Lo que sucedió a Cortés volviendo a Nueva España
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Desarrollo
Lo que sucedió a Cortés volviendo a Nueva España Estando en esto llegó fray Diego Altamirano, primo de Cortés, fraile franciscano, hombre de negocios y honra; el cual dijo a Cortés que venía a llevarle a México para remediar el fuego que andaba entre los españoles; por tanto, que en seguida a la hora se marchase. Le contó la muerte de Rodrigo de Paz, la prisión de Francisco de las Casas, los azotes de Juana de Mansilla, el saqueo de su casa, la nigromancia del factor Salazar, la marcha de Juan de la Peña a España con dinero para el Rey y cartas para Cobos; y en fin, le dijo todo lo que pasaba, y le hizo llamar señoría, y poner estrado, dosel y salva, que hasta entonces no lo había hecho, diciendo que por no tratarse como gobernador, sino llanamente, le tenían muchos en poco. Cortés recibió grandísima pena y tristeza con aquellas nuevas tan ciertas; pero descansaba platicando con fray Diego, que le quería mucho y era cuerdo y aun animoso. Y como tenía muchos indios trabajadores para preparar el camino de Nicaragua, hizo que fuesen con algunos españoles a arreglar el de Cuahutemallan, proponiendo de ir por allí la vía que hizo Francisco de las Casas. Envió mensajeros por todas las ciudades que están en el camino, haciéndoles saber que iba, y rogándoles tuviesen qué comer y abiertos los caminos. Todas ellas se alegraron mucho de que por su tierra pasase Malinxe, pues así le llamaban, porque le tenían en grandísima estimación por haber ganado a México Tenuchtitlan; y así, prepararon los caminos hasta el valle de Ulancho y las sierras de Chindon, que son muy fragosas, y todos los caciques estaban preparados y provistos para hospedarle y festejarle en sus pueblos y tierras.
Mas, sin embargo, a porfiadas instancias de fray Diego Altamirano, dejó aquel largo viaje, y aun por estar escarmentado del que hizo desde la villa del Espíritu Santo hasta la villa de Trujillo, donde estaba, y acordó de ir por mar a la Nueva España. Y en seguida comenzó a abastecer dos navíos, y a proveer lo que convenía a los nuevos pueblos de Trujillo y de la Natividad. En este medio tiempo llegaron allí algunos hombres de Huitila y otras islas que llaman Guanajos, y que están entre el puerto de Caballos y el puerto de Honduras, aunque muy desviadas de la costa, a dar las gracias a Cortés de una buena obra que les había hecho, y a pedirle un español para cada isla, diciendo que así estarían seguros. Él les dio sendas cartas de amparo; y como no podía detenerse, ni tenía los españoles que pedían, encargó a Hernando de Saavedra, que dejaba como teniente suyo en Trujillo, que se los enviase cuando hubiese acabado la guerra de Papaica. La causa de esto fue que en Cuba y Jamaica armaron y fueron a cautivar de aquellos isleños para trabajar en minas, azúcar y labranza, y para pastores. Cortés lo supo, y envió allá una carabela con mucha gente, por si fuese menester llegar a las manos, a rogar al capitán de aquella nao, que se llamaba Rodrigo de Merlo, no hiciese presa de aquellos mezquinos; y si la hubiese hecho, que la dejase. Rodrigo de Merlo, por lo que Cortés le prometió, se vino a Trujillo a vivir, y los indios fueron restituidos a sus islas.
Volviendo, pues, a Cortés, digo que cuando tuvo los navíos a punto, metió en ellos veinte españoles y otros tantos caballos, muchos mexicanos, y a Pizacura con los otros señores comarcanos suyos, para que viesen México y la obediencia que tenían a los españoles, para que al volver hiciesen ellos así; mas Pizacura se murió antes de volver. Partió Cortés del puerto de Trujillo el 25 de abril de 1526. Trajo buen tiempo hasta casi doblar toda la punta de Yucatán y pasar los Alacranes. Le dio luego un vendaval muy fuerte, y amainó para no volver atrás; pero aumentaba a cada hora, como suele hacer; tanto, que deshacía los navíos. Y así, le fue forzoso ir a la Habana de Cuba, donde estuvo diez días divirtiéndose con los del pueblo, que eran conocidos suyos del tiempo que él habitó en aquella isla, y recorriendo las naves, que traían alguna necesidad. Allí supo, por unos navíos que venían de Nueva España, que México estaba más en paz después de la prisión del factor Salazar y de Peralmíndez; que no fue para él poco contento. Partido de la Habana, llegó en ocho días a Chalchicoeca con muy buen viento que tuvo. No pudo entrar en el puerto a causa de mudar el tiempo, o por correr mucho viento terral. Fondeó a dos leguas en el mar; salió luego a tierra con los bateles; fue a pie a Medellín, que estaba a cinco leguas; entró en la iglesia a hacer oración, dando gracias a Dios, que le había vuelto vivo a la Nueva España. Entonces lo supieron los de la villa, que estaban durmiendo; se levantaron por verle, con gran prisa y placer, pues no lo creían, y muchos lo desconocieron, pues iba enfermo de calenturas y maltratado del mar; y en verdad él había trabajado y padecido mucho, así con el cuerpo como con el espíritu. Caminó sin camino más de quinientas leguas, aunque no hay sino cuatrocientas de Trujillo a México por Cuahutemallan y Tecoantepec, que es el camino recto y empleado. Comió muchos meses hierbas solamente, cocidas sin sal, bebió malas aguas; y así, murieron muchos españoles, y hasta indios, entre los cuales estuvo Couanacochcín. Podrá ser que a muchos no agrade la lectura de este viaje de Cortés, porque no tiene novedades que deleiten, sino trabajos que espanten.
Mas, sin embargo, a porfiadas instancias de fray Diego Altamirano, dejó aquel largo viaje, y aun por estar escarmentado del que hizo desde la villa del Espíritu Santo hasta la villa de Trujillo, donde estaba, y acordó de ir por mar a la Nueva España. Y en seguida comenzó a abastecer dos navíos, y a proveer lo que convenía a los nuevos pueblos de Trujillo y de la Natividad. En este medio tiempo llegaron allí algunos hombres de Huitila y otras islas que llaman Guanajos, y que están entre el puerto de Caballos y el puerto de Honduras, aunque muy desviadas de la costa, a dar las gracias a Cortés de una buena obra que les había hecho, y a pedirle un español para cada isla, diciendo que así estarían seguros. Él les dio sendas cartas de amparo; y como no podía detenerse, ni tenía los españoles que pedían, encargó a Hernando de Saavedra, que dejaba como teniente suyo en Trujillo, que se los enviase cuando hubiese acabado la guerra de Papaica. La causa de esto fue que en Cuba y Jamaica armaron y fueron a cautivar de aquellos isleños para trabajar en minas, azúcar y labranza, y para pastores. Cortés lo supo, y envió allá una carabela con mucha gente, por si fuese menester llegar a las manos, a rogar al capitán de aquella nao, que se llamaba Rodrigo de Merlo, no hiciese presa de aquellos mezquinos; y si la hubiese hecho, que la dejase. Rodrigo de Merlo, por lo que Cortés le prometió, se vino a Trujillo a vivir, y los indios fueron restituidos a sus islas.
Volviendo, pues, a Cortés, digo que cuando tuvo los navíos a punto, metió en ellos veinte españoles y otros tantos caballos, muchos mexicanos, y a Pizacura con los otros señores comarcanos suyos, para que viesen México y la obediencia que tenían a los españoles, para que al volver hiciesen ellos así; mas Pizacura se murió antes de volver. Partió Cortés del puerto de Trujillo el 25 de abril de 1526. Trajo buen tiempo hasta casi doblar toda la punta de Yucatán y pasar los Alacranes. Le dio luego un vendaval muy fuerte, y amainó para no volver atrás; pero aumentaba a cada hora, como suele hacer; tanto, que deshacía los navíos. Y así, le fue forzoso ir a la Habana de Cuba, donde estuvo diez días divirtiéndose con los del pueblo, que eran conocidos suyos del tiempo que él habitó en aquella isla, y recorriendo las naves, que traían alguna necesidad. Allí supo, por unos navíos que venían de Nueva España, que México estaba más en paz después de la prisión del factor Salazar y de Peralmíndez; que no fue para él poco contento. Partido de la Habana, llegó en ocho días a Chalchicoeca con muy buen viento que tuvo. No pudo entrar en el puerto a causa de mudar el tiempo, o por correr mucho viento terral. Fondeó a dos leguas en el mar; salió luego a tierra con los bateles; fue a pie a Medellín, que estaba a cinco leguas; entró en la iglesia a hacer oración, dando gracias a Dios, que le había vuelto vivo a la Nueva España. Entonces lo supieron los de la villa, que estaban durmiendo; se levantaron por verle, con gran prisa y placer, pues no lo creían, y muchos lo desconocieron, pues iba enfermo de calenturas y maltratado del mar; y en verdad él había trabajado y padecido mucho, así con el cuerpo como con el espíritu. Caminó sin camino más de quinientas leguas, aunque no hay sino cuatrocientas de Trujillo a México por Cuahutemallan y Tecoantepec, que es el camino recto y empleado. Comió muchos meses hierbas solamente, cocidas sin sal, bebió malas aguas; y así, murieron muchos españoles, y hasta indios, entre los cuales estuvo Couanacochcín. Podrá ser que a muchos no agrade la lectura de este viaje de Cortés, porque no tiene novedades que deleiten, sino trabajos que espanten.