La figura y obra de Hernández en los siglos XIX y XX
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La figura y obra de Hernández en los siglos XIX y XX Aunque la edición matritense no despertó a corto plazo tanto interés hacia la figura del protomédico como la romana, cabe decir que dejó una huella y que esta huella empezó a dar sus frutos en la segunda mitad del siglo XIX. En esos años, tanto en España como en México, Hernández llamó la atención de naturalistas, médicos e historiadores. En México este momento coincidió con un renacimiento mexicanista y Hernández pasó a ser una de las fuentes del saber antiguo. Investigadores como Joaquín García Izcabalceta, Francisco del Paso y Troncoso, Fernando Altamirano, Manuel Urbina y Nicolás León, entre otros, se preocuparon por conocer la vida y obra del médico toledano con un interés histórico-nacionalista. Este despertar se ha mantenido e incluso acrecentado en el siglo XX, en México, España y Estados Unidos. En realidad es en este siglo cuando por fin podemos abarcar en su plenitud la obra hernandina. En efecto, en 1926 se imprimieron en México las Antigüedades en edición facsimilar. En ella se da a conocer el manuscrito en latín conservado en la Academia de Historia de Madrid con el título De Antiquitatibus Novae Hispaniae, el cual incluía también el libro de la Conquista, De expugnatione Novae Hispaniae liber unus. Años después, en 1945, este mismo tratado apareció traducido al español por Joaquín García Pimentel, hijo de Joaquín García Icazbalceta. El traductor le antepuso dos paginas en las que ofreció algunos datos sobre la obra editada, lamentándose de no poder ofrecer un estudio introductorio, como hubiera querido.
Sin embargo, la importancia de esta edición se agranda si pensamos que, por primera vez, se tornó asequible el trabajo histórico de Hernández en una lengua moderna y que, además, García Pimentel lo completó con un gran número de apostillas en las que señalaba las fuentes históricas usadas por nuestro protomédico. Casi simultáneamente a esta edición, el Instituto de Biología de la Universidad Nacional Autónoma de México sacó a la luz la Historia de las plantas de la Nueva España, 1942. Aunque también incompleta, esta nueva publicación mostraba al Hernández naturalista a un gran público que no tenía ninguna oportunidad de tener en sus manos las ediciones romana o madrileña. Por fin, en 1959, se acometió la tarea que había sido pospuesta por siglos, la edición de las Obras Completas, acompañada de amplios estudios y un adecuado aparato crítico. Esta tarea fue realizada por la Universidad Nacional Autónoma de México y en ella intervinieron historiadores, filólogos, lingüistas, médicos y naturalistas; entre ellos varios españoles que habían llegado a México como consecuencia de la guerra civil24. El esfuerzo de los participantes significó, después de siglos, la feliz culminación de la empresa indiana del protomédico. En efecto, las Obras Completas constituyen la entrega póstuma y bien lograda del saber hernandino, científico, filosófico e histórico. En ellas se recoge lo mejor de la edición romana, de la matritense, de los Quatro libros de la Naturaleza de fray Francisco Ximénez y de la Historia Naturae Maxime Peregrinae del padre Juan Eusebio Nieremberg25. Dentro de las Obras, el libro sobre las Antigüedades y la Conquista aparece en el tomo VI, según la traducción ya comentada de Joaquín García Pimentel. Está precedida de una breve Introducción de Miguel León-Portilla, en la cual destaca este investigador el atinado aprovechamiento que Hernández hizo de lo aportado por Sahagún y otros cronistas del XVI. Se señala también allí que tal libro no puede ser tenido como fruto de grandes investigaciones pero sí como una sagaz combinación de las propias observaciones de Hernández, con bien sopesados testimonios ajenos, todo en torno a las realidades culturales del mundo indígena26.
Sin embargo, la importancia de esta edición se agranda si pensamos que, por primera vez, se tornó asequible el trabajo histórico de Hernández en una lengua moderna y que, además, García Pimentel lo completó con un gran número de apostillas en las que señalaba las fuentes históricas usadas por nuestro protomédico. Casi simultáneamente a esta edición, el Instituto de Biología de la Universidad Nacional Autónoma de México sacó a la luz la Historia de las plantas de la Nueva España, 1942. Aunque también incompleta, esta nueva publicación mostraba al Hernández naturalista a un gran público que no tenía ninguna oportunidad de tener en sus manos las ediciones romana o madrileña. Por fin, en 1959, se acometió la tarea que había sido pospuesta por siglos, la edición de las Obras Completas, acompañada de amplios estudios y un adecuado aparato crítico. Esta tarea fue realizada por la Universidad Nacional Autónoma de México y en ella intervinieron historiadores, filólogos, lingüistas, médicos y naturalistas; entre ellos varios españoles que habían llegado a México como consecuencia de la guerra civil24. El esfuerzo de los participantes significó, después de siglos, la feliz culminación de la empresa indiana del protomédico. En efecto, las Obras Completas constituyen la entrega póstuma y bien lograda del saber hernandino, científico, filosófico e histórico. En ellas se recoge lo mejor de la edición romana, de la matritense, de los Quatro libros de la Naturaleza de fray Francisco Ximénez y de la Historia Naturae Maxime Peregrinae del padre Juan Eusebio Nieremberg25. Dentro de las Obras, el libro sobre las Antigüedades y la Conquista aparece en el tomo VI, según la traducción ya comentada de Joaquín García Pimentel. Está precedida de una breve Introducción de Miguel León-Portilla, en la cual destaca este investigador el atinado aprovechamiento que Hernández hizo de lo aportado por Sahagún y otros cronistas del XVI. Se señala también allí que tal libro no puede ser tenido como fruto de grandes investigaciones pero sí como una sagaz combinación de las propias observaciones de Hernández, con bien sopesados testimonios ajenos, todo en torno a las realidades culturales del mundo indígena26.