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Datos principales
Desarrollo
De la vida y peregrinación de Nezahualcoyotzin por las montañas y desiertos hasta llegar a donde vivía Quácoz un caballero de nación otomí Luego que Nezahualcoyotzin se escapó, dentro de pocas horas tuvo aviso de ello el tirano Maxtla, el cual envió por toda la tierra a mandar a los señores que a donde quiera que lo viesen se lo prendiesen y vivo o muerto se lo enviasen, prometiendo muy grandes dones y mercedes al que tal hiciese y asimismo mandó pregonar en todas las ciudades, Pueblos y lugares del reino de Tetzcuco, que a cualquier hombre que lo descubriese, si era mancebo soltero se le daría mujer noble y hermosa con tierras y cantidad de vasallos, aunque fuese de condición plebeyo y a los que fuesen casados, en lugar de la mujer se les daría cierta cantidad de esclavos y esclavas y lo demás referido. Todo lo cual se puso por obra y andaban los tepanecas como perros rabiosos buscando a Nezahualcoyotzin en toda la tierra y en más de cien leguas en circunferencia no había pueblo ni lugar en donde no anduviesen por cuadrillas buscándole como dicho es. El día que Nezahualcoyotzin se escapó por la mina y agujero que tenía hecho, se decía ce cuezpalin a los doce días andados de su séptimo mes llamado huey tecuhílhuitl, que es conforme a nuestra cuenta a veinte de julio del año que atrás está dicho; el cual así como salió de aquel peligro se fue a una casa que estaba cerca de la ciudad que se decía Coatlán y era de un vasallo suyo que se llamaba Tozoma, a quien dio cuenta de su peligro y cómo venía huyendo de sus enemigos; el cual porque cerca de allí venían, lo escondió debajo de una tarima sobre la cual puso mucho nequen que es el hilo que se saca del maguey y entrándole a buscar por toda la casa y no hallándole, aporrearon a todos los de la casa para que lo descubriesen, los cuales y Tezoma estuvieron tan constantes que de ninguna manera lo descubrieron, antes murieron dos viejos que allí estaban, de los golpes que les dieron.
Idos que fueron salió de donde estaba escondido y lavándose el rostro y la cabeza, les dio las gracias y prometió de galardonarles su fidelidad y fue subiendo por una loma arriba en donde tornó a ser descubierto de los enemigos y llegando cerca de una mujer que estaba segando chian, le dijo que le diese orden de esconderlo con aquellos manojos que segaba antes que los enemigos asomasen; la cual con toda presteza lo escondió debajo de un montón que hizo de los manojos y así como llegaron los tepanecas, le preguntaron por él y ella con mucha disimulación les dijo que había muy poco que por allí pasó corriendo y que llevaba según parecía la vía hacia Huexotla; los cuales por alcanzarle fueron por aquella parte a gran prisa. Nezahualcoyotzin dio la vuelta y se fue al bosque de Tezcutzinco en donde durmió aquella noche y despachó sus mensajeros a diversas partes; a Tecuxólotl que fuese a la provincia de Chalco y de su parte pidiese socorro de gente a Totoquioztzin y a Quateotzin señores del pueblo de Amanalco y de parte de Huitzilihuitzin su ayo y maestro, le pidiese el mismo socorro a Toteotzintecuhtli cuñado suyo, señor supremo que a la sazón era de toda aquella provincia. Otro día muy de mañana fue subiendo Nezahualcoyotzin por la montaña arriba y por ir con más seguridad mandó a dos criados suyos llamado el uno Colícatl y el otro Calminilólcatl, que el uno de ellos fuese delante de él y el otro algo distante de donde iba y que fuesen mirando y reconociendo si parecían en alguna parte sus enemigos y descubriendo algo de esto, la seña que habían de dar fuese tosiendo, con lo cual pudo muy a su salvo proseguir su viaje sin que fuese visto de sus enemigos y llegando a un puesto que se dice Metla, allí le dio de comer un criado suyo llamado Tecpan; de allí después de haber comido se fue por un lugar que se dice Zacaxachitla a otro en donde vivía un caballero de nación otomí llamado Coácoz que había sido paje de la reina su madre, en donde hizo noche aquel día; aunque por poco sus enemigos lo prenden, si Coácoz no se diera tan buena maña, pues habiendo descubierto que los enemigos iban hacia su pueblo, convocó de presto a todos los otomites que eran los vecinos de allí, a quienes les mandó viniesen todos con sus arcos y flechas y puso el atambor en medio del patio de su casa, dentro de él metido Nezahualcoyotzin, empezó a tocarle y a cantar todos a usanza de guerra.
Llegados que fueron los tepanecas, les preguntaron, qué era lo que buscaban; ellos dijeron que al príncipe Nezahualcoyotzin. Coácoz les dijo, que aquel puesto no era para los príncipes, que en la corte asistían y moraban y que ellos debían ser algunos salteadores, pues venían armados y traían aquel achaque y empezando a apellidar su gente embistieron con ellos, echándolos, los cuales se fueron huyendo, heridos los más de ellos; con lo cual no osaron parar en toda aquella montaña. Y otro día siguiente Coácoz llevó a Nezahualcoyotzin a un puesto muy oculto, fragoso y peñascoso, en donde le tenía aderezada una choza y allí le dijo se estuviese hasta tanto que veía si los enemigos se alejaban de aquellas montañas para que pudiese proseguir su viaje con seguridad y que allí estuviese cierto lo estaría. Nezahualcoyotzin le dijo que la mayor pena que tenia era de su casa, si los enemigos la habían saqueado y llevado presas a las damas de palacio. Coácoz le dijo que él iría a ver lo que había y que traería a las damas allí donde estaba y le quitaría aquel cuidado y pena. Agradecióselo Nezahualcoyotzin, encargándole lo hiciese con recato y cuidado. Coácoz lo hizo con todo cuidado y dentro de pocos días llegó a palacio, en donde halló a las damas bien afligidas y les dijo que mudasen los trajes en otros pobres de la gente plebeya, porque venía por ellas de mandato del príncipe su señor y que su hato lo llevaría por delante un criado que allí traía y que ellas se fuesen por donde las guiase y que unas veces irían por delante y otras atrás, de manera que no echase nadie de ver que las llevaba y a los de palacio mandó mirasen por toda la casa y que si preguntasen por las damas nadie dijese a donde habían ido.
Y caminando con ellas, allí cerca de un cerro llamado Patlachiuhcan, en el puesto que llaman Olopan, encontró con los enemigos que buscaban al príncipe Nezahualcoyotzin, los Cuales siguieron y le preguntaron que a dónde estaba, pues aquellas mujeres que iban allí, debían ser algunas damas de él. A que les respondió que él no conocía quien era Nezahualcoyotzin, que él era de nación chichimeca y que toda su vida había criádose en aquellas sierras y montañas. Y conociéndolo en el bárbaro lenguaje y traje que tenía, no hicieron caso de él y así prosiguió su camino hasta que llegó con ellas a donde estaba Nezahualcoyotzin el príncipe, a donde a esta sazón estaban ya con él su hermano Quauhtlehuanitzin y su sobrino Tzontechochatzin. Otro día de mañana salió Nezahualcoyotzin de aquel puesto y se despidió de Coácoz diciéndole éste, que no le iba sirviendo porque los enemigos no lo siguiesen, echándolo menos a él y por su causa lo descubriesen, porque sería forzoso venirle a buscar por el mal tratamiento que los días antes les había hecho; pero que allí estaban seis otomites llamados Nochcoani, Nolin, Coatltlalolin, Toto y Xochtónal, que ellos irían siempre descubriendo tierra por ser montaraces y saber todas aquellas entradas y salidas de la tierra. Agradeciéndole el príncipe los servicios que le había hecho prosiguió su camino y los otomites unos se adelantaron y otros se quedaron atrás y como que andaban cazando exploraron la tierra y fueron guardando a Nezahualcoyotzin, con el cual iban Quauhtlehuanitzin y Tzontechochatzin.
Idos que fueron salió de donde estaba escondido y lavándose el rostro y la cabeza, les dio las gracias y prometió de galardonarles su fidelidad y fue subiendo por una loma arriba en donde tornó a ser descubierto de los enemigos y llegando cerca de una mujer que estaba segando chian, le dijo que le diese orden de esconderlo con aquellos manojos que segaba antes que los enemigos asomasen; la cual con toda presteza lo escondió debajo de un montón que hizo de los manojos y así como llegaron los tepanecas, le preguntaron por él y ella con mucha disimulación les dijo que había muy poco que por allí pasó corriendo y que llevaba según parecía la vía hacia Huexotla; los cuales por alcanzarle fueron por aquella parte a gran prisa. Nezahualcoyotzin dio la vuelta y se fue al bosque de Tezcutzinco en donde durmió aquella noche y despachó sus mensajeros a diversas partes; a Tecuxólotl que fuese a la provincia de Chalco y de su parte pidiese socorro de gente a Totoquioztzin y a Quateotzin señores del pueblo de Amanalco y de parte de Huitzilihuitzin su ayo y maestro, le pidiese el mismo socorro a Toteotzintecuhtli cuñado suyo, señor supremo que a la sazón era de toda aquella provincia. Otro día muy de mañana fue subiendo Nezahualcoyotzin por la montaña arriba y por ir con más seguridad mandó a dos criados suyos llamado el uno Colícatl y el otro Calminilólcatl, que el uno de ellos fuese delante de él y el otro algo distante de donde iba y que fuesen mirando y reconociendo si parecían en alguna parte sus enemigos y descubriendo algo de esto, la seña que habían de dar fuese tosiendo, con lo cual pudo muy a su salvo proseguir su viaje sin que fuese visto de sus enemigos y llegando a un puesto que se dice Metla, allí le dio de comer un criado suyo llamado Tecpan; de allí después de haber comido se fue por un lugar que se dice Zacaxachitla a otro en donde vivía un caballero de nación otomí llamado Coácoz que había sido paje de la reina su madre, en donde hizo noche aquel día; aunque por poco sus enemigos lo prenden, si Coácoz no se diera tan buena maña, pues habiendo descubierto que los enemigos iban hacia su pueblo, convocó de presto a todos los otomites que eran los vecinos de allí, a quienes les mandó viniesen todos con sus arcos y flechas y puso el atambor en medio del patio de su casa, dentro de él metido Nezahualcoyotzin, empezó a tocarle y a cantar todos a usanza de guerra.
Llegados que fueron los tepanecas, les preguntaron, qué era lo que buscaban; ellos dijeron que al príncipe Nezahualcoyotzin. Coácoz les dijo, que aquel puesto no era para los príncipes, que en la corte asistían y moraban y que ellos debían ser algunos salteadores, pues venían armados y traían aquel achaque y empezando a apellidar su gente embistieron con ellos, echándolos, los cuales se fueron huyendo, heridos los más de ellos; con lo cual no osaron parar en toda aquella montaña. Y otro día siguiente Coácoz llevó a Nezahualcoyotzin a un puesto muy oculto, fragoso y peñascoso, en donde le tenía aderezada una choza y allí le dijo se estuviese hasta tanto que veía si los enemigos se alejaban de aquellas montañas para que pudiese proseguir su viaje con seguridad y que allí estuviese cierto lo estaría. Nezahualcoyotzin le dijo que la mayor pena que tenia era de su casa, si los enemigos la habían saqueado y llevado presas a las damas de palacio. Coácoz le dijo que él iría a ver lo que había y que traería a las damas allí donde estaba y le quitaría aquel cuidado y pena. Agradecióselo Nezahualcoyotzin, encargándole lo hiciese con recato y cuidado. Coácoz lo hizo con todo cuidado y dentro de pocos días llegó a palacio, en donde halló a las damas bien afligidas y les dijo que mudasen los trajes en otros pobres de la gente plebeya, porque venía por ellas de mandato del príncipe su señor y que su hato lo llevaría por delante un criado que allí traía y que ellas se fuesen por donde las guiase y que unas veces irían por delante y otras atrás, de manera que no echase nadie de ver que las llevaba y a los de palacio mandó mirasen por toda la casa y que si preguntasen por las damas nadie dijese a donde habían ido.
Y caminando con ellas, allí cerca de un cerro llamado Patlachiuhcan, en el puesto que llaman Olopan, encontró con los enemigos que buscaban al príncipe Nezahualcoyotzin, los Cuales siguieron y le preguntaron que a dónde estaba, pues aquellas mujeres que iban allí, debían ser algunas damas de él. A que les respondió que él no conocía quien era Nezahualcoyotzin, que él era de nación chichimeca y que toda su vida había criádose en aquellas sierras y montañas. Y conociéndolo en el bárbaro lenguaje y traje que tenía, no hicieron caso de él y así prosiguió su camino hasta que llegó con ellas a donde estaba Nezahualcoyotzin el príncipe, a donde a esta sazón estaban ya con él su hermano Quauhtlehuanitzin y su sobrino Tzontechochatzin. Otro día de mañana salió Nezahualcoyotzin de aquel puesto y se despidió de Coácoz diciéndole éste, que no le iba sirviendo porque los enemigos no lo siguiesen, echándolo menos a él y por su causa lo descubriesen, porque sería forzoso venirle a buscar por el mal tratamiento que los días antes les había hecho; pero que allí estaban seis otomites llamados Nochcoani, Nolin, Coatltlalolin, Toto y Xochtónal, que ellos irían siempre descubriendo tierra por ser montaraces y saber todas aquellas entradas y salidas de la tierra. Agradeciéndole el príncipe los servicios que le había hecho prosiguió su camino y los otomites unos se adelantaron y otros se quedaron atrás y como que andaban cazando exploraron la tierra y fueron guardando a Nezahualcoyotzin, con el cual iban Quauhtlehuanitzin y Tzontechochatzin.