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Datos principales
Desarrollo
CUARTA PARTE CAPÍTULO PRIMERO Ahora bien, muchos pueblos fueron fundándose uno por uno, y las diferentes ramas de las tribus se iban reuniendo y agrupando junto a los caminos, sus caminos que habían abierto. En cuanto a Balam Quitzé, Balam Acab, Mahucutah e Iqui-Balam, no se sabía dónde estaban. Pero cuando veían a las tribus que pasaban por los caminos, al instante se ponían a gritar en la cumbre de los montes, lanzando el aullido del coyote y el grito del gato de monte, e imitando el rugido del león y del tigre. Y viendo las tribus estas cosas cuando caminaban: -Sus gritos son de coyote, de gato de monte, de león y de tigre, decían. Quieren aparentar que no son hombres ante todas las tribus, y sólo hacen esto para engañarnos a nosotros los pueblos. Algo desean sus corazones. Ciertamente no se espantan de lo que hacen. Algo se proponen con el rugido del león, con el rugido del tigre que lanzan cuando ven a uno o dos hombres caminando; lo que quieren es acabar con nosotros. Cada día llegaban los sacerdotes a sus casas y al lado de sus mujeres, llevando solamente las crías de los abejorros y de las avispas y las crías de las abejas para darles a sus mujeres. Cada día también llegaban ante Tohil, Avilix y Hacavitz y decían en sus corazones: -He aquí a Tohil, Avilix y Hacavitz. Sólo la sangre de los venados y de las aves podemos ofrecerles; solamente nos sacaremos sangre de las orejas y de los brazos. Pidámosles fuerzas y vigor a Tohil, Avilix y Hacavitz.
¿Qué dirán de las muertes del pueblo, que uno por uno los vamos matando?, decían entre sí cuando se dirigían a la presencia de Tohil, Avilix y Hacavitz. Luego se punzaban las orejas y los brazos ante la divinidad, recogían su sangre y la ponían en el vaso, junto a la piedra. Pero en realidad, no eran de piedra, sino que se presentaba cada uno bajo la figura de un muchacho. Alegrábanse con la sangre de los sacerdotes y sacrificadores cuando llegaban con esta muestra de su trabajo: -¡Seguid sus huellas las de los animales que sacrificaban, allá está vuestra salvación! -De allá vino, de Tulán, cuando nos trajisteis, les dijeron, cuando os dieron la piel llamada Pazilizib, untada de sangre: que se derrame su sangre y que ésta sea la ofrenda de Tohil, Avilix y Hacavitz.
¿Qué dirán de las muertes del pueblo, que uno por uno los vamos matando?, decían entre sí cuando se dirigían a la presencia de Tohil, Avilix y Hacavitz. Luego se punzaban las orejas y los brazos ante la divinidad, recogían su sangre y la ponían en el vaso, junto a la piedra. Pero en realidad, no eran de piedra, sino que se presentaba cada uno bajo la figura de un muchacho. Alegrábanse con la sangre de los sacerdotes y sacrificadores cuando llegaban con esta muestra de su trabajo: -¡Seguid sus huellas las de los animales que sacrificaban, allá está vuestra salvación! -De allá vino, de Tulán, cuando nos trajisteis, les dijeron, cuando os dieron la piel llamada Pazilizib, untada de sangre: que se derrame su sangre y que ésta sea la ofrenda de Tohil, Avilix y Hacavitz.