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Desarrollo
CAPITULO XII Que trata de la nobleza tlaxcalteca y de la enemistad que ovo con los culhuas mexicanos Los capitanes famosos y muy diestros en la guerra que llevó Cortés a la de México son hijos de señores y hombres de cuenta y calidad. Son los que siguen. Primeramente, de la cabecera de Ocotelolco salieron Tecohuanitecuhtli Acxotecatl, Cehecatecuhtli, Tecpanecatl, Tenamazcuicuiltecuhtli, señor de Tepoyanco, Calmecahuatecuhtli Petlacoltzintecuhtli; de la cabecera de Quiahuiztlan salieron Quanahtecatl Tecuhtli Quauhquentzin, Tepultzin, Tlachpanquizcatzin, Chichimecayaotequihua, Tepalnencatzin, Temaxahuitzin, Omemaní Nezahualcoyotzin Cocomitzin, Acxotecatl Tzinhcohuacatl, Quauhtapalcantzin; sin otros muchos que por la variedad del tiempo se han olvidado sus nombres antiguos. Las divisas y armas principales de la casa de Ocotelolco de los maxixcatzis, son una garza o pájaro verde, llamado Quetzaltototl, sobre un peñasco, que es una ave de plumas verdes muy preciadas, tiene el pico de oro y en los encuentros de las alas dos patenas redondas de oro y sobre la cola otra. La divisa y armas de la cabecera y casa de Tetcola es una garza blanca sobre otro peñasco. La divisa y armas de la casa y cabecera de Quiahuiztlan es un penacho de plumas verdes a manera de ala o aventador, que traían por divisa y armas los señores de esta cabecera, y el día de hoy la estiman en mucho, llamado Quetzalpatzactli. La cabecera de Tepeticpac tiene por armas y divisa un lobo muy feroz sobre unas peñas, que tiene en la mano un arco y flechas.
No se hace caso de otras armas y divisas al ver que son muchas y de diversas maneras conforme a sus antiguas usanzas. Ágora tornaremos, prosiguiendo nuestra relación, a tratar lo que sucedió después de la derrota de los de Texcalticpac, y cómo se fueron amplificando y ensanchando, y la ocasión que tuvieron los culhuas mexicanos de tener guerras, enemistades y disenciones con los tlaxcaltecas, y en qué tiempos. Después de ser pasada la guerra cruel de los chichimecas de Texcalticpac, como atrás dejamos tratado, comenzaron a bajarse de allí y a fundar pueblos y lugares. Fundose la cabecera de Ocotelolco y la de Tizatlan y Quiahuiztlan. No tan solamente se ha de entender que fueron cuatro los señores de esta República, porque, ansimismo, se poblaron muchos pueblos y lugares de otros principales chichimecas, que habían sido caudillos en su venida, capitanes, maestres de campo y de otros oficios y cargos tocantes a la milicia. De los cuales, el día de hoy, hay casas fundadas de muy buenos mayorazgos y otras casas solariegas, a las cuales tenían reconocimiento como casas mayores de donde procedía su linaje, como la que se fundó en Tepeticpac, que fue la primera cabecera, que acudían a ella con reconocimiento y respeto de rey, y lo mismo se hacía en la cabecera de Ocotelolco, Tizatlan y Quiahuiztlan. De cada casa de éstas y cabeceras procedían otros muchos tecuhtlis mayorazgos, que quiere decir "caballeros y señores", y otras casas que llaman pileales, que es como decir "casas solariegas de principales hombres hidalgos".
En lo cual se tenía particular cuenta, porque los descendientes de éstos son estimados como hombres calificados, que, aunque sean pobrísimos, no ejercen oficios mecánicos, ni tratos bajos, ni viles. Jamás se permiten cargar, ni cavar con coas, ni arados, diciendo que son hidalgos y que no han de aplicarse a estas cosas soeces y bajas, sino servir en guerras y fronteras, como hidalgos, y morir, como hombres, peleando. La cual locura virtuosa dura y permanece hasta agora, diciendo que son hidalgos y caballeros desde ab initio y que agora lo son mejor, porque se convirtieron al verdadero Dios y se han tornado cristianos, dando la obediencia al emperador D. Carlos, Rey de Castilla, demás y allende de esto le ayudaron a ganar y conquistar toda la redondez y máquina de este Nuevo Mundo, dándole el derecho y acción que tenían contra los mexicanos para que fuese universal rey y señor de ellos, y que por esto son hidalgos y caballeros. Estas y otras fanfarrias y locuras dicen, que jamás acaban de blasonar, y ansí cuando un mal español los maltrata le dicen que es mal cristiano, que no es hidalgo ni caballero, porque si lo fuera que sus obras y palabras fueran modestas, como de caballero; que debe ser villano, moro, o judío, o vizcaíno, y al remate, cuando no hallan palabras con que podelle vituperar, le dicen: "al fin, eres portugués", pensando que en esto le han hecho muy grande afrenta. Tornando a nuestro propósito comenzado, que es haber tratado de las casas de mayorazgos y señorío, y de las casas solariegas, cualquier capitán o Tecuhtli que fundaba una casa o vínculo de mayorazgo con todos aquellos soldados que tenía a su cargo en aquel repartimiento de tierras y montes que se le había dado, hacía después otro repartimiento, el cual era de esta forma y manera que diremos.
Cualquier Tecuhtli que fundaba un Tecalli, que es "casa de mayorazgo", o Pilcalli, que es "casa solariega", tomaba todas aquellas tierras que le caían en suerte de repartimiento con montes, fuentes, ríos o lagunas y tomábase para la casa principal la mayor y mejor suerte o pagos de tierra. Luego, las demás que quedaban se repartían para sus soldados, amigos y parientes igualmente. Todos estos estaban obligados a reconocer la casa mayor, a acudir a ella, a alzalle, reparalle y a ser Continos en ella, con reconocimiento de aves y cazas, flores y ramos para el sustento de la casa del mayorazgo. El que lo era estaba obligado a sustentarlos y regalarlos como amigos de aquella casa y parientes de ella, ansí es que se llaman teixhuihuan, que quiere decir los "nietos de la casa de tal parte". Estos repartimientos de tierras se partieron a terrazgueros e hicieron poblazones en ella, y éstos eran vasallos y, como tales, les pagaban tributo y vasallaje de las cosas que criaban y cogían. Y por esta orden vinieron a ser caciques y señores de muchas gentes y vasallos que los reconocían y pagaban vasallaje, de los cuales fundaron pueblos y lugares muy principales con que se sustentaron y gobernaron su República por buen modo y concierto, según su bárbaro y rústico talento. Ansí poblada la muy insigne y no menos que leal provincia de Tlaxcalla, tuvieron paz y concordia con todas las provincias comarcanas grandes tiempos. Y ansí, se comunicaban y trataban en gran conformidad con los mexicanos, y atravesaban los unos y los otros todas las tierras y provincias y reinos que querían, y lo mismo hacían los de ésta, porque iban a contratar a todas partes, de una mar a otra, de la del Sur a la del Norte, de la de Levante a la de Poniente, porque de los pobladores de esta provincia salieron a poblar la costa y serranía de hacia la parte del Norte y de la de Levante, hacia la de Cempoalla, Tuxtla, Cohuazacoalco y Tabasco.
Finalmente, de estas tierras traían oro, cacao, algodón, ropa, miel, cera, plumería de papagayo y otras riquezas que mucho estiman. En tanta manera, que vino a ser el reino de Tlaxcalla uno de los mayores que obo en estas partes del Nuevo Mundo, gobernado por los cuatro señores de las cuatro cabeceras; tanto que fue envidiado de las provincias vecinas y comarcanas, que aunque Cholollan, Huexotzinco, Quauhquecholla e Itzyocan, que llaman los españoles Izúcar, y Tecalpan, Tepeyacac, Tecamachalco, Quecholac, Acantzinco, Teohuacan, Cozcatlan y Teutitlan, Ahuilizapan, y todas estas provincias les tenían amistad, no por eso dejaba de reinar en ellos mortal envidia. La misma amistad se tenía con los zacatecas iztaccamaxtitlancalques, tzacuhtecas y tlatlauhquitepehuaques, tecuhtecas y atzopanecas. Todas estas naciones son ulmecas. Ansimismo, tenían alianza con esta provincia ... que les traían la miel, cera, liquidámbar, gran muchedumbre de algodón y otras cosas que las tierras templadas producen, pescado y camarón. Y como las cosas de esta vida, ni la felicidad de ella es permanente, luego se introdujo la sediciosa ambición, que como obiese tanta paz y conformidad con los tetzcucanos y mexicanos, y fuese en crecimiento el Imperio de los tepanecas culhuas, no contentándose con lo que era suyo propio, pretendió ponerse en arma contra los de Tlaltelulco y supeditallos, sin otro derecho alguno, sino sólo para que reconociesen por señor y rey a Ahuitzotzin, que en aquel siglo reinaba sobre todos los mexicanos tepanecas.
Y como saliese con su propósito comenzado, procuró luego de ir contra Xochimilco y sujetalle, así como lo hizo, y de allí, como le sucedía todo tan prósperamente, fue ganando y conquistando tierras y provincias, sujetándolas como señor absoluto, pues con los grandes ejércitos que hizo juntar atemorizó toda la tierra: Unas provincias se le daban de paz y otras por fuerza de arma. Y como obiese sujetado la mayor parte de los matlatzincas, cohuixcas y tlalhuicas, pretendió pasar los puertos de la Sierra Nevada y Volcán con sus ejércitos hasta que rindió a los de Huexotzinco y Cholulla, haciendo partidos y conciertos de reconocimiento con ellos. De aquí ovo principio el ser único señor del Reino Mexicano. Y como a Ahuitzotzin le sucediese Axayacatzin, único señor de México, pretendió hacer lo propio que su antecesor Ahuitzotzin, esto es: ir ensanchando su reino con ánimo de conquistar todo el mundo, y cuanto hallase por delante para ser señor y rey universal de todo este Nuevo Mundo. Sucedióle tan prósperamente todo lo que se imaginó y propuso que a poco tiempo vino a ser rey, casi señor, de todo Huexotzinco, Quauhquechollan, Itzucan, Valle de Atlixco, Cholollan, Calpan, Tepeyacac, Tecamachalco, Quecholac, Teohuacan, Cozcatlan y Teotitlan. Finalmente, toda la más tierra que pudo fue sujetando y conquistando de tal manera, que no había provincia ni reino que se le parase delante que no ganase y conquistase. Entendido por los señores de Tlaxcalla la prosperidad y pujanza con que iba creciendo el reino de los culhuas mexicanos tepanecas, que ya en esta sazón se llamaban tenuchcas, determinaron de ponerse en arma y cuidado de las cosas que les pudiesen suceder con poderío tan grande como este que se había levantado.
Y ansí, porque no les entrase por alguna parte, determinaron de guardar y conservar sus tierras y tener con esto paz con todos, como siempre la habían tenido; mas con todas estas prevenciones y recatos, movidos de mortal envidia, los huexotzincas, cholultecas y otras provincias sujetas a los tenuchcas mexicanos procuraron por astucias y maña impedir la contratación de los tlaxcaltecas por todas las partes que pudieron y que se recogieran en sus tierras. Y para más incitar a los tenuchcas mexicanos y moverlos a ira, informaron los rendidos siniestramente contra ellos, diciéndoles cómo los tlaxcaltecas se iban apoderando de muchas provincias de las que ellos habían ganado, ansí por amistades como por contratos, especialmente de las de Cuetlaxtlan, Tuxtlan, Cempohuallan, Cohuatzacoalco, Tabasca, Campeche y otras provincias y lugares marítimos, e que avisaban de ello, que viesen lo que más les convenía. Como los tenuchcas entendiesen que podía suceder ansí por ser los tlaxcaltecas belicosos y viendo que los mexicanos iban señoreando toda la tierra, que podrían hacer lo mismo, y como el mando no permite igualdad, para remediar un tan gran estorbo e impedimento, procuraron los tenochcas apoderarse de toda la Totonacapan y de las provincias de los tohueyos, xalapanecas, nauhtecas, mexcaltzincas y otras muchas provincias de la costa del Norte, que por evitar prolijidad no referimos, e impedir por tal medio de estorbar las contrataciones y granjerías a los tlaxcaltecas, que les daban mucha riqueza, como en efecto lo hicieron.
No se hace caso de otras armas y divisas al ver que son muchas y de diversas maneras conforme a sus antiguas usanzas. Ágora tornaremos, prosiguiendo nuestra relación, a tratar lo que sucedió después de la derrota de los de Texcalticpac, y cómo se fueron amplificando y ensanchando, y la ocasión que tuvieron los culhuas mexicanos de tener guerras, enemistades y disenciones con los tlaxcaltecas, y en qué tiempos. Después de ser pasada la guerra cruel de los chichimecas de Texcalticpac, como atrás dejamos tratado, comenzaron a bajarse de allí y a fundar pueblos y lugares. Fundose la cabecera de Ocotelolco y la de Tizatlan y Quiahuiztlan. No tan solamente se ha de entender que fueron cuatro los señores de esta República, porque, ansimismo, se poblaron muchos pueblos y lugares de otros principales chichimecas, que habían sido caudillos en su venida, capitanes, maestres de campo y de otros oficios y cargos tocantes a la milicia. De los cuales, el día de hoy, hay casas fundadas de muy buenos mayorazgos y otras casas solariegas, a las cuales tenían reconocimiento como casas mayores de donde procedía su linaje, como la que se fundó en Tepeticpac, que fue la primera cabecera, que acudían a ella con reconocimiento y respeto de rey, y lo mismo se hacía en la cabecera de Ocotelolco, Tizatlan y Quiahuiztlan. De cada casa de éstas y cabeceras procedían otros muchos tecuhtlis mayorazgos, que quiere decir "caballeros y señores", y otras casas que llaman pileales, que es como decir "casas solariegas de principales hombres hidalgos".
En lo cual se tenía particular cuenta, porque los descendientes de éstos son estimados como hombres calificados, que, aunque sean pobrísimos, no ejercen oficios mecánicos, ni tratos bajos, ni viles. Jamás se permiten cargar, ni cavar con coas, ni arados, diciendo que son hidalgos y que no han de aplicarse a estas cosas soeces y bajas, sino servir en guerras y fronteras, como hidalgos, y morir, como hombres, peleando. La cual locura virtuosa dura y permanece hasta agora, diciendo que son hidalgos y caballeros desde ab initio y que agora lo son mejor, porque se convirtieron al verdadero Dios y se han tornado cristianos, dando la obediencia al emperador D. Carlos, Rey de Castilla, demás y allende de esto le ayudaron a ganar y conquistar toda la redondez y máquina de este Nuevo Mundo, dándole el derecho y acción que tenían contra los mexicanos para que fuese universal rey y señor de ellos, y que por esto son hidalgos y caballeros. Estas y otras fanfarrias y locuras dicen, que jamás acaban de blasonar, y ansí cuando un mal español los maltrata le dicen que es mal cristiano, que no es hidalgo ni caballero, porque si lo fuera que sus obras y palabras fueran modestas, como de caballero; que debe ser villano, moro, o judío, o vizcaíno, y al remate, cuando no hallan palabras con que podelle vituperar, le dicen: "al fin, eres portugués", pensando que en esto le han hecho muy grande afrenta. Tornando a nuestro propósito comenzado, que es haber tratado de las casas de mayorazgos y señorío, y de las casas solariegas, cualquier capitán o Tecuhtli que fundaba una casa o vínculo de mayorazgo con todos aquellos soldados que tenía a su cargo en aquel repartimiento de tierras y montes que se le había dado, hacía después otro repartimiento, el cual era de esta forma y manera que diremos.
Cualquier Tecuhtli que fundaba un Tecalli, que es "casa de mayorazgo", o Pilcalli, que es "casa solariega", tomaba todas aquellas tierras que le caían en suerte de repartimiento con montes, fuentes, ríos o lagunas y tomábase para la casa principal la mayor y mejor suerte o pagos de tierra. Luego, las demás que quedaban se repartían para sus soldados, amigos y parientes igualmente. Todos estos estaban obligados a reconocer la casa mayor, a acudir a ella, a alzalle, reparalle y a ser Continos en ella, con reconocimiento de aves y cazas, flores y ramos para el sustento de la casa del mayorazgo. El que lo era estaba obligado a sustentarlos y regalarlos como amigos de aquella casa y parientes de ella, ansí es que se llaman teixhuihuan, que quiere decir los "nietos de la casa de tal parte". Estos repartimientos de tierras se partieron a terrazgueros e hicieron poblazones en ella, y éstos eran vasallos y, como tales, les pagaban tributo y vasallaje de las cosas que criaban y cogían. Y por esta orden vinieron a ser caciques y señores de muchas gentes y vasallos que los reconocían y pagaban vasallaje, de los cuales fundaron pueblos y lugares muy principales con que se sustentaron y gobernaron su República por buen modo y concierto, según su bárbaro y rústico talento. Ansí poblada la muy insigne y no menos que leal provincia de Tlaxcalla, tuvieron paz y concordia con todas las provincias comarcanas grandes tiempos. Y ansí, se comunicaban y trataban en gran conformidad con los mexicanos, y atravesaban los unos y los otros todas las tierras y provincias y reinos que querían, y lo mismo hacían los de ésta, porque iban a contratar a todas partes, de una mar a otra, de la del Sur a la del Norte, de la de Levante a la de Poniente, porque de los pobladores de esta provincia salieron a poblar la costa y serranía de hacia la parte del Norte y de la de Levante, hacia la de Cempoalla, Tuxtla, Cohuazacoalco y Tabasco.
Finalmente, de estas tierras traían oro, cacao, algodón, ropa, miel, cera, plumería de papagayo y otras riquezas que mucho estiman. En tanta manera, que vino a ser el reino de Tlaxcalla uno de los mayores que obo en estas partes del Nuevo Mundo, gobernado por los cuatro señores de las cuatro cabeceras; tanto que fue envidiado de las provincias vecinas y comarcanas, que aunque Cholollan, Huexotzinco, Quauhquecholla e Itzyocan, que llaman los españoles Izúcar, y Tecalpan, Tepeyacac, Tecamachalco, Quecholac, Acantzinco, Teohuacan, Cozcatlan y Teutitlan, Ahuilizapan, y todas estas provincias les tenían amistad, no por eso dejaba de reinar en ellos mortal envidia. La misma amistad se tenía con los zacatecas iztaccamaxtitlancalques, tzacuhtecas y tlatlauhquitepehuaques, tecuhtecas y atzopanecas. Todas estas naciones son ulmecas. Ansimismo, tenían alianza con esta provincia ... que les traían la miel, cera, liquidámbar, gran muchedumbre de algodón y otras cosas que las tierras templadas producen, pescado y camarón. Y como las cosas de esta vida, ni la felicidad de ella es permanente, luego se introdujo la sediciosa ambición, que como obiese tanta paz y conformidad con los tetzcucanos y mexicanos, y fuese en crecimiento el Imperio de los tepanecas culhuas, no contentándose con lo que era suyo propio, pretendió ponerse en arma contra los de Tlaltelulco y supeditallos, sin otro derecho alguno, sino sólo para que reconociesen por señor y rey a Ahuitzotzin, que en aquel siglo reinaba sobre todos los mexicanos tepanecas.
Y como saliese con su propósito comenzado, procuró luego de ir contra Xochimilco y sujetalle, así como lo hizo, y de allí, como le sucedía todo tan prósperamente, fue ganando y conquistando tierras y provincias, sujetándolas como señor absoluto, pues con los grandes ejércitos que hizo juntar atemorizó toda la tierra: Unas provincias se le daban de paz y otras por fuerza de arma. Y como obiese sujetado la mayor parte de los matlatzincas, cohuixcas y tlalhuicas, pretendió pasar los puertos de la Sierra Nevada y Volcán con sus ejércitos hasta que rindió a los de Huexotzinco y Cholulla, haciendo partidos y conciertos de reconocimiento con ellos. De aquí ovo principio el ser único señor del Reino Mexicano. Y como a Ahuitzotzin le sucediese Axayacatzin, único señor de México, pretendió hacer lo propio que su antecesor Ahuitzotzin, esto es: ir ensanchando su reino con ánimo de conquistar todo el mundo, y cuanto hallase por delante para ser señor y rey universal de todo este Nuevo Mundo. Sucedióle tan prósperamente todo lo que se imaginó y propuso que a poco tiempo vino a ser rey, casi señor, de todo Huexotzinco, Quauhquechollan, Itzucan, Valle de Atlixco, Cholollan, Calpan, Tepeyacac, Tecamachalco, Quecholac, Teohuacan, Cozcatlan y Teotitlan. Finalmente, toda la más tierra que pudo fue sujetando y conquistando de tal manera, que no había provincia ni reino que se le parase delante que no ganase y conquistase. Entendido por los señores de Tlaxcalla la prosperidad y pujanza con que iba creciendo el reino de los culhuas mexicanos tepanecas, que ya en esta sazón se llamaban tenuchcas, determinaron de ponerse en arma y cuidado de las cosas que les pudiesen suceder con poderío tan grande como este que se había levantado.
Y ansí, porque no les entrase por alguna parte, determinaron de guardar y conservar sus tierras y tener con esto paz con todos, como siempre la habían tenido; mas con todas estas prevenciones y recatos, movidos de mortal envidia, los huexotzincas, cholultecas y otras provincias sujetas a los tenuchcas mexicanos procuraron por astucias y maña impedir la contratación de los tlaxcaltecas por todas las partes que pudieron y que se recogieran en sus tierras. Y para más incitar a los tenuchcas mexicanos y moverlos a ira, informaron los rendidos siniestramente contra ellos, diciéndoles cómo los tlaxcaltecas se iban apoderando de muchas provincias de las que ellos habían ganado, ansí por amistades como por contratos, especialmente de las de Cuetlaxtlan, Tuxtlan, Cempohuallan, Cohuatzacoalco, Tabasca, Campeche y otras provincias y lugares marítimos, e que avisaban de ello, que viesen lo que más les convenía. Como los tenuchcas entendiesen que podía suceder ansí por ser los tlaxcaltecas belicosos y viendo que los mexicanos iban señoreando toda la tierra, que podrían hacer lo mismo, y como el mando no permite igualdad, para remediar un tan gran estorbo e impedimento, procuraron los tenochcas apoderarse de toda la Totonacapan y de las provincias de los tohueyos, xalapanecas, nauhtecas, mexcaltzincas y otras muchas provincias de la costa del Norte, que por evitar prolijidad no referimos, e impedir por tal medio de estorbar las contrataciones y granjerías a los tlaxcaltecas, que les daban mucha riqueza, como en efecto lo hicieron.