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Datos principales
Desarrollo
En que se contienen las provincias que hay en este grande y hermoso valle hasta llegar a la ciudad de Cali Desde la ciudad de Popayán comienza, entre las cordilleras de la sierra que dicho tengo, a se allanar este valle, que tiene en ancho a doce leguas, y a menos por unas partes y a más por otras, y por algunas se junta y hace tan estrecho él y el río que por él corre que ni con barcos ni balsas ni con otra ninguna cosa no pueden andar por él, porque, con la mucha furia que lleva y las muchas piedras y remolinos, se pierden y se van al fondo y se han ahogado muchos españoles y indios, y perdido muchas mercaderías por no poder tomar tierra, por la gran reciura que lleva; todo este valle, desde la ciudad de Cali hasta estas estructuras, fue primero muy poblado de muy grandes y hermosos pueblos, las casas juntas y muy grandes. Estas poblaciones y indios se han perdido y gastado con tiempo y con la guerra; porque como entró en ellos el capitán Sebastián de Belalcázar, que fue el primer capitán que los descubrió y conquistó, aguardaron siempre de guerra, peleando muchas veces con los españoles por defender su tierra y ellos no ser subjetos; con las cuales guerras, y por la hambre que pasaron, que fue mucha, por dejar de sembrar, se murieron todos los más. También hubo otra ocasión para que se consumiesen tan presto, y fue que el capitán Belalcázar pobló y fundó en estos llanos y en mitad destos pueblos la ciudad de Cali, que después se tornó a reedificar a donde agora está.
Los indios naturales estaban tan porfiados en no querer tener amistad con los españoles, teniendo por pesado su mando, que no quisieron sembrar ni cultivar las tierras, y se pasó por esta causa mucha necesidad, y se murieron tantos que afirman que falta la mayor parte dellos. Después que se fueron los españoles de aquel sitio, los indios serranos que estaban en lo alto del valle abajaron muchos dellos y dieron en los tristes que habían quedado, que estaban enfermos y muertos de hambre; de tal manera que en breve espacio mataron y comieron todos los más; por las cuales causas todas aquellas naciones han quedado dellos tan pocos que casi no son ningunos. De la otra parte del río, hacia el oriente, está la cordillera de los Andes, la cual pasada está otro valle mayor y más vistoso, que llaman de Neiva, por donde pasa el otro brazo del río grande de Santa Marta115. En las haldas de las sierras, a unas vertientes y a otras, hay muchos pueblos de indios de diferentes naciones y costumbres, muy bárbaros y que todos los más comen carne humana, y le tienen por manjar precioso y para ellos muy gustoso. En la cumbre de la cordillera se hacen unos pequeños valles, en los cuales está la provincia de Buga; los naturales della son valientes guerreros; a los españoles que fueron allí cuando mataron a Cristóbal de Ayala los aguardaban sin temor ninguno; cuando mataron a este que digo se vendieron sus bienes en el almoneda a precios muy excesivos, porque se vendió una puerca en mil seiscientos pesos, con otro cochino, y se vendían cochinos pequeños a quinientos, y una oveja de las del Perú116 en doscientos y ochenta pesos; yo la vi pagar a un Andrés Gómez, vecino que es agora de Cartago, y la cobró Pedro Romero, vecino de Ancerma; y los mil y seiscientos pesos de la puerca y del cochino cobró el adelantado don Sebastián de Belalcázar de los bienes del mariscal don Jorge Robledo, que fue el que lo mercó; y aun vi que la misma puerca se comió un día que se hizo un banquete, luego que llegamos a la ciudad de Cali con Vadillo ; y Juan Pacheco, conquistador que agora está en España, mercó un cochino en doscientos y veinte y cinco pesos; y los cuchillos se vendían a quince pesos; a Jerónimo Luis Tejelo oí decir que cuando fue con el capitán Miguel Muñoz a la jornada que dicen de la Vieja mercó una almarada para hacer algarpates117 por treinta pesos, y aun yo he mercado unos alpargates en ocho pesos oro.
También se vendió en Cali un pliego de papel en otros treinta pesos. Otras cosas había aquí que decir en gran gloria de los nuestros españoles, pues en tan poco tienen los dineros que, como tengan necesidad, en ninguna cosa los estiman; de los vientres de las puercas compraban, antes que naciesen, los lechones a cien pesos y más. Si les era de agradescer a los que lo compraban o no, porque hubiese multiplico dello, no trato desto; mas quiero decir que el prudente lector piense y mire que desde el año de 27 hasta este de 47 lo que se ha descubierto y poblado; y mirando esto, verán todos cuánto merescen y en cuánto se ha de tener el honor de los conquistadores y descubridores, que tanto en estas partes han trabajado, y cuánta razón hay para que su majestad les haga mercedes a los que han pasado por estos trabajos y servídole lealmente sin haber sido carniceros de indios; porque los que se han preciado de serlo, antes merecen castigo que premio, a mi entender. Cuando se descubría esta provincia mercaban los caballos a tres mil y a cuatro mil pesos, y aun en este tiempo algunos hay que no acaban de pagar las deudas viejas, y que estando llenos de heridas y hartos de servir los meten en las cárceles sobre la paga que les piden los acreedores. Pasada la cordillera está el gran valle que ya dije, a donde estuvo fundada la villa de Neiva; y viniendo hacia el poniente hay mayores pueblos y de más gente en las sierras, porque en los llanos ya conté la causa por que se murieron los que había; los pueblos de las sierras allegan hasta la costa de la mar del Sur, y van de luengo descendiendo al Sur; tienen las casas, como las que dije que había en Tatabe, sobre árboles muy grandes, hechos en ello saltos a manera de sobrado, en los cuales moran muchos moradores; es muy fértil y abundante la tierra destos indios y muy proveída de puercos y de dantas y otras saivajinas y cazas, pavas y papagayos, guacamayas, faisanes y mucho pescado.
Los ríos no son pobres de oro, antes podremos afirmar que son riquísimos y que hay abundancia deste metal; por cerca dellos pasa el gran río del Darién, muy nombrado, por la ciudad que cerca dél estuvo fundada. Todas las más destas naciones comen también carne humana; algunos tienen arcos y flechas y otros de los bastones o macanas que he dicho, y muy grandes lanzas y dardos. Otra provincia está por encima deste valle hacia el norte, que confina con la provincia de Ancerma, que se llaman los naturales della los chancos; tan grandes, que parecen pequeños gigantes, espaldudos, robustos, de grandes fuerzas, los rostros muy largos; tienen cabezas anchas; porque en esta provincia y en la de Quimbaya, y en otras partes destas Indias (como adelante dije), cuando la criatura nasce le ponen la cabeza del arte que ellos quieren que la tenga; y así, unas quedan sin colodrillo, y otras la frente sumida, y otros hacen que la tenga muy larga; lo cual hacen, cuando son recién nacidos, con unas tabletas, y después con sus ligaduras118; las mujeres destos son tan bien dispuestas como ellos, andan desnudos ellos y ellas, y descalzos; no traen más que maures119, con que se cubren sus vergüenzas, y éstos no de algodón, sino de unas cortezas de árboles los sacan, y hacen delgados y muy blandos, tan largos como una vara y de anchor de dos palmos; tienen grandes lanzas y dardos con que pelean; salen algunas veces de su provincia a dar guerra a sus comarcanos los de Ancerma. Cuando el mariscal Robledo entró en Cartago esta última vez, que no debiera, a que la resibiesen por lugarteniente del juez Miguel Díaz Armendáriz, envió de aquella ciudad ciertos españoles a guardar el camino que va de Ancerma a la ciudad de Cali, adonde hallaron ciertos indios destos, que adajaban a matar a un cristiano que iba con unas cabras a Cali, y mataron uno o dos destos indios, y se espantaron de ver su grandeza.
De manera que, aunque no se ha descubierto la tierra destos indios, sus comarcanos afirman ser tan grandes como de suso he dicho. Por las sierras que abajan de las cordillera que está al poniente y valles que se hacen hay grandes poblaciones y muchos pueblos, que dura su población hasta cerca de la ciudad de Cali, y confinan con los de las Barbacoas. Tienen sus pueblos extendidos y derramados por aquellas sierras, las casas juntas de diez en diez y de quince en quince, su algunas partes más y en otras menos; llaman a estos indios gorrones, porque cuando poblaron en el valle la ciudad de Cali nombraban al pescado gorrón, y venían cargados dél diciendo: "Gorrón, gorrón"; por lo cual, no teniéndoles nombre propio, llamáronles, por su pescado, gorrones, como hicieron en Ancerma en llamarla de aquel nombre por la sal, que llaman los indios (como ya dije) ancer; las casas destos indios son grandes, redondas, cobertura de paja; tienen pocas arboledas de frutales; por bajo de cuatro a cinco quilates alcanzan mucho; de lo que poseen poco. Corren por sus pueblos algunos ríos de muchas aguas. Junto a las puertas de sus casas, por grandes, tienen de dentro de la portalada muchos pies de los indios que han muerto y muchas manos; sin lo cual, de las tripas, por que no se les pierda nada, las hinchen de carne o de cenizas, unas a maneras de morcilla y otras de longanizas; desto, mucha cantidad; las cabezas, por consiguiente, tienen puestas, y muchos cuartos enteros. Un negro de un Juan de Céspedes, cuando entramos con el licenciado Juan de Vadillo en estos pueblos, como viese estas tripas, creyendo ser longanizas, arremetió a descolgarlas para comerlas, lo cual hiciera si no estuvieran como estaban, tan secas del humo y del tiempo que había que estaban allí colgadas.
Fuera de las casas tienen puestas por orden muchas cabezas, piernas enteras, brazos, con otras partes de cuerpos, en tanta cantidad que no se puede creer. Y si yo no hubiera visto lo que escribo y supiera que en España hay tantos que lo saben y lo vieron muchas veces, cierto no contara que estos hombres hacían tan grandes carnecerías de otros hombres sólo para comer; y así, sabemos que estos gorrones son grandes carniceros de comer carne humana; no tienen ídolos ningunos, ni casa de adoración se les ha visto; hablan con el demonio los que para ello están señalados, según es público. Clérigos ni frailes tampoco no han osado andar a solas amonestando a estos indios, como se hace en el Perú y en otras tierras destas Indias, por miedo que no los maten. Estos indios están apartados de valle y río grande a dos y a tres leguas y a cuatro, y algunos a más, y a sus tiempos abajan a pescar a las lagunas y al río grande dicho, donde vuelven con gran cantidad de pescado; son de cuerpos medianos, para poco trabajo; no visten más que los maures que he dicho que traen los demás indios; las mujeres todas andan vestidas de unas mantas gruesas de algodón. Los muertos que son más principales los envuelven en muchas de aquellas mantas, que son tan largas como tres varas y tan anchas como dos. Después que los tienen envueltos en ellas les revuelven a los cuerpos una cuerda que hacen de tres ramales, que tiene más de docientas brazas; entre estas mantas le ponen algunas joyas de oro; otros entierran en sepulturas hondas.
Cae esta provincia en los términos y juridiscción de la ciudad de Cali; junto a ellos, y en la barranca del río, está un pueblo no muy grande, porque con las guerras pasadas se perdió y consumió la gente dél, que fue mucha; de una gran laguna que está pegada a este pueblo, habiendo crescido el río, se hinche, la cual tiene sus desaguaderos y flujus cuando mengua y baja; matan en esta laguna infinidad de pescado muy sabroso, que dan a los caminantes, y contratan con ello en las ciudades de Cartago y Cali y otras partes; sin lo mucho que ellos dan y comen, tienen grandes depósitos dello seco para vender a los de las sierras, y grandes cántaros de mucha cantidad de manteca que del pescado sacan. Al tiempo que veníamos descubriendo con el licenciado Juan de Vadillo llegamos a este pueblo con harta necesidad, y hallamos algún pescado; y después, cuando íbamos a poblar la villa de Ancerma con el capitán Robledo, hallamos tanto que pudieran henchir dos navíos dello. Es muy fértil de maíz y de otras cosas esta provincia de los gorrones; hay en ella muchos venados y guadaquinajes y otras salvajinas, y muchas aves; y en el gran valle del Cali, con ser muy fértil, están las vegas y llanos con su hierba desierta, y no dan provecho sino a los venados y a otros animales que pos Pasean, porque los cristianos no son tantos que puedan ocupar tan grandes campañas.
Los indios naturales estaban tan porfiados en no querer tener amistad con los españoles, teniendo por pesado su mando, que no quisieron sembrar ni cultivar las tierras, y se pasó por esta causa mucha necesidad, y se murieron tantos que afirman que falta la mayor parte dellos. Después que se fueron los españoles de aquel sitio, los indios serranos que estaban en lo alto del valle abajaron muchos dellos y dieron en los tristes que habían quedado, que estaban enfermos y muertos de hambre; de tal manera que en breve espacio mataron y comieron todos los más; por las cuales causas todas aquellas naciones han quedado dellos tan pocos que casi no son ningunos. De la otra parte del río, hacia el oriente, está la cordillera de los Andes, la cual pasada está otro valle mayor y más vistoso, que llaman de Neiva, por donde pasa el otro brazo del río grande de Santa Marta115. En las haldas de las sierras, a unas vertientes y a otras, hay muchos pueblos de indios de diferentes naciones y costumbres, muy bárbaros y que todos los más comen carne humana, y le tienen por manjar precioso y para ellos muy gustoso. En la cumbre de la cordillera se hacen unos pequeños valles, en los cuales está la provincia de Buga; los naturales della son valientes guerreros; a los españoles que fueron allí cuando mataron a Cristóbal de Ayala los aguardaban sin temor ninguno; cuando mataron a este que digo se vendieron sus bienes en el almoneda a precios muy excesivos, porque se vendió una puerca en mil seiscientos pesos, con otro cochino, y se vendían cochinos pequeños a quinientos, y una oveja de las del Perú116 en doscientos y ochenta pesos; yo la vi pagar a un Andrés Gómez, vecino que es agora de Cartago, y la cobró Pedro Romero, vecino de Ancerma; y los mil y seiscientos pesos de la puerca y del cochino cobró el adelantado don Sebastián de Belalcázar de los bienes del mariscal don Jorge Robledo, que fue el que lo mercó; y aun vi que la misma puerca se comió un día que se hizo un banquete, luego que llegamos a la ciudad de Cali con Vadillo ; y Juan Pacheco, conquistador que agora está en España, mercó un cochino en doscientos y veinte y cinco pesos; y los cuchillos se vendían a quince pesos; a Jerónimo Luis Tejelo oí decir que cuando fue con el capitán Miguel Muñoz a la jornada que dicen de la Vieja mercó una almarada para hacer algarpates117 por treinta pesos, y aun yo he mercado unos alpargates en ocho pesos oro.
También se vendió en Cali un pliego de papel en otros treinta pesos. Otras cosas había aquí que decir en gran gloria de los nuestros españoles, pues en tan poco tienen los dineros que, como tengan necesidad, en ninguna cosa los estiman; de los vientres de las puercas compraban, antes que naciesen, los lechones a cien pesos y más. Si les era de agradescer a los que lo compraban o no, porque hubiese multiplico dello, no trato desto; mas quiero decir que el prudente lector piense y mire que desde el año de 27 hasta este de 47 lo que se ha descubierto y poblado; y mirando esto, verán todos cuánto merescen y en cuánto se ha de tener el honor de los conquistadores y descubridores, que tanto en estas partes han trabajado, y cuánta razón hay para que su majestad les haga mercedes a los que han pasado por estos trabajos y servídole lealmente sin haber sido carniceros de indios; porque los que se han preciado de serlo, antes merecen castigo que premio, a mi entender. Cuando se descubría esta provincia mercaban los caballos a tres mil y a cuatro mil pesos, y aun en este tiempo algunos hay que no acaban de pagar las deudas viejas, y que estando llenos de heridas y hartos de servir los meten en las cárceles sobre la paga que les piden los acreedores. Pasada la cordillera está el gran valle que ya dije, a donde estuvo fundada la villa de Neiva; y viniendo hacia el poniente hay mayores pueblos y de más gente en las sierras, porque en los llanos ya conté la causa por que se murieron los que había; los pueblos de las sierras allegan hasta la costa de la mar del Sur, y van de luengo descendiendo al Sur; tienen las casas, como las que dije que había en Tatabe, sobre árboles muy grandes, hechos en ello saltos a manera de sobrado, en los cuales moran muchos moradores; es muy fértil y abundante la tierra destos indios y muy proveída de puercos y de dantas y otras saivajinas y cazas, pavas y papagayos, guacamayas, faisanes y mucho pescado.
Los ríos no son pobres de oro, antes podremos afirmar que son riquísimos y que hay abundancia deste metal; por cerca dellos pasa el gran río del Darién, muy nombrado, por la ciudad que cerca dél estuvo fundada. Todas las más destas naciones comen también carne humana; algunos tienen arcos y flechas y otros de los bastones o macanas que he dicho, y muy grandes lanzas y dardos. Otra provincia está por encima deste valle hacia el norte, que confina con la provincia de Ancerma, que se llaman los naturales della los chancos; tan grandes, que parecen pequeños gigantes, espaldudos, robustos, de grandes fuerzas, los rostros muy largos; tienen cabezas anchas; porque en esta provincia y en la de Quimbaya, y en otras partes destas Indias (como adelante dije), cuando la criatura nasce le ponen la cabeza del arte que ellos quieren que la tenga; y así, unas quedan sin colodrillo, y otras la frente sumida, y otros hacen que la tenga muy larga; lo cual hacen, cuando son recién nacidos, con unas tabletas, y después con sus ligaduras118; las mujeres destos son tan bien dispuestas como ellos, andan desnudos ellos y ellas, y descalzos; no traen más que maures119, con que se cubren sus vergüenzas, y éstos no de algodón, sino de unas cortezas de árboles los sacan, y hacen delgados y muy blandos, tan largos como una vara y de anchor de dos palmos; tienen grandes lanzas y dardos con que pelean; salen algunas veces de su provincia a dar guerra a sus comarcanos los de Ancerma. Cuando el mariscal Robledo entró en Cartago esta última vez, que no debiera, a que la resibiesen por lugarteniente del juez Miguel Díaz Armendáriz, envió de aquella ciudad ciertos españoles a guardar el camino que va de Ancerma a la ciudad de Cali, adonde hallaron ciertos indios destos, que adajaban a matar a un cristiano que iba con unas cabras a Cali, y mataron uno o dos destos indios, y se espantaron de ver su grandeza.
De manera que, aunque no se ha descubierto la tierra destos indios, sus comarcanos afirman ser tan grandes como de suso he dicho. Por las sierras que abajan de las cordillera que está al poniente y valles que se hacen hay grandes poblaciones y muchos pueblos, que dura su población hasta cerca de la ciudad de Cali, y confinan con los de las Barbacoas. Tienen sus pueblos extendidos y derramados por aquellas sierras, las casas juntas de diez en diez y de quince en quince, su algunas partes más y en otras menos; llaman a estos indios gorrones, porque cuando poblaron en el valle la ciudad de Cali nombraban al pescado gorrón, y venían cargados dél diciendo: "Gorrón, gorrón"; por lo cual, no teniéndoles nombre propio, llamáronles, por su pescado, gorrones, como hicieron en Ancerma en llamarla de aquel nombre por la sal, que llaman los indios (como ya dije) ancer; las casas destos indios son grandes, redondas, cobertura de paja; tienen pocas arboledas de frutales; por bajo de cuatro a cinco quilates alcanzan mucho; de lo que poseen poco. Corren por sus pueblos algunos ríos de muchas aguas. Junto a las puertas de sus casas, por grandes, tienen de dentro de la portalada muchos pies de los indios que han muerto y muchas manos; sin lo cual, de las tripas, por que no se les pierda nada, las hinchen de carne o de cenizas, unas a maneras de morcilla y otras de longanizas; desto, mucha cantidad; las cabezas, por consiguiente, tienen puestas, y muchos cuartos enteros. Un negro de un Juan de Céspedes, cuando entramos con el licenciado Juan de Vadillo en estos pueblos, como viese estas tripas, creyendo ser longanizas, arremetió a descolgarlas para comerlas, lo cual hiciera si no estuvieran como estaban, tan secas del humo y del tiempo que había que estaban allí colgadas.
Fuera de las casas tienen puestas por orden muchas cabezas, piernas enteras, brazos, con otras partes de cuerpos, en tanta cantidad que no se puede creer. Y si yo no hubiera visto lo que escribo y supiera que en España hay tantos que lo saben y lo vieron muchas veces, cierto no contara que estos hombres hacían tan grandes carnecerías de otros hombres sólo para comer; y así, sabemos que estos gorrones son grandes carniceros de comer carne humana; no tienen ídolos ningunos, ni casa de adoración se les ha visto; hablan con el demonio los que para ello están señalados, según es público. Clérigos ni frailes tampoco no han osado andar a solas amonestando a estos indios, como se hace en el Perú y en otras tierras destas Indias, por miedo que no los maten. Estos indios están apartados de valle y río grande a dos y a tres leguas y a cuatro, y algunos a más, y a sus tiempos abajan a pescar a las lagunas y al río grande dicho, donde vuelven con gran cantidad de pescado; son de cuerpos medianos, para poco trabajo; no visten más que los maures que he dicho que traen los demás indios; las mujeres todas andan vestidas de unas mantas gruesas de algodón. Los muertos que son más principales los envuelven en muchas de aquellas mantas, que son tan largas como tres varas y tan anchas como dos. Después que los tienen envueltos en ellas les revuelven a los cuerpos una cuerda que hacen de tres ramales, que tiene más de docientas brazas; entre estas mantas le ponen algunas joyas de oro; otros entierran en sepulturas hondas.
Cae esta provincia en los términos y juridiscción de la ciudad de Cali; junto a ellos, y en la barranca del río, está un pueblo no muy grande, porque con las guerras pasadas se perdió y consumió la gente dél, que fue mucha; de una gran laguna que está pegada a este pueblo, habiendo crescido el río, se hinche, la cual tiene sus desaguaderos y flujus cuando mengua y baja; matan en esta laguna infinidad de pescado muy sabroso, que dan a los caminantes, y contratan con ello en las ciudades de Cartago y Cali y otras partes; sin lo mucho que ellos dan y comen, tienen grandes depósitos dello seco para vender a los de las sierras, y grandes cántaros de mucha cantidad de manteca que del pescado sacan. Al tiempo que veníamos descubriendo con el licenciado Juan de Vadillo llegamos a este pueblo con harta necesidad, y hallamos algún pescado; y después, cuando íbamos a poblar la villa de Ancerma con el capitán Robledo, hallamos tanto que pudieran henchir dos navíos dello. Es muy fértil de maíz y de otras cosas esta provincia de los gorrones; hay en ella muchos venados y guadaquinajes y otras salvajinas, y muchas aves; y en el gran valle del Cali, con ser muy fértil, están las vegas y llanos con su hierba desierta, y no dan provecho sino a los venados y a otros animales que pos Pasean, porque los cristianos no son tantos que puedan ocupar tan grandes campañas.