Compartir
Datos principales
Desarrollo
CAPÍTULO XXI Del plátano Pasando a plantas mayores, en el linaje de árboles el primero de Indias de quien es razón hablar, es el plátano o plantano, como el vulgo le llama. Algún tiempo dudé si el plátano que los antiguos celebraron, y este de Indias, era de una especie; mas visto lo que es éste y lo que del otro escriben, no hay duda sino que son diversísimos. La causa de haberle llamado plátano los españoles (porque los naturales no tenían tal vocablo) fue, como en otras cosas, alguna similitud que hallaron, como llaman ciruelas, y piñas y almendras y pepinos, cosas tan diferentes de las que en Castilla son de esos géneros. En lo que me parece que debieron hallar semejanza entre estos plátanos de Indias y los plátanos que celebran los antiguos, es en la grandeza de las hojas, porque las tienen grandísimas y fresquísimas estos plátanos, y de aquéllos se celebra mucho la grandeza y frescor de sus hojas, también ser planta que quiere mucha agua, y cuasi continua. Lo cual viene con aquello de la escritura: "Como plátano junto a las aguas." Mas en realidad de verdad no tiene que ver la una planta con la otra más que el huevo con la castaña, como dicen. Porque lo primero, el plátano antiguo no lleva fruta, o a lo menos no se hacía caso de ella; lo principal porque le estimaban era por la sombra que hacía, de suerte que no había más sol debajo de un plátano que debajo de un tejado. El plátano de Indias, por lo que es de tener en algo y en mucho, es por la fruta, que la tiene muy buena, y para hacer sombra no es ni pueden estar sentados debajo de él.
Ultra de eso, el plátano antiguo tenía tronco tan grande y ramos tan esparcidos, que refiere Plinio de el otro Licinio, capitán romano, que con diez y ocho compañeros comió dentro de un hueco de un plátano muy a placer. Y del otro emperador Cayo Calígula que con once convidados se sentó sobre los ramos de otro plátano en alto, y allí les dio un soberbio banquete. Los plátanos de Indias ni tienen hueco, ni tronco ni ramos. Añádase a lo dicho, que los plátanos antiguos dábanse en Italia y en España, aunque vinieron de Grecia, y a Grecia de Asia; mas los plátanos de Indias no se dan en Italia y España. Digo no se dan, porque aunque se han visto por acá, y yo vi uno en Sevilla en la huerta del Rey, pero no medran ni valen nada. Finalmente, lo mismo en que hay la semejanza son muy desemejantes, porque aunque la hoja de aquéllos era grande, pero no en tanto exceso, pues la junta Plinio con la hoja de la parra y de la higuera. Las hojas del plátano de Indias son de maravillosa grandeza, pues cubrirá una de ellas a un hombre poco menos que de pies a cabeza. Así que no hay para qué poner esto jamás en duda; mas puesto que sea diverso este plátano de aquel antiguo, no por eso merece menos loor, sino quizá más, por las propriedades tan provechosas que tiene. Es planta que en la tierra hace cepa y de ella saca diversos pimpollos, sin estar asido ni trabado uno de otro. Cada pimpollo crece y hace como árbol por sí, engrosando y echando aquellas hojas de un verde muy fino y muy liso, y de la grandeza que he dicho.
Cuando ha crecido como estado y medio o dos, echa un racimo sólo de plátanos, que unas veces son muchos, otras no tantos; en alguno se han contado trescientos; es cada uno de un palmo de largo y más y menos, y grueso como de dos dedos o tres, aunque hay en esto mucha diferencia de unos a otros. Quítase fácilmente la cáscara o corteza, y todo lo demás es médula tiesa y tierna, y de muy buen comer, porque es sana y sustenta. Inclina un poco más a frío que calor esta fruta. Suélense los racimos que digo, coger verdes, y en tinajas, abrigándolos, se maduran y sazonan, especialmente con cierta yerba que es a propósito para eso. Si los dejan madurar en el árbol, tienen mejor gusto y un olor como de camuesas, muy lindo. Duran cuasi todo el año, porque de la cepa del plátano van siempre brotando pimpollos, y cuando uno acaba, otro comienza a dar fruto, otro está a medio crecer, otro retoña de nuevo, de suerte que siempre suceden unos pimpollos a otros, y así todo el año hay fruto. En dando su racimo cortan aquel brazo; porque no da más ninguno de uno y una vez, pero la cepa, como digo, queda y brota de nuevo, hasta que se cansa; dura por algunos años; quiere mucha humedad el plátano y tierra muy caliente. Échanle al pie, ceniza para más beneficio; hácense bosques espesos de los platanares, y son de mucho provecho, porque es la fruta que más se usa en Indias, y es cuasi en todas ellas universal, aunque dicen que su origen fue de Etiopía, y que de allí vino, y en efecto los negros lo usan mucho, y en algunas partes éste es su pan; también hacen vino de él.
Cómese el plátano como fruta, así crudo; ásase también, y guísase y hacen de él diversos potajes y aún conservas, y en todo dice bien. Hay unos plátanos pequeños y más delicados y blancos, que en la Española llaman dominicos; hay otros más gruesos y recios, y colorados. En la tierra del Pirú no se dan; tráense de los Andes, como a México de Cuernavaca y otros valles. En Tierrafirme y en algunas islas hay platanares grandísimos como bosques espesos; si el plátano fuera de provecho para el fuego, fuera la planta más útil que puede ser, pero no lo es, porque ni su hoja ni sus ramos sirven de leña, y mucho menos de madera, por ser fofos y sin fuerza. Todavía las hojas secas sirvieron a D. Alonso de Arcila (como él dice) para escrebir en Chile algunos pedazos de la Araucana, ya falta de papel no es mal remedio, pues será la hoja del ancho de un pliego de papel o poco menos, y de largo tiene más de cuatro tanto.
Ultra de eso, el plátano antiguo tenía tronco tan grande y ramos tan esparcidos, que refiere Plinio de el otro Licinio, capitán romano, que con diez y ocho compañeros comió dentro de un hueco de un plátano muy a placer. Y del otro emperador Cayo Calígula que con once convidados se sentó sobre los ramos de otro plátano en alto, y allí les dio un soberbio banquete. Los plátanos de Indias ni tienen hueco, ni tronco ni ramos. Añádase a lo dicho, que los plátanos antiguos dábanse en Italia y en España, aunque vinieron de Grecia, y a Grecia de Asia; mas los plátanos de Indias no se dan en Italia y España. Digo no se dan, porque aunque se han visto por acá, y yo vi uno en Sevilla en la huerta del Rey, pero no medran ni valen nada. Finalmente, lo mismo en que hay la semejanza son muy desemejantes, porque aunque la hoja de aquéllos era grande, pero no en tanto exceso, pues la junta Plinio con la hoja de la parra y de la higuera. Las hojas del plátano de Indias son de maravillosa grandeza, pues cubrirá una de ellas a un hombre poco menos que de pies a cabeza. Así que no hay para qué poner esto jamás en duda; mas puesto que sea diverso este plátano de aquel antiguo, no por eso merece menos loor, sino quizá más, por las propriedades tan provechosas que tiene. Es planta que en la tierra hace cepa y de ella saca diversos pimpollos, sin estar asido ni trabado uno de otro. Cada pimpollo crece y hace como árbol por sí, engrosando y echando aquellas hojas de un verde muy fino y muy liso, y de la grandeza que he dicho.
Cuando ha crecido como estado y medio o dos, echa un racimo sólo de plátanos, que unas veces son muchos, otras no tantos; en alguno se han contado trescientos; es cada uno de un palmo de largo y más y menos, y grueso como de dos dedos o tres, aunque hay en esto mucha diferencia de unos a otros. Quítase fácilmente la cáscara o corteza, y todo lo demás es médula tiesa y tierna, y de muy buen comer, porque es sana y sustenta. Inclina un poco más a frío que calor esta fruta. Suélense los racimos que digo, coger verdes, y en tinajas, abrigándolos, se maduran y sazonan, especialmente con cierta yerba que es a propósito para eso. Si los dejan madurar en el árbol, tienen mejor gusto y un olor como de camuesas, muy lindo. Duran cuasi todo el año, porque de la cepa del plátano van siempre brotando pimpollos, y cuando uno acaba, otro comienza a dar fruto, otro está a medio crecer, otro retoña de nuevo, de suerte que siempre suceden unos pimpollos a otros, y así todo el año hay fruto. En dando su racimo cortan aquel brazo; porque no da más ninguno de uno y una vez, pero la cepa, como digo, queda y brota de nuevo, hasta que se cansa; dura por algunos años; quiere mucha humedad el plátano y tierra muy caliente. Échanle al pie, ceniza para más beneficio; hácense bosques espesos de los platanares, y son de mucho provecho, porque es la fruta que más se usa en Indias, y es cuasi en todas ellas universal, aunque dicen que su origen fue de Etiopía, y que de allí vino, y en efecto los negros lo usan mucho, y en algunas partes éste es su pan; también hacen vino de él.
Cómese el plátano como fruta, así crudo; ásase también, y guísase y hacen de él diversos potajes y aún conservas, y en todo dice bien. Hay unos plátanos pequeños y más delicados y blancos, que en la Española llaman dominicos; hay otros más gruesos y recios, y colorados. En la tierra del Pirú no se dan; tráense de los Andes, como a México de Cuernavaca y otros valles. En Tierrafirme y en algunas islas hay platanares grandísimos como bosques espesos; si el plátano fuera de provecho para el fuego, fuera la planta más útil que puede ser, pero no lo es, porque ni su hoja ni sus ramos sirven de leña, y mucho menos de madera, por ser fofos y sin fuerza. Todavía las hojas secas sirvieron a D. Alonso de Arcila (como él dice) para escrebir en Chile algunos pedazos de la Araucana, ya falta de papel no es mal remedio, pues será la hoja del ancho de un pliego de papel o poco menos, y de largo tiene más de cuatro tanto.