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E luego incontinente Hernando Alonso, Piloto desta Nao Capitana dijo: Que daba y dió por su parecer que no había visto las Canales y Costa que el batel había descubierto las dos veces postreras; y quepara en cuanto á ir por la una parte, ó por la otra, le parece que sería bueno para seguranza de los Navíos que fuésemos por la Canal descubierta de mano izquierda al Puerto bueno que dicen haber allí; y de allí el Bergantin saliese á descubrir el Estrecho hasta cincuenta y dos grados y medio que dicen está el dicho Estrecho: y cuando no se hallase en los dichos cincuenta y dos grados y medio, se fuese con los Navíos á buscalle mas adelante; y que hallado con el Bergantin, se llevasen los Navíos á la boca del Estrecho: y que sobre todo se remite al parecer del Señor General, como hombre que lo ha visto y experimentado. Y firmólo. Hernando Alonso. Ante mí: Juan de Esquibel, Escribano Real. Vistos estos pareceres por Pedro Sarmiento y tanteando los pocos puertos que en las canales había, y que era menester tiempo muy concertado y medido, so pena de perderse por las corrientes y otros muchos impedimentos y variedades de tiempos; y por no dejar los navíos al albedrío de gente poco amiga de trabajar, que hiciesen alguna locura de volverse á Chile, determinó salir por la mar, aunque se temía (y con mucha razon) tormentas y muchos peligros, por ser la mar desta tierra la mas tormentosa y de mas pesados vientos que se puede imaginar en lo que se navega del mundo; y si acaso hay un dia de serenidad luego le siguen otro y otros, y ocho, y diez días mas de tormenta; y en ningun tiempo se puede tener certidumbre de buen tiempo mas de la hora que acaso se viere de presente.

Lo cual determinó así Sarmiento por lo arriba dicho; y lo mas principal porque lo hizo fué porque entre la gente de la Almiranta, especialmente el Almirante y Pascual Suarez, Sargento Mayor, tractaban muy de veras de volverse á Chile, so color de decir que no tenían anclas ni amarras, y que las pocas que había estaban muy quebrantadas y rozadas, y que ya no tenía bastimentos, y que yendose á invernar á Chile se bastecerían de nuevo, y volverían otro verano al Descubrimiento: y esto, aunque Sarmiento lo sospechaba, no lo pudo averiguar. Y tras esto Lamero y el Almirante, cada uno por si dijeron á Pedro Sarmiento que dejase el un Navío en Puerto-Bermejo, y el otro llevase al Estrecho. A lo cual Sarmiento les respondió quel haría lo que Su Excelencia mandaba y mas conviniese, que era ir ambos en conserva para que el uno viese lo que el otro, y se favoreciesen el uno al otro, así para lo tocante á si acaso se topase con enemigos hubiese mas fuerza con que resistir y ofender, como tambien porque si el uno peligrase, ó le subcediese algo que no pudiese navegar, el otro pasase á España: y para estas cosas era necesario ir ambos Navíos juntos. Y de lo que dijo el Almirante sospechó Sarmiento quel Almirante tractaba de volverse con los demas de aquella Nao, y dejar el Descubrimiento; por lo cual, para evitar mayores daños, tuvo por menor salir á la mar con los Navíos, aunque temía lo dicho. Y así salimos de Puerto Bermejo con las Naos y Bergantin júeves 21 de Enero de 1580.

Fué en el Bergantin Hernando Alonso, Piloto, y seis Marineros y un Soldado. Salimos con norueste, que es viento furioso y porfiado, porque para salir á mas altura no se puede salir con otro sinó es con norte ó norueste, ó oeste; y estos son tan furiosos, que cada vez que cada uno dellos vienta es tormentoso. Fuimos por la Canal la vuelta del Sudueste hasta la Puncta de Sanctiago; y porque allí salíamos á la mar, donde ordinariamente hay tormentas deshechas, dimos un cablote al Bergantin por no perdello, y así venía por popa de la Capitana: y comenzó la Capitana luego á ir a orza saliendo á la mar por huir de los Baxos de la Roca-partida, que son muchos y salen mucho fuera, y por doblar el cabo de Sancta Lucía adonde Pedro Sarmiento había dado por órden al Almirante que se tomase y nos metiesemos en aquella Ensenada. Y como fué siendo tarde fué cargando la travesía y oesnoroeste y noroeste con tanta furia, y metió tanta mar, que era cosa temerosa de ver, que con ningunas diligencias no nos podíamos valer, sino por momentos creíamos perecer; y la Almiranta se iba metiendo en tierra donde no podía dejar de correr riesgo por los bajos malos que hay en aquella costa por donde iba corriendo contra la órden que tenía del Capitan Superior, y podría ir mui bien la vuelta que llevaba la Capitana, que era lo mas seguro, á la mar. Así que anocheciendo cargó mui pesadamente la tormenta, y la Capitana hizo farol con mucho cuidado a la Almirantapara que siguiese su via y no se perdiese, y la Almiranta respondió con otro farol, el cual dende á poco le vieron por popa, que según se juzgó iba arribando la vuelta del cabo de Sanctiago, ó de la bahía de Puerto-Bermejo.

Y en la Capitana se iba con grandísimo trabajo y peligro llamando á Dios Nuestro Señor, y á su benditísima Madre, y á los Sanctos que intercediesen por nosotros con Nuestro Señor Jesu-Christo que hubiese misericordia de nosotros. Era el viento de refriegas, y esa poca vela que llevabamos en el trinquete nos la hizo pedazos, que á no llevar otra velilla de correr, quedábamos sin vela de trinquete. Entraba la mar por un bordo y salía por otro, y por popa y proa, que no había cosa que no anduviese debajo del agua: y como el bergantin era pequeño, y la nao daba muchos estrechones, corría grandísimo peligro, y cada golpe de mar lo arrasaba, y los que iban dentro iban dando voces que los socorriesen de la nao, que hacían grandísima lástima oir los gritos que daban y lástimas que decían, y mas viendo que no los podían socorrer por ser de noche, y nos pusiéramos todos á riesgo de perdernos: y animábanlos desde la nao diciendo que presto seria día, y los recogerían en la nao. Y en siendo de día, la nao fue puesta de mar en través, las velas tomadas con harto peligro, por tomar y socorrer la gente del Bergantín; y tirando de la guindalesa con que venía amarrado lo llegaron á bordo del navío, y con los mares grandes embestía con el espolón el costado del navío que temimos ser desfondados con los golpes: y cierto se pensó ser verdad, porque un marinero subió de debajo de cubierta diciendo que estabamos desfondados; y diciéndole que no había agua en la bomba, dijo que se embebía el agua en el pañol del bizcocho; y á prima faz se creyó, y causó harta confusion en muchos, hasta que se fue á ver, y pareció no ser así, con que todos volvieron á cobrar nuevo ánimo, y a encomendarse á Nuestra Señora de Guadalupe: y echamos un romero con limosna para aceite á su Sancta Casa, y luego comenzamos a echar cabos y tablas y boyas á la gente del bergantin para que se aferrasen á ellas y los metiesemos dentro de la nao.

Y como la mar era tan soberbia, y los balances del navío ahorcaban el bergantín (que en esto tenían tanto y mayor peligro que en la tormenta de mar) nunca pudieron aferrar las sogas, ni tablas que les habíamos echado; y dábamosles voces desdel borde del navío que se animasen y se encomendasen á Dios á que los salvase, y así lo hicieron: y uno de los marineros llamado Pedro Jorge se arrojó á la mar y se aferró del timon del navío, y asiendose del varon y de la cámara de popa le echaron un cabo, y dióse mala marila y soltó el cabo, y fuese á fondo y se ahogó. Los demas, unos guindados por las cabezas con lazos, medio muertos; otros arrojándose á las cintas y mesas de guarnicion, fueron metidos dentro, y los salvó Nuestro Señor Jesu-Christo. A Él sean dadas infinitas gracias. Algunos dellos venían lisiados de los golpes que habian recibido, y Hernando Alonso fué milagro escapar, porque estuvo debajo de la quilla del bergantin, y escapóle Dios con su misericordia. Esto fué viérnes por la mañana; todo este día fue creciendo la tormenta unas veces de viento norte, otras de travesía, que es Oeste en esta region, la cual es tan sobervia y mete tanta mar, que no se le puede mostrar el costado, y levanta el navío del agua: y por esto estábamos en mayor peligro, porque por estar cerca de tierra no podíamos correr á popa, que es lo que se suele hacer para huir de la tormenta de la travesía; porque, si corriéramos á popa, en muy poco tiempo diéramos en tierra donde nos perdiéramos; y, así, no osando ponernos del todo mar al través, por no abatir sobre la tierra, y por ser navío peligroso de mar en través, íbamos con poquita vela del trinquete á orza por traer siempre vivo el navío: en lo qual el Piloto Anton Páblos trabajó como mui buen piloto y hombre de mucha vigilancia y cuidado, sin descansar de día ni de noche; y sobre todo el trabajo era el agua y el frio grande, con que los marineros se sentían muy fatigados, y así vinieron á punto de pasmarse todos; pero favoreciólos Dios, y hiciéronle como muy hombres de bien, y grandes trabajadores, acudiendo á lo que el piloto les mandaba con presteza.

Duró la tormenta todo este día viérnes y su noche; y Dios por su sanctísima misericordia aplacó el viento y vimos tierra por la banda del Leste sábado por la mañana 23 de Enero ménos de dos leguas de nosotros, donde había muchos arrecifes, y baxos, que si Dios no nos alumbrara era imposible escapar. Y viniendo sobre tierra, que es una isla, á la qual nombramos Sancta Ines porque salimos de Puerto Bermejo su fiesta. Así que, yendo hacia tierra, calmó el vahage, y esto nos dió mas temor, porque estábamos muy cerca de tierra, y la mar de leva que venía del oessudueste que había quedado de la tormenta pasada temíamos que nos arrojase sobre las peñas: y encomendándonos al Espiritu Sancto consolador, y á la gloriosísima Madre de Dios, súbitamente por su misericordia, nos vino un vientecito claro y bonancible, con que salimos de aquel peligro, y fuimos doblando el cabo de la isla de Sancta Ines. Llamamos al cabo El Espíritu Sancto por la merced que nos hizo sobre este cabo; y así como fuimos entrando de la parte de dentro del Cabo y cabeza de la isla de Sancta Ines, reconoció Pedro Sarmiento que quedaba la vuelta del Norte el cabo de Sancta Lucía diez y ocho leguas, que el segundo y tercero descubrimiento de los bateles habíamos descubierto, y la canal Nordeste-sudueste del arcipiélago del tercero descubrimiento. Y en doblando el cabo del Espiritu Sancto, pareció clara una canal ancha clara y seguida la vuelta del Sueste: y porque era noche procuramos buscar surgidero, y así en la primera ensenada que hallamos, como dos leguas la canal adentro, surgimos en quince brazas.

Llamamos á esta ensenada el puerto de la Misericordia, por la que Nuestro Señor Dios usó con nosotros en salvarnos de tantos peligros, como los que pasamos en esta tormenta y tormentas. Esta noche estuvimos como sordos en bonanza, la cual no duró mucho, porque luego domingo por la mañana amaneció tanto viento y mar y tantas refriegas del norte y de travesía que surtos nos comía la mar: y luego se nos comenzaron a romper las amarras y a garrar las anclas; y por abrigarnos mas en tierra quisimos atoarnos, y para echar las toas fué tanto lo que se trabajó, que se acabaron las fuerzas de los marineros; los mandadores cansados y roncos de dar voces y trabajar, y los Marineros hechos pedazos y tullidos del frio y agua y golpes y heridas; y fué tanto el temporal que aquí sobre las amarras y toas tuvimos por ocho días arréo, sin darnos una hora para nos amarrar en abrigo; que aquí, mas que en la mar, tuvimos por cierta nuestra perdicion. Mas, con el favor de la Sanctísima Madre de Dios, á cabo de ocho dias, que fueron treinta de Enero, nos amarramos cerca de tierra, y el viento y mar abonanzó. Y domingo treinta y uno de Enero salió Pedro Sarmiento y Anton Páblos, piloto, en el batel, y fueron a la cordillera que está como media legua del puerto de la Misericordia, y subieron á una cumbre alta; desde la cual Pedro Sarmiento y el piloto ojearon y marcaron una gran canal que proseguía la vuelta del Sueste, y la marcaron, y otras muchas islas grandes é islotes y bajíos la vuelta del Leste y Nordeste.

Tomóse Posesion, y se volvieron al navío. Este puerto de la Misericordia está en cincuenta y dos grados y medio cumplidos, y tiene buen tenedero de barro blanco, que con gran trabajo y á fuerza de cabrestante zarpábamos las anclas. Dentro deste puerto hay muchos herbazales, y tiene tres islotes al Norte juntos, que ayudan á abrigar si están surtos muy en tierra. Tiene al Oeste una caleta por donde salen refriegas que levantan el agua del mar y la lleva por los aires que parece nubes de humo. Este domingo hubo eclipse de Luna; y aunque Sarmiento le observó é hizo la noche clara y pareció la Luna al Oriente en puniéndose el Sol, cuando salió redonda deseclipsada del todo, aunque se echó de ver la rojez y negrura que hizo el cielo cuando asomaba por el horizonte oriental quando se iba deseclipasando del todo; y en cierta manera se pudo juzgar el punto cuando se deseclipsó, aunque no tan precisamente como si clara y patente se viera; y, si á esto damos crédito, colegirémos de aquí que el meridiano desde puerto está mas occidental que el de Lima, y la quantidad que es la diré adelante. Lúnes primero de Febrero de 1580. Pedro Sarmiento salió en el batel y con él Anton Páblos, y con algunos marineros, á descubrir canal y puerto, y así fueron tanteando hasta mediodía como tres leguas al Sueste por donde va la costa desta isla haciendo arco sobre el Sur, y entramos en una ensenada, y subimos á una cordillera alta con agujas de marear y cartas, desde donde marcamos lo que vimos, que fueron muchas ensenadas; y Pedro Sarmiento descubrió lo que desde allí pudo marcar, que sería como diez leguas de canal al Sueste.

Y de allí, tomando la posesion, nos volvimos al navío; y á la vuelta hallamos muchos herbazales que con la bonanza habían sobreaguado: Sondámoslos y hallamos algunos dellos peligrosos; y finalmente, de cualquiera manera que se vean hierbazales se guarden dellos, que uno tiene seis, y otro diez brazas de fondo, y otros tienen mucho ménos; y cuando no sea tan bajo que toque el navío, es gran peligro para los timones, que los embarazan; y son tan recias algunas ramas destas hierbas que podría ser arrancar el timon si el navío fuese con viento fresco. Por tanto, guárdense dellas como de qualquiera otro peligro. Quando llegamos al navío hallamos que un soldado, llamado Bonilla, había intentado cierta sedición grave, y el General lo prendió y despues lo castigó como convenía al servicio de V. Magestad. Ya se hizo relacion como la Almiranta respondió al farol que se le hizo á media noche. Es agora de saber que en todo este tiempo que estuvimos en este puerto de la Misericordia, nunca vino la Almiranta, ni tuvimos nueva della, ni rastro, y todo el trabajo que se ha dicho que aquí pasó, y mas que no se dice, sufrimos, no tanto por estarnos quedos, como por aguardar á la Almiranta, conforme á la órden que Pedro Sarmiento le había dado al Almirante de que cualquiera que llegase primero á la boca del Estrecho esperase quince dias al otro navío; y visto que no venía, echábanse juicios. Unos decían que había dado en los bajos de la Roca-partida, porque descargó en vela mucho sobre ellos; otros decian que aquello había sido de malicia y concierto por apartarse y derrotarse de la conserva de la Capitana, y en esto se afirmaban los mas, y á esto se ha dado mas crédito por lo que se ha sabido despues acá de los que se escaparon en el bergantin de la Almiranta y de otras personas que sobre ello han dicho sus dichos; y lo que se ha averiguado es que siempre el Almirante Juan de Villalobos tractó de volverse á Chile y á Lima y, juntamente con él Pascual Suarez, Sargento Mayor, y otros de la nao Almiranta; y decía el Almirante, que si Pedro Sarmiento se quería ahogar, que él no se quería ahogar, y quería vivir y volverse á Chile; y que, saliendo á la mar, cada uno iría por donde quisiese, que fue dar claro á entender lo que despues hizo.

Y Pascual Xuarez decía que hiciesen con Pedro Sarmiento que arribase á Chile, haciéndole entender que allí se bastecerian de nuevo y volverían al descubrimiento y que, llegados á Chile, harían un requerimiento al General para que no tomase la costa de Chile, diciendo que no convenía gastar mas hacienda de Su Magestad y, así, pasarían de largo á Lima. Y Lamero el Piloto dijo, tratando de volverse, que pidiesen á Pedro Sarmiento la fragua y que con ella irían á parte donde hasta los negros y mulatos fuesen muy prósperos; y diciéndole otros ¿donde podéis ir para eso sinó es á la China? respondió: Pues allá. Por cierto esta gente se le acordaba mal de la obligacion que tenían y tienen á Dios Nuestro Señor y á V. M. que es su Soberano Señor Rey natural, y a las honras que de vuestro Visorréi habían recibido, y de las buenas obras y amistades que Pedro Sarmiento, su Capitan, les había hecho. Sólo sé decir que fue de grandísimo daño su quedada y apartada: lo demas júzguelo Dios Nuestro Señor y V. M. á quien incumbe saber estas cosas. Así que visto que no venía la Almiranta y que este Puerto de la Misericordia no era seguro, habiendo estado en él diez días, nos pareció irnos con los Navíos al otro puerto que dejábamos descubierto tres leguas mas adentro, porque parecía mejor Puerto, y allí acabarían de esperar los quince días del plazo ordenado: y determinóse esto porque el Capitan Pedro Sarmiento estaba bien satisfecho ser aquel el estrecho que buscaban, aunque los demas no tenían esta confianza, ántes estaban muy dudosos y incrédulos, y estaban todos desconfiados; y, si algunos concedían con Sarmiento cuando él los animaba á que creyesen ser aquel el Estrecho, era en presencia, y despues cada uno hablaba lo que su corazon le administraba: y, sobre esto, no convino rigor sinó sufrir porque padecían los pobres, así marineros como soldados, grandes trabajos.

El segundo dia de Febrero, que fué fiesta de Nuestra Señora de la Candelaria, nos levamos, y al zarpar las anclas se nos quebró una amarra, y nos hicimos á la vela deste puerto de la Misericordia para seguir la canal del Sueste; y, en saliendo, cargó tanto Norte que no nos dejó dar la vela mayor; y, miéntras mas iba entrando el día, mas iba cargando; y llevábamos el batel por popa. Y, en fin, poco despues de mediodía llegamos á este puerto, que el dia antes habíamos descubierto, al cual el Capitan-Superior nombró de Nuestra Señora de la Candelaria; y, en dando fondo, garró el ancla, y luego dimos fondo á otra, y también garró; y en un instante cargaron las refriegas tan furiosamente que rebentaron dos cordones de la amarra mayor y mejor: y porque no se acabase de quebrar la hizo el piloto Anton Páblos largar por la mano con boya y, quedando sobre un calabrote, reventaron otros dos cordones y quedaron dos cordones del calabrote sanos, tan gordos como un dedo pulgar cada uno, los cuales con el ayuda de la sacratísima Virgen María Madre de Dios Señora nuestra de Guadalupe nos tuvieron la nao que no fuese al través sobre las peñas y nos perdiésemos, no habiéndonos podido tener una muy gruesa amarra que ántes y despues nos había tenido en grandísimas refriegas. Tuvimoslo todos por milagro que Dios y su benditísima Madre hizo con estos pecadores siervos suyos que la llamaban de corazon, y los valió. ¡Gracias infinitas le demos por siempre jamas! Amen.

Tuvimos este caso por tan grande, que guardamos el calabrotillo para colgallo en el templo de la serenísima Reina de los Angeles; y quien lo viere la alabe por las mercedes que hace á las criaturas de su preciosísimo Hijo Dios verdadero y Señor nuestro. Al cabo nos amarramos allegándonos mas en tierra y dando proises en ella a costa de mucho trabajo de la gente de mar y soldados, que en todas partes ayudaban en todo lo que se ofrecía muy bien, porque así convenía. El miércoles tres de Febrero vinieron algunos indios naturales desta tierra; y desde un cerro alto que está sobre este puerto nos dieron voces, y nosotros les respondimos con otras voces y con señas llamandolos. Ellos pusieron una bandera blanca, y pusímosles otra, y vinieron bajando á la costa, y por señas nos llamaron que fuésemos donde ellos estaban. Por lo qual Pedro Sarmiento embió al Alférez, y al Piloto Hernando Alonso con solos quatro hombres que fuesen remando, porque no se huyesen viendo mucha gente, que no eran mas de cuatro ó cinco: y á los que fueron se les dió chaquiras, cascabeles, peines, zarcillos y cañamazos para dalles y tratar amistad con ellos. Fueron los nuestros, y los indios no se osaban llegar al batel: por esto salió uno solo de los nuestros en tierra, y este les dió lo que llevaban para dalles; y llegáronse á él por velle solo, y poco á poco se osaron fiar; y salieron en tierra el Alférez y Hernando Alonso, y los halagaron y les dieron mas cosas de los rescates que se llevaban para este efecto, mostrándoles, por señas, de que servía cada cosa, y para donde era: con lo qual ellos se regocijaron mucho, y luego mostraron á los nuestros unas banderillas de lienzo que traían en unas varas.

Eran las banderillas unas tiras angostas de ruan, angéo y holandeta; de lo qual conjeturamos que habían comunicado con gente de la Europa que por aquí habrían pasado: y luego ellos mesmos sin se lo preguntar nos dieron á entender por señas muy patentes que hacia la parte del Sueste estaban, ó habían venido, ó estado, dos navíos como el nuestro de gente con barbas, vestidos y armados como nosotros, Con lo cual, y con el lienzo les dimos crédito y sospechamos debian ser los que decían los navíos de los ingleses que había el año pasado entrado por allí con Francisco Draquez: y con esto y con decir por señas que otro día volverían y nos traerían refresco, se fueron; y los nuestros se volvieron á la nao y dieron relacion á Sarmiento de lo que habia pasado en tierra con los indios: y desde el Navío se parecía y juzgaba muy bien, porque estaba muy cerca de tierra. Y este mesmo día en la tarde Pedro Sarmiento saltó en tierra, y tomó la Posesion de la tierra en forma: y dello se hizo el testimonio siguiente.

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