El factor étnico
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Datos principales
Rango
Edad Moderna
Desarrollo
El caso más conocido es el de las mujeres gitanas, pero en este caso su falta de inserción social era en gran medida voluntaria. Se desconoce el origen exacto de las gitanas y sus familias, aunque era muy frecuente que se declarasen descendientes de los faraones egipcios. Al parecer llegaron a España desde Barcelona, por mar, en el siglo XV. Los primeros jefes de clan dijeron ser condes de Egipto Menor (Grecia), y haber sido expulsados de sus tierras por los sarracenos, por ser ellos cristianos. Con estas recomendaciones en un principio fueron recibidos con agasajos, transformados poco a poco en recelo, al observar el comportamiento de los grupos de "egipcianos" establecidos en Castilla, especialmente en Andalucía. Por ello los Reyes Católicos dieron la orden siguiente, en un documento fechado en 1499 en Medina del Campo, recogido más tarde en diversas reuniones de Cortes: "Mandamos a los egipcianos que andan vagando por nuestros reynos y señoríos con sus mugeres e hijos, que del día que esta ley fuere notificada y pregonada de esta nuestra corte, y en las villas, lugares y ciudades que son cabeza de partidos fasta setenta días siguientes, cada uno dellos vivan por oficio conoscidos que mejor supieren aprovecharse, estando de estada en los lugares donde acordaren asentar o tomar vivienda de señores a quien sirvan, y los den lo que hobieren menester, y no anden más juntos vagando por nuestros reynos, como lo facen, o dentro de otros setenta días próximos siguientes salgan de nuestros reynos, y no vuelvan a ellos en manera alguna; sopena que, si en ellos fueren hallados o tomados, sin oficio o sin señores, juntos, pasados los dichos días, que den a cada uno cien azotes por la primera vez, que los corten las orejas, y estén setenta días en la cadena, y los tornen a desterrar, como dicho es; y por la tercera vez, que son captivos de los que los tomaren por toda su vida.
..". Gráfico En otro orden de cosas Cervantes, en su obra Novela de la gitanilla, hace un siglo más tarde el siguiente retrato de este grupo, probablemente reflejo del sentir popular: "Parece que los gitanos y gitanas solamente nacieron en el mundo para ser ladrones: nacen de padres ladrones, críanse con ladrones, estudian para ladrones y, finalmente, salen con ser ladrones corrientes y molientes a todo ruedo; y la gana del hurtar y el hurtar son en ellos como acidentes inseparables, que no se quitan sino con la muerte. " En cualquier caso desde la Edad Media la etnia gitana o romaní (denominada así por provenir muchos de sus miembros de la Romania, actual territorio de Rumanía) está presente en la historia europea configurando un pueblo nómada, con lengua y costumbres propias, así como una espiritualidad concreta, fuesen o no católicos. Presentaban asimismo una fuerte jerarquización interna, por lo general encabezada por un patriarca y los más ancianos de la comunidad; tenían también un código de conducta particular, que reflejaba su sentido del honor. Las mujeres vivían sometidas a los hombres de sus familias, pero en esto las sociedades modernas coincidían con la gitana: el papel de la mujer era poco más que irrelevante, salvo como depositarias del honor familiar. El gran obstáculo para el estudio de las mujeres gitanas antes del siglo XIX es la falta de fuentes debido a su arraigada costumbre de transmitir la información oralmente.
Los historiadores suelen utilizar documentos jurídicos, casi siempre contrarios a esa etnia, pero suponen sólo una de las versiones. Falta la historia de los gitanos contada por ellos mismos. Aún así algunos autores se han atrevido, con la documentación disponible, a realizar una obra general sobre la historia de este pueblo, como J.M. (1980, facsímil de 1832), Historia de los gitanos, J. M., Madrid: Heliodoro; o como Jean-Paul Clébert en su obra Los gitanos, prologada por Julio Caro Baroja y publicada en 1965 en Barcelona. Otros autores, como María Helena Sánchez Ortega, han recopilado las fuentes sobre gitanos (en su caso Documentación selecta sobre la situación de los gitanos españoles en el siglo XVIII, Madrid: Editora Nacional, 1976). El hecho de tener costumbres particulares, su origen desconocido, su extraño lenguaje su modo de vida nómada y el haber mostrado comportamientos rapaces en las poblaciones próximas a sus campamentos, los identificaba como un grupo aparte y difícil. En un Cuaderno de Leyes del siglo XVI hallamos dos referencias a la consideración social (y por tanto, jurídica) de las gitanas y sus familias: 1. Petición de ley para que no pudiesen pasar ni entrar en Navarra los gitanos, por los muchos hurtos que hacían, so pena de cien azotes a los que hicieran lo contrario (1550). 2. Petición para que se prorrogaran las leyes que disponían que los gitanos y vagamundos no pudieran entrar en el reino, ni pasear por él (1556).
Ni siquiera la religión era un nexo de unión; su espiritualidad era tan peculiar, que el resto de la población no reconocía en esas prácticas un comportamiento socialmente aceptable. Por otro lado, y como un caso único en Europa, en el reino de Navarra está documentado otro tipo de marginación étnica: la que sufrieron las mujeres agotes. Este caso cuenta con una corta pero seria bibliografía, aunque es muy desconocido para la mayoría de historiadores hispanistas. La figura más importante en su estudio es Carmen Aguirre Delclaux, que dedicó su tesis doctoral (bajo la dirección de Julio Caro Baroja, al análisis de este fenómeno. Paola Antolini, autora asimismo de algunas obras al respecto, no hizo sino resumir y poner en contexto el caso de los agotes, aunque la información de que dispuso era la misma que la utilizada por Aguirre, ya que es la única existente en España. De manera similar al caso gitano, los agotes no han dejado testimonios propios por escrito, y es necesario rastrear la documentación oficial, o bien buscar en registros parroquiales apellidos agotes, para conseguir datos relativos a su forma de vida y relaciones sociales. Al no estar excluidos de la Iglesia esta labor, aunque ardua, es posible No existe tal grupo en ningún otro lugar de la monarquía hispánica. Los agotes eran una minoría de origen desconocido, establecida en las zonas montañosas del sur de Guipúzcoa y el norte de Navarra. Se les obligaba a habitar en barrios alejados de los núcleos de población y no se mezclaban en absoluto con la sociedad establecida: no se conocen matrimonios entre mujeres agotes y hombres que no lo fuesen; tampoco se empleaba a las agotes como sirvientas, amas de cría o cualquier otro oficio reservado a mujeres.
Su origen enigmático las apartaba de esas y otras actividades. Sobre ellas pesaba la sospecha de proceder, entre otras teorías, de un grupo antiguo de leprosos (según algunos, de apestados) del sur de Francia, que habría cruzado los Pirineos para establecerse en el norte de Navarra. O de una partida de herejes albigenses, que habría sobrevivido de milagro y se habría trasladado a Navarra huyendo de las persecuciones. Otras hipótesis los hacen descendientes de un grupo de judíos no bautizados, escondidos durante años en las montañas, lejos del alcance de los edictos de expulsión. En cualquier caso sobre ellos gravitaba una clara sospecha de sangre mezclada y herejía (a pesar de que se bautizaban y observaban puntualmente todos los ritos y ceremonias católicas) que no pudo desvanecerse con facilidad. Ni siquiera un edicto papal de finales del XVI, prohibiendo la discriminación de esta minoría, tuvo efecto, y en la práctica se les continuó marginando y evitando. A las mujeres agotes se les atribuían extraordinarias habilidades manuales, pese a lo cual no se aceptaban alimentos elaborados por ellas. Tampoco se les permitía participar del cuidado de las iglesias, aunque sí asistir a la liturgia, siempre que entrasen en la nave por una puerta especial, reservada para ellas y sus familias. Se les adjudicaban también ciertas características físicas, algunas contradictorias: mientras algunos autores sostienen que eran altas y rubias, otros las describen como de talla pequeña, morenas y de semblante adusto. En cualquier caso se las reconocía por sus apellidos y si tuvieron algún distintivo físico probablemente se debió a la endogamia que sus familias debían practicar, al estarles vedado el matrimonio con extranjeros u hombres ajenos a su comunidad.
..". Gráfico En otro orden de cosas Cervantes, en su obra Novela de la gitanilla, hace un siglo más tarde el siguiente retrato de este grupo, probablemente reflejo del sentir popular: "Parece que los gitanos y gitanas solamente nacieron en el mundo para ser ladrones: nacen de padres ladrones, críanse con ladrones, estudian para ladrones y, finalmente, salen con ser ladrones corrientes y molientes a todo ruedo; y la gana del hurtar y el hurtar son en ellos como acidentes inseparables, que no se quitan sino con la muerte. " En cualquier caso desde la Edad Media la etnia gitana o romaní (denominada así por provenir muchos de sus miembros de la Romania, actual territorio de Rumanía) está presente en la historia europea configurando un pueblo nómada, con lengua y costumbres propias, así como una espiritualidad concreta, fuesen o no católicos. Presentaban asimismo una fuerte jerarquización interna, por lo general encabezada por un patriarca y los más ancianos de la comunidad; tenían también un código de conducta particular, que reflejaba su sentido del honor. Las mujeres vivían sometidas a los hombres de sus familias, pero en esto las sociedades modernas coincidían con la gitana: el papel de la mujer era poco más que irrelevante, salvo como depositarias del honor familiar. El gran obstáculo para el estudio de las mujeres gitanas antes del siglo XIX es la falta de fuentes debido a su arraigada costumbre de transmitir la información oralmente.
Los historiadores suelen utilizar documentos jurídicos, casi siempre contrarios a esa etnia, pero suponen sólo una de las versiones. Falta la historia de los gitanos contada por ellos mismos. Aún así algunos autores se han atrevido, con la documentación disponible, a realizar una obra general sobre la historia de este pueblo, como J.M. (1980, facsímil de 1832), Historia de los gitanos, J. M., Madrid: Heliodoro; o como Jean-Paul Clébert en su obra Los gitanos, prologada por Julio Caro Baroja y publicada en 1965 en Barcelona. Otros autores, como María Helena Sánchez Ortega, han recopilado las fuentes sobre gitanos (en su caso Documentación selecta sobre la situación de los gitanos españoles en el siglo XVIII, Madrid: Editora Nacional, 1976). El hecho de tener costumbres particulares, su origen desconocido, su extraño lenguaje su modo de vida nómada y el haber mostrado comportamientos rapaces en las poblaciones próximas a sus campamentos, los identificaba como un grupo aparte y difícil. En un Cuaderno de Leyes del siglo XVI hallamos dos referencias a la consideración social (y por tanto, jurídica) de las gitanas y sus familias: 1. Petición de ley para que no pudiesen pasar ni entrar en Navarra los gitanos, por los muchos hurtos que hacían, so pena de cien azotes a los que hicieran lo contrario (1550). 2. Petición para que se prorrogaran las leyes que disponían que los gitanos y vagamundos no pudieran entrar en el reino, ni pasear por él (1556).
Ni siquiera la religión era un nexo de unión; su espiritualidad era tan peculiar, que el resto de la población no reconocía en esas prácticas un comportamiento socialmente aceptable. Por otro lado, y como un caso único en Europa, en el reino de Navarra está documentado otro tipo de marginación étnica: la que sufrieron las mujeres agotes. Este caso cuenta con una corta pero seria bibliografía, aunque es muy desconocido para la mayoría de historiadores hispanistas. La figura más importante en su estudio es Carmen Aguirre Delclaux, que dedicó su tesis doctoral (bajo la dirección de Julio Caro Baroja, al análisis de este fenómeno. Paola Antolini, autora asimismo de algunas obras al respecto, no hizo sino resumir y poner en contexto el caso de los agotes, aunque la información de que dispuso era la misma que la utilizada por Aguirre, ya que es la única existente en España. De manera similar al caso gitano, los agotes no han dejado testimonios propios por escrito, y es necesario rastrear la documentación oficial, o bien buscar en registros parroquiales apellidos agotes, para conseguir datos relativos a su forma de vida y relaciones sociales. Al no estar excluidos de la Iglesia esta labor, aunque ardua, es posible No existe tal grupo en ningún otro lugar de la monarquía hispánica. Los agotes eran una minoría de origen desconocido, establecida en las zonas montañosas del sur de Guipúzcoa y el norte de Navarra. Se les obligaba a habitar en barrios alejados de los núcleos de población y no se mezclaban en absoluto con la sociedad establecida: no se conocen matrimonios entre mujeres agotes y hombres que no lo fuesen; tampoco se empleaba a las agotes como sirvientas, amas de cría o cualquier otro oficio reservado a mujeres.
Su origen enigmático las apartaba de esas y otras actividades. Sobre ellas pesaba la sospecha de proceder, entre otras teorías, de un grupo antiguo de leprosos (según algunos, de apestados) del sur de Francia, que habría cruzado los Pirineos para establecerse en el norte de Navarra. O de una partida de herejes albigenses, que habría sobrevivido de milagro y se habría trasladado a Navarra huyendo de las persecuciones. Otras hipótesis los hacen descendientes de un grupo de judíos no bautizados, escondidos durante años en las montañas, lejos del alcance de los edictos de expulsión. En cualquier caso sobre ellos gravitaba una clara sospecha de sangre mezclada y herejía (a pesar de que se bautizaban y observaban puntualmente todos los ritos y ceremonias católicas) que no pudo desvanecerse con facilidad. Ni siquiera un edicto papal de finales del XVI, prohibiendo la discriminación de esta minoría, tuvo efecto, y en la práctica se les continuó marginando y evitando. A las mujeres agotes se les atribuían extraordinarias habilidades manuales, pese a lo cual no se aceptaban alimentos elaborados por ellas. Tampoco se les permitía participar del cuidado de las iglesias, aunque sí asistir a la liturgia, siempre que entrasen en la nave por una puerta especial, reservada para ellas y sus familias. Se les adjudicaban también ciertas características físicas, algunas contradictorias: mientras algunos autores sostienen que eran altas y rubias, otros las describen como de talla pequeña, morenas y de semblante adusto. En cualquier caso se las reconocía por sus apellidos y si tuvieron algún distintivo físico probablemente se debió a la endogamia que sus familias debían practicar, al estarles vedado el matrimonio con extranjeros u hombres ajenos a su comunidad.