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MEMORIAL 28 Señor. El Capitán Pedro Fernández de Quirós: En razón del caso que ha más de año y medio que propuse a V.M., sobre (el) que tengo presentado con este diez y seis memoriales, y dado otros muchos recuerdos, digo: que por cumplir con lo que debo a Dios y a V.M., y con lo mucho que me ha costado traerlo a su buen estado presente, y con el grande amor y deseo que tengo de verle un fin muy dichoso y felice, que V.M. fue servido de mandarme a descubrir tierras incógnitas, y que Dios las mostró, como lo he significado muchas veces, cuyos naturales son gentiles; recuerdo la eternidad de la pena que les espera, y que son todos del cargo de V.M., cuya piedad cristiana me asegura le tiene, obligado a oir sus lastimosos clamores, y mis tan continuos y humildes ruegos, y hacerme la merced que hoy espero de mi despacho, para con medios eficaces ir en nombre de V.M. al socorro de todas ellas, con pretexto que pretendo obrar allí como quien cree que le está mirando Dios y que hay muerte, juicio, infierno y gloria para quien hace mal o bien al género humano, y juntamente como si V.M. estuviera mirándome con el premio o con el castigo en la mano. Remitiéndome en algunos puntos al último memorial que a V.M. he presentado, digo: que pretendo que a aquellas gentes se les haga el mismo tratamiento que para mí quiero, con juicio riguroso contra los que lo contrario hicieren, y que siempre procuraré con vivas obras ganar las voluntades de los mayores por facilitar los medios para atraer los menores, y que de las islas comarcanas y provincias vecinas y lejas se traigan por modos suaves a nuestra compañía, todos los indios que se pudiere, de todas edades (excepto los muy viejos), para luego adquirir noticias, trocar leguas y, en suma, por sembrar apriesa los frutos dellos.
Supuesto que a estas gentes les falta el conocimiento de Dios, la vida política y las riquezas que tienen y no estiman, y por sí solas en ningún tiempo pueden arribar a su bien más principal, sin que V.M., como su protector, les ayude con enviar bastantemente religiosos, navíos, gentes, armas y todo lo necesario, con advertencia que en este caso, para mí tan trabajoso, no busco mi condenación, ni ajenas, y que este poder no lo pido para maltratar aquellas gentes, sino porque son los medios para ejecutar cómodamente el intento, pues es cierto que, por destruirle, el demonio ha de hacer su mal oficio; y más también, porque se puede juntar gran multitud de aquellos indios por temor u otras causas y nos podemos defender sin ofenderlos, y para defenderlos de sus enemigos, si los tuvieren, y para amparar los que ya fueren christianos o lo quisieren ser habiendo quien se lo impida, y para defender la tierra de los enemigos de la Iglesia de Dios y de V.M. que allí aportaren. Voy con ánimo determinado de desterrar la ignorancia entre los nuestros, introducir toda buena disciplina christiana, política y militar, y para esto buscar cuanto V.M. me ayudare y a mí fuere posible, las más personas de virtud, ciencia y experiencia para aconsejarme con ellos y acordar con sazón y madurez, como quien tiene el caso presente, lo que se debe hacer para ser Dios y V.M. bien servidos; y que aquellos naturales en lo espiritual y temporal les luzca nuestra ida a su tierra, y vayan siempre de más a más, y esto lo confiesen ellos y lo canten todas las naciones.
Es de advertir que en tierra y gente hay disposiciones para esto, lo que se puede pretender. Haránse luego seminarios, a donde con consentimiento de los padres se recojerá, doctrinarán y enseñarán a los hijos, y esto con el cuidado celoso que lo sabrán hacer los religiosos descalzos de la orden de San Francisco; y si este modo no bastase, se buscarán otros muchos para descubrir los sujetos y guiarlos a lo que cada uno se inclinare, y aquellos que más esperanzas dieren se encaminarán al sacerdocio, y ordenados se enviarán a todas partes a predicar a sus pueblos y naturales; de que entiendo, así por saber las lenguas, como por otras razones, que se han de sacar de este modo muchos y muy grandes efectos en las almas, y se debe creer que el hijo o padre que sabe que el padre o hijo se condenan, le obligará el amor al dolor y los dos han hacer sin cansarse muchas más que las ordinarias diligencias. Ejemplo es lo de Santa Mónica, y que de todos en general será bien oído y mejor creído. Es de considerar que en aquellas tierras se han de hallar viejos, mozos y niños y por nacer, y que haciendo todos nuestros poderíos y diligencias por reducirlos, si no pudiésemos acabar con los viejos lo que se pretende, será con los mozos, y si no con los niños, y cuando éstos vengan a ser hombres, los que están por nacer serán niños y mozos, enseñados en los dichos seminarios y de otros modos, y los viejos estarán fuera del mundo, con que a media edad se introducirá la fe christiana.
En suma, Señor, todo se reduce a bien sembrar, bien beneficiar, a las diligencias de bien coger cuanto se pudiere y bien guardar, bien conservar y siempre bien acrecentar, y no contentarse con poco bien. Pruébese que no es razón, que sin probar se deje todo en su perdición Los mil hombres que pedí, Señor, es porque hay mucho con que sustentarlos, acomodarlos y repartirlos, como es en fuertes navíos, fábricas, descubrimientos, sementeras, crías, buscar de comer, pescar, guardar todo lo dicho y enviar avisos por los que pueden enfermar o faltar. En fin, si los indios nos vieren con fuerzas no se nos atreverán y así no darán ocasión ni recibirán daño en la necesaria defensa, y los religiosos con mucha comodidad podrán disponer las cosas de su ministerio, y tal beneficio aprovechará a los indios adelante, y al presente, para lo cual es menester tiempo, pues aún las cosas mínimas nunca se acaban si no se empiezan, y esta tan grande obra es bien que V.M. mande se levante de una vez y muy de priesa. Pretendo, en general, que aquellas gentes salgan de la vida bestial en que viven, y esto, Señor, es posible y a mí factible con el favor de Dios. Daráse luego orden que levanten cosas, sean leer, escribir, contar y todos oficios, de que he de levar insignes maestros, y que beneficien las minas a su buen paso, con que habrá grandes quintos; planten, siembren de todo sus frutales y (de los) nuestros; crien de todos ganados y bestias, y con esto habrá grandes diezmos, y a todos los habremos de ayudar como hermanos.
Pretendo más: que conozcan bien que es honra y vergüenza, y es fuerza que conociendo las dos se han de vestir y gastar todas las cosas que puedan ir de España, en tanto mayores flotas cuanto hay de ir para cuatro o diez mil españoles, o para millones de indios que visten, calzan y gastan como gente política, y que tienen plata, perlas, nuez moscada de especie, masa, gengibre, seda, añil, azúcar, ébano, naos y aparejos de ellas y otras muchas cosas de valor, sin las demás que ha de darles la enseñada industria, y que tienen oro y pimienta, como lo ha escrito el capitán Luis Váez de Torres. Es de advertir que cada un género de estos basta a hacer rico un reino, y que tierras que en sus orillas han dado tan buenas muestras, no siendo codiciosa su gente, que promete en lo interior grandes riquezas, y que éstas las asegura mejor la disposición y el sitio, y mucho más siendo como lo es, fértil y sana y de tan grandes comodidades, cuyos provechos y derechos serán tan crecidos cuanto se deja entender. Todo esto, Señor, ha menester tiempo y maña. De presente, dicho se ha, parece que no hay cosa más a propósito que todo lo de enseñar a hacer a esta gente, lo que no fue así en la India oriental y China; pero estas naciones trucan sus ropas y drogas por barras de plata y reales. Estos indios tienen mucha y buena tierra de que no se aprovechan y juntamente lo referido en el anterior capítulo. Deseo saber si los nuestros lícitamente pueden, sin hacerles fuerza ni agravio, aprovecharse de estos baldíos, pues sin este medio no se puede dar, que yo sepa, forma ni asiento en lo propuesto, sino es que Dios lo haga de potencia.
También deseo saber si los indios Podrán dar de feudo o por vía de conveniencia, como allá pareciere que va caminando a más bien suyo y seguridad de nuestras conciencias cuatro o seis o diez cada año, enseñándoles a ganar ciento o doscientos, como está dicho; y si esto puede ser, digo, Señor, que este dinero ha de entrar en una caja y de ella se ha de dar a cada Ministro la parte que le tocare, que ésta es la que les ha de hacer asistir allí; es de advertir, sin que sean señores de los indios, con lo cual quedan libres del servicio personal forzado; y si los nuestros quisieren servirse de ellos voluntariamente, obligarles han con paga y buen tratamiento y no como ahora lo hacen a palos. Es bien de advertir y de temer lo que podrá ser con brazo de rey poderoso o sin él, pues se pueden juntar los piratas que quisieren, que andan por esos mares buscando navíos que robar, con tanto gasto, trabajo y riesgo cuanto se sabe, e irse a aquella bahía de San Felipe y Santiago y poblar muy de asiento, pues ella es muy para codiciar y acomodar, y a sus naturales y a todos los de la tierra atarlos tan suavemente y contentarlos en todo sin oprimirlos en nada, como lo sabrán bien hacer pues viven con libertad de conciencia, y representarles los males y daños que han tenido y tienen hoy los indios de todas las Indias. Allí podrán predicar sus errores y decirles no nos admitan ni crean, y juntamente enseñar a navegar y pelear a nuestro modo y darles armas para ello.
Estos indios son muchos y muy briosos y parecen causas bastantes para que en ningún otro tiempo se les pueda predicar el evangelio por orden de V.M., a cuyo cargo está. Y además de esta tan grande pérdida de las almas, perderá V.M. aquellas tan grandes tierras, y los millones de oro que prometen con su larga duración, y los enemigos podrán muy bien desde allí, con toda comodidad, hacer muy grandes estragos en todos los otros reinos de que V.M. es señor en su contorno, para cuyo reparo se obligará V.M. a hacer fuertes en todo el mar del Sur y guarnecer y sustentar sus presidios con grandísimos gastos de hacienda, con pena que no navegará navío seguro de ser robado y de perderse el trajín, y V.M. los derechos y los vasallos, la hacienda y vida en la defensa, ni menos estos navíos pueden estar en los puertos, seguros de ser tomados para aprovecharse Bellos o anegarles para poderse hacer señores de todo aquel mar del Sur; y con esto pueden pretender la tierra y la bahía quedará siendo para ellos una Rochela o ladronera para entrar o salir cuando quieran. Es de advertir que como Cortés y Pizarro, con poca gente y armas, dieron principio a aquella nueva monarquía, que se puede temer que estos otros, pues ya han entrado juntas por el Estrecho catorce naos de enemigos, también pueden entrar ciento o doscientas y dar principio a otra nueva monarquía para ellos. Y que allí tienen mujeres blancas y hermosas, o de los colores que quisieren, con quien se pueden casar.
Y la grandeza de estos daños ha de obligar al remedio, que no se puede intentar sin gasto de muchos millones, y millares de hombres, y dudosa la victoria y mucho más la reducción de los naturales por las razones apuntadas; y este remedio cuanto más se dilatare será mayor la resistencia, y por esto daños mayores, mucho mayores los gastos; o cuando poco no puede excusar V.M., en aquel mar, armada tan poderosa cuanto bastare para defender las costas; y ésta quizás, Señor, costará tanto como el Pirú da de provecho. También es de advertir que de ida y vuelta, pues ha de ser siempre por tierras de V.M. y puertos sin fuerza, pueden hacer estos enemigos otros tantos daños, que juntados a los demás parecen ser incontables, y muchos más lo serán haciéndose ricos ellos y empobreciendo los reinos de V.M. También es de advertir que navegan por junto al Polo y buscan tierras que poblar, y por incomodar las dejan, y que la descubierta es tan grande, rica y cómoda como está dicho. Por todo lo cual suplico a V.M. sea servido de hacerme merced, que será grandísima el considerar cuanto lo es, que la vecindad de estas gentes, así de presente como adelante, no está a cuento a la América, en especial al Pirú, donde sus naturales tan maltratados desean salir de sujeción, y el grande número de esclavos su libertad, y a donde son tan sobrados los mestizos y mulatos y tanta la gente blanca perdida, y muchos que cantan agravios, y otros poco obligados, y algunos que desean que las riquezas nunca salgan de la tierra y que siempre hay quien siga las novedades que puede haber y amenazan, y V.
M. remediarlas ha con ser servido de mandar, sin que se pierda tiempo, que aquellas tierras sean pobladas con solo gasto de quinientos mil ducados, gastados por una sola vez en el Pirú. Señor, no veo razón alguna que fuerce a V.M. a dejar perder todas cuantas almas hay y ha de haber en todas aquellas tierras el cuanto el mundo durare. justifique V.M. esta causa por lo que debe a Dios; hónrese V.M. de hacer a tan gran Señor tan gran servicio y de ser medio para que la Iglesia Católica triunfe gloriosamente en este tiempo que tan combatida está de tantos sus mortales enemigos. Defienda V.M. con lo demás esta tan gran parte por el peligro que corre, que todo lo ayudará y pagará Diosa mil por uno en esta y en la otra vida; que si yo, Señor, pudiera, muy de atrás lo hubiera ganado todo para darlo a V.M., con advertencia que tengo ánimo para más y más. Dios me hiciere merced de darme a escoger las personas que a mi alcanzar convienen para empresa de tanta honra y gloria suya, suplicarle ya fuese servido de enviar todo su Colegio Apostólico; y si el Pontífice romano me dijera "pide mucho que tu demanda es justa", como me dilo Clemente 8, de felice recordación, le pediría los religiosos que están haciendo milagros; y si V.M. me preguntara qué personas serían más a propósito para dar principio a esta obra, que tanto a V.M. conviene y importa, yo dijera, "envíe V.M. a todo su Consejo de Estado, que es muy cristiano, sabio y prudente"; y cuanto a mí, de tres cosas aseguro: grande amor, grandes deseos de acertar en todas cosas, gran cuidado, diligencia, y vigilancia a buscar los medios, que dará Dios cuales convengan para la conversión de un tan gran número de gente.
Y note V.M. bien lo que aquí digo: pues si mi persona no esa propósito para esta obra tan piadosa, que envíe V.M. otra que lo sea; que nunca Dios quiera que tantos millones de almas pierdan todo su bien por mi poco merecimiento o por otro particular interés mío. A V.M. le importa muchísimo hacer aquella población, conversión y enseñanza a costa de quinientos mil ducados, gastados por una vez en el Pirú, y suplico a V.M. se sirve de creer que este es el mayor y más notable servicio de los míos, pues sólo este gasto real puede lucir y durar, y en suma satisfacer al cristiano deseo de V.M. Es de notar que si yo pretendiera algún interés mío y no el bien de esta obra, pidiera a V.M. mercedes y papeles y con ellos fuera al Pirú y Nueva España donde no faltarán otros con quien juntarme para dar con todo al través, o al menos sembraríamos grandes males donde se pretenden coger muy crecidos bienes. Ser a costa de la Hacienda Real o de particulares intentada, ésta y las semejantes empresas, no hallo menos diferencia que acabarse bien o acabarse mal, ni más dificultad ni distancia que hay de querer a no querer, y en conclusión, de hacerse una buena elección, que es el todo, o entregar el caso a lobos. De gastar V.M. su Hacienda resultará escogerse la gente, llevarse lo necesario, cumplirse las instrucciones, y con ellas habrá obediencia y en todo seguridad, y no se podrá decir, andando tiempos, lo que agora dicen los indios de la América, que a todos los midieron por una vara, ni pintarse otro cercado de gentes de todos con tijeras en las manos, trasquilándole, ni el otro que dijo, "no nos quieren ver políticos sino esclavos disfrazados", ni recordar otro la sentencia de Diosa Adán, diciendo que él no la veía, pues todo un pueblo sudaba para que comiese uno solo.
Y para que V.M. vea las muestras del cuidado vivo en que vivo, y a donde apunto y tiro, digo, Señor, que cuando se poblaron las dos provincias del Pirú y Nueva España a costa de particulares, se tiene por cierto haber en ellas y sus islas 30 millones de indios; y también digo que si el particular interés diera lugar a que fuese buscando un modo cual convenía para atraerlos y enseñarlos a gozar de los bienes de ambos géneros, y por vía de conveniencia y no de tanta violencia, diera cada uno un solo ducado de fondo, habiendo dado hoy de 4 a 20, y muchos, el servicio de toda la vida,. que tuviera V.M. 30 millones de oro de renta; y si gastara V.M. en beneficio de los mismos los 10, quedaban 20; y estos, Señor, se han perdido tan de atrás y se perderán en adelante en cada un año. Y si bien se mira, hallarse ha que en 117 años que ha que se han descubierto aquellas gentes, habían de ser hoy de buena razón 60 o más millones, y la renta a proporción, y fueran menester más ropas y cosas de las que labra y produce toda Europa, pues habían de gastar como políticos y los derechos fueran tan crecidos cuantos hay de 2 millones de indios que se dice tienen las Indias, a 30 que tenían. En suma, este daño, así de atrás como de presente y venidero, en los bienes de almas y cuerpos, es incontable. Y apretando más este punto digo que si aquellas gentes fueran descubiertas hoy, y hubiera para con ellos la debida orden, que más frutos me congieran en los 10 años de los venideros que en todos los otros pasados, y que con crecidísimas ventajas duraran en cuanto el mundo durare.
Es de advertir, Señor, que todas las jornadas que a las Indias se han hecho a costa agena, muchas de ellas fueron mal plantadas y muchas no tuvieron efecto ni se excusaron de perdidas y la mayor parte del tiempo. Es ejemplo, dejando otros muchos, si V.M. mandara hacer la jornada que hizo el Adelantado Alvaro de Mendaña, donde yo me hallé, año de 95, a costa de la Hacienda Real, no se hubieran perdido, desde atrás hasta el presente 36 años de beneficio espiritual y temporal de todas las gentes y tierras incógnitas, ni yo trabajara tanto vanamente; mas al fin, el buen Adelantado dió su hacienda y la vida y yo voy dando la mía y voy gastando mi caudal. Cuando va un particular, se puede decir movido de su interés, que aunque hace ciertas mezclas jamás suelda bien las debidas obras divinas con las que yo he visto humanas, forjadas en un corazón de carne sin espíritu, que para hacer sus provechos no repara en sanos medios ni en la duración de la obra; que sólo atiende a propios bienes y estos males los quiere con violencia. Demás desto, como no puede suplir toda la costa con sus fuerzas, ayúdase con las agenas y así se arma una compañía de parejos en intenciones y todos juntos buscan otros que no caben, de donde salen por causas que ya se entienden; y estos tales pocas veces aseguran de esperanzas y han de hacer lo que deben, y es de considerar que una sola insolencia suena y alborota un reino y disipa una grande obra, y son menester milagros para venir a componer los desconciertos ya hechos.
A la cabeza es fuerza, por no disgustar, sufrir cosas y disimular otras en que la malicia se esmera. Demás desto, representan los gastos hechos y comodidades que dejan, no quedando en ello cortos, y son muchos los quejosos, todos de un caso y por esto más fáciles de ligar en una misma voluntad, conque basta para haber una ruina por este cuerpo compuesto de muchas cabezas diversas en pareceres y sabores, y parejas en querer que sea la suya la suprema, o a lo menos que la que lo es no los castigue ni enmienda, ni en nada se les atreva, y por solo mal conservarse abone, sustente y defienda; y con esto y lo demás toman licencia para decir, como suelen, ¿qué ha puesto el Rey aquí?, y otros responden, nada, pues todo esto procede y se arma de nuestros dineros y industria, y nosotros mismos sustentamos esta tierra y de ella enviamos a España todas las riquezas que tiene, y en retorno nos envía a visitar y gobernar uno y muchos que en todo nos tratan mal, sin atención a nuestros méritos, y los pocos suyos, en lo que es esto, y por quererse señalar para otros fines que tiene, es lo más cierto desaciertos, y por remate, para su vuelta, un gran cuidado de vendimiarnos las cepas, y no contento, corta dellas, sin reparar a que hay otro año y que somos las columnas sobre que se sustenta esta máquina, que en todo caso que se tronchen, es cierto caerse luego, a cuando poco declinando caminar a su ruina. Y con esto y las discordias que siembran esta muy cerca la pérdida del amor, porque el temor está, V.
M., muy lejos, y en faltando temor y amor está cierto, el aborrecimiento y luego el odio y un mal deseo conque se puede temer una revolución entera. Y todo está en empezar a barajar o, como dicen, en haber uno que sepa levantar la caza, y es justo se considere este punto por lo mucho que abraza y contiene, y si V.M. se sirve de gastar quinientos mil ducados, cierra del todo la puerta y los peligros referidos, y a la debida obligación de sustentar en los gobiernos perpetuos a quien piensa que por su gasto es señor libre, sin tener otro a quien deba cuenta con pago, y aunque sus lenguas digan otras cosas contrarias a lo que digo, lo cantan con muy alta voz con lo que hacen, que para mí son las muestras de los ánimos y baja de la Hacienda Real, y los daños de gentes nuevas y grandes ofensas de Dios, que es lo que más se debe sentir. El trabajo amarga y muchos huyen de él como de peste y para sustentarlo menos y dañarlo más buscan de modo astuto y injusto quien para ellos trabaje, y huelguen las tierras y lloren los que vinieren y se apruebe el prevenir en cosas que pueden ser y se han visto, mayormente en sus principios; quiero decir que puede y asegura mucho el saber bien abligar. En suma, ¿cuál vale más gastar, V.M., siendo como es un Rey y Señor tan poderoso y rico, quinientos mil ducados en el Pirú, que están por venir a España, o perder aquel Nuevo Mundo, con todo lo que promete de riquezas, para el cielo y para V.M., y más habiendo tantas conveniencias y otras causas y razones y todas fortísimas que obliguen a proseguir lo comenzado? Pretendo más, Señor, si de tal orden que han dado tiempo, aquellas tierras se extendieren tanto que para su conservación tuviesen necesidad de doblados ministros de gobierno, justicia y guerra, como tiene hoy la América, V.
M. no les dé salario alguno (?). Advierta V.M. este punto, porque demás del mucho dinero que ahora se encamina a grandes y muy cristianos fines, y tanto que en sólo él está cifrado todo el bien de aquellas partes, de las cuales V.M. está muy lejos, en ellas pretende hacer que todas las personas que allí fueren tengan a V.M. muy presente. Digo más, de obligado de verme aquí tan malgastado mi vida, que también deseo emplear en este caso, que los tres más insignes descubridores que ha habido en el mundo: Colón, (Vasco de) Gama y Magallanes, que todo el tiempo que gastaron y caminos que anduvieron valen 12 años y quince mil leguas, y que yo he andado veinte mil, gastando 14 años y meses, y mi causa no es inferior a las suyas, y el gobierno de ella está sin principio y puede ser regular, y este es mi tema. Yo, Señor, estoy vivo y con los mismos filos que siempre, y con los que dejo a Dios y al tiempo; si fue justicia los títulos y renta de duque y conde que se han dado a los dos, también es justicia que se me dé mi premio a proporción, pues trabajé más que los tres, advirtiendo que no lo quiero sino que pido se aplique para esta obra tan grandiosa y heroica. Más digo. Que si se me confiesa que mi persona puede servir para esta obra que vale tantos millones, que también se ha de confesar que valgo millones para ella, y me ofrezco de valde y doy la vida, cosa quizás nunca oída. Y en lo tocante a conquistas que hubo en las Indias del Occidente digo, Señor, que las deseo hacer en las otras de que trato: de robar a puras obras los corazones de todos sus naturales y de los nuestros que allí fueren, que es mucho a lo que me obligo.
En suma, al práctico no le es posible mostrar lo que obrará cuando se halle en la ocasión. Fíe V.M. algo de mí que yo fío todo de Dios y son dos las veces que he ido y suélese decir que a las tres va la vencida y todo lo puede el Señor. Finalmente, si por grandeza y conveniencia forzosa, ¿cuál mayor ni más fuerte que poblar un Nuevo Mundo a grande priesa? si por riquezas, ¿cuáles más que las que promete estando por desnatar? si por fama y gloria ¿cuál más eterna? si por el bien público, ¿cuál más universal ni de más bienes? si por ocupar la gente valdía del Pirú, ¿cuál aparejo mejor? si por ocasión, ¿cuál más propia? Pues fui, vi y vine y sé a donde está lo que descubrí y pido su población y V.M. es tan poderoso Señor. Si por Dios que es todo, y por cuyo amor se debe gastar y aventurar lo que el mismo tiene dado y ha de dar, ¿cuál mayor ni más lucido servicio que atraer un tan copioso número de criaturas al conocimiento de su criador, con tantos y tan justos medios como propongo y los que se han de buscar? ¿y cuándo para obra tan piadosa y honrosa faltará dinero? Haga V.M. lo que hizo la Católica Reina doña Isabel con Colón, etc.
Supuesto que a estas gentes les falta el conocimiento de Dios, la vida política y las riquezas que tienen y no estiman, y por sí solas en ningún tiempo pueden arribar a su bien más principal, sin que V.M., como su protector, les ayude con enviar bastantemente religiosos, navíos, gentes, armas y todo lo necesario, con advertencia que en este caso, para mí tan trabajoso, no busco mi condenación, ni ajenas, y que este poder no lo pido para maltratar aquellas gentes, sino porque son los medios para ejecutar cómodamente el intento, pues es cierto que, por destruirle, el demonio ha de hacer su mal oficio; y más también, porque se puede juntar gran multitud de aquellos indios por temor u otras causas y nos podemos defender sin ofenderlos, y para defenderlos de sus enemigos, si los tuvieren, y para amparar los que ya fueren christianos o lo quisieren ser habiendo quien se lo impida, y para defender la tierra de los enemigos de la Iglesia de Dios y de V.M. que allí aportaren. Voy con ánimo determinado de desterrar la ignorancia entre los nuestros, introducir toda buena disciplina christiana, política y militar, y para esto buscar cuanto V.M. me ayudare y a mí fuere posible, las más personas de virtud, ciencia y experiencia para aconsejarme con ellos y acordar con sazón y madurez, como quien tiene el caso presente, lo que se debe hacer para ser Dios y V.M. bien servidos; y que aquellos naturales en lo espiritual y temporal les luzca nuestra ida a su tierra, y vayan siempre de más a más, y esto lo confiesen ellos y lo canten todas las naciones.
Es de advertir que en tierra y gente hay disposiciones para esto, lo que se puede pretender. Haránse luego seminarios, a donde con consentimiento de los padres se recojerá, doctrinarán y enseñarán a los hijos, y esto con el cuidado celoso que lo sabrán hacer los religiosos descalzos de la orden de San Francisco; y si este modo no bastase, se buscarán otros muchos para descubrir los sujetos y guiarlos a lo que cada uno se inclinare, y aquellos que más esperanzas dieren se encaminarán al sacerdocio, y ordenados se enviarán a todas partes a predicar a sus pueblos y naturales; de que entiendo, así por saber las lenguas, como por otras razones, que se han de sacar de este modo muchos y muy grandes efectos en las almas, y se debe creer que el hijo o padre que sabe que el padre o hijo se condenan, le obligará el amor al dolor y los dos han hacer sin cansarse muchas más que las ordinarias diligencias. Ejemplo es lo de Santa Mónica, y que de todos en general será bien oído y mejor creído. Es de considerar que en aquellas tierras se han de hallar viejos, mozos y niños y por nacer, y que haciendo todos nuestros poderíos y diligencias por reducirlos, si no pudiésemos acabar con los viejos lo que se pretende, será con los mozos, y si no con los niños, y cuando éstos vengan a ser hombres, los que están por nacer serán niños y mozos, enseñados en los dichos seminarios y de otros modos, y los viejos estarán fuera del mundo, con que a media edad se introducirá la fe christiana.
En suma, Señor, todo se reduce a bien sembrar, bien beneficiar, a las diligencias de bien coger cuanto se pudiere y bien guardar, bien conservar y siempre bien acrecentar, y no contentarse con poco bien. Pruébese que no es razón, que sin probar se deje todo en su perdición Los mil hombres que pedí, Señor, es porque hay mucho con que sustentarlos, acomodarlos y repartirlos, como es en fuertes navíos, fábricas, descubrimientos, sementeras, crías, buscar de comer, pescar, guardar todo lo dicho y enviar avisos por los que pueden enfermar o faltar. En fin, si los indios nos vieren con fuerzas no se nos atreverán y así no darán ocasión ni recibirán daño en la necesaria defensa, y los religiosos con mucha comodidad podrán disponer las cosas de su ministerio, y tal beneficio aprovechará a los indios adelante, y al presente, para lo cual es menester tiempo, pues aún las cosas mínimas nunca se acaban si no se empiezan, y esta tan grande obra es bien que V.M. mande se levante de una vez y muy de priesa. Pretendo, en general, que aquellas gentes salgan de la vida bestial en que viven, y esto, Señor, es posible y a mí factible con el favor de Dios. Daráse luego orden que levanten cosas, sean leer, escribir, contar y todos oficios, de que he de levar insignes maestros, y que beneficien las minas a su buen paso, con que habrá grandes quintos; planten, siembren de todo sus frutales y (de los) nuestros; crien de todos ganados y bestias, y con esto habrá grandes diezmos, y a todos los habremos de ayudar como hermanos.
Pretendo más: que conozcan bien que es honra y vergüenza, y es fuerza que conociendo las dos se han de vestir y gastar todas las cosas que puedan ir de España, en tanto mayores flotas cuanto hay de ir para cuatro o diez mil españoles, o para millones de indios que visten, calzan y gastan como gente política, y que tienen plata, perlas, nuez moscada de especie, masa, gengibre, seda, añil, azúcar, ébano, naos y aparejos de ellas y otras muchas cosas de valor, sin las demás que ha de darles la enseñada industria, y que tienen oro y pimienta, como lo ha escrito el capitán Luis Váez de Torres. Es de advertir que cada un género de estos basta a hacer rico un reino, y que tierras que en sus orillas han dado tan buenas muestras, no siendo codiciosa su gente, que promete en lo interior grandes riquezas, y que éstas las asegura mejor la disposición y el sitio, y mucho más siendo como lo es, fértil y sana y de tan grandes comodidades, cuyos provechos y derechos serán tan crecidos cuanto se deja entender. Todo esto, Señor, ha menester tiempo y maña. De presente, dicho se ha, parece que no hay cosa más a propósito que todo lo de enseñar a hacer a esta gente, lo que no fue así en la India oriental y China; pero estas naciones trucan sus ropas y drogas por barras de plata y reales. Estos indios tienen mucha y buena tierra de que no se aprovechan y juntamente lo referido en el anterior capítulo. Deseo saber si los nuestros lícitamente pueden, sin hacerles fuerza ni agravio, aprovecharse de estos baldíos, pues sin este medio no se puede dar, que yo sepa, forma ni asiento en lo propuesto, sino es que Dios lo haga de potencia.
También deseo saber si los indios Podrán dar de feudo o por vía de conveniencia, como allá pareciere que va caminando a más bien suyo y seguridad de nuestras conciencias cuatro o seis o diez cada año, enseñándoles a ganar ciento o doscientos, como está dicho; y si esto puede ser, digo, Señor, que este dinero ha de entrar en una caja y de ella se ha de dar a cada Ministro la parte que le tocare, que ésta es la que les ha de hacer asistir allí; es de advertir, sin que sean señores de los indios, con lo cual quedan libres del servicio personal forzado; y si los nuestros quisieren servirse de ellos voluntariamente, obligarles han con paga y buen tratamiento y no como ahora lo hacen a palos. Es bien de advertir y de temer lo que podrá ser con brazo de rey poderoso o sin él, pues se pueden juntar los piratas que quisieren, que andan por esos mares buscando navíos que robar, con tanto gasto, trabajo y riesgo cuanto se sabe, e irse a aquella bahía de San Felipe y Santiago y poblar muy de asiento, pues ella es muy para codiciar y acomodar, y a sus naturales y a todos los de la tierra atarlos tan suavemente y contentarlos en todo sin oprimirlos en nada, como lo sabrán bien hacer pues viven con libertad de conciencia, y representarles los males y daños que han tenido y tienen hoy los indios de todas las Indias. Allí podrán predicar sus errores y decirles no nos admitan ni crean, y juntamente enseñar a navegar y pelear a nuestro modo y darles armas para ello.
Estos indios son muchos y muy briosos y parecen causas bastantes para que en ningún otro tiempo se les pueda predicar el evangelio por orden de V.M., a cuyo cargo está. Y además de esta tan grande pérdida de las almas, perderá V.M. aquellas tan grandes tierras, y los millones de oro que prometen con su larga duración, y los enemigos podrán muy bien desde allí, con toda comodidad, hacer muy grandes estragos en todos los otros reinos de que V.M. es señor en su contorno, para cuyo reparo se obligará V.M. a hacer fuertes en todo el mar del Sur y guarnecer y sustentar sus presidios con grandísimos gastos de hacienda, con pena que no navegará navío seguro de ser robado y de perderse el trajín, y V.M. los derechos y los vasallos, la hacienda y vida en la defensa, ni menos estos navíos pueden estar en los puertos, seguros de ser tomados para aprovecharse Bellos o anegarles para poderse hacer señores de todo aquel mar del Sur; y con esto pueden pretender la tierra y la bahía quedará siendo para ellos una Rochela o ladronera para entrar o salir cuando quieran. Es de advertir que como Cortés y Pizarro, con poca gente y armas, dieron principio a aquella nueva monarquía, que se puede temer que estos otros, pues ya han entrado juntas por el Estrecho catorce naos de enemigos, también pueden entrar ciento o doscientas y dar principio a otra nueva monarquía para ellos. Y que allí tienen mujeres blancas y hermosas, o de los colores que quisieren, con quien se pueden casar.
Y la grandeza de estos daños ha de obligar al remedio, que no se puede intentar sin gasto de muchos millones, y millares de hombres, y dudosa la victoria y mucho más la reducción de los naturales por las razones apuntadas; y este remedio cuanto más se dilatare será mayor la resistencia, y por esto daños mayores, mucho mayores los gastos; o cuando poco no puede excusar V.M., en aquel mar, armada tan poderosa cuanto bastare para defender las costas; y ésta quizás, Señor, costará tanto como el Pirú da de provecho. También es de advertir que de ida y vuelta, pues ha de ser siempre por tierras de V.M. y puertos sin fuerza, pueden hacer estos enemigos otros tantos daños, que juntados a los demás parecen ser incontables, y muchos más lo serán haciéndose ricos ellos y empobreciendo los reinos de V.M. También es de advertir que navegan por junto al Polo y buscan tierras que poblar, y por incomodar las dejan, y que la descubierta es tan grande, rica y cómoda como está dicho. Por todo lo cual suplico a V.M. sea servido de hacerme merced, que será grandísima el considerar cuanto lo es, que la vecindad de estas gentes, así de presente como adelante, no está a cuento a la América, en especial al Pirú, donde sus naturales tan maltratados desean salir de sujeción, y el grande número de esclavos su libertad, y a donde son tan sobrados los mestizos y mulatos y tanta la gente blanca perdida, y muchos que cantan agravios, y otros poco obligados, y algunos que desean que las riquezas nunca salgan de la tierra y que siempre hay quien siga las novedades que puede haber y amenazan, y V.
M. remediarlas ha con ser servido de mandar, sin que se pierda tiempo, que aquellas tierras sean pobladas con solo gasto de quinientos mil ducados, gastados por una sola vez en el Pirú. Señor, no veo razón alguna que fuerce a V.M. a dejar perder todas cuantas almas hay y ha de haber en todas aquellas tierras el cuanto el mundo durare. justifique V.M. esta causa por lo que debe a Dios; hónrese V.M. de hacer a tan gran Señor tan gran servicio y de ser medio para que la Iglesia Católica triunfe gloriosamente en este tiempo que tan combatida está de tantos sus mortales enemigos. Defienda V.M. con lo demás esta tan gran parte por el peligro que corre, que todo lo ayudará y pagará Diosa mil por uno en esta y en la otra vida; que si yo, Señor, pudiera, muy de atrás lo hubiera ganado todo para darlo a V.M., con advertencia que tengo ánimo para más y más. Dios me hiciere merced de darme a escoger las personas que a mi alcanzar convienen para empresa de tanta honra y gloria suya, suplicarle ya fuese servido de enviar todo su Colegio Apostólico; y si el Pontífice romano me dijera "pide mucho que tu demanda es justa", como me dilo Clemente 8, de felice recordación, le pediría los religiosos que están haciendo milagros; y si V.M. me preguntara qué personas serían más a propósito para dar principio a esta obra, que tanto a V.M. conviene y importa, yo dijera, "envíe V.M. a todo su Consejo de Estado, que es muy cristiano, sabio y prudente"; y cuanto a mí, de tres cosas aseguro: grande amor, grandes deseos de acertar en todas cosas, gran cuidado, diligencia, y vigilancia a buscar los medios, que dará Dios cuales convengan para la conversión de un tan gran número de gente.
Y note V.M. bien lo que aquí digo: pues si mi persona no esa propósito para esta obra tan piadosa, que envíe V.M. otra que lo sea; que nunca Dios quiera que tantos millones de almas pierdan todo su bien por mi poco merecimiento o por otro particular interés mío. A V.M. le importa muchísimo hacer aquella población, conversión y enseñanza a costa de quinientos mil ducados, gastados por una vez en el Pirú, y suplico a V.M. se sirve de creer que este es el mayor y más notable servicio de los míos, pues sólo este gasto real puede lucir y durar, y en suma satisfacer al cristiano deseo de V.M. Es de notar que si yo pretendiera algún interés mío y no el bien de esta obra, pidiera a V.M. mercedes y papeles y con ellos fuera al Pirú y Nueva España donde no faltarán otros con quien juntarme para dar con todo al través, o al menos sembraríamos grandes males donde se pretenden coger muy crecidos bienes. Ser a costa de la Hacienda Real o de particulares intentada, ésta y las semejantes empresas, no hallo menos diferencia que acabarse bien o acabarse mal, ni más dificultad ni distancia que hay de querer a no querer, y en conclusión, de hacerse una buena elección, que es el todo, o entregar el caso a lobos. De gastar V.M. su Hacienda resultará escogerse la gente, llevarse lo necesario, cumplirse las instrucciones, y con ellas habrá obediencia y en todo seguridad, y no se podrá decir, andando tiempos, lo que agora dicen los indios de la América, que a todos los midieron por una vara, ni pintarse otro cercado de gentes de todos con tijeras en las manos, trasquilándole, ni el otro que dijo, "no nos quieren ver políticos sino esclavos disfrazados", ni recordar otro la sentencia de Diosa Adán, diciendo que él no la veía, pues todo un pueblo sudaba para que comiese uno solo.
Y para que V.M. vea las muestras del cuidado vivo en que vivo, y a donde apunto y tiro, digo, Señor, que cuando se poblaron las dos provincias del Pirú y Nueva España a costa de particulares, se tiene por cierto haber en ellas y sus islas 30 millones de indios; y también digo que si el particular interés diera lugar a que fuese buscando un modo cual convenía para atraerlos y enseñarlos a gozar de los bienes de ambos géneros, y por vía de conveniencia y no de tanta violencia, diera cada uno un solo ducado de fondo, habiendo dado hoy de 4 a 20, y muchos, el servicio de toda la vida,. que tuviera V.M. 30 millones de oro de renta; y si gastara V.M. en beneficio de los mismos los 10, quedaban 20; y estos, Señor, se han perdido tan de atrás y se perderán en adelante en cada un año. Y si bien se mira, hallarse ha que en 117 años que ha que se han descubierto aquellas gentes, habían de ser hoy de buena razón 60 o más millones, y la renta a proporción, y fueran menester más ropas y cosas de las que labra y produce toda Europa, pues habían de gastar como políticos y los derechos fueran tan crecidos cuantos hay de 2 millones de indios que se dice tienen las Indias, a 30 que tenían. En suma, este daño, así de atrás como de presente y venidero, en los bienes de almas y cuerpos, es incontable. Y apretando más este punto digo que si aquellas gentes fueran descubiertas hoy, y hubiera para con ellos la debida orden, que más frutos me congieran en los 10 años de los venideros que en todos los otros pasados, y que con crecidísimas ventajas duraran en cuanto el mundo durare.
Es de advertir, Señor, que todas las jornadas que a las Indias se han hecho a costa agena, muchas de ellas fueron mal plantadas y muchas no tuvieron efecto ni se excusaron de perdidas y la mayor parte del tiempo. Es ejemplo, dejando otros muchos, si V.M. mandara hacer la jornada que hizo el Adelantado Alvaro de Mendaña, donde yo me hallé, año de 95, a costa de la Hacienda Real, no se hubieran perdido, desde atrás hasta el presente 36 años de beneficio espiritual y temporal de todas las gentes y tierras incógnitas, ni yo trabajara tanto vanamente; mas al fin, el buen Adelantado dió su hacienda y la vida y yo voy dando la mía y voy gastando mi caudal. Cuando va un particular, se puede decir movido de su interés, que aunque hace ciertas mezclas jamás suelda bien las debidas obras divinas con las que yo he visto humanas, forjadas en un corazón de carne sin espíritu, que para hacer sus provechos no repara en sanos medios ni en la duración de la obra; que sólo atiende a propios bienes y estos males los quiere con violencia. Demás desto, como no puede suplir toda la costa con sus fuerzas, ayúdase con las agenas y así se arma una compañía de parejos en intenciones y todos juntos buscan otros que no caben, de donde salen por causas que ya se entienden; y estos tales pocas veces aseguran de esperanzas y han de hacer lo que deben, y es de considerar que una sola insolencia suena y alborota un reino y disipa una grande obra, y son menester milagros para venir a componer los desconciertos ya hechos.
A la cabeza es fuerza, por no disgustar, sufrir cosas y disimular otras en que la malicia se esmera. Demás desto, representan los gastos hechos y comodidades que dejan, no quedando en ello cortos, y son muchos los quejosos, todos de un caso y por esto más fáciles de ligar en una misma voluntad, conque basta para haber una ruina por este cuerpo compuesto de muchas cabezas diversas en pareceres y sabores, y parejas en querer que sea la suya la suprema, o a lo menos que la que lo es no los castigue ni enmienda, ni en nada se les atreva, y por solo mal conservarse abone, sustente y defienda; y con esto y lo demás toman licencia para decir, como suelen, ¿qué ha puesto el Rey aquí?, y otros responden, nada, pues todo esto procede y se arma de nuestros dineros y industria, y nosotros mismos sustentamos esta tierra y de ella enviamos a España todas las riquezas que tiene, y en retorno nos envía a visitar y gobernar uno y muchos que en todo nos tratan mal, sin atención a nuestros méritos, y los pocos suyos, en lo que es esto, y por quererse señalar para otros fines que tiene, es lo más cierto desaciertos, y por remate, para su vuelta, un gran cuidado de vendimiarnos las cepas, y no contento, corta dellas, sin reparar a que hay otro año y que somos las columnas sobre que se sustenta esta máquina, que en todo caso que se tronchen, es cierto caerse luego, a cuando poco declinando caminar a su ruina. Y con esto y las discordias que siembran esta muy cerca la pérdida del amor, porque el temor está, V.
M., muy lejos, y en faltando temor y amor está cierto, el aborrecimiento y luego el odio y un mal deseo conque se puede temer una revolución entera. Y todo está en empezar a barajar o, como dicen, en haber uno que sepa levantar la caza, y es justo se considere este punto por lo mucho que abraza y contiene, y si V.M. se sirve de gastar quinientos mil ducados, cierra del todo la puerta y los peligros referidos, y a la debida obligación de sustentar en los gobiernos perpetuos a quien piensa que por su gasto es señor libre, sin tener otro a quien deba cuenta con pago, y aunque sus lenguas digan otras cosas contrarias a lo que digo, lo cantan con muy alta voz con lo que hacen, que para mí son las muestras de los ánimos y baja de la Hacienda Real, y los daños de gentes nuevas y grandes ofensas de Dios, que es lo que más se debe sentir. El trabajo amarga y muchos huyen de él como de peste y para sustentarlo menos y dañarlo más buscan de modo astuto y injusto quien para ellos trabaje, y huelguen las tierras y lloren los que vinieren y se apruebe el prevenir en cosas que pueden ser y se han visto, mayormente en sus principios; quiero decir que puede y asegura mucho el saber bien abligar. En suma, ¿cuál vale más gastar, V.M., siendo como es un Rey y Señor tan poderoso y rico, quinientos mil ducados en el Pirú, que están por venir a España, o perder aquel Nuevo Mundo, con todo lo que promete de riquezas, para el cielo y para V.M., y más habiendo tantas conveniencias y otras causas y razones y todas fortísimas que obliguen a proseguir lo comenzado? Pretendo más, Señor, si de tal orden que han dado tiempo, aquellas tierras se extendieren tanto que para su conservación tuviesen necesidad de doblados ministros de gobierno, justicia y guerra, como tiene hoy la América, V.
M. no les dé salario alguno (?). Advierta V.M. este punto, porque demás del mucho dinero que ahora se encamina a grandes y muy cristianos fines, y tanto que en sólo él está cifrado todo el bien de aquellas partes, de las cuales V.M. está muy lejos, en ellas pretende hacer que todas las personas que allí fueren tengan a V.M. muy presente. Digo más, de obligado de verme aquí tan malgastado mi vida, que también deseo emplear en este caso, que los tres más insignes descubridores que ha habido en el mundo: Colón, (Vasco de) Gama y Magallanes, que todo el tiempo que gastaron y caminos que anduvieron valen 12 años y quince mil leguas, y que yo he andado veinte mil, gastando 14 años y meses, y mi causa no es inferior a las suyas, y el gobierno de ella está sin principio y puede ser regular, y este es mi tema. Yo, Señor, estoy vivo y con los mismos filos que siempre, y con los que dejo a Dios y al tiempo; si fue justicia los títulos y renta de duque y conde que se han dado a los dos, también es justicia que se me dé mi premio a proporción, pues trabajé más que los tres, advirtiendo que no lo quiero sino que pido se aplique para esta obra tan grandiosa y heroica. Más digo. Que si se me confiesa que mi persona puede servir para esta obra que vale tantos millones, que también se ha de confesar que valgo millones para ella, y me ofrezco de valde y doy la vida, cosa quizás nunca oída. Y en lo tocante a conquistas que hubo en las Indias del Occidente digo, Señor, que las deseo hacer en las otras de que trato: de robar a puras obras los corazones de todos sus naturales y de los nuestros que allí fueren, que es mucho a lo que me obligo.
En suma, al práctico no le es posible mostrar lo que obrará cuando se halle en la ocasión. Fíe V.M. algo de mí que yo fío todo de Dios y son dos las veces que he ido y suélese decir que a las tres va la vencida y todo lo puede el Señor. Finalmente, si por grandeza y conveniencia forzosa, ¿cuál mayor ni más fuerte que poblar un Nuevo Mundo a grande priesa? si por riquezas, ¿cuáles más que las que promete estando por desnatar? si por fama y gloria ¿cuál más eterna? si por el bien público, ¿cuál más universal ni de más bienes? si por ocupar la gente valdía del Pirú, ¿cuál aparejo mejor? si por ocasión, ¿cuál más propia? Pues fui, vi y vine y sé a donde está lo que descubrí y pido su población y V.M. es tan poderoso Señor. Si por Dios que es todo, y por cuyo amor se debe gastar y aventurar lo que el mismo tiene dado y ha de dar, ¿cuál mayor ni más lucido servicio que atraer un tan copioso número de criaturas al conocimiento de su criador, con tantos y tan justos medios como propongo y los que se han de buscar? ¿y cuándo para obra tan piadosa y honrosa faltará dinero? Haga V.M. lo que hizo la Católica Reina doña Isabel con Colón, etc.