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Datos principales
Desarrollo
Capítulo CXLII Que trata de lo que hizo el gobernador don García Hurtado de Mendoza estando en la ciudad Imperial invernando e de cómo salió para la ciudad de Cañete Estando el gobernador invernando en la ciudad Imperial, proveyendo a todas partes lo que era necesario, porque en este tiempo no se podía hacer la guerra a los naturales, a causa de ser muy trabajosa por las muchas aguas y grandes ríos que hay, como he dicho, y estando aquí, llegaron dos mensajeros de Joan Pérez Zurita, en que le hacía saber y daba cuenta y relación cómo había ido a la provincia de los diaguitas, y que había poblado una ciudad, la cual se decía Londres. Y luego el gobernador despachó a estos mensajeros, y despachado, dio cédula a los vecinos de la ciudad e Osorno y Valdivia y Villarrica e Imperial. Y continuando los indios aquel mal propósito y pecado de cometer tan sin piedad, y que no les bastaba castigo ni amenazas, fundó el gobernador fuera de la ciudad Imperial una casa del bienaventurado Santo Agustín en su propio día, para que rogase a Nuestro Salvador Jesucristo pusiese en corazón y voluntad a estos infieles, dejasen aquel mal propósito y pecado y los alumbrase en su santo servicio. E hizo esto un domingo 28 de agosto de 1558 años. En este tiempo llegó un navío de los que habían ido con el capitán Ladrillero, desbaratado con tormentas que había tenido a causa de haber dado al través. Y con gran trabajo le habían aderezado lo mejor que pudieron, no sabiendo del otro navío donde iba el capitán.
Y ansí vino este navío a la ciudad de Valdivia. Pues pasado el invierno y venida la primavera, viendo el gobernador que los indios de Arauco y de la ciudad de Cañete no habían querido venir de paz, ni aprovehaban requerimientos, salió de la ciudad Imperial para la de Cañete para visitar la ciudad y hacer la guerra a los indios. Salió viernes a catorce de octubre y llegó a diez y ocho del presente a la ciudad. Luego los indios de guerra comenzaron a hacer el daño que podían en los yanaconas de servicio, matando algunos que se desmandaban del real, aunque no muy lejos. Visto esto por el gobernador y el grande atrevimiento que tenían, hizo un fuerte de adobes en que quedasen los españoles seguros, los que quedasen en la ciudad, para de allí salir a dar en un fuerte que los indios tenían en Millarapue, que había en él siete mil indios para desde allí hacer el mal que pudiesen a los españoles. Y los indios, no contentos con las desvergüenzas pasadas, acordaron hacer muchas balsas para ir por el río a el puerto de esta ciudad que he dicho, a tomar un navío que estaba en él, que había traído bastimento, y matar los españoles, lo cual hicieran fácilmente si Dios nuestro Señor no remediara, que el gobernador tuvo aviso de ello. Y luego salió el gobernador con doscientos hombres, y les mandó saliesen del río. Y de esta manera los indios se volvieron a su fuerte. Y el gobernador caminó y llegó a vista del fuerte de los indios, y se puso encima de un pequeño cerro, de donde les envió a hablar y a requerirles viniesen de paz, mas no lo determinaron hacer, y viendo los indios a los españoles, escomenzaron a dar grandes voces y tocar sus cornetas y mostrarse muy valientes.
Este fuerte está encima de una loma hecho a la larga, y dos lienzos de palizada muy fuertes, y una cava por delante los lienzos. Y por el un cabo, que era hacia oriente, tenía una quebrada muy montuosa, y por ella corría un río. E por el otro cabo, que era el poniente, tenía una ciénaga. Y por el lienzo de la palizada, que caía hacia el norte, tenían muchos hoyos. Y por la cabeza del lienzo tenían sacado una manga de palizada que corría hacia el norte. En la palizada que tengo dicho estaban dentro cuatro mil indios, y tenían dos piezas de artillería y siete u ocho arcabuceros. Aunque lo dispararon, fue Dios servido que no hicieron daño. Y en la manga de la palizada del lienzo andaban los demás. Viendo el gobernador esta fuerza, ordenó su gente en esta manera, que a Gonzalo Hernández Buenosaños mandó con cincuenta hombres que fuese por junto a la ciénaga y pasase al lienzo de la palizada que estaba hacia el sur, y que por allí los acometiese. Y envió a don Felipe con sesenta hombres por donde estaban los hoyos, y le mandó que a una rompiesen con los demás escuadrones. Y el gobernador tomó cincuenta de a caballo, dejando con el servicio la demás gente, y fuese a la manga de la palizada donde estaba la fuerza de los indios. Y llegado el gobernador, rompió por la palizada y dio en los indios, y luego escomenzaron a desmamparar el fuerte y a huir. Y ansí entraron los demás españoles en el fuerte, matando e hiriendo. Murieron aquí en esta batalla trescientos indios, y prendiéronse muchos. Diose esta batalla a trece de diciembre, día de la bienaventurada Santa Lucía del año de 1558 años. E luego el gobernador se vino al pueblo de Arauco. Acabóse esta crónica y relación copiosa y verdadera, sábado a catorce de diciembre del año de nuestro nacimiento de nuestro Salvador Jesucristo de mil y quinientos y cincuenta y ocho años, hecha por Gerónimo de Vivar, natural de la ciudad de Burgos.
Y ansí vino este navío a la ciudad de Valdivia. Pues pasado el invierno y venida la primavera, viendo el gobernador que los indios de Arauco y de la ciudad de Cañete no habían querido venir de paz, ni aprovehaban requerimientos, salió de la ciudad Imperial para la de Cañete para visitar la ciudad y hacer la guerra a los indios. Salió viernes a catorce de octubre y llegó a diez y ocho del presente a la ciudad. Luego los indios de guerra comenzaron a hacer el daño que podían en los yanaconas de servicio, matando algunos que se desmandaban del real, aunque no muy lejos. Visto esto por el gobernador y el grande atrevimiento que tenían, hizo un fuerte de adobes en que quedasen los españoles seguros, los que quedasen en la ciudad, para de allí salir a dar en un fuerte que los indios tenían en Millarapue, que había en él siete mil indios para desde allí hacer el mal que pudiesen a los españoles. Y los indios, no contentos con las desvergüenzas pasadas, acordaron hacer muchas balsas para ir por el río a el puerto de esta ciudad que he dicho, a tomar un navío que estaba en él, que había traído bastimento, y matar los españoles, lo cual hicieran fácilmente si Dios nuestro Señor no remediara, que el gobernador tuvo aviso de ello. Y luego salió el gobernador con doscientos hombres, y les mandó saliesen del río. Y de esta manera los indios se volvieron a su fuerte. Y el gobernador caminó y llegó a vista del fuerte de los indios, y se puso encima de un pequeño cerro, de donde les envió a hablar y a requerirles viniesen de paz, mas no lo determinaron hacer, y viendo los indios a los españoles, escomenzaron a dar grandes voces y tocar sus cornetas y mostrarse muy valientes.
Este fuerte está encima de una loma hecho a la larga, y dos lienzos de palizada muy fuertes, y una cava por delante los lienzos. Y por el un cabo, que era hacia oriente, tenía una quebrada muy montuosa, y por ella corría un río. E por el otro cabo, que era el poniente, tenía una ciénaga. Y por el lienzo de la palizada, que caía hacia el norte, tenían muchos hoyos. Y por la cabeza del lienzo tenían sacado una manga de palizada que corría hacia el norte. En la palizada que tengo dicho estaban dentro cuatro mil indios, y tenían dos piezas de artillería y siete u ocho arcabuceros. Aunque lo dispararon, fue Dios servido que no hicieron daño. Y en la manga de la palizada del lienzo andaban los demás. Viendo el gobernador esta fuerza, ordenó su gente en esta manera, que a Gonzalo Hernández Buenosaños mandó con cincuenta hombres que fuese por junto a la ciénaga y pasase al lienzo de la palizada que estaba hacia el sur, y que por allí los acometiese. Y envió a don Felipe con sesenta hombres por donde estaban los hoyos, y le mandó que a una rompiesen con los demás escuadrones. Y el gobernador tomó cincuenta de a caballo, dejando con el servicio la demás gente, y fuese a la manga de la palizada donde estaba la fuerza de los indios. Y llegado el gobernador, rompió por la palizada y dio en los indios, y luego escomenzaron a desmamparar el fuerte y a huir. Y ansí entraron los demás españoles en el fuerte, matando e hiriendo. Murieron aquí en esta batalla trescientos indios, y prendiéronse muchos. Diose esta batalla a trece de diciembre, día de la bienaventurada Santa Lucía del año de 1558 años. E luego el gobernador se vino al pueblo de Arauco. Acabóse esta crónica y relación copiosa y verdadera, sábado a catorce de diciembre del año de nuestro nacimiento de nuestro Salvador Jesucristo de mil y quinientos y cincuenta y ocho años, hecha por Gerónimo de Vivar, natural de la ciudad de Burgos.