones. Nos detendremos a señalar algunos de los aspectos descritos por las fuentes españolas que son más explícitas a la hora de describir costumbres prehispánicas. Se trata de la Crónica de Bernardino de Sahagún, para los pueblos del centro de México, y la de Fray Diego de Landa para los mayas del Yucatán. Junto a los datos aportados por ambos religiosos franciscanos, irán apareciendo otros muchos que complementan a estas fuentes, basados en otras crónicas y en el trabajo de la arqueología.