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Datos principales
Desarrollo
CAPITULO LIV Prosigue la materia del antecedente de la fundación del Presidio de Santa Bárbara. En cuanto el Señor Gobernador se vio desocupado por lo resuelto de la suspensión de la Expedición del Colorado hasta el mes de septiembre, que hubo despachado al Río al Señor Fages, como queda dicho, salió de San Gabriel para dar mano a los Establecimientos de la Canal. Llegó a mediados de abril a la iniciada Misión de San Buenaventura, vio el sitio y lo mucho que se iba estableciendo con el mismo método espiritual y temporal que todas las demás, y no habló palabra, no obstante que tenía ideado e informado (como poco después se supo) que fuesen estas Misiones fundadas según el nuevo método del Río Colorado, aunque la variación de éxitos y efectos, según lo que había oído al Señor Fages, puede ser le abriese los ojos, y le hiciese mudar de idea e intención, pues no habló palabra, ni se quiso oponer al método que vio en la Misión de San Buenaventura. En breve habló de pasar adelante y dar mano a la fundación del Presidio de Santa Bárbara, y el V. P. Presidente trató lo mismo. Dejó de Ministro interino de San Buenaventura al P. Cambón mientras llegaban los Barcos, y con ellos seis Misioneros que se esperaban. Y el Señor Gobernador para la Escolta de la Misión principiada dejó un Sargento, y catorce Soldados, que hasta la presente no se había fundado con tanta Escolta Misión alguna, y en breve se le añadieron otros diez al regreso del Señor Fages, ínterin llegaba el mes de septiembre para la Expedición del Colorado.
Toda la demás Tropa siguió para la Fundación del Presidio con los dos Oficiales Teniente y Alférez, y el Señor Gobernador con los diez Soldados de Monterrey. Fue también siguiendo la Expedición el V. P. Presidente. Caminaron por la Costa o Playa de la Canal, mirando las Islas que la forman, y habiendo andado como nueve leguas de la Misión de San Buenaventura, que se juzgó como a la medianía de la Canal, mandó el Gobernador parar la Tropa, y con el R. P. Presidente y algunos Soldados se hizo el registro de aquellas cercanías, y hallaron sitio muy al propósito para la ubicación del Presidio a la vista de la Playa, que allí forma una Ensenada, en la que podrían dar fondo los Barcos, en cuya Playa tiene una grande Ranchería de Gentiles. Mandó el Señor Gobernador parar el Real en dicho sitio apto, y se puso mano a hacer una Cruz grande, y una Barraca para primer Capilla, y la mesa para el Altar. Bendijo el V. P. Presidente el terreno, y la Santa Cruz, que adorada, y enarbolada, dijo la primera Misa, que oyó el Señor Gobernador con los oficiales y toda la Tropa, y en ella hizo S. R. una fervorosa Plática, y se concluyó la función tomando posesión del sitio sin la menor contradicción de los naturales de él. El día siguiente empezaron el corte de madera para las fábricas de Capilla, casas para el Padre, Oficiales, Cuartel, Almacenes, casas para las familias particulares de los Soldados casados, y Estacada. Mantúvose el V. P. Presidente en dicho Presidio una temporada hasta que le dijo el Señor Gobernador que no empezaría a fundar la Misión hasta quedar concluido el Presidio: oyendo esto S.
R. dijo: pues Señor: Yo aquí no hago falta, no pasando a fundar la Misión, y así determino pasar a Monterrey, porque ya no pueden tardar mucho los Barcos, desde allí enviaré a los Padres, y entretanto, para que aquí no se quede tanta gente sin Misa y quien les administre, llamaré a uno de los Misioneros de San Juan Capistrano: así lo practicó, dejando primero confirmados a todos los de la Tropa que no habían recibido este Santo Sacramento. Salió del Presidio de Santa Bárbara para Monterrey lleno de gozo por ver ya fundada la Misión de San Buenaventura, que tantos años había anhelado: visitó de paso las dos Misiones de San Luis y San Antonio, y en ambas hizo confirmaciones, confirmando a los que se habían bautizado desde marzo, que había hecho en ellas Confirmaciones, y se retiró para su Misión de San Carlos a mediados del mes de junio. Llegó a buen tiempo, pues aquel mismo día poco antes de llegar a Monterrey se encontró con el Correo, que traía los Pliegos y Cartas de México venidos por los Barcos, que habían dado fondo en este Puerto el 2 de junio de dicho año de 83; y aunque la noticia de la llegada de los Barcos alegró a S. R.; pero diciéndole no venían Padres, lo entristeció, como diré en el Capítulo siguiente.
Toda la demás Tropa siguió para la Fundación del Presidio con los dos Oficiales Teniente y Alférez, y el Señor Gobernador con los diez Soldados de Monterrey. Fue también siguiendo la Expedición el V. P. Presidente. Caminaron por la Costa o Playa de la Canal, mirando las Islas que la forman, y habiendo andado como nueve leguas de la Misión de San Buenaventura, que se juzgó como a la medianía de la Canal, mandó el Gobernador parar la Tropa, y con el R. P. Presidente y algunos Soldados se hizo el registro de aquellas cercanías, y hallaron sitio muy al propósito para la ubicación del Presidio a la vista de la Playa, que allí forma una Ensenada, en la que podrían dar fondo los Barcos, en cuya Playa tiene una grande Ranchería de Gentiles. Mandó el Señor Gobernador parar el Real en dicho sitio apto, y se puso mano a hacer una Cruz grande, y una Barraca para primer Capilla, y la mesa para el Altar. Bendijo el V. P. Presidente el terreno, y la Santa Cruz, que adorada, y enarbolada, dijo la primera Misa, que oyó el Señor Gobernador con los oficiales y toda la Tropa, y en ella hizo S. R. una fervorosa Plática, y se concluyó la función tomando posesión del sitio sin la menor contradicción de los naturales de él. El día siguiente empezaron el corte de madera para las fábricas de Capilla, casas para el Padre, Oficiales, Cuartel, Almacenes, casas para las familias particulares de los Soldados casados, y Estacada. Mantúvose el V. P. Presidente en dicho Presidio una temporada hasta que le dijo el Señor Gobernador que no empezaría a fundar la Misión hasta quedar concluido el Presidio: oyendo esto S.
R. dijo: pues Señor: Yo aquí no hago falta, no pasando a fundar la Misión, y así determino pasar a Monterrey, porque ya no pueden tardar mucho los Barcos, desde allí enviaré a los Padres, y entretanto, para que aquí no se quede tanta gente sin Misa y quien les administre, llamaré a uno de los Misioneros de San Juan Capistrano: así lo practicó, dejando primero confirmados a todos los de la Tropa que no habían recibido este Santo Sacramento. Salió del Presidio de Santa Bárbara para Monterrey lleno de gozo por ver ya fundada la Misión de San Buenaventura, que tantos años había anhelado: visitó de paso las dos Misiones de San Luis y San Antonio, y en ambas hizo confirmaciones, confirmando a los que se habían bautizado desde marzo, que había hecho en ellas Confirmaciones, y se retiró para su Misión de San Carlos a mediados del mes de junio. Llegó a buen tiempo, pues aquel mismo día poco antes de llegar a Monterrey se encontró con el Correo, que traía los Pliegos y Cartas de México venidos por los Barcos, que habían dado fondo en este Puerto el 2 de junio de dicho año de 83; y aunque la noticia de la llegada de los Barcos alegró a S. R.; pero diciéndole no venían Padres, lo entristeció, como diré en el Capítulo siguiente.