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Desarrollo


LIBRO OCTAVO De los reyes y señores y de la manera que tenían en sus elecciones y en el govierno de sus reinos Prólogo Según que afirman los viejos en cuyo poder estavan las pinturas y memorias de las cosas antiguas, los que primeramente venieron a poblar a esta tierra de esta Nueva España venieron de hazia el norte, en demanda del Paraíso Terrenal. Traían por apellido tamoanchan, y es lo que agora dizen tictemoa tochan, que quiere dezir "buscamos nuestra casa natural". Por ventura, induzidos de algún oráculo que alguno de los muy estimados entre ellos havía rescibido y divulgado, que el Paraíso Terrenal está hacia el Mediodía, como es verdad, según casi todos los que escriven, que está debaxo de la línea equinocial. Y poblavan cerca de los más altos montes que hallavan, por tener relación que es un monte altíssimo, y es ansí verdad. Estos primeros pobladores, según lo manifiestan los antiquíssimos edificios que agora están muy manifiestos, fueron gente robustíssima, sapientíssima y belicosíssima. Entre otras cosas muy notables que hizieron, edificaron una ciudad fortíssima, en tierra opulentíssima, de cuya felicidad y riquezas aún en los edificios destruidos de ella hay grandes indicios. A esta ciudad llamaron Tullan, que quiere dezir "lugar de fertilidad y abundancia", y aún agora se llama ansí, y es lugar muy ameno y fértil. En esta ciudad reinó muchos años un rey llamado Quetzalcóatl, gran nigromántico y inventor de la nigromancia, y la dexó a sus decendientes, y hoy día la usan.

Fue estremado en las virtudes morales. Está el negocio de este rey entre estos naturales como el del rey Artús entre los ingleses. Fue esta ciudad destruida y este rey ahuyentado. Dizen que caminó hacia el Oriente, que se fue a la ciudad del sol, llamada Tlapallan, y fue llamado del sol; y dizen que es vivo y que ha de volver a reinar y a reedificar aquella ciudad que le destruyeron, y ansí hoy día le esperan. Y cuando vino don Hernando Cortés, pensaron que era él, y por tal le recibieron y tuvieron, hasta que su conversación y la de los otros que con él venían los desengañó. Los que de esta ciudad huyeron edificaron otra muy próspera ciudad, que se llama Cholula, a la cual por su nobleza, edificios y grandeza los españoles, en viéndola, la pusieron nombre: Roma. Parece que el negocio de estas dos ciudades llevaron el camino de Troya y Roma. Después de esto muchos años començó a publar la nación mexicana, y en trezientos años pocos más o menos se enseñorearon de la mayor parte de los reinos y señoríos que hay en todo lo que agora se llama Nueva España, y fundaron la ciudad de México, que es otra Venecia. Los señores de ella fueron emperadores, en especial el último, que fue Motecuçoma, varón muy esforçado, muy belicoso y diestro en las armas, magnánimo y de grande habilidad, y magnífico, estremado en las cosas de su policía, pero cruel. En tiempo de éste llegaron los españoles, y él tenía ya muchos pronósticos de que havían de venir en su tiempo. Llegados los españoles, cesó el imperio de los mexicanos y començó el de España. Y porque hay muchas cosas notables en el modo de regir que estos infieles tenían, copilé este volumen, que trata de los señores y de todas sus costumbres.

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