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Datos principales
Desarrollo
Cómo era la ciudad de México cuando al principio la ganaron los españoles La ciudad de México tenía, cuando la ganó Cortés, sesenta mil casas o más. Se veían fabricadas muy diestramente con piedras y vigas, templos, palacios reales y casas de próceres, las demás eran bajas, estrechas y carecían todas de puertas y ventanas. La ciudad estaba construida sobre una gran laguna, la cual llenaba de agua a medias o completamente varias de las vías públicas o privadas, pero a otras ni siquiera llegaba. Había entrada para cada una de las casas por dos puertas, la una que daba a la vía pública por tierra y la otra a la que bañaban las aguas; por aquélla andaban los peatones y por ésta eran llevados en chalupas, y en esto se parecía a Venecia o a Amberes. Y a pesar de que la laguna de México esté dividida en dos partes de las cuales la una es salada y la otra afluente con agua dulce, y que la ciudad está más bien fundada sobre la parte dulce, sin embargo esa misma que es llamada dulce es completamente inútil para beber, aun cuando afluyan a ella manantiales y ríos de agua dulcísima y gratísima; ya sea por las crecientes que de los montes que rodean la ciudad (está en efecto situada en un gran valle) se precipitan copiosas y estancadas se pudren; ya sea a causa de las inmundicias que suelen ser comunicadas a los lagos de las ciudades vecinas. Por este motivo, del manantial de Chapultepec se llevaban a la ciudad en tubos y acueductos aguas purísimas y salubérrimas.
La ciudad también estaba dividida en dos partes y en otro tiempo obedecía a dos reyes. Una de ellas se llamaba tlatelulcum, o sea montón de tierra. Hoy está consagrada a Santiago de nombre y de hecho. La otra, temehtitlan, o sea lugar de la tuna nacida en la piedra, que después ellos mismos llamaron México, o sea omgligo del maguey, y hasta el día de hoy entre los españoles se complace con ese nombre. La entrada se abre a tres vías de tierra seca y lo demás está ocupado por la laguna. Una de las vías procede del ocaso al orto con una extensión de dos millas, la otra del septentrión al austro, en un espacio de cinco millas, y la otra, por fin, del mediodía al septentrión en un intervalo de dos millas. La laguna parece hervir con chalupas volando de aquí para allá a la ciudad y llevando lo necesario para la vida de las poblaciones vecinas y limítrofes, que sólo aquellos que son de los mexicanos exceden en número de cincuenta mil. Contiene una y otra laguna en longitud cien millas y en latitud cincuenta, pero en circuito ciento cincuenta. Dentro de ella hay más o menos cincuenta poblados, en no pocos de los cuales sabemos que se han numerado cinco mil casas y en otros en verdad más de diez mil. La parte de ella que es salada, abunda en nitro y en sal por la naturaleza de su álveo y no por otras causas inanes que algunos soñaron.
La ciudad también estaba dividida en dos partes y en otro tiempo obedecía a dos reyes. Una de ellas se llamaba tlatelulcum, o sea montón de tierra. Hoy está consagrada a Santiago de nombre y de hecho. La otra, temehtitlan, o sea lugar de la tuna nacida en la piedra, que después ellos mismos llamaron México, o sea omgligo del maguey, y hasta el día de hoy entre los españoles se complace con ese nombre. La entrada se abre a tres vías de tierra seca y lo demás está ocupado por la laguna. Una de las vías procede del ocaso al orto con una extensión de dos millas, la otra del septentrión al austro, en un espacio de cinco millas, y la otra, por fin, del mediodía al septentrión en un intervalo de dos millas. La laguna parece hervir con chalupas volando de aquí para allá a la ciudad y llevando lo necesario para la vida de las poblaciones vecinas y limítrofes, que sólo aquellos que son de los mexicanos exceden en número de cincuenta mil. Contiene una y otra laguna en longitud cien millas y en latitud cincuenta, pero en circuito ciento cincuenta. Dentro de ella hay más o menos cincuenta poblados, en no pocos de los cuales sabemos que se han numerado cinco mil casas y en otros en verdad más de diez mil. La parte de ella que es salada, abunda en nitro y en sal por la naturaleza de su álveo y no por otras causas inanes que algunos soñaron.