Compartir
Datos principales
Desarrollo
CAPÍTULO X Regreso de Cortés: la noche triste Habiendo vencido Cortés a Pánfilo de Narváez, regresó con mayor número de soldados a México-Tenochtitlan. Los informantes de Sahagún relatan el modo como fue recibido. Los mexicas se pusieron de acuerdo en no dejarse ver. Estaban en acecho para dar principio a la batalla. Según los mencionados informantes, Cortés hizo disparar los cañones, al entrar en las casas reales de Motecuhzoma. Esta fue la señal que dio principio a la guerra. Durante cuatro días se luchó con denuedo. Fue por entonces cuando los españoles arrojaron a la orilla del agua los cadáveres de Motecuhzoma y de Itzcuauhtzin. Como escribe don Fernando de Alva Ixtlilxóchitl, a punto fijo no se supo cómo murió Motecuhzoma: "dicen que uno de los indios le tiró una pedrada de lo cual murió; aunque dicen los vasallos que los mismos españoles lo mataron y por las partes bajas le metieron la espada." El texto indígena pinta las exequias de Motecuhzoma y el duro juicio que acerca de su actuación pública formularon algunos mexicas. Pasados siete días los españoles se aprestaron para abandonar por la noche a México-Tenochtitlan. Entonces tuvo lugar el desquite de los guerreros mexicas, que se conoce como la "Noche Triste". Los indios nos pintan la forma en que tuvo lugar el asedio a los españoles que huían por la Calzada de Tacuba. Quienes lograron escapar, fueron a refugiarse por el rumbo de Teocalhueyacan, en donde fueron recibidos en son de paz.
El texto de los informadores que aquí se transcribe concluye narrando lo que pasaba entre tanto en México-Tenochtitlan, donde los guerreros mexicas victoriosos se repartían el botín de guerra quitado a los españoles. En forma de pequeño apéndice a este capítulo se transcribe la breve noticia que acerca de estos hechos nos conserva don Fernando de Alva Ixtlilxóchitl en su ya mencionada XIII relación. Los españoles abandonan de noche la ciudad Cuando hubo anochecido, cuando llegó la media noche, salieron los españoles en compacta formación y también los tlaxcaltecas todos. Los españoles iban delante y los tlaxcaltecas los iban siguiendo, iban pegados a sus espaldas. Cual si fueran un muro se estrechaban con aquéllos. Llevaban consigo puentes portátiles de madera: los fueron poniendo sobre los canales: sobre ellos iban pasando. En aquella sazón estaba lloviendo, ligeramente como rocío, eran gotas ligeras, como cuando se riega, era una lluvia muy menuda. Aún pudieron pasar los canales de Tecpantzinco, Tzapotlan, Atenchicalco. Pero cuando llegaron al de Mixcoatechialtitlan, que es el canal que se halla en cuarto lugar, fueron vistos: ya se van fuera. Se descubre su huida Una mujer que sacaba agua los vio y al momento alzó el grito y dijo: -Mexicanos# ¡Andad hacia acá: ya se van, ya van traspasando los canales vuestros enemigos# ¡Se van a escondidas! # Entonces gritó un hombre sobre el templo de Huitzilopochtli. Bien se difundió su grito sobre la gente, todo mundo oía su grito: -Guerreros, capitanes, mexicanos# ¡Se van vuestros enemigos! Venid a perseguirlos.
Con barcas defendidas con escudos# con todo el cuerpo en el camino. Comienza la batalla Y cuando esto se oyó, luego un rumor se alza. Luego se ponen en plan de combate los que tienen barcas defendidas. Siguen, reman afanosos, azotan sus barcas, van dando fuertes remos a sus barcas. Se dirigen hacia Mictlantonco, hacia Macuiltlapilco. Las barcas defendidas por escudos, por un lado y otro vienen a encontrarlos. Se lanzan contra ellos. Eran barcas guarnicionales de los de Tenochtitlan, eran barcas guarnicionales de los de Tlatelolco. Otros también fueron a pie, se dirigieron rectamente a Nonohualco, encaminando hacia Tlacopan. Intentaban cortarles la retirada. Entonces los que tripulaban las barcas defendidas por escudos, lanzaron sus dardos contra los españoles. De uno y de otro lado los dardos caían. Pero los españoles también tiraban a los mexicanos. Lanzaban pasadores, y también tiros de arcabuz. De un lado y de otro había muertos. Eran tocados por las flechas los españoles, y eran tocados los tlaxcaltecas. Pero también eran tocados por proyectiles los mexicanos. La matanza del canal de los toltecas Pues cuando los españoles hubieron llegado a Tlaltecayohuacan, en donde es el canal de los toltecas, fue como si se derrumbaran, como si desde un cerro se despeñaran. Todos allí se arrojaron se dejaron ir al precipicio. Los de Tlaxcala, los de Tliliuhquitepec, y los españoles, y los de a caballo y algunas mujeres. Pronto con ellos el canal quedó lleno, con ellos cegado quedó.
Y aquellos que iban siguiendo, sobre los hombres, sobre los cuerpos, pasaron y salieron a la otra orilla. Pero al llegar a Petlacalco, en donde hay otro canal, en paz y quietamente lo pasaron sobre el puente portátil de madera. Y cuando hubieron llegado a Popotla amaneció, esclareció el cielo: allí, refrigerados ya, a lo lejos tenían combate. Pero allí llegaron dando alaridos, hechos una bola en torno de ellos los mexicanos. Llegan a coger presos tlaxcaltecas y aún van matando españoles. Pero también mexicanos mueren: gente de Tlatelolco. De una y de otra parte hubo muertos. Hasta Tlacopan (Tacuba), los persiguen, hasta Tlacopan los echaron. Pues en el tiempo en que los echaron, en Tlilyuhcan, en Xócotl iyohuican, que es lo mismo que Xoxocotla, allí murió en guerra Chimalpopoca el hijo de Motecuhzoma. Quedó traspasado, sobre él vino un tiro de ballesta. También allí fue herido y en ese sitio murió Tialtecatzin, príncipe tepaneca. Era el que guiaba, el que dirigía, el que iba señalando y marcando los caminos a los españoles. Los españoles se refugian en Teocalhueyacan Luego de ahí vadearon el Tepzólatl, que es un riachuelo; pasaron al otro lado, vadearon el Tepzólatl y luego se remontaron al Acueco. Fueron a detenerse en Otoncalpulco. Su patio estaba defendido por una muralla de madera, tenían un muro de madera. Allí se refrigeraron, allí tomaron descanso, allí restauraron sus fuerzas y recobraron el aliento. Allí vino a darles la bienvenida el jefe de los de Teocalhueyacan.
El señor se llamaba con nombre propio de nobleza El Otomí. Este fue a encontrarlos allí les fue a entregar comida: tortillas blancas, gallinas, guisados y asados de gallina, huevos y algunas gallinas vivas y también algunas tunas: todo lo pusieron delante del capitán. Les dijeron: -Señores nuestros, os habéis fatigado, habéis pasado angustias. Que los dioses reposen. En tierra asentaos, tomad aliento. Entonces les respondió Malintzin, les dijo: -Señores míos, dice el capitán: ¿De dónde venís? ¿Dónde es vuestra casa? Dijeron ellos: -óigalo nuestro señor: Venimos de su casa en Teocalhueyacan. Somos gente de este lugar. Dijo Malintzin: -Bien está. Os estamos agradecidos. Allá de donde venís mañana o pasado iremos a pernoctar. El botín recogido por los mexicas en Tenochtitlan Luego que se alzó la aurora, cuando la luz relució, cuando estuvo claro el día, fueron acarreados los tlaxcaltecas todos, y los de Cempoala y los españoles que se habían despeñado en el canal de los toltecas, allá en Petlacalco o en Mictonco. Fueron siendo llevados en canoas; entre los tules, allá en donde están los tules blancos los fueron a echar: no más los arrojaban, allá quedaron tendidos. También arrojaron por allá a las mujeres (muertas): estaban desnudas enteramente, estaban amarillas; amarillas, pintadas de amarillo, estaban las mujeres. A todos éstos desnudaron, les quitaron cuanto tenían: los echaron allá sin miramiento, los dejaron totalmente abandonados y desprovistos.
Pero a los españoles, en un lugar aparte los colocaron, los pusieron en hileras. Cual los blancos brotes de las cañas, como los brotes del maguey, como las espigas blancas de las cañas, así de blancos eran sus cuerpos. También sacaron a los "ciervos" que soportan encima a los hombres los dichos caballos. Y cuanto ellos llevaban, cuanto era su carga, todo se hizo un montón, de todo se hicieron dueños. Si alguien en una cosa ponía los ojos, luego al momento la arrebataba. La hacía cosa propia, se la llevaba a cuestas, la conducía a su casa. Allí en donde precisamente fue la mortandad, todo cuanto pudo hallarse se lo apropiaron, lo que en su miedo abandonaron (los españoles). También todas las armas de guerra allí fueron recogidas. Cañones, arcabuces, espadas y cuanto en el hondo se había precipitado, lo que allí había traído. Arcabuces, espadas, lanzas, albardas, arcos de metal, saetas de hierro. También allí se lograron cascos de hierro, cotas y corazas de hierro; escudos de cuero, escudos metálicos, escudos de madera. Y allí se logró oro en barras, discos de oro, y oro en polvo y collares de chalchihuites con dijes de oro. Todo esto era sacado, era recogido de entre el agua, era rebuscado cuidadosamente. Unos buscaban con las manos, otros buscaban con los pies. Y los que iban por delante bien pudieron escapar, pero los que iban atrás todos cayeron al agua. La relación de Alva Ixtlilxóchitl Cortés dio la vuelta para México, y entró por la ciudad de Tezcoco, en donde le recibieron algunos caballeros, porque a los hijos del rey Nezahualpiltzintli, los legítimos, los tenían escondidos sus vasallos, y los otros en México los tenían en rehenes.
Entró en México con todo el ejército de españoles y amigos de Tlaxcala y otras partes el día de San Juan Bautista, sin que nadie se lo estorbase. Los mexicanos y los demás aunque les daban todo lo necesario, con todo esto, viendo que los españoles, ni se querían ir de su ciudad, ni querían soltar a sus reyes, juntaron sus soldados, y comenzaron a dar guerra a los españoles otro día después de que Cortés entró en México y duró siete días. El tercero de ellos Motecuhzoma viendo la determinación de sus vasallos, se puso en una parte alta, y reprendióles; los cuales le trataron mal de palabras llamándole cobarde, y enemigo de su patria, y aun amenazándole con las armas, en donde dicen que uno de ellos le tiró una pedrada de lo cual murió, aunque dicen sus vasallos que los mismos españoles lo mataron, y por las partes bajas le metieron la espada. Al cabo de los siete días, después de haber sucedido grandes cosas, los españoles con sus amigos los tlaxcaltecas, huexotzincas y demás naciones, desampararon la ciudad, y salieron huyendo por la calzada que va a Tlacopan, y antes de salir de la ciudad mataron al rey Cacamatzin, y a tres hermanas suyas, y dos hermanos que hasta entonces no estaban muertos, según don Alonso Axayácatl, y algunas relaciones de los naturales que se hallaron personalmente en estas dos ocasiones, los cuales al tiempo que se retiraron dieron muerte a muchos españoles y amigos hasta un cerro que está adelante de Tlacopan, y desde aquí dieron la vuelta para Tlaxcala.
El texto de los informadores que aquí se transcribe concluye narrando lo que pasaba entre tanto en México-Tenochtitlan, donde los guerreros mexicas victoriosos se repartían el botín de guerra quitado a los españoles. En forma de pequeño apéndice a este capítulo se transcribe la breve noticia que acerca de estos hechos nos conserva don Fernando de Alva Ixtlilxóchitl en su ya mencionada XIII relación. Los españoles abandonan de noche la ciudad Cuando hubo anochecido, cuando llegó la media noche, salieron los españoles en compacta formación y también los tlaxcaltecas todos. Los españoles iban delante y los tlaxcaltecas los iban siguiendo, iban pegados a sus espaldas. Cual si fueran un muro se estrechaban con aquéllos. Llevaban consigo puentes portátiles de madera: los fueron poniendo sobre los canales: sobre ellos iban pasando. En aquella sazón estaba lloviendo, ligeramente como rocío, eran gotas ligeras, como cuando se riega, era una lluvia muy menuda. Aún pudieron pasar los canales de Tecpantzinco, Tzapotlan, Atenchicalco. Pero cuando llegaron al de Mixcoatechialtitlan, que es el canal que se halla en cuarto lugar, fueron vistos: ya se van fuera. Se descubre su huida Una mujer que sacaba agua los vio y al momento alzó el grito y dijo: -Mexicanos# ¡Andad hacia acá: ya se van, ya van traspasando los canales vuestros enemigos# ¡Se van a escondidas! # Entonces gritó un hombre sobre el templo de Huitzilopochtli. Bien se difundió su grito sobre la gente, todo mundo oía su grito: -Guerreros, capitanes, mexicanos# ¡Se van vuestros enemigos! Venid a perseguirlos.
Con barcas defendidas con escudos# con todo el cuerpo en el camino. Comienza la batalla Y cuando esto se oyó, luego un rumor se alza. Luego se ponen en plan de combate los que tienen barcas defendidas. Siguen, reman afanosos, azotan sus barcas, van dando fuertes remos a sus barcas. Se dirigen hacia Mictlantonco, hacia Macuiltlapilco. Las barcas defendidas por escudos, por un lado y otro vienen a encontrarlos. Se lanzan contra ellos. Eran barcas guarnicionales de los de Tenochtitlan, eran barcas guarnicionales de los de Tlatelolco. Otros también fueron a pie, se dirigieron rectamente a Nonohualco, encaminando hacia Tlacopan. Intentaban cortarles la retirada. Entonces los que tripulaban las barcas defendidas por escudos, lanzaron sus dardos contra los españoles. De uno y de otro lado los dardos caían. Pero los españoles también tiraban a los mexicanos. Lanzaban pasadores, y también tiros de arcabuz. De un lado y de otro había muertos. Eran tocados por las flechas los españoles, y eran tocados los tlaxcaltecas. Pero también eran tocados por proyectiles los mexicanos. La matanza del canal de los toltecas Pues cuando los españoles hubieron llegado a Tlaltecayohuacan, en donde es el canal de los toltecas, fue como si se derrumbaran, como si desde un cerro se despeñaran. Todos allí se arrojaron se dejaron ir al precipicio. Los de Tlaxcala, los de Tliliuhquitepec, y los españoles, y los de a caballo y algunas mujeres. Pronto con ellos el canal quedó lleno, con ellos cegado quedó.
Y aquellos que iban siguiendo, sobre los hombres, sobre los cuerpos, pasaron y salieron a la otra orilla. Pero al llegar a Petlacalco, en donde hay otro canal, en paz y quietamente lo pasaron sobre el puente portátil de madera. Y cuando hubieron llegado a Popotla amaneció, esclareció el cielo: allí, refrigerados ya, a lo lejos tenían combate. Pero allí llegaron dando alaridos, hechos una bola en torno de ellos los mexicanos. Llegan a coger presos tlaxcaltecas y aún van matando españoles. Pero también mexicanos mueren: gente de Tlatelolco. De una y de otra parte hubo muertos. Hasta Tlacopan (Tacuba), los persiguen, hasta Tlacopan los echaron. Pues en el tiempo en que los echaron, en Tlilyuhcan, en Xócotl iyohuican, que es lo mismo que Xoxocotla, allí murió en guerra Chimalpopoca el hijo de Motecuhzoma. Quedó traspasado, sobre él vino un tiro de ballesta. También allí fue herido y en ese sitio murió Tialtecatzin, príncipe tepaneca. Era el que guiaba, el que dirigía, el que iba señalando y marcando los caminos a los españoles. Los españoles se refugian en Teocalhueyacan Luego de ahí vadearon el Tepzólatl, que es un riachuelo; pasaron al otro lado, vadearon el Tepzólatl y luego se remontaron al Acueco. Fueron a detenerse en Otoncalpulco. Su patio estaba defendido por una muralla de madera, tenían un muro de madera. Allí se refrigeraron, allí tomaron descanso, allí restauraron sus fuerzas y recobraron el aliento. Allí vino a darles la bienvenida el jefe de los de Teocalhueyacan.
El señor se llamaba con nombre propio de nobleza El Otomí. Este fue a encontrarlos allí les fue a entregar comida: tortillas blancas, gallinas, guisados y asados de gallina, huevos y algunas gallinas vivas y también algunas tunas: todo lo pusieron delante del capitán. Les dijeron: -Señores nuestros, os habéis fatigado, habéis pasado angustias. Que los dioses reposen. En tierra asentaos, tomad aliento. Entonces les respondió Malintzin, les dijo: -Señores míos, dice el capitán: ¿De dónde venís? ¿Dónde es vuestra casa? Dijeron ellos: -óigalo nuestro señor: Venimos de su casa en Teocalhueyacan. Somos gente de este lugar. Dijo Malintzin: -Bien está. Os estamos agradecidos. Allá de donde venís mañana o pasado iremos a pernoctar. El botín recogido por los mexicas en Tenochtitlan Luego que se alzó la aurora, cuando la luz relució, cuando estuvo claro el día, fueron acarreados los tlaxcaltecas todos, y los de Cempoala y los españoles que se habían despeñado en el canal de los toltecas, allá en Petlacalco o en Mictonco. Fueron siendo llevados en canoas; entre los tules, allá en donde están los tules blancos los fueron a echar: no más los arrojaban, allá quedaron tendidos. También arrojaron por allá a las mujeres (muertas): estaban desnudas enteramente, estaban amarillas; amarillas, pintadas de amarillo, estaban las mujeres. A todos éstos desnudaron, les quitaron cuanto tenían: los echaron allá sin miramiento, los dejaron totalmente abandonados y desprovistos.
Pero a los españoles, en un lugar aparte los colocaron, los pusieron en hileras. Cual los blancos brotes de las cañas, como los brotes del maguey, como las espigas blancas de las cañas, así de blancos eran sus cuerpos. También sacaron a los "ciervos" que soportan encima a los hombres los dichos caballos. Y cuanto ellos llevaban, cuanto era su carga, todo se hizo un montón, de todo se hicieron dueños. Si alguien en una cosa ponía los ojos, luego al momento la arrebataba. La hacía cosa propia, se la llevaba a cuestas, la conducía a su casa. Allí en donde precisamente fue la mortandad, todo cuanto pudo hallarse se lo apropiaron, lo que en su miedo abandonaron (los españoles). También todas las armas de guerra allí fueron recogidas. Cañones, arcabuces, espadas y cuanto en el hondo se había precipitado, lo que allí había traído. Arcabuces, espadas, lanzas, albardas, arcos de metal, saetas de hierro. También allí se lograron cascos de hierro, cotas y corazas de hierro; escudos de cuero, escudos metálicos, escudos de madera. Y allí se logró oro en barras, discos de oro, y oro en polvo y collares de chalchihuites con dijes de oro. Todo esto era sacado, era recogido de entre el agua, era rebuscado cuidadosamente. Unos buscaban con las manos, otros buscaban con los pies. Y los que iban por delante bien pudieron escapar, pero los que iban atrás todos cayeron al agua. La relación de Alva Ixtlilxóchitl Cortés dio la vuelta para México, y entró por la ciudad de Tezcoco, en donde le recibieron algunos caballeros, porque a los hijos del rey Nezahualpiltzintli, los legítimos, los tenían escondidos sus vasallos, y los otros en México los tenían en rehenes.
Entró en México con todo el ejército de españoles y amigos de Tlaxcala y otras partes el día de San Juan Bautista, sin que nadie se lo estorbase. Los mexicanos y los demás aunque les daban todo lo necesario, con todo esto, viendo que los españoles, ni se querían ir de su ciudad, ni querían soltar a sus reyes, juntaron sus soldados, y comenzaron a dar guerra a los españoles otro día después de que Cortés entró en México y duró siete días. El tercero de ellos Motecuhzoma viendo la determinación de sus vasallos, se puso en una parte alta, y reprendióles; los cuales le trataron mal de palabras llamándole cobarde, y enemigo de su patria, y aun amenazándole con las armas, en donde dicen que uno de ellos le tiró una pedrada de lo cual murió, aunque dicen sus vasallos que los mismos españoles lo mataron, y por las partes bajas le metieron la espada. Al cabo de los siete días, después de haber sucedido grandes cosas, los españoles con sus amigos los tlaxcaltecas, huexotzincas y demás naciones, desampararon la ciudad, y salieron huyendo por la calzada que va a Tlacopan, y antes de salir de la ciudad mataron al rey Cacamatzin, y a tres hermanas suyas, y dos hermanos que hasta entonces no estaban muertos, según don Alonso Axayácatl, y algunas relaciones de los naturales que se hallaron personalmente en estas dos ocasiones, los cuales al tiempo que se retiraron dieron muerte a muchos españoles y amigos hasta un cerro que está adelante de Tlacopan, y desde aquí dieron la vuelta para Tlaxcala.