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Datos principales
Desarrollo
Capítulo CXVI Que trata de la entrada de Joan Gómez de Puerén a Tocapel y del suceso Recebida la carta el Joan Gómez en que el gobernador le enviaba a mandar que el primer día de Pascua, como tengo dicho, entrase a Tocapel con la gente que pudiese. Allegado el día de Pascua quiso entrar e ir, como el gobernador se lo había mandado, y fue requerido de la gente que allí estaba no entrase, a causa del peligro que quedaba llevando él catorce hombres. Y a esta causa se detuvo. E venida la noche, e viendo que no cumplía el mandato del gobernador y que él estará en Tocapel y él no había ido, cabalgó con sus catorce españoles. Caminó toda la noche y otro día, lunes segundo día de Pascua, fue a amanecer media legua de la casa de Tocapel, los cuales se apearon y dieron de comer a sus caballos, y maravillados de cómo no habían hallado ni veían señal de haber españoles. Estando en esto les salió un yanacona, el cual era de los españoles que con el gobernador había ido e había estado escondido, y les dijo que qué hacían allí, que al gobernador y todos los cristianos habían muerto los indios una legua adelante de donde ellos estaban. E los españoles que andan en estas partes cursados en las cosas de los indios, pocas veces le dan crédito a lo que dicen. Y ellos no creyendo pudiese ser, salió una india que también se había escondido, y llorando llegó a ellos y les dijo que qué hacían, que "ayer mataron al apo y todos los cristianos que con él venían, que no escapó ninguno, y todos los yanaconas de servicio, si no eran los que se habían escondido".
Oído los españoles la india y que conformaba con el yanacona, diéronle crédito y cabalgaron en sus caballos. Y vieron venir la gente de guerra por todas partes. Y llegados los indios a ellos, se acaudillaron con todos catorce y arremetieron. Y como era tierra llana, los caballos tenían lugar para andar en todas partes y ligeramente entraban y sallan y peleaban con los indios como españoles que eran. Como la calor del sol les fatigaba y ansí anduvieron peleando todo el día, venidos a hora de vísperas se ayuntaron todos catorce, sin faltarles ninguno ni haberles muerto caballo en todo este tiempo. Y viéndose tan fatigados y los indios que les acosaban, aunque ellos habían muerto hartos, y viendo que la noche les venía cerca, acordaron de volverse a Puerén donde habían salido. Y puestos en camino y en huida y más españoles, según yo he visto en estas partes e aun me he hallado, huyendo son malos de acaudillar y aún peores de ordenar, porque no miran más de cada uno por sí, y no socorren a nadie, ni favorecen al amigo; puesto que tenían malos pasos, y en ellos gente de guerra que los guardaba, y como llegaban y pasaban estos pasos, a nenguna parte llegaban que no dejaban españoles en poder de los indios, de manera que al medio camino les habían muerto siete cristianos. Y al caudillo se le cansaba el caballo y quiso su ventura que fue en un monte, y viéndose en aquel peligro y el caballo cansado, se apeó y se metió por el monte. Y como venía la noche y ellos no caminaban perezosos, y como cada uno procuraba escaparse, no cuidaban por el caudillo y así se lo dejaron.
Y llegados los indios que en su seguimiento venían, vieron el caballo, y considerando que estaría allí el español comenzaron a buscalle. Fue Dios servido que no lo hallaron. Venida la noche tomó el camino y escomenzó a caminar. Ya que amanecía llegó a vista de la casa de Puerén. Y los seis españoles que habían escapado llegaron a Puerén, y como los que estaban en la casa los vieron de aquella arte, algunos de ellos malheridos, no poco temor cobraron, e desmampararon la casa y se fueron a la ciudad Imperial, que está diez leguas de ella. Y antes que llegase Joan Gómez a la casa de Puerén vio que ardía, y salió a él un yanacona que era de los españoles que con él habían ido y le dijo: "¡Oh, señor! que todos los cristianos se han ido de la casa y los indios de guerra están en ella, que no podemos pasar". Y ansí se tornó a esconder y dijo al yanacona que fuese alcanzar a los españoles y les dijese cómo él venía allí. Y el yanacona le dijo que él iría. Y así caminó el yanacona sin que los indios le viesen y alcanzó a los españoles cuatro leguas de la casa, el cual les dijo cómo venía un cristiano. Y volvieron dos españoles a buscalle, andando por donde el yanacona les había dicho, y como no le topaban se querían volver, y acaso relinchó un caballo, el cual salió a ellos, y así le tomaron y se fueron a la Imperial. Quiero nombrar estos siete españoles que se escaparon que fue Joan Gómez, Gonzalo Hernández Buenosaños, Gregorio de Castañeda, Luis Hernández de Córdoba, Joan Morán, Diego de Velgara, Joan de San Martín.
Oído los españoles la india y que conformaba con el yanacona, diéronle crédito y cabalgaron en sus caballos. Y vieron venir la gente de guerra por todas partes. Y llegados los indios a ellos, se acaudillaron con todos catorce y arremetieron. Y como era tierra llana, los caballos tenían lugar para andar en todas partes y ligeramente entraban y sallan y peleaban con los indios como españoles que eran. Como la calor del sol les fatigaba y ansí anduvieron peleando todo el día, venidos a hora de vísperas se ayuntaron todos catorce, sin faltarles ninguno ni haberles muerto caballo en todo este tiempo. Y viéndose tan fatigados y los indios que les acosaban, aunque ellos habían muerto hartos, y viendo que la noche les venía cerca, acordaron de volverse a Puerén donde habían salido. Y puestos en camino y en huida y más españoles, según yo he visto en estas partes e aun me he hallado, huyendo son malos de acaudillar y aún peores de ordenar, porque no miran más de cada uno por sí, y no socorren a nadie, ni favorecen al amigo; puesto que tenían malos pasos, y en ellos gente de guerra que los guardaba, y como llegaban y pasaban estos pasos, a nenguna parte llegaban que no dejaban españoles en poder de los indios, de manera que al medio camino les habían muerto siete cristianos. Y al caudillo se le cansaba el caballo y quiso su ventura que fue en un monte, y viéndose en aquel peligro y el caballo cansado, se apeó y se metió por el monte. Y como venía la noche y ellos no caminaban perezosos, y como cada uno procuraba escaparse, no cuidaban por el caudillo y así se lo dejaron.
Y llegados los indios que en su seguimiento venían, vieron el caballo, y considerando que estaría allí el español comenzaron a buscalle. Fue Dios servido que no lo hallaron. Venida la noche tomó el camino y escomenzó a caminar. Ya que amanecía llegó a vista de la casa de Puerén. Y los seis españoles que habían escapado llegaron a Puerén, y como los que estaban en la casa los vieron de aquella arte, algunos de ellos malheridos, no poco temor cobraron, e desmampararon la casa y se fueron a la ciudad Imperial, que está diez leguas de ella. Y antes que llegase Joan Gómez a la casa de Puerén vio que ardía, y salió a él un yanacona que era de los españoles que con él habían ido y le dijo: "¡Oh, señor! que todos los cristianos se han ido de la casa y los indios de guerra están en ella, que no podemos pasar". Y ansí se tornó a esconder y dijo al yanacona que fuese alcanzar a los españoles y les dijese cómo él venía allí. Y el yanacona le dijo que él iría. Y así caminó el yanacona sin que los indios le viesen y alcanzó a los españoles cuatro leguas de la casa, el cual les dijo cómo venía un cristiano. Y volvieron dos españoles a buscalle, andando por donde el yanacona les había dicho, y como no le topaban se querían volver, y acaso relinchó un caballo, el cual salió a ellos, y así le tomaron y se fueron a la Imperial. Quiero nombrar estos siete españoles que se escaparon que fue Joan Gómez, Gonzalo Hernández Buenosaños, Gregorio de Castañeda, Luis Hernández de Córdoba, Joan Morán, Diego de Velgara, Joan de San Martín.