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Desarrollo
CANTO DOZE Como salio segunda vez el sargento, a explorar el Rio del Norte, con solos ocho compañeros: y de los trabajos que sufrieron, hasta dar en vna Rancheria de Baruaros, y lo que sucedio con ellos Quien jamas gran señor imaginara, Ser tan illustres, y altos los quilates, De la simple ignorancia que por ella, Vbiesse de dezir aquel gallardo, Pelicano sagrado, cuio pecho, Tan mal herido y lastimado vemos, Del mazizo guijarro lebantado, Del penitente braço que rebuelue, Para mas bien subirla y encumbrarla, Sobre las graues letras memorables, De aquellos mas famosas que passaron, Diziendo desta suerte contra todos, O ignorancia santa cuia alteza, Es de tan gran valor, y tanta estima, Que basta para assegurar al hombre, Nacido para miseros trabajos, Seguro y dulze puerto perdurable, Dentro de aquella bienauenturança, Donde toda limpieça se atesora, Nunca por las escuelas Atenienses, Alcançò el gran Platon su gran grandeza, Aristoteles menos supo della, Iamas le dio Anaxogoras alcançe, Ni todos los demas mundanos sabios, Ni en la Academia Griega, ni Romana, Nunca jamas supieron ni alcançaron, El valor de su gran merecimiento, Y passando adelante va diziendo, Y yo tambien Geronimo abatido, Que siempre fui imitando à todos estos, Se que tambien se me passò por alto, Antes que por mi grande bien me dieran, Los sagrados azotes que me dieron, O soberano santo, y santo pecho, Y como esta doctrina nos enseña, Aquello que por vista de ojos vimos, Auiendo pues excelso Rey salido, A solo descubrir este camino, De tierra y mar destrissimos pilotos, Tan llenos de altibez, y de arrogancia, Que fin ellos jamas imaginaron, Que vn solo passo el campo se mouiesse, Y assi como sus vanos pensamientos, Como de vanos, vanos les salieron, Acordò el General se señalasen, Ocho soldados, y que solo fuessen, En armas y trabajos bien sufridos, Quea aquesto es lo que vale quando falta, Quien nos industrie, enseñe, y nos adiestre, En las cosas que todos ignoramos, Para este efecto fueron escogidos, El prouehedor, y Sebastian Rodríguez, Dionisio de Bañuelos, y Robledo, Francisco Sanchez, y Christoual Sanchez, Carabajal, y yo tambien con ellos, Para solo inchir sin que ygualase, Mi pequeño caudal à su alto esfuerço, Tan ignorantes todos en alturas, Rumbos, Estrellas, vientos, medios vientos, Que despues de encerrado el Sol sospecho, Que no yua alli ninguno que dixesse, Afirmatiuamente sin herrarse, Aqui es Oriente, y veis alli à Occidente, Mas para esto son buenos los trabajos, Que en ellos es necessidad maestra, Esta haze à los hombres auisados, Sabios, prudentes, praticos, y diestros, En todas ciencias, y artes liberales, Sacadas de experiencia, que es la madre, Y fuente principal de donde nacen, Assi que cada cual con su corteza, Aspera, tosca, bronca, mal labrada, Rindiò la voluntad, y fue cumpliendo, Lo que su General alli ordenaua, Y como ciegos que por solo el tiento, Aquello que pretenden van tentando, Sujetos à herrar, y dar de ojos, Assi sujetos, ciegos emprendimos, La dificil carrera peligrosa, Lleuando al gran Sargento por caudillo, Que fue la maior fuerça que nos dieron, Pues yendo assi marchando muchos dias, Por escabrosos paramos tendidos, Temerarios trabajos padeciendo, La dificil impressa proseguimos, A gran fuerça de braços quebrantados, Hasta que vbimos va de todo punto, Todos los bastimentos acabado, Y assi fue pura fuerça vemos todos, Por muy gran hambre, y sed, en grande aprieto, Mas con aquel esfuerço que combino, Al inmenso trabajo riguroso, Pusimos firme y animoso pecho, Y rompiendo por cuestas pedregosas, Y medanos de arena lebantados, Despues que por tres dias no comimos, Y agua por pensamiento no gustamos, Llegada ya la hora del reposo, Y el sueño amodorrido que al sentido, Sin ser sentido va el sentir priuando, Cansados y afligidos arribamos, A descubrir gran suma de faroles, Que bien dozientos ranchos calentauan, Luego à gran priessa fuimos recogiendo, Los sedientos cauallos disgustosos, Porque de la fogosa sed vencidos, Allà no se nos fuessen desmandados, Repartiose la vela con auiso, Para que alerta todos estuuiessen, Y con esto determinò el Sargento, Que en su lugar el prouehedor quedase, En el inter que solos los dos juntos, Yuamos à espiar aquellos ranchos, Por ver que cantidad de gente fuesse, Que fuerça, y en que sitio se aluergase, Y saliendo no mas que à aqueste efecto, Por no erar la buelta y derezera, Qual aquel que en el brauo labirintho, La fuerça del gran mostruo acometiendo, Fue la entrada y salida, assegurando, Assi nosotros por entrar seguros, Y por assegurar tambien la buelta, Marcamos vna Estrella derribada, Al pie del Orizonte bien opuesta, A los baruaros ranchos donde fuimos, Y estando que estuuimos agachados, Tan cerca dellos, que muy bien los vimos, A nosotros vinieron embistiendo, Cosa de siete Alarabes furiosos, Y con las mismas pieles que cubrian, Sobre nosotros fueron descargando, Apriessa grandes golpes, y assi juntos, Prestos, ligeros, fueron discurriendo, Todos con gran tropel amontonados, Dexandonos alli sin mas tocarnos, Nunca espantò jamas pantasma braua, Al que de verla estuuo mas seguro, Dexandole suspenso y sin sentido, Estremecido, y todo en si temblando, Como los dos sufrimos aquel rato, y luego que algun tanto nos cobramos, Venimos à entender segun supimos, Por señas y ademanes que nos hizo, Vno de aquestos baruaros que digo, Quando despues con ellos nos hallamos, Que viniendo de caza con contento, Aquellos siete Alarabes nos vieron, Y que entendiendo que heramos amigos.
Compañeros tambien, y sus vezinos, Quisieron todos juntos espantarnos, Y para que otra vez no se burlasen, Ni nosotros con ellos si boluissen, Qual suelen los pilotos gouernarse, Por la Estrella del Norte lebantado, Para lleuar sus naues à buen puerto, Assi tomamos luego nuestra guia, Y presto à los amigos nos boluimos, Y dandoles razon de nuestro caso, Tambien les aduertimos y diximos, Que auia dozientos hombres de arco y flecha, Y todos combatientes sin la chusma, Que entendimos ser numero crecido, Gran confusion nos puso aquesta causa, Y assi dando y tomando en ella todos, Viendo quan mal parada toda estaua, Y que era fuerça perecer de hambre, Y que con la gran sed que descargaua, Tres cauallos aquella misma noche, Se nos caieron muertos trasijados, Qual aquel prudentissimo Saxonio, Que al brauo Emperador vencio à su saluo, Con solo que le dio à entender venia, Con gran fuerça de gente belicosa, Sobre todo su campo descuidado, Assi determinó que fuesse el hecho, Dando orden que al romper del Alua alegre, El bagaje sobre ellos embistiesse, Y que al aire los prestos arcabuzes, Las espantosas balas escupiessen, Lebantando rumor y grande estruendo, De muchas vozes, gritos, y alaridos, Porque dandoles à entender con esto, Que pujança de gente descargaua, Seria possible que à una todos juntos, Vencidos del gran sueño, y del espanto, A campo abierto, prestos, y ligeros, Desocupando todos sus aluergues, Con presurosa fuga se escapasen, Y que si bien del hecho se saliesse, Que luego el prouehedor con el Sargento, Y Sebastian Rodriguez con Bañuelos, Como Españoles brauos que se arrojan, Por la famosa tierra Berberisca, A cautibar los Moros desmandados, Que assi de los cauallos se apeasen, A prender la mas gente que pudiessen, Y en el inter los otros discurriendo, Por los pagizos ranchos despoblados, Fuessen quebrando y destrozando apriesa, Los arcos, y las flechas que pudiessen, Y que esto fuesse sin que cosa alguna, Por pensamiento alli se les dexase, Por si à nosotros reboluer quisiessen, Armas de todo punto les faltasen, Pues fin que en esto cosa se excediesse, Yua la noche humeda huiendo, Y à mas andar el Sol venia largando, Las riendas à su carro, y presurosos, Los candidos cauallos sacudian, Las lebantadas clines, y assomauan, Por el valcon dorado su luz bella, Quando de todo punto fue boluiendo, La gente Castellana retronando, Los lebantados Cielos de manera, Que los cauallos flacos destroncados, Huiendo del rumor se diuidieron, Rompiendo por los Ranchos tan furiosos, Que sola su braueza fue bastante, Para que todos juntos arrancasen, Y como sueltas liebres se acogiessen, Dexando los assientos despoblados, Con esto los soldados valerosos, Nueuo furor al punto acrecentaron, Y assi como rabiosos lobos todos, Quando con hambre turban los ganados, Y en torno de las redes codiciosos, Los perros y pastores despreciando, Por la majada juntos se abalançan, Y en son confusso todos arremeten, Assi enuistiendo todos denodados, Cargaron los que estauan escogidos, Para prender la gente mal guardada, Y à las bueltas andando con algunos, Assi qual fuertes Aguilas Reales, Las fuertes garras prestos ocuparon, El Sargento dos baruaros gallardos, Qual bramadero tuuo bien assidos, Bañuelos otros dos tuuo aferrados, Rodriguez ygualo tambien la parte, Y assi como en turbion horrendo, El Zefiro, y el Noto se acometen, Y en poderosa lucha se combaten, Barriendo y arrastrando todo aquello, Que su violencia braua, y fuerça alcança, Assi vn valiente baruaro se vino, A solo el prouehedor desatinado, Y el de los valientes miembros recogiendo, Los clientes y los puños apretando, Sin frenar passo le embistio ligero, Y como vn par de naues aferradas, Assi aferrò el vno con el otro, Con apretados ñudos bien ceñidos, Fuertes lazos, y brauas ataduras, Y en los valientes pechos se afirmaron, Y qual si dos zelosos toros fueran, Gimiendo y azezando por buen rato, Las poderosas fuerças se tentauan, Y sacudiendo cada qual los tercios, En bolteado torno al descubierto, Con vno y otro buelo levantado, Rendir el vno al otro pretendia, Cuia violencia braua resistiendo, En las ligeras plantas que afirmauan, Mas firmes que castillos se quedauan, Y viendo el poco jugo que sacaua, El baruaro el derecho pie ligero, Sobre el contrario hizquierdo fue cargando, Con vn grande gemido poderoso, Mas por estar los dos tan bien ceñidos, Haziendose crugir los duros gruessos, Rollizos nieruos, cuerdas y costados, Qual si fueran dos muros poderosos, Assi parados juntos se quedaron, Pues boluiendo segunda vez al torno, El Español vn buelo arrebatado, Al baruaro le dio con tanto aliento, Que lleuandole todo lebantado, En tierra dio con el por medio muerto, En el inter nosotros andubimos, Quebrando y destrozando à grande priessa, Los mas arcos y flechas que topamos, Y el Sargento mayor estando en esto, Con blandas muestras, y caricias nobles, Ternezas y regalos amorosos, Agasajò la pressa en quanto pudo, Dandoles à entender que no venia, A darles pesadumbre, ni à enojarlos, Y que su causa solo se estendia, A que dos, o tres dellos nos lleuasen, Al Rio que buscauamos del Norte, Y assi por esta causa les pedia, Que tuuviessen por bien de concertarse, De manera que algunos dellos fuessen, Y aquellos que escogiessen se quedasen, Y aduirtiendo quan mal se conuenian, Y que todos quisieron escusarle, Por quitarles de duda y de sospecha, Y parecerle aqueste buen camino, Vsó de potestad en concertarlos, Y assi sin dilatar aquesta causa, Cargandolos de cuentas y, abalorios, A los cinco soltò con grandes muestras, De amistad llana, buena, y muy cinçera, Sin ninguna encubierta, y trato doble, Y con las mismas muestras agradables, A los dos prometio que en viendo el agua, Dos hermosos cauallos les daria, En que ambos à dos juntos se boluiessen, Los cinco con contento se partieron, Los dos bien afligidos se quedaron, Y como aquellos que forçados lleuan, Mansos de todo punto ya rendidos, A la fuerça del remo riguroso, Y encendida braueza de crugia, Assi mansos, forçados los lleuamos, Y de los bastimentos que dexaron, De venados, tejones, y conejos, Hieruas, raposos, liebres, y raizes, Nuestra insaziable hambre socorrimos, Preuiniendo tambien para adelante, Lo mejor que pudimos preuenirnos, Y con esto nos fuimos à el aguage, Que buena media legua retirado, Estaua de los Ranchos descuidados, Y sabe gran señor el alto Cielo, Que aunque senti muy bien, y siento agora, Lo que por vista de ojos vi aquel dia, Que me faltan palabras y razones, Para darme à entender en esta historia, No mas que seys pozuelos se mostrauan, Sobre la superficie de la tierra, Como rodelas todos, y de hondo, Vna quarta el que mas hondable estaua, Cubiertos todos de agua, y acabada, Era fuerça aguardar à que inchesen, Y llenos por quedar el agua en peso, Para ninguna parte derramauan, Y no podian hazerse mas hondables, Porque era casi peña aquel assiento, Vno se referuo para nosotros, Y puesto encima del el gran Sargento, No podimos con el que se rindiesse, Al sabroso licor que le aguardaua, Para matar el fuego poderoso, Que en general à todos consumia, Respecto de que quiso que primero, Todos su grande sed satisfiziessen, En este inter llegò la cauallada, Y luego que reconocio el aguage, Todos juntos no fuimos poderosos, Para que vn solo passo atras boluiesse, Y viendo que acabauan toda el agua, Rompiendo por los pies de los cauallos, Dexandose pisar de todos ellos, Dos compañeros nuestros se arrojaron, Vencidos de la sed que los mataua, Y alli sus mismos rostros apretados, Con los muchos hozicos que cargauan, Secos los pozos, y ellos tambien secos, Casi muertos, tendidos se quedaron, Visto esto, todos fuimos ayudarlos, Y al fin juntos alli los socorrimos, Bien peligrosos de perder las vidas, Solo de la terrible sed rendidos, Y fuerça de cauallos quebrantados, Alabente los Angeles Dios mio, Que assi abates al hombre que lebantas, Sobre las altas obras de tus manos, Dexò el alma y su belleza en vanda, Es possible señor que no le basta, Al estremado vasso que hiziste, Ser vice Dios illustre aca en la tierra, Imagen de tu misma semejança, Para dexar de estar siempre sugeto, Al misero sustento de que viue, Y fuera desta triste desventura, Como señor se sufre y se permite, Que auiendo de ser esto que los brutos, Prefieran à tu Imagen de manera, Que no se sienta cosa en esta vida, Que en todo no prefieran con ventaja, Comer, beber, vestir, calçar, contento, Que es lo que mas los hombres procuramos, Qual bruto en todo aquesto no prefiere, Estos secretos yo no los alcanço, Y assi muy triste mi alma te procura, Y tanto mas se abrasa, y te dessea, Quanto està en tus secretos lebantados, Mas ignorante, torpe, y mas confussa, Y assi qual torpe quiero ya boluerme, A los cauallos torpes fatigados, Que de la grande sed todos vencidos, Sobre las fuentes juntos se quedaron, Y de alli no pudimos retirarlos, Hasta que llenos todos los hijares, Como hinchados odres auentados, Poco à poco se fueron esparciendo, Y dando de beber à los sedientos, Dos compañeros tristes lastimados, Luego fuimos nosotros, y qual ellos, El insaciable vientre contentamos, Y luego que estuuimos satisfechos, Y ninguno quedò que no beuiesse, Vino el Sargento, y cerca de la fuente, Llegò, y haziendo vasso del sombrero, Alli su mortal sed quedò vencida, Y con esto salimos à lo llano, Por si acaso los Indios reboluiessen, Pudiessemos con verlos ser señores, De aprouecharnos bien de los cauallos, Alli à los prisioneros regalamos, Dandoles de amistad patentes muestras, Y de la poca ropa que tuuimos, A entrambos los vestirnos porque fuessen, Mas sin sospecha, y menos rezelosos, En cuio puesto les pidio el Sargento, Dixessen à que vanda, o à que parte, Derramauan las aguas de aquel Rio, Cuia fuente hazia el Norte rebentaua, Y vno dellos que Milco se dezia, Sobre aquesta pregunta referida, Hablaua tantas cosas que con ellas, Mas confusion à todos nos ponia, Por cuia causa el otro en pie se puso, Que Mompil dixo à todos se llamaua, Y era el que el prouehedor auia prendido, Y barriendo del suelo cierta parte, Que toda à caso deseruada estaua, Desemboluiendo el braço poderoso, Tomò la punta de vna larga flecha, Y assi como si bien cursado fuera, En nuestra mathematica mas cierta, Casi quiso à todos figurarnos, La linea, y el zodiaco, y los signos, En largo cada qual de treinta grados, Los dos remotos Polos milagrosos, El Artico y Antartico cumplidos, Los poderosos circulos, y el exe, Y assi como cosmografo excelente, Respecto al Ciclo quiso dibujarnos, Algunas partes de la baja tierra, Puso del Sur, y Norte las dos mares, Con Islas, fuentes, montes, y lagunas, Y otros assientos, puestos, y estalages, Pintonos la circunuezina tierra, Y el assiento del caudaloso Rio, Por quien tantos trabajos se sufrieron, Y todos los aguages y jornadas, Que era fuerça tener en el camino, Para auer de beber sus turbias aguas, Pintonos vna boca muy estrecha, Por la qual era fuerça se passase, Y fuera della no nos dio vereda, Que por ella pudiesse ser possible, Que saliesse el exercito marchando, Por ser aquella tierra en si fragosa, Y muy pobre de aguage en todas partes, Alli pintò tambien las poblaciones, De nuestra nueua Mexico, y sus tierras, Poniendo y dandose à entender en todo, Como si muy sagaz piloto fuera, No se mouio pestaña porque juntos, Todos oyendo al baruaro gallardo, De gran contento y gozo no cabian, Y por la mucha parte que me cupo, Serà bien que celebre la grandeza, De la mas alta baruara gallarda, De pecho y coraçon el mas rendido, Que en barbara nacion se à conocido.
Compañeros tambien, y sus vezinos, Quisieron todos juntos espantarnos, Y para que otra vez no se burlasen, Ni nosotros con ellos si boluissen, Qual suelen los pilotos gouernarse, Por la Estrella del Norte lebantado, Para lleuar sus naues à buen puerto, Assi tomamos luego nuestra guia, Y presto à los amigos nos boluimos, Y dandoles razon de nuestro caso, Tambien les aduertimos y diximos, Que auia dozientos hombres de arco y flecha, Y todos combatientes sin la chusma, Que entendimos ser numero crecido, Gran confusion nos puso aquesta causa, Y assi dando y tomando en ella todos, Viendo quan mal parada toda estaua, Y que era fuerça perecer de hambre, Y que con la gran sed que descargaua, Tres cauallos aquella misma noche, Se nos caieron muertos trasijados, Qual aquel prudentissimo Saxonio, Que al brauo Emperador vencio à su saluo, Con solo que le dio à entender venia, Con gran fuerça de gente belicosa, Sobre todo su campo descuidado, Assi determinó que fuesse el hecho, Dando orden que al romper del Alua alegre, El bagaje sobre ellos embistiesse, Y que al aire los prestos arcabuzes, Las espantosas balas escupiessen, Lebantando rumor y grande estruendo, De muchas vozes, gritos, y alaridos, Porque dandoles à entender con esto, Que pujança de gente descargaua, Seria possible que à una todos juntos, Vencidos del gran sueño, y del espanto, A campo abierto, prestos, y ligeros, Desocupando todos sus aluergues, Con presurosa fuga se escapasen, Y que si bien del hecho se saliesse, Que luego el prouehedor con el Sargento, Y Sebastian Rodriguez con Bañuelos, Como Españoles brauos que se arrojan, Por la famosa tierra Berberisca, A cautibar los Moros desmandados, Que assi de los cauallos se apeasen, A prender la mas gente que pudiessen, Y en el inter los otros discurriendo, Por los pagizos ranchos despoblados, Fuessen quebrando y destrozando apriesa, Los arcos, y las flechas que pudiessen, Y que esto fuesse sin que cosa alguna, Por pensamiento alli se les dexase, Por si à nosotros reboluer quisiessen, Armas de todo punto les faltasen, Pues fin que en esto cosa se excediesse, Yua la noche humeda huiendo, Y à mas andar el Sol venia largando, Las riendas à su carro, y presurosos, Los candidos cauallos sacudian, Las lebantadas clines, y assomauan, Por el valcon dorado su luz bella, Quando de todo punto fue boluiendo, La gente Castellana retronando, Los lebantados Cielos de manera, Que los cauallos flacos destroncados, Huiendo del rumor se diuidieron, Rompiendo por los Ranchos tan furiosos, Que sola su braueza fue bastante, Para que todos juntos arrancasen, Y como sueltas liebres se acogiessen, Dexando los assientos despoblados, Con esto los soldados valerosos, Nueuo furor al punto acrecentaron, Y assi como rabiosos lobos todos, Quando con hambre turban los ganados, Y en torno de las redes codiciosos, Los perros y pastores despreciando, Por la majada juntos se abalançan, Y en son confusso todos arremeten, Assi enuistiendo todos denodados, Cargaron los que estauan escogidos, Para prender la gente mal guardada, Y à las bueltas andando con algunos, Assi qual fuertes Aguilas Reales, Las fuertes garras prestos ocuparon, El Sargento dos baruaros gallardos, Qual bramadero tuuo bien assidos, Bañuelos otros dos tuuo aferrados, Rodriguez ygualo tambien la parte, Y assi como en turbion horrendo, El Zefiro, y el Noto se acometen, Y en poderosa lucha se combaten, Barriendo y arrastrando todo aquello, Que su violencia braua, y fuerça alcança, Assi vn valiente baruaro se vino, A solo el prouehedor desatinado, Y el de los valientes miembros recogiendo, Los clientes y los puños apretando, Sin frenar passo le embistio ligero, Y como vn par de naues aferradas, Assi aferrò el vno con el otro, Con apretados ñudos bien ceñidos, Fuertes lazos, y brauas ataduras, Y en los valientes pechos se afirmaron, Y qual si dos zelosos toros fueran, Gimiendo y azezando por buen rato, Las poderosas fuerças se tentauan, Y sacudiendo cada qual los tercios, En bolteado torno al descubierto, Con vno y otro buelo levantado, Rendir el vno al otro pretendia, Cuia violencia braua resistiendo, En las ligeras plantas que afirmauan, Mas firmes que castillos se quedauan, Y viendo el poco jugo que sacaua, El baruaro el derecho pie ligero, Sobre el contrario hizquierdo fue cargando, Con vn grande gemido poderoso, Mas por estar los dos tan bien ceñidos, Haziendose crugir los duros gruessos, Rollizos nieruos, cuerdas y costados, Qual si fueran dos muros poderosos, Assi parados juntos se quedaron, Pues boluiendo segunda vez al torno, El Español vn buelo arrebatado, Al baruaro le dio con tanto aliento, Que lleuandole todo lebantado, En tierra dio con el por medio muerto, En el inter nosotros andubimos, Quebrando y destrozando à grande priessa, Los mas arcos y flechas que topamos, Y el Sargento mayor estando en esto, Con blandas muestras, y caricias nobles, Ternezas y regalos amorosos, Agasajò la pressa en quanto pudo, Dandoles à entender que no venia, A darles pesadumbre, ni à enojarlos, Y que su causa solo se estendia, A que dos, o tres dellos nos lleuasen, Al Rio que buscauamos del Norte, Y assi por esta causa les pedia, Que tuuviessen por bien de concertarse, De manera que algunos dellos fuessen, Y aquellos que escogiessen se quedasen, Y aduirtiendo quan mal se conuenian, Y que todos quisieron escusarle, Por quitarles de duda y de sospecha, Y parecerle aqueste buen camino, Vsó de potestad en concertarlos, Y assi sin dilatar aquesta causa, Cargandolos de cuentas y, abalorios, A los cinco soltò con grandes muestras, De amistad llana, buena, y muy cinçera, Sin ninguna encubierta, y trato doble, Y con las mismas muestras agradables, A los dos prometio que en viendo el agua, Dos hermosos cauallos les daria, En que ambos à dos juntos se boluiessen, Los cinco con contento se partieron, Los dos bien afligidos se quedaron, Y como aquellos que forçados lleuan, Mansos de todo punto ya rendidos, A la fuerça del remo riguroso, Y encendida braueza de crugia, Assi mansos, forçados los lleuamos, Y de los bastimentos que dexaron, De venados, tejones, y conejos, Hieruas, raposos, liebres, y raizes, Nuestra insaziable hambre socorrimos, Preuiniendo tambien para adelante, Lo mejor que pudimos preuenirnos, Y con esto nos fuimos à el aguage, Que buena media legua retirado, Estaua de los Ranchos descuidados, Y sabe gran señor el alto Cielo, Que aunque senti muy bien, y siento agora, Lo que por vista de ojos vi aquel dia, Que me faltan palabras y razones, Para darme à entender en esta historia, No mas que seys pozuelos se mostrauan, Sobre la superficie de la tierra, Como rodelas todos, y de hondo, Vna quarta el que mas hondable estaua, Cubiertos todos de agua, y acabada, Era fuerça aguardar à que inchesen, Y llenos por quedar el agua en peso, Para ninguna parte derramauan, Y no podian hazerse mas hondables, Porque era casi peña aquel assiento, Vno se referuo para nosotros, Y puesto encima del el gran Sargento, No podimos con el que se rindiesse, Al sabroso licor que le aguardaua, Para matar el fuego poderoso, Que en general à todos consumia, Respecto de que quiso que primero, Todos su grande sed satisfiziessen, En este inter llegò la cauallada, Y luego que reconocio el aguage, Todos juntos no fuimos poderosos, Para que vn solo passo atras boluiesse, Y viendo que acabauan toda el agua, Rompiendo por los pies de los cauallos, Dexandose pisar de todos ellos, Dos compañeros nuestros se arrojaron, Vencidos de la sed que los mataua, Y alli sus mismos rostros apretados, Con los muchos hozicos que cargauan, Secos los pozos, y ellos tambien secos, Casi muertos, tendidos se quedaron, Visto esto, todos fuimos ayudarlos, Y al fin juntos alli los socorrimos, Bien peligrosos de perder las vidas, Solo de la terrible sed rendidos, Y fuerça de cauallos quebrantados, Alabente los Angeles Dios mio, Que assi abates al hombre que lebantas, Sobre las altas obras de tus manos, Dexò el alma y su belleza en vanda, Es possible señor que no le basta, Al estremado vasso que hiziste, Ser vice Dios illustre aca en la tierra, Imagen de tu misma semejança, Para dexar de estar siempre sugeto, Al misero sustento de que viue, Y fuera desta triste desventura, Como señor se sufre y se permite, Que auiendo de ser esto que los brutos, Prefieran à tu Imagen de manera, Que no se sienta cosa en esta vida, Que en todo no prefieran con ventaja, Comer, beber, vestir, calçar, contento, Que es lo que mas los hombres procuramos, Qual bruto en todo aquesto no prefiere, Estos secretos yo no los alcanço, Y assi muy triste mi alma te procura, Y tanto mas se abrasa, y te dessea, Quanto està en tus secretos lebantados, Mas ignorante, torpe, y mas confussa, Y assi qual torpe quiero ya boluerme, A los cauallos torpes fatigados, Que de la grande sed todos vencidos, Sobre las fuentes juntos se quedaron, Y de alli no pudimos retirarlos, Hasta que llenos todos los hijares, Como hinchados odres auentados, Poco à poco se fueron esparciendo, Y dando de beber à los sedientos, Dos compañeros tristes lastimados, Luego fuimos nosotros, y qual ellos, El insaciable vientre contentamos, Y luego que estuuimos satisfechos, Y ninguno quedò que no beuiesse, Vino el Sargento, y cerca de la fuente, Llegò, y haziendo vasso del sombrero, Alli su mortal sed quedò vencida, Y con esto salimos à lo llano, Por si acaso los Indios reboluiessen, Pudiessemos con verlos ser señores, De aprouecharnos bien de los cauallos, Alli à los prisioneros regalamos, Dandoles de amistad patentes muestras, Y de la poca ropa que tuuimos, A entrambos los vestirnos porque fuessen, Mas sin sospecha, y menos rezelosos, En cuio puesto les pidio el Sargento, Dixessen à que vanda, o à que parte, Derramauan las aguas de aquel Rio, Cuia fuente hazia el Norte rebentaua, Y vno dellos que Milco se dezia, Sobre aquesta pregunta referida, Hablaua tantas cosas que con ellas, Mas confusion à todos nos ponia, Por cuia causa el otro en pie se puso, Que Mompil dixo à todos se llamaua, Y era el que el prouehedor auia prendido, Y barriendo del suelo cierta parte, Que toda à caso deseruada estaua, Desemboluiendo el braço poderoso, Tomò la punta de vna larga flecha, Y assi como si bien cursado fuera, En nuestra mathematica mas cierta, Casi quiso à todos figurarnos, La linea, y el zodiaco, y los signos, En largo cada qual de treinta grados, Los dos remotos Polos milagrosos, El Artico y Antartico cumplidos, Los poderosos circulos, y el exe, Y assi como cosmografo excelente, Respecto al Ciclo quiso dibujarnos, Algunas partes de la baja tierra, Puso del Sur, y Norte las dos mares, Con Islas, fuentes, montes, y lagunas, Y otros assientos, puestos, y estalages, Pintonos la circunuezina tierra, Y el assiento del caudaloso Rio, Por quien tantos trabajos se sufrieron, Y todos los aguages y jornadas, Que era fuerça tener en el camino, Para auer de beber sus turbias aguas, Pintonos vna boca muy estrecha, Por la qual era fuerça se passase, Y fuera della no nos dio vereda, Que por ella pudiesse ser possible, Que saliesse el exercito marchando, Por ser aquella tierra en si fragosa, Y muy pobre de aguage en todas partes, Alli pintò tambien las poblaciones, De nuestra nueua Mexico, y sus tierras, Poniendo y dandose à entender en todo, Como si muy sagaz piloto fuera, No se mouio pestaña porque juntos, Todos oyendo al baruaro gallardo, De gran contento y gozo no cabian, Y por la mucha parte que me cupo, Serà bien que celebre la grandeza, De la mas alta baruara gallarda, De pecho y coraçon el mas rendido, Que en barbara nacion se à conocido.