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Datos principales
Desarrollo
MEMORIAL 30 Señor. El Capitán Pedro Fernández de Quirós. Suplico a V.M. sea servido hacerme merced que pues se está viendo cómo se ha de dar principio a una causa tan pía y ta importante como aquí trato, sea leído y bien considerado todo este memorial, con el cual cumplo con lo que debo a mi conciencia y al servicio de V.M. Tiénese por cierto que cuando se descubrieron las Indias del Occidente, había en ellas treinta millones de naturales. Digo, pues, que si el particular interés y la inadvertencia conque se dió principio a obra tan singular, diera lugar a que fuese buscado el modo que se debía para atraer y enseñar aquellas gentes a gozar de los bienes de ambos géneros, y por vía de conveniencia diera cada uno de ellos un solo ducado de feudo, habiendo dado y dando hoy de cuatro a once, sin los demás que por otras vías les quitan, y de muchos se aprovechan del servicio personal de toda la vida, que V.M. tuviera hoy 30 millones de renta, y que gastando los diez en acomodar los pobladores y ministros y en tan gran beneficio espiritual y temporal de los mismos, como se deja entender que daban a V.M. 20 millones cada un año, y éstos, Señor, se han perdido muy de atrás y se perderán adelante sin remedio. No se debe tener por mucho el número referido, pues yo mismo vi escrito en un convento de San Francisco que está en un lugar que se dice Suchimilco, cinco leguas más acá de México, que sólo los frailes de su orden en aquella comarca bautizaron 16 millones, y estos con los que bautizaron todos los otros sacerdotes, y con los que no se bautizaron, y con 14 millones que se dice había en las islas Española, Cuba, Jamaica, Puerto Rico y otras, con todos los del Pirú, de quien (?) se cuenta que cuando Pizarro encontró con el Rey Inca, traía consigo tantas gentes que cubrían los campos de Cajamarca, y que por ser tantos los hacía acarrear tierra de muchas leguas a los hombros para sus jardines y huertas, y juntamente grandes piedras para palacios y fortalezas, y los hacía hacer caminos de 300 y más leguas, de paredes y calzadas, y los ocupaba en otras muy grandes y desnecesarias obras, a fin de sólo divertirlos, y que sólo en la guerra civil de Pizarro y Almagro se consumieron siete millones, que juntados con los indios de Chile, Césares, Paraguay, Tucumán, todas las vertientes de la otra banda del río de la Plata, Santa Cruz de la Sierra, Moxos, Chunchos, Chiriguanos, Andes, Cachapoyas, Quito, Popayán, Nuevo Reino de Granada, Venezuela, llanos y sierras de entre los dos ríos del Orinoco y Marañón, todo el Brasil, Tierra Firme, Nicaragua, Guatemala, Honduras, Campeche, Florida y las tres nuevas provincias de Galicia, Vizcaya y México, y otras muchas, con más todos los indios, que están ocultos, parece que bien podrían ser 60 y muchos más millones dellos, pues sólo las dos partidas es, a saber, los que bautizaron los religiosos franciscanos y los que había en las islas referidas, suman los 30 millones, y debe ser creído el dicho número pues se dice que la China, con ser tantas veces menor provincia que la América tiene hoy vivos 60 millones de hombres.
El descubrimiento de estas Indias ha 117 años que se hizo y según el orden natural (dejo el cuidado), aquellos indios habían de ser hoy más de 100 millones Bellos, con que la tierra es capaz para se poder estender y sustentar todos en ella, y por esta razón pudiera bien V.M. tener hoy de renta cada un año, a ducado por hombre, 100 millones de ducados, sin otros muchos que habían de proceder de los quintos de las minas que habían de labrar, y de los grandes derechos del contrato y trajín unos con otros, y de las limosnas de las bulas de la Cruzada a dos, 4, 6, 8 y más reales y pesos. Dejo los grandes diesmos de plantas, sementeras y crías y otros muchos provechos, que todos se dejan ver y palpar, habiéndose buscado un buen modo, y éste le hubo y le hay. Y no parezcan muchos estos millones, pues se dice que el rey de la China tiene hoy de renta cada un año 150, y otros dicen 170, millones de oro, y de que gasta los cien y atesora los demás, con no saberse que tenga aquella su tierra, como tienen las Indias, más de mil leguas de minas de plata, sin el oro, perlas, esmeraldas y todas las otras riquezas que tiene, y las que más pudo tener con la industria, habiendo como hay en la tierra tanto aparejo de todo lo necesario para lo que está apuntado. En aquella América una tierra de 8 o 9 mil leguas de circuito, sin tener vecindad de las naciones que saben inquietar las ajenas y perturbar buenos intentos; y con esto y conque a sus naturales los hubiera doctrinado en el modo que pudo ser, demás de que todos supieran ser buenos cristianos, estarían tan disciplinados y expertos en todas artes y ciencias, que por si solos se pudieran conservar y defender de toda ofensa y persecución que se intentara contra ellos, lo que no han sabido, ni podido, ni podrán hacer por falta de ojos, manos y corazón cursado, con advertencia que por cualquier vía que se guiare este punto estaba a ellos y al bien y a V.
M. muy a cuento. Mucho he dicho y mucho más pudiera decir pues la falta de enseñanza y maestranza y modo de conservar ha sido la causa de acabarse tantos millones cuantos testifican ellos y nosotros, y los desiertos de aquellas sus tan grandes tierras, adonde se ven hoy los pueblos arruinados, sirviendo las casas dellos de nidos de pájaros, telas de araña y cubiertos de yerbas. Esto dejo porque lastima, y digo que sobre lo dicho se haga una regla de tres, del más a más, y sumado se hallará que la ofensa que se hizo a Dios y a V.M. y a ellos, no hay con qué compararla. Bien pudieran estar hoy aquellos reynos tan floridos y colmados como voy representando, y sus naturales mucho más políticos de lo que los pinto, para cuyo trato y gasto fueran menester más ropas y cosas de lo que labra y produce Europa, conque serían tantas y tan crecidas y continuas las armadas y flotas, tan grandes los derechos reales, sin los apuntados arriba, tan buenas las correspondencias y tanto el poder por tierra y mar, que no hubiera nación, por feroz y valiente que fuese, que se atreviera a acometer navío español, habiendo hecho presas de muchos millones de oro y muchos y muy notables y duraderos daños en mar y tierra; ni menos habría quien se atreviese a intentar ni ofender cosa que fuese de España, y podría muy bien ser que viendo V.M. una tan grande grandeza, y tantos bienes y riquezas espirituales y temporales, no sólo V.M. hiciera mucha cuenta de las Indias, sino que por razón de Estado gustase de ir a reparar y asegurar sus tan extendidas provincias en ya gran distancia, y siempre ausencia, ha sido causa de la falta y perdición de tan infinitos bienes y ruinas de venideros.
Cuéntase por maravilla las riquezas del rey Creso, y por asombro del mundo un millón y doscientos y cin-cuenta mil hombres que traía Jerjes en su ejército, que comparado a lo que dicen estos capítulos parece que viene a ser lo mismo que es la sombra con el cuerpo. No tan solamente aquellas gentes podrían ser tan buenas para sí como está dicho, sino que con un poco de las sobras de tan gran poder y riquezas, y con el grande aparejo que tienen en una y otra mar, hacer y armar mucho número de naos con que defender y vengar a España y a la provincia y reinos de su corona más lejanos, de tantos sus enemigos de que está cercada y amenazada, esperando ocasión para dar golpe. Y no fuera necesario, pues, con los muchos millones de oro que tenía sobrados de los que habían de dar las Indias, no sólo bastara a defenderse de todos sus enemigos por poderosos que fuesen, sino a ganar al turco y moro lo que tienen, y liberar la Tierra Santa, conque recuerdo que todo lo que es posible a los hombres puede el dinero. Pudieran más aquellas gentes defender la Iglesia de Dios y hacer que con muy grande gloria suya triunfase de todos cuantos rabiosamente persiguen; y no sólo esto, sino crecerla, de tal manera que en toda la redondez de la tierra sabida y por saber, fuera Dios Nuestro Señor conocido, creído, adorado y ser de todas sus criaturas, y todo esto se hiciera mucho mejor siendo guiados, acaudillados y ayudados de los nuestros, o por más propio decir, de Dios, que es tan poderoso para hacer por medio de aquellas gentes mucho más de lo que digo, como lo ha sido y es para hacer cuanto ha hecho, hace y se espera hará por medio de los pocos españoles, a los cuales se les había de seguir muy grande gloria, habiendo sido sus maestros, como a Santiago y a sus discípulos por haber sido de los españoles.
España, en tiempos pasados, fueron (como) Indias de Fenicios y romanos y las fuerzas y agravios que sus naturales padecieron fue la causa no ser tan sabios ni práticos como son agora; y adviértase bien este punto y estos otros que se siguen. Los indios Chichimecos de la Nueva España se mostraron tan briosos y valientes que nunca jamás los nuestros con armas de mucha ventaja, y caballos, los pudieron conquistar, a cuya causa se apaciguaron a partido hecho bien a su salvo. Los indios guajiros de las sabanas de Orino del río de la Hacha se defendieron tan vale-rosamente de los nuestros que nunca fue fuerza concederles la paz con la libertad que pidieron. Los indios araucanos o chilenos, por redimir un mal trato, se han de defender y defienden con raros esfuerzos y daño nuestro, como se está experimentando; y lo mesmo se puede decir de los pijaos, cumana, goros y los de Nirgua, que no los pueden pacificar, siendo todos ellos pocos y faltos de armas de fuego y hierro, y de la disciplina militar, y de otras muchas cosas que convienen en estos tiempos de agora para defender y ofender. Quiero decir que son hombres en quienes cupieran bien toda buena disciplina, como saben ser soldados y marineros a su modo, y juntamente escultores, pintores, plateros, escribanos, músicos, ministriles y todos los otros oficios que les mostraron. Y finalmente digo, Señor, que cuando aquellas gentes no fueron hoy más que solos los 30 millones referidos, que se podía hacer muy bien cuanto está dicho, y que fuera tanta la ventaja de los provechos apuntados cuanto hay de menos de dos millones de indios domésticos que hoy viven y no visten ni calzan, a los 30 millones que había cuando su descubrimiento, que habían de gastar como políticos, y aunque no lo fueran sería aquella tan gran cosa como buena.
Parece que está bien representado el número de indios que tenía la América y sus islas cuando luego se descubrió, y el grande crecimiento y buen estado que pudieron tener y no tuvieron, y el malo que tienen hoy, y el poco remedio, y que este daño así de atrás como de presente y venidera, en los bienes de almas y cuerpos y pérdidas de dinero, es incontable. Y apretando más este punto digo que si aquellas tierras y gentes fueran descubiertas hoy y hubiera para con ellas el debido amor y cuidado, que más fruto para cielo y tierra se habían de coger en diez años de los venideros, que en todos los 118 pasados, y que con crecidísimas ventajas durarían en cuanto el mundo durara y esto serviría de escarmiento. Señor, es tanto lo que pudo valer cuanto está dicho, aunque fuera la mitad, tercio o cuarto, y tanta la fuerza que me hace toda junta la pérdida de tantos bienes y la ganancia de tantos males, y tanto el cuidado vivo en que vivo, y tanto el temor que tengo de que mi causa, cuya grandeza, bondad y valor conozco, no venga a otro tal paradero, que por esto me atrevo a volver y recordar que las causas bien fundadas son de mucha duración y no fáciles de desbaratar, y que las mal fundadas son muy malas de reformar y que siempre están con peligro de acabar mal. Y es mi tema que si no hay en el fundar muy gran concierto, que será desta lo que fue de todas las otras fundaciones, cuyos pobladores parece que no tuvieron más esperanzas de bienes que en los males que hicieron a tan gran número de gente; y que lo que en la América se ha perdido, se debe y puede ganar (todo por amor y nada por fuerza) en la Austrialia del Espíritu Santo, a quien muy humildemente suplico defienda aquellas sus tan grandes y buenas tierras, guíe las entes dellas, de tal manera que ninguna pierda el camino y en todo acertemos todos para su más honra y gloria y de V.
M., y este es el blanco a donde apunto y tiro, ora se crea, ora no se crea. Si bien se mira hallarse hecha, que guardó Dios para que se defendiera a la postre las mejores de las tierras, grandes, fértiles, sanas, con muchas comodidades para la vida humana y pobladas de muchas y muy buenas gentes, y a donde se ha visto oro, plata, perlas, especierías y otras muchas riquezas, como recuerdo que si no son ellas no veo otras que puedan desempeñar a España y durar por el buen modo que se pretende de su gobierno. Advierto, Señor, que cuanto más vale la menor cosa de cuantas están dichas en este y otros papeles, con más las conveniencias que obligan por este medio a la conservación de todas las otras tierras de que V.M. es Señor y un hombre de buena voluntad y que sabe advertir lo que se oye, y desea con el favor de Dios hacer más todo de balde, y a quien se debe el premio de sus servicios y no le pide a trueque de que se haga a Dios un tal servicio, y a aquellas almas los bienes de que carecen, que no los 500 mil ducados que por una vez se han de gastar en el Pirú, a donde sobran tantos millones y hombres, que son los dos géneros conque se puede hacer aquella población que pido, cuyo retorno puede ser luego de tal manera que España respire y se aliente. Gane V.M. tantos mil bienes y dones espirituales y temporales con tan pocos dineros como 500 mil ducados que son en el Pirú 62 mil quinientos, pues en él se estima un ducado que en lo que aquí un real sencillo.
Y cuando, Señor, allá faltara dinero, se debía enviar desde aquí, como lo dijo Su Majestad del Rey nuestro Señor, que está en el cielo, que cuando en México faltara plata para proseguir la conversión de Filipinas, enviaría del dinero más parado de España, y que es de advertir que nunca jamás le ha faltado. También advierta V.M. que es obra la mía porque se deben vender las joyas y echar el resto, cuanto y más que con las migajas que sobran se puede hacer aquel grande y señalado servicio de Dios y de V.M.: conversión de infinitas gentes y bienes que no sé cómo lo signifique aquí. Señor, Señor, si Sor grandeza, cuál mayor que poblar un Nuevo Muno? Si por riquezas, cuáles más que las que promete, estando por desnatar en tierra y mar? Si por fama y gloria, cuál más eterna? Si por el beneficio público, cuál más universal ni de más bienes? Si por ocupar la gente sobrada del Pirú, cuál aparejo mejor? Si por ocasión, cuál más propia ni cuál más buena? Pues fui, vi, vine y sé a donde están las tierras que descubrí y pido su población a V.M. que es rey y Señor tan poderoso? Si por Dios, cuyo es todo, y por cuyo amor se debe gastar y asegurar lo que él mismo tiene dado y ha de dar, cuál mayor ni más lucido servicio que atraer un tan copioso número de criaturas al conocimiento de su criador con tan justos medios apuntados y con los que se han de buscar, siempre más justos, estando el pie de la obra? Recuerdo a V.M. cuantas son las armadas y flotas que han ido a las Indias y venido dellas después que estoy en esta Corte, y cuánto es lo que por la tardanza se ha perdido, y cuánto lo que más se puede perder si más se tarda, y que la flota de Tierra Firme está despartida, y cuánto es lo que tengo que aprestar, caminar y hacer, y que ningún tiempo es breve a quien padece y sabe que se pierde la cosa que tanto amo y tan caro me ha costado y ha de costar, y mucho más sabiendo el peligro que corre por enemigos visibles y invisibles. Por todo lo cual suplico a V.M. sea servido hacerme merced de mi despacho y que éste sea medido a la grandeza de tal causa, y con la presteza que piden todas sus necesidades y mis deseos, pues ya es tiempo que yo la reciba, siquiera por lo que a V.M. importa.
El descubrimiento de estas Indias ha 117 años que se hizo y según el orden natural (dejo el cuidado), aquellos indios habían de ser hoy más de 100 millones Bellos, con que la tierra es capaz para se poder estender y sustentar todos en ella, y por esta razón pudiera bien V.M. tener hoy de renta cada un año, a ducado por hombre, 100 millones de ducados, sin otros muchos que habían de proceder de los quintos de las minas que habían de labrar, y de los grandes derechos del contrato y trajín unos con otros, y de las limosnas de las bulas de la Cruzada a dos, 4, 6, 8 y más reales y pesos. Dejo los grandes diesmos de plantas, sementeras y crías y otros muchos provechos, que todos se dejan ver y palpar, habiéndose buscado un buen modo, y éste le hubo y le hay. Y no parezcan muchos estos millones, pues se dice que el rey de la China tiene hoy de renta cada un año 150, y otros dicen 170, millones de oro, y de que gasta los cien y atesora los demás, con no saberse que tenga aquella su tierra, como tienen las Indias, más de mil leguas de minas de plata, sin el oro, perlas, esmeraldas y todas las otras riquezas que tiene, y las que más pudo tener con la industria, habiendo como hay en la tierra tanto aparejo de todo lo necesario para lo que está apuntado. En aquella América una tierra de 8 o 9 mil leguas de circuito, sin tener vecindad de las naciones que saben inquietar las ajenas y perturbar buenos intentos; y con esto y conque a sus naturales los hubiera doctrinado en el modo que pudo ser, demás de que todos supieran ser buenos cristianos, estarían tan disciplinados y expertos en todas artes y ciencias, que por si solos se pudieran conservar y defender de toda ofensa y persecución que se intentara contra ellos, lo que no han sabido, ni podido, ni podrán hacer por falta de ojos, manos y corazón cursado, con advertencia que por cualquier vía que se guiare este punto estaba a ellos y al bien y a V.
M. muy a cuento. Mucho he dicho y mucho más pudiera decir pues la falta de enseñanza y maestranza y modo de conservar ha sido la causa de acabarse tantos millones cuantos testifican ellos y nosotros, y los desiertos de aquellas sus tan grandes tierras, adonde se ven hoy los pueblos arruinados, sirviendo las casas dellos de nidos de pájaros, telas de araña y cubiertos de yerbas. Esto dejo porque lastima, y digo que sobre lo dicho se haga una regla de tres, del más a más, y sumado se hallará que la ofensa que se hizo a Dios y a V.M. y a ellos, no hay con qué compararla. Bien pudieran estar hoy aquellos reynos tan floridos y colmados como voy representando, y sus naturales mucho más políticos de lo que los pinto, para cuyo trato y gasto fueran menester más ropas y cosas de lo que labra y produce Europa, conque serían tantas y tan crecidas y continuas las armadas y flotas, tan grandes los derechos reales, sin los apuntados arriba, tan buenas las correspondencias y tanto el poder por tierra y mar, que no hubiera nación, por feroz y valiente que fuese, que se atreviera a acometer navío español, habiendo hecho presas de muchos millones de oro y muchos y muy notables y duraderos daños en mar y tierra; ni menos habría quien se atreviese a intentar ni ofender cosa que fuese de España, y podría muy bien ser que viendo V.M. una tan grande grandeza, y tantos bienes y riquezas espirituales y temporales, no sólo V.M. hiciera mucha cuenta de las Indias, sino que por razón de Estado gustase de ir a reparar y asegurar sus tan extendidas provincias en ya gran distancia, y siempre ausencia, ha sido causa de la falta y perdición de tan infinitos bienes y ruinas de venideros.
Cuéntase por maravilla las riquezas del rey Creso, y por asombro del mundo un millón y doscientos y cin-cuenta mil hombres que traía Jerjes en su ejército, que comparado a lo que dicen estos capítulos parece que viene a ser lo mismo que es la sombra con el cuerpo. No tan solamente aquellas gentes podrían ser tan buenas para sí como está dicho, sino que con un poco de las sobras de tan gran poder y riquezas, y con el grande aparejo que tienen en una y otra mar, hacer y armar mucho número de naos con que defender y vengar a España y a la provincia y reinos de su corona más lejanos, de tantos sus enemigos de que está cercada y amenazada, esperando ocasión para dar golpe. Y no fuera necesario, pues, con los muchos millones de oro que tenía sobrados de los que habían de dar las Indias, no sólo bastara a defenderse de todos sus enemigos por poderosos que fuesen, sino a ganar al turco y moro lo que tienen, y liberar la Tierra Santa, conque recuerdo que todo lo que es posible a los hombres puede el dinero. Pudieran más aquellas gentes defender la Iglesia de Dios y hacer que con muy grande gloria suya triunfase de todos cuantos rabiosamente persiguen; y no sólo esto, sino crecerla, de tal manera que en toda la redondez de la tierra sabida y por saber, fuera Dios Nuestro Señor conocido, creído, adorado y ser de todas sus criaturas, y todo esto se hiciera mucho mejor siendo guiados, acaudillados y ayudados de los nuestros, o por más propio decir, de Dios, que es tan poderoso para hacer por medio de aquellas gentes mucho más de lo que digo, como lo ha sido y es para hacer cuanto ha hecho, hace y se espera hará por medio de los pocos españoles, a los cuales se les había de seguir muy grande gloria, habiendo sido sus maestros, como a Santiago y a sus discípulos por haber sido de los españoles.
España, en tiempos pasados, fueron (como) Indias de Fenicios y romanos y las fuerzas y agravios que sus naturales padecieron fue la causa no ser tan sabios ni práticos como son agora; y adviértase bien este punto y estos otros que se siguen. Los indios Chichimecos de la Nueva España se mostraron tan briosos y valientes que nunca jamás los nuestros con armas de mucha ventaja, y caballos, los pudieron conquistar, a cuya causa se apaciguaron a partido hecho bien a su salvo. Los indios guajiros de las sabanas de Orino del río de la Hacha se defendieron tan vale-rosamente de los nuestros que nunca fue fuerza concederles la paz con la libertad que pidieron. Los indios araucanos o chilenos, por redimir un mal trato, se han de defender y defienden con raros esfuerzos y daño nuestro, como se está experimentando; y lo mesmo se puede decir de los pijaos, cumana, goros y los de Nirgua, que no los pueden pacificar, siendo todos ellos pocos y faltos de armas de fuego y hierro, y de la disciplina militar, y de otras muchas cosas que convienen en estos tiempos de agora para defender y ofender. Quiero decir que son hombres en quienes cupieran bien toda buena disciplina, como saben ser soldados y marineros a su modo, y juntamente escultores, pintores, plateros, escribanos, músicos, ministriles y todos los otros oficios que les mostraron. Y finalmente digo, Señor, que cuando aquellas gentes no fueron hoy más que solos los 30 millones referidos, que se podía hacer muy bien cuanto está dicho, y que fuera tanta la ventaja de los provechos apuntados cuanto hay de menos de dos millones de indios domésticos que hoy viven y no visten ni calzan, a los 30 millones que había cuando su descubrimiento, que habían de gastar como políticos, y aunque no lo fueran sería aquella tan gran cosa como buena.
Parece que está bien representado el número de indios que tenía la América y sus islas cuando luego se descubrió, y el grande crecimiento y buen estado que pudieron tener y no tuvieron, y el malo que tienen hoy, y el poco remedio, y que este daño así de atrás como de presente y venidera, en los bienes de almas y cuerpos y pérdidas de dinero, es incontable. Y apretando más este punto digo que si aquellas tierras y gentes fueran descubiertas hoy y hubiera para con ellas el debido amor y cuidado, que más fruto para cielo y tierra se habían de coger en diez años de los venideros, que en todos los 118 pasados, y que con crecidísimas ventajas durarían en cuanto el mundo durara y esto serviría de escarmiento. Señor, es tanto lo que pudo valer cuanto está dicho, aunque fuera la mitad, tercio o cuarto, y tanta la fuerza que me hace toda junta la pérdida de tantos bienes y la ganancia de tantos males, y tanto el cuidado vivo en que vivo, y tanto el temor que tengo de que mi causa, cuya grandeza, bondad y valor conozco, no venga a otro tal paradero, que por esto me atrevo a volver y recordar que las causas bien fundadas son de mucha duración y no fáciles de desbaratar, y que las mal fundadas son muy malas de reformar y que siempre están con peligro de acabar mal. Y es mi tema que si no hay en el fundar muy gran concierto, que será desta lo que fue de todas las otras fundaciones, cuyos pobladores parece que no tuvieron más esperanzas de bienes que en los males que hicieron a tan gran número de gente; y que lo que en la América se ha perdido, se debe y puede ganar (todo por amor y nada por fuerza) en la Austrialia del Espíritu Santo, a quien muy humildemente suplico defienda aquellas sus tan grandes y buenas tierras, guíe las entes dellas, de tal manera que ninguna pierda el camino y en todo acertemos todos para su más honra y gloria y de V.
M., y este es el blanco a donde apunto y tiro, ora se crea, ora no se crea. Si bien se mira hallarse hecha, que guardó Dios para que se defendiera a la postre las mejores de las tierras, grandes, fértiles, sanas, con muchas comodidades para la vida humana y pobladas de muchas y muy buenas gentes, y a donde se ha visto oro, plata, perlas, especierías y otras muchas riquezas, como recuerdo que si no son ellas no veo otras que puedan desempeñar a España y durar por el buen modo que se pretende de su gobierno. Advierto, Señor, que cuanto más vale la menor cosa de cuantas están dichas en este y otros papeles, con más las conveniencias que obligan por este medio a la conservación de todas las otras tierras de que V.M. es Señor y un hombre de buena voluntad y que sabe advertir lo que se oye, y desea con el favor de Dios hacer más todo de balde, y a quien se debe el premio de sus servicios y no le pide a trueque de que se haga a Dios un tal servicio, y a aquellas almas los bienes de que carecen, que no los 500 mil ducados que por una vez se han de gastar en el Pirú, a donde sobran tantos millones y hombres, que son los dos géneros conque se puede hacer aquella población que pido, cuyo retorno puede ser luego de tal manera que España respire y se aliente. Gane V.M. tantos mil bienes y dones espirituales y temporales con tan pocos dineros como 500 mil ducados que son en el Pirú 62 mil quinientos, pues en él se estima un ducado que en lo que aquí un real sencillo.
Y cuando, Señor, allá faltara dinero, se debía enviar desde aquí, como lo dijo Su Majestad del Rey nuestro Señor, que está en el cielo, que cuando en México faltara plata para proseguir la conversión de Filipinas, enviaría del dinero más parado de España, y que es de advertir que nunca jamás le ha faltado. También advierta V.M. que es obra la mía porque se deben vender las joyas y echar el resto, cuanto y más que con las migajas que sobran se puede hacer aquel grande y señalado servicio de Dios y de V.M.: conversión de infinitas gentes y bienes que no sé cómo lo signifique aquí. Señor, Señor, si Sor grandeza, cuál mayor que poblar un Nuevo Muno? Si por riquezas, cuáles más que las que promete, estando por desnatar en tierra y mar? Si por fama y gloria, cuál más eterna? Si por el beneficio público, cuál más universal ni de más bienes? Si por ocupar la gente sobrada del Pirú, cuál aparejo mejor? Si por ocasión, cuál más propia ni cuál más buena? Pues fui, vi, vine y sé a donde están las tierras que descubrí y pido su población a V.M. que es rey y Señor tan poderoso? Si por Dios, cuyo es todo, y por cuyo amor se debe gastar y asegurar lo que él mismo tiene dado y ha de dar, cuál mayor ni más lucido servicio que atraer un tan copioso número de criaturas al conocimiento de su criador con tan justos medios apuntados y con los que se han de buscar, siempre más justos, estando el pie de la obra? Recuerdo a V.M. cuantas son las armadas y flotas que han ido a las Indias y venido dellas después que estoy en esta Corte, y cuánto es lo que por la tardanza se ha perdido, y cuánto lo que más se puede perder si más se tarda, y que la flota de Tierra Firme está despartida, y cuánto es lo que tengo que aprestar, caminar y hacer, y que ningún tiempo es breve a quien padece y sabe que se pierde la cosa que tanto amo y tan caro me ha costado y ha de costar, y mucho más sabiendo el peligro que corre por enemigos visibles y invisibles. Por todo lo cual suplico a V.M. sea servido hacerme merced de mi despacho y que éste sea medido a la grandeza de tal causa, y con la presteza que piden todas sus necesidades y mis deseos, pues ya es tiempo que yo la reciba, siquiera por lo que a V.M. importa.