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Capítulo LXXXVI De cómo don Francisco salió del Cuzco para se volver a la ciudad de los Reyes Habiéndose partido el adelantado, para la jornada de Chirihuana, el gobernador determinó de se volver a la ciudad de los Reyes para estar en comedio del reino y procurar lo que más conviniese al servicio de Dios y del emperador y a la conversión y buen tratamiento de los naturales: repartió algunas provincias entre personas que le pareció, dando de ello cédulas de depósito o encomienda; quedó a lo que creo, por teniente Juan Pizarro, su hermano; encomendóle mucho el buen tratamiento de los indios, despidióse de todos, y lo mismo de Mango Inga con los más señores principales que estaban en el Cuzco. De donde, como salió anduvo hasta que llegando cerca de la ciudad de los Reyes, salieron los regidores y vecinos a le recibir con mucha alegría, y entre ellos los dos hermanos don Alonso Enríquez y don Luis, bien doblados y mañosos. Halló en la ciudad al obispo de Tierra Firme, don fray Tomás de Berlanga, que venia por comisión del rey a les partir los límites de las gobernaciones a él y a Almagro. Hizo algunas mercedes particulares, secretas y públicas, Pizarro, en este tiempo: a don Luis mandó dar dos mil pesos de plata: valuada en tan poco precio que en España valían más de cinco; a su hermano don Alonso dio otros diez mil, consintiendo que echase en suertes ciertas preseas, que traían, a precios muy excesivos. Conociéronlo mal y tan mal que dieron que decir a todos, y Pizarro los tuvo por inconstantes y de poca verdad.

Y a un fraile de la Trinidad pidiéndole limosna para casar unas hermanas, mandó a su camarero Pedro de Villareal que le diese mil pesos; al licenciado Caldera y al doctor Loaisa y a Tello de Guzmán, cuentan que dio muchos dineros. Los indios de todas las provincias, así de los llanos como de la sierra, servían bien; había pocos religiosos y no ningún obispo, que era causa que no se aprovechase mucho en lo más principal, que era en la conversión de estas gentes; y si había algunos religiosos también tenían codicia como los seglares, procurando de callada de henchir las bolsas. Los españoles que andaban en aquellos tiempos por la tierra eran muy servidos, traíanlos en andas o hamacas. Mandó Pizarro que no se pudiera contratar con oro ni plata que no tuviese marcado porque el rey no perdiese sus quintos. Vino de Trujillo a los Reyes, Alonso de Alvarado: fue bien recibido de Pizarro; y por tenerse gran noticia de los Chachapoyas, y de las otras tierras que están más orientales, le dio comisión para hacer aquella conquista, nombrándole por su capitán. Con que dio la vuelta a la nueva ciudad de Trujillo.

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