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Datos principales
Desarrollo
CAPITULO XXI Llega el Barco a San Diego, y salen las Expediciones en busca del Puerto de Monterrey. Ya queda dicho en el Capítulo XVI como el Paquebot San Antonio fue despachado a principios de Julio de 69 desde el Puerto de S. Diego al de S. Blas en solicitud de Tripulación para el San Carlos, y víveres para todos, y que a los veinte días de navegación dio fondo en aquel Puerto, sin más novedad que la muerte de nueve Marineros. Luego que el Exmô. Señor Virrey, e Illmô. Señor Visitador general recibieron los Pliegos, y por ellos la noticia de ir caminando la Expedición de tierra para Monterrey, y de la falta de Tripulación y de víveres que ésta experimentaba por no haber hecho viaje el tercer Barco, dieron prontas y eficaces providencias para que sin pérdida de tiempo se aviase, y cargase el Paquebot San Antonio, y saliese para Monterrey en derechura (sin tocar en San Diego) para socorrer la Expedición de tierra. Salió el Barco, y navegó felizmente para la altura de Monterrey; pero como ochenta leguas antes de llegar a ella, le faltó el agua, y fue preciso arribar a la Canal de Sta. Bárbara para proveerse de tan indispensable carga útil. En arrimándose a tierra, los cercaron luego los Gentiles con sus canoítas, muy placenteros y serviciales; les enseñaron el agua, y ayudaron a llenar de ella los barriles; y aunque no sabían nuestro idioma; pero con bastante claridad les dieron a entender por señas, que la Expedición de tierra había retrocedido; que había transitado dos veces por sus Rancherías, y tratado con ellos, y nombraban algunos de los Soldados.
Con estas noticias se quedó perplejo el Capitán Pérez para deliberar; pero compeliéndole más la orden de los Superiores, como cierta, que el dicho de los Gentiles, que podía no serlo, determinó seguir su viaje para Monterrey. Pero la casualidad o accidente de haber perdido allí una ancla, que consideraba le había de hacer mucha falta en aquel Puerto, le obligó a mudar de intento y bajar a San Diego para proveerse con la del San Carlos. Este que parecía accidente fue la causa de que el Paquebot San Antonio arribase allí, y se dejase ver la tarde del 19 de Marzo, por lo cual (como queda dicho) no llegó a desamparar la Misión y Puerto de San Diego. Habiendo llegado este Barco tan cargado de bastimentos, se resolvió por los Comandantes de mar y tierra hacer de nuevo las Expediciones en busca del deseado Monterrey. Para la de el mar fue el citado Paquebot San Antonio, y en él nuestro V. Fr. Junípero; y para la de tierra el señor Gobernador con los demás que en su Diario refiere el Padre Crespí. Salieron ambas a mediados de Abril, y estando ya a bordo mi venerado Padre Lector Junípero, me escribió la siguiente Carta, que no omito insertar, pues de su contenido se percibe el ardiente y fervoroso celo de la conversión de las almas que inflamaba su corazón. "Viva Jesús, María, y José= R. P. Lector y Presidente Fr. Francisco Palou= Carísimo Amigo, Compañero y Señor mío: Habiendo llegado a este Puerto el día del Señor San José el San Antonio, alias el Príncipe, aunque no entró hasta cuatro días después, determinaron estos Señores segunda vuelta a Monterrey.
Va segunda vez el P. Fr. Juan por tierra, y yo por mar; y cuando estábamos en que no sería tan breve (aunque yo ya tenía embarcado cuanto había que llevar, menos la cama) ayer Sábado de Gloria, muy tarde, recibí recado del Capitán nuestro Paisano Don Juan Pérez, que aquella misma noche había de ser fozosamente el embarque. Embarquéme, y ahora estamos en la boca del Puerto, y la gente trabajando en las maniobras de la salida, desde que les dije Misa muy de mañana. Quedan de Ministros de San Diego los Padres Parrón y Gómez, con Soldados en sus trabajos, viendo que tal cual son los menos mal librados de los que aquí estamos. Yo, y el P. Fr. Juan, vamos con el ánimo de dividirnos (así que venga Escolta) uno para Monterrey, y otro para San Buenaventura, como ochenta leguas de distancia, porque no se pierda por nosotros ni por el Colegio la erección de aquella tercera Misión de esta nueva California. Y en la verdad será para mí el mayor de los trabajos tal género de soledad; pero Dios hará la costa por su infinita misericordia. Si no tuviere lugar de escribir al Colegio al R. P. Guardián, suplico a V. R. lo haga en mi nombre, dándole razón de todo, y que esta Carta la escribo sentadito en el suelo de esta Cámara con bastante trabajo; y así he hecho con la adjunta del Señor Illmô. que es brevecita, dándole razón de lo propio. Por este barco no he tenido ni siquiera una esquela, ni una letra de nadie. En voz hemos tenido la noticia de la muerte de nuestro Smô.
Padre el Señor Clemente XIII, y que se hizo elección en el Exmô. Señor Ganganeli, Religioso nuestro, Dominus conservet eum etc. que en esta soledad me he alegrado mucho de tanta dicha; y también he sabido de la muerte del Padre Morán, a quien estamos aplicando las Misas de nuestro Concordato. El no haber venido Carta, dicen que fue porque salió este Barco con destino de ir derecho a Monterrey, sin tocar acá; por esto se dejó allá todas las Cartas de los que estábamos en San Diego, para que las traiga el Paquebot San José, que dicen esta destinado para acá; pero no ha llegado, y en opinión de estos Señores Náuticos, es muy dudoso si llegará. Cuando venga el otro como no ha de pasar adelante, aquí se quedarán las Cartas, y leídas por los Padres, harán lo que gustaren de ellas; porque no sé yo cuando irán otros para nuestro destino. Y ya ha un año que no tengo noticia del Colegio, ni de su Illmâ. y breve se completa el de la última de V. R. Bendito sea Dios. Cuando haya ocasión estimaré nos procure Cera para las Misas, e Incienso. Si hubieren llegado Compañeros de España, a sus Reverencias todos juntos con los antiguos me encomiendo con fina voluntad. Por Carta del Padre Murguía, escrita al Capitán Don Juan Pérez en el Cabo de San Lucas, supe que el Padre Ramos había pasado a Loreto, llamado de V. R. a algunos negocios; y fue la claúsula de que más me alegré, porque por ella supe el vivir V. R. y el padre Ramos, que no había sabido otro tanto desde que salí de Vellicatá, o San Juan de Dios.
" "Esta Carta concluyo hoy, segundo día de Pascua, día de la profesión de N. S. P. S. Francisco, porque ayer al cabo no salimos, porque cambió el viento; pero ahora que serán como las siete de la mañana ya estamos salidos de la boca del Puerto, y vamos a remolque con la lancha de San Carlos, a cuyos Marineros, cuando se despidan, la entregaré, Deo dante, para que la lleven a los Padres de tierra, y puedan entregarla a unos Correos que me dicen van a despachar, así que se verifiquen las salidas de ambas Expediciones. En fin a Dios, Carísimo mío, y su Majestad nos junte en el Cielo. Al Padre Ramos y Padre Murguía especialísimas memorias; y a todos los demás escribo una de Cordillera encomendándome en sus oraciones. Repito la súplica de que escriba V. R. al Colegio en mi nombre, pues por lo repentino no he tenido más lugar; y Dios guarde a V. R. muchos años en su santo amor y gracia. Mar del Sur enfrente del Puerto de San Diego, 16 de Abril de 1770= B. L. M. de V. R. afectísimo Hermano, Amigo, Siervo &c.=Fr. Junípero Serra". Habiendo salido de San Diego el día 16 de Abril, empezaron a navegar y a reconocer la contrariedad de los aires, que les hizo descender hasta el grado 30; pero habiéndose engolfado, y mejorado de vientos, llegaron con felicidad (después de cuarenta y seis días de navegación) al Puerto de Monterrey, como se verá en el Capítulo siguiente. La Expedición de tierra salió un día después que la de mar, y llegó al deseado Puerto (que no conocieron en el primer viaje) a los treinta y ocho días de su salida, habiendo descansado solos dos días en el camino las bestias, según se advierte en el Diario del Padre Crespí.
Con estas noticias se quedó perplejo el Capitán Pérez para deliberar; pero compeliéndole más la orden de los Superiores, como cierta, que el dicho de los Gentiles, que podía no serlo, determinó seguir su viaje para Monterrey. Pero la casualidad o accidente de haber perdido allí una ancla, que consideraba le había de hacer mucha falta en aquel Puerto, le obligó a mudar de intento y bajar a San Diego para proveerse con la del San Carlos. Este que parecía accidente fue la causa de que el Paquebot San Antonio arribase allí, y se dejase ver la tarde del 19 de Marzo, por lo cual (como queda dicho) no llegó a desamparar la Misión y Puerto de San Diego. Habiendo llegado este Barco tan cargado de bastimentos, se resolvió por los Comandantes de mar y tierra hacer de nuevo las Expediciones en busca del deseado Monterrey. Para la de el mar fue el citado Paquebot San Antonio, y en él nuestro V. Fr. Junípero; y para la de tierra el señor Gobernador con los demás que en su Diario refiere el Padre Crespí. Salieron ambas a mediados de Abril, y estando ya a bordo mi venerado Padre Lector Junípero, me escribió la siguiente Carta, que no omito insertar, pues de su contenido se percibe el ardiente y fervoroso celo de la conversión de las almas que inflamaba su corazón. "Viva Jesús, María, y José= R. P. Lector y Presidente Fr. Francisco Palou= Carísimo Amigo, Compañero y Señor mío: Habiendo llegado a este Puerto el día del Señor San José el San Antonio, alias el Príncipe, aunque no entró hasta cuatro días después, determinaron estos Señores segunda vuelta a Monterrey.
Va segunda vez el P. Fr. Juan por tierra, y yo por mar; y cuando estábamos en que no sería tan breve (aunque yo ya tenía embarcado cuanto había que llevar, menos la cama) ayer Sábado de Gloria, muy tarde, recibí recado del Capitán nuestro Paisano Don Juan Pérez, que aquella misma noche había de ser fozosamente el embarque. Embarquéme, y ahora estamos en la boca del Puerto, y la gente trabajando en las maniobras de la salida, desde que les dije Misa muy de mañana. Quedan de Ministros de San Diego los Padres Parrón y Gómez, con Soldados en sus trabajos, viendo que tal cual son los menos mal librados de los que aquí estamos. Yo, y el P. Fr. Juan, vamos con el ánimo de dividirnos (así que venga Escolta) uno para Monterrey, y otro para San Buenaventura, como ochenta leguas de distancia, porque no se pierda por nosotros ni por el Colegio la erección de aquella tercera Misión de esta nueva California. Y en la verdad será para mí el mayor de los trabajos tal género de soledad; pero Dios hará la costa por su infinita misericordia. Si no tuviere lugar de escribir al Colegio al R. P. Guardián, suplico a V. R. lo haga en mi nombre, dándole razón de todo, y que esta Carta la escribo sentadito en el suelo de esta Cámara con bastante trabajo; y así he hecho con la adjunta del Señor Illmô. que es brevecita, dándole razón de lo propio. Por este barco no he tenido ni siquiera una esquela, ni una letra de nadie. En voz hemos tenido la noticia de la muerte de nuestro Smô.
Padre el Señor Clemente XIII, y que se hizo elección en el Exmô. Señor Ganganeli, Religioso nuestro, Dominus conservet eum etc. que en esta soledad me he alegrado mucho de tanta dicha; y también he sabido de la muerte del Padre Morán, a quien estamos aplicando las Misas de nuestro Concordato. El no haber venido Carta, dicen que fue porque salió este Barco con destino de ir derecho a Monterrey, sin tocar acá; por esto se dejó allá todas las Cartas de los que estábamos en San Diego, para que las traiga el Paquebot San José, que dicen esta destinado para acá; pero no ha llegado, y en opinión de estos Señores Náuticos, es muy dudoso si llegará. Cuando venga el otro como no ha de pasar adelante, aquí se quedarán las Cartas, y leídas por los Padres, harán lo que gustaren de ellas; porque no sé yo cuando irán otros para nuestro destino. Y ya ha un año que no tengo noticia del Colegio, ni de su Illmâ. y breve se completa el de la última de V. R. Bendito sea Dios. Cuando haya ocasión estimaré nos procure Cera para las Misas, e Incienso. Si hubieren llegado Compañeros de España, a sus Reverencias todos juntos con los antiguos me encomiendo con fina voluntad. Por Carta del Padre Murguía, escrita al Capitán Don Juan Pérez en el Cabo de San Lucas, supe que el Padre Ramos había pasado a Loreto, llamado de V. R. a algunos negocios; y fue la claúsula de que más me alegré, porque por ella supe el vivir V. R. y el padre Ramos, que no había sabido otro tanto desde que salí de Vellicatá, o San Juan de Dios.
" "Esta Carta concluyo hoy, segundo día de Pascua, día de la profesión de N. S. P. S. Francisco, porque ayer al cabo no salimos, porque cambió el viento; pero ahora que serán como las siete de la mañana ya estamos salidos de la boca del Puerto, y vamos a remolque con la lancha de San Carlos, a cuyos Marineros, cuando se despidan, la entregaré, Deo dante, para que la lleven a los Padres de tierra, y puedan entregarla a unos Correos que me dicen van a despachar, así que se verifiquen las salidas de ambas Expediciones. En fin a Dios, Carísimo mío, y su Majestad nos junte en el Cielo. Al Padre Ramos y Padre Murguía especialísimas memorias; y a todos los demás escribo una de Cordillera encomendándome en sus oraciones. Repito la súplica de que escriba V. R. al Colegio en mi nombre, pues por lo repentino no he tenido más lugar; y Dios guarde a V. R. muchos años en su santo amor y gracia. Mar del Sur enfrente del Puerto de San Diego, 16 de Abril de 1770= B. L. M. de V. R. afectísimo Hermano, Amigo, Siervo &c.=Fr. Junípero Serra". Habiendo salido de San Diego el día 16 de Abril, empezaron a navegar y a reconocer la contrariedad de los aires, que les hizo descender hasta el grado 30; pero habiéndose engolfado, y mejorado de vientos, llegaron con felicidad (después de cuarenta y seis días de navegación) al Puerto de Monterrey, como se verá en el Capítulo siguiente. La Expedición de tierra salió un día después que la de mar, y llegó al deseado Puerto (que no conocieron en el primer viaje) a los treinta y ocho días de su salida, habiendo descansado solos dos días en el camino las bestias, según se advierte en el Diario del Padre Crespí.