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Datos principales
Desarrollo
De los ritos y sacrificios que estos indios tienen y cuán grandes carniceros son de comer carne humana Las armas que tienen estos indios son dardos, lanzas, hondas, tiraderas con sus estalocisa99; son muy grandes voceadores; cuando van a la guerra llevan muchas bocinas y atambores y flautas y otros instrumentos. En gran manera son cautelosos y de poca verdad, ni la paz que prometen sustentan. La guerra que tuvieron con los españoles se dirá adelante en su tiempo y lugar. Muy grande es el dominio y señorío que el demonio, enemigo de natura humana, por los pecados de aquesta gente sobre ellos tuvo, permitiéndolo Dios; porque muchas veces era visto visiblemente por ellos. En aquellos tablados tenían muy grandes manojos de cuerdas de cabuya, a manera de crizneja (la cual nos aprovechó para hacer alpargates), tan largas que tenían a más de cuarenta brazas cada una de aquestas sogas; de lo alto del tablado ataban los indios que tomaban en la guerra por los hombros y dejábanlos colgados, y a algunos dellos les sacaban los corazones y los ofrecían a sus dioses, al demonio, a honra de quien se hacían aquellos sacrificios, y luego, sin tardar mucho, comían los cuerpos de los que ansí mataban. Casa de adoración no se ha visto ninguna, más de que en las casas o aposentos de los señores tenían un aposento muy esterado y aderezado; en Paucora vi yo uno destos oratorios, como adelante diré; en lo secreto dellos estaba un retrete100, y en él había muchos encensarios de barro, en los cuales, en lugar de encienso, quemaban ciertas hierbas menudas; yo las vi en la tierra de un señor desta provincia, llamado Yayo, y eran tan menudas que casi no salían de la tierra; unas tenían una flor muy negra y otras la tenían blanca; en el olor parescían a verbena; y éstas, con otras resinas, quemaban delante de sus ídolos; y después que han hecho otras supersticiones viene el demonio, el cual cuentan que les aparesce en figura de indio y los ojos muy resplandecientes, y a los sacerdotes o ministros suyos daba la respuesta de lo que preguntaban y de lo que querían saber.
Hasta agora en ninguna destas provincias están clérigos ni frailes, ni osan estar, porque los indios son tan malos y carniceros que muchos han comido a los señores que sobre ellos tenían encomienda; aunque cuando van a los pueblos de los españoles los amonestan que dejen sus vanidades y costumbres gentílicas y se alleguen a nuestra religión, recibiendo agua de baptismo; y permitiéndolo Dios, algunos señores de las provincias desta gobernación se han tornado cristianos, y aborrecen al diablo y escupen de sus dichos y maldades. La gente desta provincia de Arma son de medianos cuerpos, todos morenos; tanto, que en la color todos los indios y indias destas partes (con haber tanta multitud de gentes que casi no tienen número, y tan gran diversidad y largura de tierra) parece que todos son hijos de una madre y de un padre; las mujeres destos indios son de las feas y sucias que yo vi en todas aquellas comarcas; andan ellas y ellos desnudos, salvo que para cubrir sus vergüenzas se ponen delante dellas unos maures tan anchos como un palmo y tan largos como palmo y medio; con esto se atapan la delantera, lo demás todo anda descubierto. En aquel tierra no ternán los hombres deseo de ver las piernas a las mujeres, pues que agora haga frío o sientan calor nunca las atapan; algunas de las mujeres andan tresquiladas, y lo mismo sus maridos. Las frutas y mantenimientos que tienen es maíz y yuca y otras raíces muchas y muy sabrosas, algunas guayabas y paltas y palmas de los pixivaes.
Los señores se casan con las mujeres que más les agradan; la una destas se tiene por la más principal; y los demás indios cásanse unos con hijas y hermanas de otros, sin orden ninguna, y muy pocos hallan las mujeres vírgenes; los señores pueden tener muchas, los demás a una y a dos y a tres, como tiene la posibilidad; en muriéndose los señores o principales, los entierran dentro en sus casas o en lo alto de los cerros, con las cerimonias y lloros que acostumbran, los que de suso he dicho; los hijos heredan a los padres en el señorío y en las casas y tierras; faltando hijo, lo hereda el que lo es de hermana, y no del hermano. Adelante diré la causa por que en la mayor parte destas provincias heredan los sobrinos hijos de la hermana, y no del hermano, según yo oí a muchos naturales dellas, que es causa que los señoríos o cacicazgos se hereden por la parte femenina y no por la masculina101. Son tan amigos de comer carne humana estos indios que se ha visto haber tomado indias tan preñadas que querían parir, y con ser de sus mismos vecinos, arremeter a ellas y con gran presteza abrirles el vientre con sus cuchillos de pedernal o de caña y sacar la criatura; y habiendo hecho gran fuego, en un pedazo de olla tostarlo y comerlo luego, y acabar de matar la madre, -y con las inmundicias comérsela con tanta priesa, que era cosa de espanto. Por los cuales pecados y otros que estos indios cometen ha permitido la divina Providencia que, estando tan desviados de nuestra región de España que casi parece imposible que se pueda andar de una parte a otra, hayan abierto caminos y carreras por la mar tan larga del Océano y llegado a sus tierras, a donde solamente diez o quince cristianos que se hallan juntos acometen a mil, a diez mil dellos, y los vencen y subjetan; lo cual también creo no venir por nuestros merescimientos, pues somos tan pecadores, sino por querer Dios castigarlos por nuestra mano, pues permite lo que se hace.
Pues volviendo al propósito, estos indios no tienen creencia, a lo que yo alcancé, ni entienden más de lo que permite Dios que el demonio les diga. El mando que tienen los caciques o señores sobre ellos no es más de que les hacen sus casas y les labran sus campos, sin lo cual les dan mujeres las que quieren y les sacan de los ríos oro, con que contratan en las comarcas; y ellos se nombran capitanes en las guerras y se hallan con ellos en las batallas que dan. En todas las cosas son de poca constancia; no tienen vergüenza de nada ni saben qué cosa sea virtud, y en malicias son muy astutos unos para con otros. Adelante desta provincia, a la parte de oriente, está la montaña de suso dicha, que se llama de los Andes, llena de grandes sierras; pasada ésta dicen los indios que está un hermoso valle con un río102 que pasa por él, donde (según dicen estos naturales de Arma) hay gran riqueza y muchos indios. Por todas estas partes las mujeres paren sin parteras, y aun por todas las más de las Indias; y en pariendo, luego se van a lavar ellas mismas al río, haciendo lo mismo a las criaturas, y hora ni momento no se guardan del aire ni sereno, ni les hace mal; y veo que muestran tener menos dolor cincuenta destas mujeres que quieren parir que una sola de nuestra nación. No sé si va en el regalo de las unas o en ser bestiales las otras.
Hasta agora en ninguna destas provincias están clérigos ni frailes, ni osan estar, porque los indios son tan malos y carniceros que muchos han comido a los señores que sobre ellos tenían encomienda; aunque cuando van a los pueblos de los españoles los amonestan que dejen sus vanidades y costumbres gentílicas y se alleguen a nuestra religión, recibiendo agua de baptismo; y permitiéndolo Dios, algunos señores de las provincias desta gobernación se han tornado cristianos, y aborrecen al diablo y escupen de sus dichos y maldades. La gente desta provincia de Arma son de medianos cuerpos, todos morenos; tanto, que en la color todos los indios y indias destas partes (con haber tanta multitud de gentes que casi no tienen número, y tan gran diversidad y largura de tierra) parece que todos son hijos de una madre y de un padre; las mujeres destos indios son de las feas y sucias que yo vi en todas aquellas comarcas; andan ellas y ellos desnudos, salvo que para cubrir sus vergüenzas se ponen delante dellas unos maures tan anchos como un palmo y tan largos como palmo y medio; con esto se atapan la delantera, lo demás todo anda descubierto. En aquel tierra no ternán los hombres deseo de ver las piernas a las mujeres, pues que agora haga frío o sientan calor nunca las atapan; algunas de las mujeres andan tresquiladas, y lo mismo sus maridos. Las frutas y mantenimientos que tienen es maíz y yuca y otras raíces muchas y muy sabrosas, algunas guayabas y paltas y palmas de los pixivaes.
Los señores se casan con las mujeres que más les agradan; la una destas se tiene por la más principal; y los demás indios cásanse unos con hijas y hermanas de otros, sin orden ninguna, y muy pocos hallan las mujeres vírgenes; los señores pueden tener muchas, los demás a una y a dos y a tres, como tiene la posibilidad; en muriéndose los señores o principales, los entierran dentro en sus casas o en lo alto de los cerros, con las cerimonias y lloros que acostumbran, los que de suso he dicho; los hijos heredan a los padres en el señorío y en las casas y tierras; faltando hijo, lo hereda el que lo es de hermana, y no del hermano. Adelante diré la causa por que en la mayor parte destas provincias heredan los sobrinos hijos de la hermana, y no del hermano, según yo oí a muchos naturales dellas, que es causa que los señoríos o cacicazgos se hereden por la parte femenina y no por la masculina101. Son tan amigos de comer carne humana estos indios que se ha visto haber tomado indias tan preñadas que querían parir, y con ser de sus mismos vecinos, arremeter a ellas y con gran presteza abrirles el vientre con sus cuchillos de pedernal o de caña y sacar la criatura; y habiendo hecho gran fuego, en un pedazo de olla tostarlo y comerlo luego, y acabar de matar la madre, -y con las inmundicias comérsela con tanta priesa, que era cosa de espanto. Por los cuales pecados y otros que estos indios cometen ha permitido la divina Providencia que, estando tan desviados de nuestra región de España que casi parece imposible que se pueda andar de una parte a otra, hayan abierto caminos y carreras por la mar tan larga del Océano y llegado a sus tierras, a donde solamente diez o quince cristianos que se hallan juntos acometen a mil, a diez mil dellos, y los vencen y subjetan; lo cual también creo no venir por nuestros merescimientos, pues somos tan pecadores, sino por querer Dios castigarlos por nuestra mano, pues permite lo que se hace.
Pues volviendo al propósito, estos indios no tienen creencia, a lo que yo alcancé, ni entienden más de lo que permite Dios que el demonio les diga. El mando que tienen los caciques o señores sobre ellos no es más de que les hacen sus casas y les labran sus campos, sin lo cual les dan mujeres las que quieren y les sacan de los ríos oro, con que contratan en las comarcas; y ellos se nombran capitanes en las guerras y se hallan con ellos en las batallas que dan. En todas las cosas son de poca constancia; no tienen vergüenza de nada ni saben qué cosa sea virtud, y en malicias son muy astutos unos para con otros. Adelante desta provincia, a la parte de oriente, está la montaña de suso dicha, que se llama de los Andes, llena de grandes sierras; pasada ésta dicen los indios que está un hermoso valle con un río102 que pasa por él, donde (según dicen estos naturales de Arma) hay gran riqueza y muchos indios. Por todas estas partes las mujeres paren sin parteras, y aun por todas las más de las Indias; y en pariendo, luego se van a lavar ellas mismas al río, haciendo lo mismo a las criaturas, y hora ni momento no se guardan del aire ni sereno, ni les hace mal; y veo que muestran tener menos dolor cincuenta destas mujeres que quieren parir que una sola de nuestra nación. No sé si va en el regalo de las unas o en ser bestiales las otras.