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Datos principales
Desarrollo
De las estaturas y proporciones y edades que tuvieron ciertos capitanes valerosos y fuertes soldados que fueron de Cortés, cuando vinimos a conquistar la Nueva-España El marqués don Hernando Cortés, ya he dicho en el capítulo que dél habla, en el tiempo que falleció en Castilleja de la Cuesta, de su edad, proporción y persona, e qué condiciones tenía, e otras cosas que hallarán escritas en esta relación, si lo quisieren ver. También he dicho en el capítulo que dello habla, del capitán Cristóbal de Olí , de cuando fue con la armada a las Higüeras, de la edad que tenía, y de sus condiciones e proporciones: allí lo hallarán. Quiero ahora poner la edad e proporciones y parecer de don Pedro de Alvarado . Fue comendador de Santiago , adelantado y gobernador de Guatemala e Honduras e Chiapa, sería obra de treinta y cuatro años cuando acá pasó; fue de muy buen cuerpo e bien proporcionado, e tenía el rostro y cara muy alegre y en el mirar muy amoroso; e por ser tan agraciado le pusieron por nombre los indios mexicanos Tonatio, que quiere decir el sol. Era muy suelto e buen jinete, y sobre todo, ser franco e de buena conversación, y en el vestir se traía muy pulido y con ropas ricas, y traía al cuello una cadenita de oro con un joyel; ya no se me acuerdan las letras que tenía el joyel; y en un dedo un anillo con una esmeralda; y porque ya he dicho dónde falleció y otras cosas acerca de la persona, en esta no quiero poner más.
El adelantado Francisco de Montejo fue de mediana estatura, el rostro alegre, y amigo de regocijos e buen jinete; e cuando acá pasó sería de edad de treinta y cinco años, y era más dado a negocios que para la guerra; era franco y gastaba más de lo que tenía de renta; fue adelantado y gobernador de Yucatán, murió en Castilla. El capitán Gonzalo de Sandoval fue muy esforzado, y sería cuando acá pasó de hasta veinte y dos años; fue alguacil mayor de la Nueva-España, y fue gobernador della, juntamente con el tesorero Alonso de Estrada, obra de once meses; su estatura muy bien proporcionada y de razonable cuerpo y membrudo; el pecho alto y ancho, y asimismo tenía la espalda, y de las piernas algo estevado y muy buen jinete; el rostro tiraba algo a robusto, y la barba y el cabello que se usaba algo crespo y acastañado, y la voz no la tenía muy clara, sino algo espantosa, y ceceaba tanto cuanto; no era hombre que sabía letras, sino a las buenas llanas, ni era codicioso de haber oro, sino solamente tener fama y hacer sus cosas como buen capitán esforzado, y en las guerras que tuvimos en la Nueva-España siempre tenía cuenta en mirar por los soldados que le parecía que lo hacían bien, y les favorecía y ayudaba; no era hombre que traía ricos vestidos, sino muy llanamente, como buen soldado; tuvo el mejor caballo y de mejor carrera, revuelto a una mano y a otra, que decían que no se había visto mejor en Castilla ni en esta tierra: era castaño acastañado, y una estrella en la frente y un pie izquierdo calzado, que se decía el caballo "Motilla"; e cuando hay ahora diferencia sobre buenos caballos suelen decir: "Es en bondad tan bueno como Montilla.
" Dejaré lo del caballo, y diré deste valeroso capitán que falleció en la villa de Palos cuando fue a Castilla con don Hernando Cortés a besar los pies a su majestad; y deste Gonzalo de Sandoval fue de quien dijo el marqués Cortés a su majestad que, además de los fuerte y valerosos soldados que tuvo en su compañía, que fue tan animoso capitán, que se podía nombrar entre los muy esforzados que hubo en el mundo, y que podía ser coronel de muchos ejércitos, y para decir y hacer. Fue natural de Medellín, hijodalgo; su padre fue alcaide de una fortaleza. Pasemos a decir de otro buen capitán que se decía Juan Velázquez de León, natural de Castilla la Vieja: sería de hasta treinta y seis años cuando acá pasó; era de buen cuerpo, e derecho e membrudo, e buena espalda e pecho, e todo bien proporcionado e bien sacado, el rostro robusto, la barba algo crespa e alheñada, e la voz espantosa e gorda, e algo tartamudo; fue muy animoso y de buena conversación; e si algunos bienes tenía en aquel tiempo los repartía con sus compañeros. Díjose que en la isla Española mató a un caballero, persona por persona en aquella tierra principal, que era hombre rico, que se decía Ribasaltas; y desque le hubo muerto se retrajo, y la justicia de aquella isla nunca lo puedo haber, ni la real audiencia, para hacer sobre el caso justicia; y aunque le iban a prender, por su persona se defendía de los alguaciles, e se vino a la isla de Cuba, e de Cuba a la Nueva-España, e fue muy buen jinete, e a pie e a caballo muy extremado varón; murió en las puentes cuando salimos huyendo de México.
Y Diego de Ordás , fue natural de Tierra de Campos, y sería de edad de cuarenta años cuando acá pasó: fue capitán de soldados de espada y rodela, porque no era hombre de a caballo; fue muy esforzado y de buenos consejos, era de buena estatura e membrudo, e tenía el rostro muy robusto e la barba algo prieta e no mucha; en la habla no acertaba bien a pronunciar algunas palabras, sino algo tartajoso; era franco e de buena conversación; fue comendador de Santiago; murió en lo de Marañón, siendo capitán o gobernador, que esto no lo sé muy bien. El capitán Luis Marín fue de buen cuerpo e membrudo y esforzado; era estevado e la barba algo rubia, el rostro largo e alegre, excepto que tenía unas señales como que había tenido viruelas; sería de hasta treinta años cuando acá pasó; era natural de Sanlúcar, ceceaba un poco como sevillano. Fue buen jinete y de buena conversación, murió en lo de Michoacán. El capitán Pedro de Ircio era de mediana estatura y paticorto, e tenía el rostro alegre, e muy plático en demasía que haría e acontecería, e siempre contaba cuentos de don Pedro Jirón e del conde de Ureña; era ardid de corazón, e a esta causa le llamábamos "Agrajes", sin obras: e sin hacer cosas que de contar sean, murió en México. Alonso de Ávila fue capitán ciertos días en lo de México, y el primer contador de su majestad que eligió Cortés hasta que el rey nuestro señora mandase otra cosa, era de buen cuerpo e rostro alegre, en la plática expresiva, muy clara e de buenas razones, e muy esforzado; sería de hasta treinta y tres años cuando acá pasó: e tenía otra cosa, que era franco con sus compañeros; mas era tan soberbio e amigo de mandar e no ser mandado, e algo envidioso; era orgulloso y bullicioso, que Cortés no le podía sufrir: e a esta causa le envió a Castilla por procurador juntamente con un Antonio de Quiñones, natural de Zamora , e con ellos envió la recámara e riquezas de Montezuma e de Guatemuz, e franceses lo robaron, e prendieron al Alonso de Ávila , porque el Quiñones ya era muerto en la Tercera, e desde a dos años volvió el Alonso de Ávila a la Nueva-España; o en Yucatán o en México murió.
Este Alonso de Ávila fue tío de los caballeros que degollaron en México, hijos de Gil González de Benavides, lo cual tengo ya dicho y declarado en mi historia. Andrés de Monjaraz fue capitán cuando la guerra de México, y era de razonable estatura, y el rostro alegre y la barba prieta, y de buena conversación; siempre estuvo malo de bubas, e a esta causa no hizo cosa que de contar sea, más póngolo aquí en esta relación para que sepan que fue capitán, y sería de hasta treinta años cuando acá pasó; murió de dolor de las bubas. Pasemos a un muy esforzado soldado que se decía Cristóbal de Olea, natural de tierra de Medina del Campo; sería de edad de veinte y seis años cuando acá pasó; era de buen cuerpo e membrudo, ni muy alto ni bajo; tenía buen pecho e espalda, el rostro algo robusto, mas era apacible, e la barba e cabello tiraba algo como crespo, e la voz clara; este soldado fue en todo lo que le veíamos hacer tan esforzado e presto en las armas, que le teníamos muy buena voluntad e le honrábamos, y él fue el que escapó de muerte a don Fernando Cortés en lo de Suchimilco, cuando los escuadrones mexicanos le habían derribado del caballo "el Romo", e le tenían asido y engarrafado para lo llevar a sacrificar; e asimismo le libró otra vez cuando en lo de la calzadilla de México lo tenían otra vez asido muchos mexicanos para lo llevar vivo a sacrificar, e le habían ya herido en una pierna al mismo Cortés, y le llevaron vivos sesenta y dos soldados.
Este esforzado soldado hizo cosas por su persona, que, aunque estaba muy mal herido, mató a cuchillo e dio estocadas a todos los indios que le llevaban a Cortés, que les hizo que lo dejasen; e así le salvó la vida, y el Cristóbal de Olea quedó muerto allí por lo salvar. Quiero decir de dos soldados que se decían Gonzalo Domínguez e un Lares; digo que fueron tan esforzados, que los teníamos en tanto como Cristóbal de Olea; eran de buenos cuerpos e membrudos, e los rostros alegres, e bien hablados, e muy buenas condiciones; e por no gastar más palabras en sus loas, podránse contar con los más esforzados soldados que ha habido en Castilla; murieron en las batallas de Otumba, digo el Lares, y el Domínguez en lo de Teguantepeque, de un caballo que le tomó debajo. Vamos a otro buen capitán y esforzado soldado que se decía Andrés de Tapia, sería de obra de veinte y cuatro años cuando acá pasó; era de color el rostro algo ceniciento, e no muy alegre, e de buen cuerpo e de poca barba e rala, y fue muy buen capitán, así a pie como a caballo; murió de su muerte. Si hubiera de escribir todas las facciones e proporciones de todos nuestros capitanes e fuertes soldados que pasamos con Cortés, era gran prolijidad; porque, según todos eran esforzados e de mucha cuenta, dignos éramos de estar escritos con letras de oro. E no pongo aquí otros muchos valerosos capitanes que fueron de los de Narváez, porque mi intento desde que comencé a hacer mi relación no fue sino para escribir nuestros heroicos hechos e hazañas de los que pasamos con Cortés; sólo quiero poner al capitán Pánfilo de Narváez , que fue el que vino contra Cortés desde la isla de Cuba con mil y trescientos soldados, sin contar en ellos hombres de la mar, e con doscientos y sesenta y seis soldados los desbaratamos, según se verá en mi relación, e cómo e cuándo e de qué manera pasó aquel hecho.
E volviendo a mi materia, era el Narváez al parecer de obra de cuarenta y dos años, e alto de cuerpo e de recios miembros, e tenía el rostro largo e la barba rubia, e agradable presencia, e la plática e voz muy vagorosa y entonada, como que salía de bóveda; era buen jinete e decían que era esforzado; era natural de Valladolid o de Tudela de Duero; era casado con una señora que se decía María de Valenzuela; fue en la isla de Cuba capitán e hombre rico; decían que era muy escaso, e cuando le desbaratamos se le quebró un ojo, y tenía buenas razones en lo que hablaba: fue a Castilla delante su majestad a quejarse de Cortés e de nosotros, e su majestad le hizo merced de la gobernación de cierta tierra en lo de la Florida, e allá se perdió e gastó cuanto tenía. Como dos caballeros curiosos han visto e leído la memoria atrás dicha de todos los capitanes e soldados que pasamos con el venturoso y esforzado don Hernando Cortés, marqués del Valle, a la Nueva-España desde la isla de Cuba, e pongo por escrito sus proporciones, así de cuerpo como de rostro y edades, e las condiciones que tenían, y en qué parte murieron, e de qué partes eran, me han dicho que se maravillaban de mí que cómo a cabo de tantos años no se me ha olvidado e tengo memoria dellos. A esto respondo y digo que no es mucho que se me acuerde ahora sus nombres: pues éramos quinientos y cincuenta compañeros que siempre conversábamos juntos, así en las entradas como en las velas, y en las batallas y encuentros de guerras, e los que mataban de nosotros en las tales peleas e cómo los llevaban a sacrificar.
Por manera que comunicábamos los unos con los otros, en especial cuando salíamos de algunas muy sangrientas e dudosas batallas, echábamos menos los que allá quedaban muertos, e a esta causa los pongo en esta relación; e no es de maravillar dello, pues en los tiempos pasados hubo valerosos capitanes que andando en las guerras sabían los nombres de sus soldados, e los conocían e los nombraban, e aun sabían de qué provincias e tierras eran naturales, e comúnmente eran en aquellos tiempos cada uno de los ejércitos que traían treinta mil hombres; y decían las historias que dellos han escrito, que Mitridates, rey de Ponto, fue uno de los que conocían a sus ejércitos, y otro fue el rey de los epirotas, y por otro nombre se decía Alejandro. También dicen que Aníbal, gran capitán de Cartago, conocía a todos sus soldados; y en nuestros tiempos el esforzado y gran capitán Gonzalo Hernández de Córdoba conocía a todos los más soldados que traían en sus capitanías, y así han hecho otros muchos valerosos capitanes. Y más digo, que, como ahora los tengo en la mente y sentido y memoria, supiera pintar y esculpir sus cuerpos y figuras y talles y meneos, y rostros y facciones, como hacía aquel gran pintor y muy nombrado Apeles , e los pintores de nuestros tiempos Berruguete , e Micael Angel , o el muy afamado burgalés, que dicen que es otro Apeles, dibujara a todos los que dicho tengo al natural, y aun según cada uno entraba en las batallas y el ánimo que mostraba; e gracias a Dios y a su bendita madre nuestra señora, que me escapó de no ser sacrificado a los ídolos, e me libró de otros muchos peligros e trances, para que haga ahora esta memoria.
El adelantado Francisco de Montejo fue de mediana estatura, el rostro alegre, y amigo de regocijos e buen jinete; e cuando acá pasó sería de edad de treinta y cinco años, y era más dado a negocios que para la guerra; era franco y gastaba más de lo que tenía de renta; fue adelantado y gobernador de Yucatán, murió en Castilla. El capitán Gonzalo de Sandoval fue muy esforzado, y sería cuando acá pasó de hasta veinte y dos años; fue alguacil mayor de la Nueva-España, y fue gobernador della, juntamente con el tesorero Alonso de Estrada, obra de once meses; su estatura muy bien proporcionada y de razonable cuerpo y membrudo; el pecho alto y ancho, y asimismo tenía la espalda, y de las piernas algo estevado y muy buen jinete; el rostro tiraba algo a robusto, y la barba y el cabello que se usaba algo crespo y acastañado, y la voz no la tenía muy clara, sino algo espantosa, y ceceaba tanto cuanto; no era hombre que sabía letras, sino a las buenas llanas, ni era codicioso de haber oro, sino solamente tener fama y hacer sus cosas como buen capitán esforzado, y en las guerras que tuvimos en la Nueva-España siempre tenía cuenta en mirar por los soldados que le parecía que lo hacían bien, y les favorecía y ayudaba; no era hombre que traía ricos vestidos, sino muy llanamente, como buen soldado; tuvo el mejor caballo y de mejor carrera, revuelto a una mano y a otra, que decían que no se había visto mejor en Castilla ni en esta tierra: era castaño acastañado, y una estrella en la frente y un pie izquierdo calzado, que se decía el caballo "Motilla"; e cuando hay ahora diferencia sobre buenos caballos suelen decir: "Es en bondad tan bueno como Montilla.
" Dejaré lo del caballo, y diré deste valeroso capitán que falleció en la villa de Palos cuando fue a Castilla con don Hernando Cortés a besar los pies a su majestad; y deste Gonzalo de Sandoval fue de quien dijo el marqués Cortés a su majestad que, además de los fuerte y valerosos soldados que tuvo en su compañía, que fue tan animoso capitán, que se podía nombrar entre los muy esforzados que hubo en el mundo, y que podía ser coronel de muchos ejércitos, y para decir y hacer. Fue natural de Medellín, hijodalgo; su padre fue alcaide de una fortaleza. Pasemos a decir de otro buen capitán que se decía Juan Velázquez de León, natural de Castilla la Vieja: sería de hasta treinta y seis años cuando acá pasó; era de buen cuerpo, e derecho e membrudo, e buena espalda e pecho, e todo bien proporcionado e bien sacado, el rostro robusto, la barba algo crespa e alheñada, e la voz espantosa e gorda, e algo tartamudo; fue muy animoso y de buena conversación; e si algunos bienes tenía en aquel tiempo los repartía con sus compañeros. Díjose que en la isla Española mató a un caballero, persona por persona en aquella tierra principal, que era hombre rico, que se decía Ribasaltas; y desque le hubo muerto se retrajo, y la justicia de aquella isla nunca lo puedo haber, ni la real audiencia, para hacer sobre el caso justicia; y aunque le iban a prender, por su persona se defendía de los alguaciles, e se vino a la isla de Cuba, e de Cuba a la Nueva-España, e fue muy buen jinete, e a pie e a caballo muy extremado varón; murió en las puentes cuando salimos huyendo de México.
Y Diego de Ordás , fue natural de Tierra de Campos, y sería de edad de cuarenta años cuando acá pasó: fue capitán de soldados de espada y rodela, porque no era hombre de a caballo; fue muy esforzado y de buenos consejos, era de buena estatura e membrudo, e tenía el rostro muy robusto e la barba algo prieta e no mucha; en la habla no acertaba bien a pronunciar algunas palabras, sino algo tartajoso; era franco e de buena conversación; fue comendador de Santiago; murió en lo de Marañón, siendo capitán o gobernador, que esto no lo sé muy bien. El capitán Luis Marín fue de buen cuerpo e membrudo y esforzado; era estevado e la barba algo rubia, el rostro largo e alegre, excepto que tenía unas señales como que había tenido viruelas; sería de hasta treinta años cuando acá pasó; era natural de Sanlúcar, ceceaba un poco como sevillano. Fue buen jinete y de buena conversación, murió en lo de Michoacán. El capitán Pedro de Ircio era de mediana estatura y paticorto, e tenía el rostro alegre, e muy plático en demasía que haría e acontecería, e siempre contaba cuentos de don Pedro Jirón e del conde de Ureña; era ardid de corazón, e a esta causa le llamábamos "Agrajes", sin obras: e sin hacer cosas que de contar sean, murió en México. Alonso de Ávila fue capitán ciertos días en lo de México, y el primer contador de su majestad que eligió Cortés hasta que el rey nuestro señora mandase otra cosa, era de buen cuerpo e rostro alegre, en la plática expresiva, muy clara e de buenas razones, e muy esforzado; sería de hasta treinta y tres años cuando acá pasó: e tenía otra cosa, que era franco con sus compañeros; mas era tan soberbio e amigo de mandar e no ser mandado, e algo envidioso; era orgulloso y bullicioso, que Cortés no le podía sufrir: e a esta causa le envió a Castilla por procurador juntamente con un Antonio de Quiñones, natural de Zamora , e con ellos envió la recámara e riquezas de Montezuma e de Guatemuz, e franceses lo robaron, e prendieron al Alonso de Ávila , porque el Quiñones ya era muerto en la Tercera, e desde a dos años volvió el Alonso de Ávila a la Nueva-España; o en Yucatán o en México murió.
Este Alonso de Ávila fue tío de los caballeros que degollaron en México, hijos de Gil González de Benavides, lo cual tengo ya dicho y declarado en mi historia. Andrés de Monjaraz fue capitán cuando la guerra de México, y era de razonable estatura, y el rostro alegre y la barba prieta, y de buena conversación; siempre estuvo malo de bubas, e a esta causa no hizo cosa que de contar sea, más póngolo aquí en esta relación para que sepan que fue capitán, y sería de hasta treinta años cuando acá pasó; murió de dolor de las bubas. Pasemos a un muy esforzado soldado que se decía Cristóbal de Olea, natural de tierra de Medina del Campo; sería de edad de veinte y seis años cuando acá pasó; era de buen cuerpo e membrudo, ni muy alto ni bajo; tenía buen pecho e espalda, el rostro algo robusto, mas era apacible, e la barba e cabello tiraba algo como crespo, e la voz clara; este soldado fue en todo lo que le veíamos hacer tan esforzado e presto en las armas, que le teníamos muy buena voluntad e le honrábamos, y él fue el que escapó de muerte a don Fernando Cortés en lo de Suchimilco, cuando los escuadrones mexicanos le habían derribado del caballo "el Romo", e le tenían asido y engarrafado para lo llevar a sacrificar; e asimismo le libró otra vez cuando en lo de la calzadilla de México lo tenían otra vez asido muchos mexicanos para lo llevar vivo a sacrificar, e le habían ya herido en una pierna al mismo Cortés, y le llevaron vivos sesenta y dos soldados.
Este esforzado soldado hizo cosas por su persona, que, aunque estaba muy mal herido, mató a cuchillo e dio estocadas a todos los indios que le llevaban a Cortés, que les hizo que lo dejasen; e así le salvó la vida, y el Cristóbal de Olea quedó muerto allí por lo salvar. Quiero decir de dos soldados que se decían Gonzalo Domínguez e un Lares; digo que fueron tan esforzados, que los teníamos en tanto como Cristóbal de Olea; eran de buenos cuerpos e membrudos, e los rostros alegres, e bien hablados, e muy buenas condiciones; e por no gastar más palabras en sus loas, podránse contar con los más esforzados soldados que ha habido en Castilla; murieron en las batallas de Otumba, digo el Lares, y el Domínguez en lo de Teguantepeque, de un caballo que le tomó debajo. Vamos a otro buen capitán y esforzado soldado que se decía Andrés de Tapia, sería de obra de veinte y cuatro años cuando acá pasó; era de color el rostro algo ceniciento, e no muy alegre, e de buen cuerpo e de poca barba e rala, y fue muy buen capitán, así a pie como a caballo; murió de su muerte. Si hubiera de escribir todas las facciones e proporciones de todos nuestros capitanes e fuertes soldados que pasamos con Cortés, era gran prolijidad; porque, según todos eran esforzados e de mucha cuenta, dignos éramos de estar escritos con letras de oro. E no pongo aquí otros muchos valerosos capitanes que fueron de los de Narváez, porque mi intento desde que comencé a hacer mi relación no fue sino para escribir nuestros heroicos hechos e hazañas de los que pasamos con Cortés; sólo quiero poner al capitán Pánfilo de Narváez , que fue el que vino contra Cortés desde la isla de Cuba con mil y trescientos soldados, sin contar en ellos hombres de la mar, e con doscientos y sesenta y seis soldados los desbaratamos, según se verá en mi relación, e cómo e cuándo e de qué manera pasó aquel hecho.
E volviendo a mi materia, era el Narváez al parecer de obra de cuarenta y dos años, e alto de cuerpo e de recios miembros, e tenía el rostro largo e la barba rubia, e agradable presencia, e la plática e voz muy vagorosa y entonada, como que salía de bóveda; era buen jinete e decían que era esforzado; era natural de Valladolid o de Tudela de Duero; era casado con una señora que se decía María de Valenzuela; fue en la isla de Cuba capitán e hombre rico; decían que era muy escaso, e cuando le desbaratamos se le quebró un ojo, y tenía buenas razones en lo que hablaba: fue a Castilla delante su majestad a quejarse de Cortés e de nosotros, e su majestad le hizo merced de la gobernación de cierta tierra en lo de la Florida, e allá se perdió e gastó cuanto tenía. Como dos caballeros curiosos han visto e leído la memoria atrás dicha de todos los capitanes e soldados que pasamos con el venturoso y esforzado don Hernando Cortés, marqués del Valle, a la Nueva-España desde la isla de Cuba, e pongo por escrito sus proporciones, así de cuerpo como de rostro y edades, e las condiciones que tenían, y en qué parte murieron, e de qué partes eran, me han dicho que se maravillaban de mí que cómo a cabo de tantos años no se me ha olvidado e tengo memoria dellos. A esto respondo y digo que no es mucho que se me acuerde ahora sus nombres: pues éramos quinientos y cincuenta compañeros que siempre conversábamos juntos, así en las entradas como en las velas, y en las batallas y encuentros de guerras, e los que mataban de nosotros en las tales peleas e cómo los llevaban a sacrificar.
Por manera que comunicábamos los unos con los otros, en especial cuando salíamos de algunas muy sangrientas e dudosas batallas, echábamos menos los que allá quedaban muertos, e a esta causa los pongo en esta relación; e no es de maravillar dello, pues en los tiempos pasados hubo valerosos capitanes que andando en las guerras sabían los nombres de sus soldados, e los conocían e los nombraban, e aun sabían de qué provincias e tierras eran naturales, e comúnmente eran en aquellos tiempos cada uno de los ejércitos que traían treinta mil hombres; y decían las historias que dellos han escrito, que Mitridates, rey de Ponto, fue uno de los que conocían a sus ejércitos, y otro fue el rey de los epirotas, y por otro nombre se decía Alejandro. También dicen que Aníbal, gran capitán de Cartago, conocía a todos sus soldados; y en nuestros tiempos el esforzado y gran capitán Gonzalo Hernández de Córdoba conocía a todos los más soldados que traían en sus capitanías, y así han hecho otros muchos valerosos capitanes. Y más digo, que, como ahora los tengo en la mente y sentido y memoria, supiera pintar y esculpir sus cuerpos y figuras y talles y meneos, y rostros y facciones, como hacía aquel gran pintor y muy nombrado Apeles , e los pintores de nuestros tiempos Berruguete , e Micael Angel , o el muy afamado burgalés, que dicen que es otro Apeles, dibujara a todos los que dicho tengo al natural, y aun según cada uno entraba en las batallas y el ánimo que mostraba; e gracias a Dios y a su bendita madre nuestra señora, que me escapó de no ser sacrificado a los ídolos, e me libró de otros muchos peligros e trances, para que haga ahora esta memoria.