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Datos principales
Desarrollo
Capítulo 102 Trata en este capítulo del gran rresçibimiento se les hizo al exérçito mexicano que abían ydo contra los tlaxcaltecas y como les solenizaron las onrras a los muertos la guerra Mandó Çihuacoatl que fuesen todos los de la çiudad, ansí biexos cuauhhuehuetques como sahumadores y saçerdotes, les saliesen a rresçibir media legua. Estauan los biexos saçerdotes ençima de las torres de los ydolos aguardando que trasen para hazer gran alegría de cornetas, atabales, y los rresçibieron en la parte llaman Malcuitlapilco. Y los cautiuos benían bailando y cantando, dando alaridos, y la gente soldadesca benían desde allí tristes, llorando al entrar de la çiudad, y ansí como llegarom, los capitanes, biendo las lágrimas de los biexos, començaron a llorar. Comiençan luego de tocar las cornetas y atabales al trar de la çiudad y Monteçuma se puso a beer el campo la parte llaman Texacalco y, beer que la mitad la mitad de la gente abían muerto y la otra mitad hecho presa, holgaua de ello. Y los bençidos traron al palaçio y comieron lo que les dieron los calpixques (mayordomos). Mandó luego Monteçuma que los cautibos que los lleuasen los propios que los abían prendido, se tubiese espeçial cuenta y cuidado de ellos. Acabado que comieron, los lleuaron cada uno al que le cupo suerte, y ansí como los lleuauan, dixo uno de los tlaxcaltecas: "Abéis de sauer, señores, que el toçicuahuitl que estaua por lumbrera y bela de la çiudad lo binieron a quemar los de Huexoçingo, que allá Tlaxcalan lo fueron a dezir ellos, que a medianoche punto binieron a quemarlo".
Y así, mandó el rrey Monteçuma poner otro toçicuahuitl, tablado, para bela y guarda de la çiudad. Y los tlaxcaltecas de la manera que murieron: fueron de ellos sacrificados, otros los despeñaron desde los altos de los templos, que quando llegaron abaxo estauan hechos trezientos pedaços, como lo hazían en España antiguamente, quando algún grande justiçiauan lo despeñauan de la gran Peña de Martos, a otros los ençerraron en grandes salas y les derribauan las casas sobre ellos. E acabada esta gran crueldad y tiranía, ynbentada del gran diablo Huitzilopochtli por tener más almas lleuar, 145r llamó el rrey Monteçuma a Çihuacoatl, díxole: "¡Pobres de los tlatelulcanos! En rreconpensa del agrabio se les hizo démosles, por la gran presa hizieron en Tlaxcalam, dibiuisas rricas, espadartes, rrodelas galanas". Fueron luego los mexicanos al barrio de Tlalulco a llamar a los prençipales hizieron presa la guerra. Llegados en la tecpan, mandáronlos llamar a todos los que abían hecho presa. Benidos, lleuáronlos ante Monteçuma, al qual de la mano de Çihuacoatl lleuaron las armas rricas y diuisas, diziéndoles: "Tomad, que este es premio se da a los tales balerosos que estiman en poco la bida por ganar onrra, que a la fin esto tarde o temprano boluerá sobre nosotros, Por eso, hijos y hermanos, esforçaos a lleuar sienpre esto por delante". Rrespondieron los de Tlatelulco besauan las manos al rrey, tan amado y querido y temido en el mundo, Tlacateecatl Monteçuma, y dauan muchas graçias al Tetzahuitl Huitzilopochtli.
Fuéronse con esto. Agora trata de como las guardas que estauan la torre y templo de Huitzilopochtli, digo Tezcatlypuca, y la figura del propio llaman tzoncoztli, como a medianoche, media ora más o menos, bino el uno de las guardas: como hazia a la parte del oriente que salía un humo y se espesaua, estaua tan blanca q rrelumbraua y daua tanta claridad que paresçía medio día puntualmente, y más yba creçiendo, que benía ygual casi çielo y tierra, que paresçía que benía andando como un gran gigante blanco. Llamó a gran priesa a los compañeros llaman achcacauhtin, díxoles: "No es uro cargo dormir, sino belar. Lebantaos y beréis qué es esto biene salió del oriente y casi biene apegado con el çielo, tam blanco hunmo como una nuue blanca muy espesa". Y todos los belauan el templo lo bieron y estubieron atentos hasta que amanesçió y entonçes se fue poco a poco deshaziendo hasta consumirse en nada. Bisto esto, dixéronlo al rrey Monteçuma. Rrespondió: "Mirá si estáuades soñolentos, si lo soñastes". Rreplicaron las guardas: "Señor, ¿a tu rreal persona abemos de dezir contra de rrazón y berdad? Si no, haz la expirençia y lo berás". De que tomó Monteçuma tan a pechos aquello que estubo toda la noche hasta començó a salir el humo tam blanco, más la nieue, y beníase engrosando que paresçía salía un hombre muy alto benía en el ayre con el çielo. Y bístolo Monteçuma, por la mañana mandó a sus corcobados llamasen al traslado, llamado yn ixiptla Tezcatlypuca.
Benido ante él, díxole: "Todo quanto bos me dixites es berdad, que de la manera que me dixistes lo bide. ¿ haré o a a quién llamaremos que nos declare la significaçión de esto?" Dixo el trasunto: "Señor, yo no sé a quién se pueda llamar. Esta es cabeça del mundo, bos soys sin par, ni ay rrey que os yguale. Hazed en las partes, lugares que ay yngrománticos, hechizeros, que déclaren la significaçión de esto". Dixo Monteçuma que ello era así como lo dezía. Fuese el trasumto, quedó muy espantado y atemorizado Monteçuma de esto y así, bió a llamar a muchos hechizeros, encantadores, adeuinadores, que entendiesen el misterio. Preguntándoles qué abían bisto de día o de noche como tales beladores del pueblo, rrespondieron: "Señor, cosa nenguna emos bisto ni de día ni de noche". Y estando enoxado Monteçuma de esto, les dixo: "¿Cómo no me rrespondéis, bellacos?" Dixeron: "Señor, ¿ te podemos dezir de lo que no sauemos, ni bisto, ni oydo?" Quedó con esto más enojado. Llamó a Petlacalcatl, díxole: "Padre mío, ¿quién estos bellacos que en tan poco me tienen? 145v Lleuádmelos a buestras cárçeles y tapiámelos en cuauhcalco, y mueran de hanbre allí. Y si entiendo les abéis dado de comer, tanbién bos moriréis allí. ¿No saben y tienden estos bellacos soi rrey y señor absoluto?" Con esto, lleuólos a la caxas cabemosas. Yban llorando los miserables, yban diziendo: "¿Para qué emos de morir con dolor? Sino luego nos mande matar".
Se lo rrogauan al Petlacalcatl lo dixese a Monteçuma. Otro día día llamó a quatro prençipales, díxoles: "Yd al rrey Neçahualpilli. Dezilde le rruego mucho que se benga a Mexico, le quiero hablar". Fueron los prençipales y le llamaron con la cortesía que tal rrey él era e, benido ante Monteçuma, díxole secreto, que nadie les oy: "Señor, rrey y padre mío, como hombre que sois de tanta espiriençia y sagaz las estrellas y los çielos, ¿qué es lo que ay en el mundo o en el çielo? ¿A paresçido algo en los çielos?" Díxole el rrey: "Pues, ¿cómo, señor, agora soys ignorante de eso? ¿Cómo no os lo an dho estos que guardan la çiudad y tienen cuenta con el çielo y estrellas? Pues sabed, señor, que a muchos esto bais a dezir que aparesçe en el çielo y por tener tendido lo sabíades, no os lo e tratado ni tanpoco os traté la quemada del toçicuahuitl. Si es ya así la boluntad de nros dioses que esto se acabe, ¿qué puedo yo dezir? Lo que os rruego y cargo como baleroso hombre de buen pecho y de gran coraçón que os esforçéis y cobréis ánimo baleroso, ynbençible, de rresçibir estos golpes de fortuna, pues es ya permisión que esto se acabe. Yo de mí, señor y hijo mío y mi querido nieto, no lo pienso de beer, porque me boy acostar, y esta es despedida mía. Lo te suplico y cargo que mires por tu pueblo de Aculhuacan y por aquella casa mía". Començó luego el rrey Monteçuma a llorar agramente e le rrespondió llorando: "Señor y padre mío, mucho agradezco ura buena boluntad, y yo ¿a dónde yré, eme de boluer páxaro, e de bolar o esconderme? ¿Abré de aguardar a lo que sobre nosotros el çielo quisiere hazer?.
Y así, se despidió y se fue Neçahualpilli a su pueblo de Aculhuacan. Llamó luego a Cuauhnochtli y a Tlilancalqui, díxoles: "Yd luego a las cárçeles de el mayordomo (Petlacalcatl) y fenescan luego a uras manos estos bellacos que hazen burla de nosotros y traen esta çiudad a çiegas con sus falsedades y mentiras". Y fueron luego a las cárçeles y, puestos cordeles gruesos los pescuesos, los ahogaron y les quebraron las cabeças; en una noche los fueron a hechar en mitad de la gran laguna mexicana. Y hecho esto, mandó Monteçuma a quatro prençipales lleuase consigo muchos mançebos y les saqueasen las casas todas, a las mugeres de los muertos las echasen por ay y a sus hijos rrepartiesen. Fue echo ansí, que después de saquedo, desbaratáronles las casas y rrepartieron las criaturas, cosa de tanta crueldad ynnumana de prínçipe, sólo por una tilde que herraron. Acabado esto, otro día de mañana, bino correo de Aculhuacan como el rrey Neçahualpilli era fallesçido, de que rresçibió Monteçuma tan gran dolor que començó luego a llorar quexándose de su bentura y después de les aber despedido a los mensajeros, le dixo Çihuacoatl. 146r "Señor, con estos propios mensajeros dezilde como bais allá a çelebrarle el entierro y onrras". Y así, fueron despedidos los mensajeros. E otro día fue allá, amaneçese Monteçuma en Aculhuacan lleuando consigo mucha y fina manta galanas y otros géneros para le boluer el estatua, cuerpo figurado del rrey hera.
Y como desbarcó de las canoas, le salieron a rresçibir todo el senado de Aculhuacan, lleuando los prençipales mexicanos delante todas las mantas rricas, pañetes, mucha sunma de todo género de piedras preçiosas, orexeras, beçoleras de fino oro y esmeraldas, frentaleras o coronas con mucha sunma de piedra menuda labrado,y esclauos que en el fuego abían de quemar con el cuerpo del rrey. Después de le auer hecha la oraçión muy eloquente, consolatoria y muy llorada, dio y presentó aquellas cosas para la çelebraçión del entierro y onrras. Dado y presentado a sus prençipales todo lo que abían traído, se boluieron, dexando muy encargado a la muger y hijos erederos del rrey hera Neçahualpilli. Pasados quatro días del tierro y onrras, bió Monteçuma a llamar a todos los prençipales de Aculhuacan para elexir rrey de ellos.
Y así, mandó el rrey Monteçuma poner otro toçicuahuitl, tablado, para bela y guarda de la çiudad. Y los tlaxcaltecas de la manera que murieron: fueron de ellos sacrificados, otros los despeñaron desde los altos de los templos, que quando llegaron abaxo estauan hechos trezientos pedaços, como lo hazían en España antiguamente, quando algún grande justiçiauan lo despeñauan de la gran Peña de Martos, a otros los ençerraron en grandes salas y les derribauan las casas sobre ellos. E acabada esta gran crueldad y tiranía, ynbentada del gran diablo Huitzilopochtli por tener más almas
Fuéronse con esto. Agora trata de como las guardas que estauan
Benido ante él, díxole: "Todo quanto bos me dixites es berdad, que de la manera que me dixistes lo bide. ¿
Se lo rrogauan al Petlacalcatl
Y así, se despidió y se fue Neçahualpilli a su pueblo de Aculhuacan. Llamó luego a Cuauhnochtli y a Tlilancalqui, díxoles: "Yd luego a las cárçeles de el mayordomo (Petlacalcatl) y fenescan luego a u
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