Apéndiz del Libro Tercero
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Datos principales
Desarrollo
Comiença el apéndiz del Libro Tercero CapÍtulo primero De los que ivan al infierno, y de sus obsequias Lo que dixeron y supieron los naturales antiguos y señores de esta tierra de los defunctos que se morían es que las ánimas de los defuntos ivan a una de tres partes. La una es el infierno donde estava y bivía un diablo que se dezía Mictlantecutli, y por otro nombre Tzontémoc, y una diosa que se dezía Mictecacíoatl que era muger de Mictlantecutli. Y las ánimas de los defunctos que ivan al infierno son los que morían de enfermedad, agora fuessen señores o principales o gente baxa. Y el día que alguno se moría, varón o muger o muchacho, dezían al defuncto echado en la cama antes que lo enterrassen: "¡Oh, hijo! Ya havéis passado y padecido los trabajos de esta vida, y ya ha sido servido nuestro señor de os llevar, porque no tenemos la vida permanente en este mundo, y brevemente como quien se calienta al sol es nuestra vida. Y hízonos merced nuestro señor que nos conociésemos y conversássemos los unos a los otros en esta vida, y agora al presente ya os llevó el dios que se llama Mictlantecutli, y por otro nombre Aculnaoácatl o Tzontémoc, y la diosa que se dize Mictecacíoatl ya os puso por su asiento, porque todos nosotros iremos allá, y aquel lugar es para todos, y es muy ancho, y no havrá más memoria de vos. E ya os fuistes al lugar oscuríssimo que no tiene luz ni ventanas, ni havéis más de bolver ni salir de allí. Ni tampoco más havéis de tener cuidado y solicitud de vuestra buelta después de os haver ausentado para siempre jamás.
Havéis ya dexado vuestros hijos pobres y huérfanos, y nietos. Ni sabéis cómo has de acabar y passar los trabajos de esta vida presente. Y nosotros allá iremos a donde vos estuvierdes ante mucho tiempo". Y después de esto hablavan y dezían al pariente del defuncto, diziéndole: "¡Oh, hijo, esforçaos y tomad ánimo, y no dexéis de comer y bever, y quiétese vuestro coraçón! ¿Qué podemos decir nosotros a lo que dios haze? ¿Por ventura esta muerte aconteció porque alguno nos quiere mal o haze burla de nosotros? Es por cierto porque así lo quiso nuestro señor, que éste fuesse su fin. ¿Quién puede hazer que una hora o un día sea alargada a nuestra vida presente en este mundo? Pues que esto es assí, tened paciencia para sufrir los trabajos de esta vida presente, y la casa donde éste vivía esperando la voluntad de dios esté yerma y oscura de aquí adelante, y no tengáis más esperança de ver vuestro defuncto. No conviene que os fatiguéis mucho por la huerfanidad y pobreça que os queda. Esforçaos, hijo, no os mate la tristeza; nosotros hemos venido aquí a os visitar y a consolar con estas pocas palabras, como nos conviene hazer a nosotros que somos padres viejos, porque ya nuestro señor llevó a los otros que eran más viejos y antiguos, los cuales sabían mejor dezir palabras consolatorias a los tristes. Y con esto ponemos fin a nuestra plática los que somos vuestros padres y madres. Quedaos adiós." Y luego los viejos ancianos y oficiales de tajar papeles cortavan y aparejavan y atavan los papeles de su oficio para el defuncto.
Y después de haver hecho y aparejado los papeles, tomavan al defuncto y encogíanle las piernas y vestíanle con los papeles, y lo atavan, y tomavan un poco de agua y derramávanla sobre su cabeça, diziendo al defuncto: "Esta es la de que gozastes viviendo en el mundo." Y tomavan un jarrillo lleno de agua y dávansele, diziendo: "Veis aquí con que havéis de caminar"; y poníansele entre las mortajas, y ansí amortajavan al defuncto con sus mantas y papeles, y atávanle reziamente. Y más, davan al defuncto todos los papeles que estavan aparejados, poniéndolos ordenadamente ante él, diziendo: "Veis aquí con que havéis de pasar en medio de dos sierras que están encontrándose una con otra". Y más, le davan al defuncto otros papeles, diziendo: "Veis aquí con que havéis de pasar el camino, donde está una culebra guardando el camino". Y más, davan otros papeles al defuncto, diziendo: "Veis aquí con que havéis de pasar a donde está la lagartija verde, que se dize Xochitónal". Y más, dezían al defuncto: "Veis aquí con que havéis de pasar a ocho páramos". Y más, davan otros papeles al defuncto, diziendo: "Veis aquí con que havéis de pasar a ocho collados". Y más, dezían al defuncto: "Veis aquí con que havéis de pasar al viento de navajas, que se llama itzehecaya"; porque el viento era tan rezio que llevava las piedras y pedaços de navajas. Por razón de estos vientos y frialdad quemavan todas las petacas y armas, y todos los despojos de los captivos que havían tomado en la guerra, y todos sus vestidos que usavan.
Dezían que estas cosas ivan con aquel defuncto, y en aquel paso le abrigavan para que no recibiesse gran pena. Lo mismo hazían con las mugeres que morían, que quemavan todas las alhajas con que texían y hilavan, y toda la ropa que usavan, para que en aquel paso las abrigasen del frío y viento grande que allí havía, al cual llamavan itzehecaya. Y el que ningún hato tenía sentía gran trabajo con el viento de este paso. Y más, hazían al defuncto llevar consigo un perrito de pelo bermejo y al pescueço le ponían hilo floxo de algodón; dezían que los defunctos nadavan encima del perrillo cuando pasavan un río del infierno que se nombra Chicunaoapa. Y en llegando los defunctos ante el diablo, que se dize Mictlantecutli, ofrescían y presentávanle los papeles que llevavan, y manojos de teas, y cañas de perfumes, y hilo floxo de algodón y otro hilo colorado, y una manta y un maxtli. Y las naguas y camisas, y todo hato de muger defuncta que dexava en el mundo, todo lo tenían embuelto desde que se muría; a los ochenta días lo quemavan. Y lo mesmo hazían al cabo del año, y a los dos años, y a los tres años y a los cuatro años; estonces se acabavan y cumplían las obsequias, según tenían costumbre, porque dezían que todas las ofrendas que hazían por los defunctos en este mundo ivan delante el diablo, que se dezía Mictlantecutli. Y después de pasados cuatro años, el defuncto se sale y se va a los nueve infiernos, donde está y pasa un río muy ancho.
Y allí viven y andan perros en la ribera del río por donde pasan los defunctos nadando encima de los perritos. Dizen que el defuncto que llega a la ribera del río arriba dicho, luego mira el perro; si conoce a su amo, luego se echa nadando al río hazia la otra parte donde está su amo y le pasa a cuestas; por esta causa los naturales solían tener y criar los perritos para este efecto. Y más, dezían que los perros de pelo blanco y negro no podían nadar y pasar al río, porque dizque dezía el perro de pelo blanco: "Yo me lavé". Y el perro de pelo negro dezía: "Yo me he manchado de color prieto y por esso no puedo pasaros". Solamente el perro de pelo bermejo podía bien pasar a cuestas a los defunctos. Y ansí en este lugar del infierno, que se llama Chicunamictla se acabavan y fenescían los defunctos. Y más, dizen que después de haver amortajado al defuncto con los dichos aparejos de papeles y otras cosas, luego matavan al perro del defuncto, y entrambos los llevavan a un lugar donde havía de ser quemado con el perro juntamente. Y dos de los viejos tenían especial cuidado y cargo de quemar al defuncto, y otros viejos cantavan; y estándose quemando el defuncto, los dichos dos viejos con palos estavan alanceando al defuncto. Y después de haver quemado el defunto, cogían la ceniza y carbón y huessos del defunto y tomavan agua, diziendo: "Lávese el defuncto". Y derramavan el agua encima del carbón y huessos del defuncto y hazían un hoyo redondo y lo enterravan.
Y esto hazían ansí en el enterramiento de los nobles como de la gente baxa. Y ponían los huessos dentro de un jarro o olla con una piedra verde que se llama chalchíuitl, y lo enterravan en una cámara de su casa, y cada día davan y ponían ofrendas en el lugar donde estavan enterrados los huessos del defuncto. Y más, dizen que al tiempo que se morían los señores y nobles, les metían en la boca una piedra verde, que se dize chalchíuitl, y en la boca de la gente baxa metían una piedra que no era tan preciosa y de poco valor, que se dize texoxoctli, o piedra de navaja, porque dizen que lo ponían por coraçón del defuncto. Y para los señores que se morían hazían muchas y diversas cosas de aparejos de papeles, que era un pendón de cuatro braças de largura, hecho de papeles y compuesto con diversos plumajes. Y ansí también matavan veinte esclavos, porque dezían que como en este mundo havían servido a su amo, ansí mismo han de servir en el infierno. Y el día que quemavan al señor, luego matavan a los esclavos y esclavas con saetas, metiéndoselas por la olla de la garganta; y no los quemavan juntamente con el señor, sino en otra parte los enterravan.
Havéis ya dexado vuestros hijos pobres y huérfanos, y nietos. Ni sabéis cómo has de acabar y passar los trabajos de esta vida presente. Y nosotros allá iremos a donde vos estuvierdes ante mucho tiempo". Y después de esto hablavan y dezían al pariente del defuncto, diziéndole: "¡Oh, hijo, esforçaos y tomad ánimo, y no dexéis de comer y bever, y quiétese vuestro coraçón! ¿Qué podemos decir nosotros a lo que dios haze? ¿Por ventura esta muerte aconteció porque alguno nos quiere mal o haze burla de nosotros? Es por cierto porque así lo quiso nuestro señor, que éste fuesse su fin. ¿Quién puede hazer que una hora o un día sea alargada a nuestra vida presente en este mundo? Pues que esto es assí, tened paciencia para sufrir los trabajos de esta vida presente, y la casa donde éste vivía esperando la voluntad de dios esté yerma y oscura de aquí adelante, y no tengáis más esperança de ver vuestro defuncto. No conviene que os fatiguéis mucho por la huerfanidad y pobreça que os queda. Esforçaos, hijo, no os mate la tristeza; nosotros hemos venido aquí a os visitar y a consolar con estas pocas palabras, como nos conviene hazer a nosotros que somos padres viejos, porque ya nuestro señor llevó a los otros que eran más viejos y antiguos, los cuales sabían mejor dezir palabras consolatorias a los tristes. Y con esto ponemos fin a nuestra plática los que somos vuestros padres y madres. Quedaos adiós." Y luego los viejos ancianos y oficiales de tajar papeles cortavan y aparejavan y atavan los papeles de su oficio para el defuncto.
Y después de haver hecho y aparejado los papeles, tomavan al defuncto y encogíanle las piernas y vestíanle con los papeles, y lo atavan, y tomavan un poco de agua y derramávanla sobre su cabeça, diziendo al defuncto: "Esta es la de que gozastes viviendo en el mundo." Y tomavan un jarrillo lleno de agua y dávansele, diziendo: "Veis aquí con que havéis de caminar"; y poníansele entre las mortajas, y ansí amortajavan al defuncto con sus mantas y papeles, y atávanle reziamente. Y más, davan al defuncto todos los papeles que estavan aparejados, poniéndolos ordenadamente ante él, diziendo: "Veis aquí con que havéis de pasar en medio de dos sierras que están encontrándose una con otra". Y más, le davan al defuncto otros papeles, diziendo: "Veis aquí con que havéis de pasar el camino, donde está una culebra guardando el camino". Y más, davan otros papeles al defuncto, diziendo: "Veis aquí con que havéis de pasar a donde está la lagartija verde, que se dize Xochitónal". Y más, dezían al defuncto: "Veis aquí con que havéis de pasar a ocho páramos". Y más, davan otros papeles al defuncto, diziendo: "Veis aquí con que havéis de pasar a ocho collados". Y más, dezían al defuncto: "Veis aquí con que havéis de pasar al viento de navajas, que se llama itzehecaya"; porque el viento era tan rezio que llevava las piedras y pedaços de navajas. Por razón de estos vientos y frialdad quemavan todas las petacas y armas, y todos los despojos de los captivos que havían tomado en la guerra, y todos sus vestidos que usavan.
Dezían que estas cosas ivan con aquel defuncto, y en aquel paso le abrigavan para que no recibiesse gran pena. Lo mismo hazían con las mugeres que morían, que quemavan todas las alhajas con que texían y hilavan, y toda la ropa que usavan, para que en aquel paso las abrigasen del frío y viento grande que allí havía, al cual llamavan itzehecaya. Y el que ningún hato tenía sentía gran trabajo con el viento de este paso. Y más, hazían al defuncto llevar consigo un perrito de pelo bermejo y al pescueço le ponían hilo floxo de algodón; dezían que los defunctos nadavan encima del perrillo cuando pasavan un río del infierno que se nombra Chicunaoapa. Y en llegando los defunctos ante el diablo, que se dize Mictlantecutli, ofrescían y presentávanle los papeles que llevavan, y manojos de teas, y cañas de perfumes, y hilo floxo de algodón y otro hilo colorado, y una manta y un maxtli. Y las naguas y camisas, y todo hato de muger defuncta que dexava en el mundo, todo lo tenían embuelto desde que se muría; a los ochenta días lo quemavan. Y lo mesmo hazían al cabo del año, y a los dos años, y a los tres años y a los cuatro años; estonces se acabavan y cumplían las obsequias, según tenían costumbre, porque dezían que todas las ofrendas que hazían por los defunctos en este mundo ivan delante el diablo, que se dezía Mictlantecutli. Y después de pasados cuatro años, el defuncto se sale y se va a los nueve infiernos, donde está y pasa un río muy ancho.
Y allí viven y andan perros en la ribera del río por donde pasan los defunctos nadando encima de los perritos. Dizen que el defuncto que llega a la ribera del río arriba dicho, luego mira el perro; si conoce a su amo, luego se echa nadando al río hazia la otra parte donde está su amo y le pasa a cuestas; por esta causa los naturales solían tener y criar los perritos para este efecto. Y más, dezían que los perros de pelo blanco y negro no podían nadar y pasar al río, porque dizque dezía el perro de pelo blanco: "Yo me lavé". Y el perro de pelo negro dezía: "Yo me he manchado de color prieto y por esso no puedo pasaros". Solamente el perro de pelo bermejo podía bien pasar a cuestas a los defunctos. Y ansí en este lugar del infierno, que se llama Chicunamictla se acabavan y fenescían los defunctos. Y más, dizen que después de haver amortajado al defuncto con los dichos aparejos de papeles y otras cosas, luego matavan al perro del defuncto, y entrambos los llevavan a un lugar donde havía de ser quemado con el perro juntamente. Y dos de los viejos tenían especial cuidado y cargo de quemar al defuncto, y otros viejos cantavan; y estándose quemando el defuncto, los dichos dos viejos con palos estavan alanceando al defuncto. Y después de haver quemado el defunto, cogían la ceniza y carbón y huessos del defunto y tomavan agua, diziendo: "Lávese el defuncto". Y derramavan el agua encima del carbón y huessos del defuncto y hazían un hoyo redondo y lo enterravan.
Y esto hazían ansí en el enterramiento de los nobles como de la gente baxa. Y ponían los huessos dentro de un jarro o olla con una piedra verde que se llama chalchíuitl, y lo enterravan en una cámara de su casa, y cada día davan y ponían ofrendas en el lugar donde estavan enterrados los huessos del defuncto. Y más, dizen que al tiempo que se morían los señores y nobles, les metían en la boca una piedra verde, que se dize chalchíuitl, y en la boca de la gente baxa metían una piedra que no era tan preciosa y de poco valor, que se dize texoxoctli, o piedra de navaja, porque dizen que lo ponían por coraçón del defuncto. Y para los señores que se morían hazían muchas y diversas cosas de aparejos de papeles, que era un pendón de cuatro braças de largura, hecho de papeles y compuesto con diversos plumajes. Y ansí también matavan veinte esclavos, porque dezían que como en este mundo havían servido a su amo, ansí mismo han de servir en el infierno. Y el día que quemavan al señor, luego matavan a los esclavos y esclavas con saetas, metiéndoselas por la olla de la garganta; y no los quemavan juntamente con el señor, sino en otra parte los enterravan.