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Datos principales
Desarrollo
Cómo Cortés desembarcó en el puerto que llaman de Trujillo, y cómo todos los vecinos de aquella villa le salieron a recibir y se holgaron mucho con él; y de todo lo que allí se hizo Como Cortés se hubo embarcado en el puerto de Caballos, y llevó en su compañía muchos soldados de los que trajo de México y los que le envió Gonzalo de Sandoval , y con buen tiempo en seis días llegó al puerto de Trujillo; y cuando los vecinos que allí vivían, que dejó poblados Francisco de las Casas, supieron que era Cortés, todos fueron a la mar, que estaba cerca, a le recibir, y le besaron las manos, porque muchos vecinos de aquellos eran bandoleros de los que echaron de Panuco, y fueron en dar consejo a Cristóbal de Olí para que se alzase, y los habían desterrado de Panuco, según dicho tengo en el capítulo que dello habla; y como se hallaban culpantes, suplicaron a Cortés que les perdonase; y Cortés con muchas caricias y ofrecimientos los abrazó a todos y los perdonó, y luego se fue a la iglesia, y después de hecha oración, le aposentaron lo mejor que pudieron, y le dieron cuenta de todo lo acaecido del Francisco de las Casas y del Gil González de Ávila, y por qué causa degollaron a Cristóbal de Olí, y cómo se habían ido camino de México, y cómo habían pacificado algunos pueblos de aquella provincia; y cómo Cortés bien lo hubo entendido, a todos los honró de palabras y con dejarles los cargos según y de la manera que los tenían, excepto que hizo capitán general de aquellas provincias a su primo Saavedra, que así se llamaba, lo cual tuvieron por bien.
Y luego envió a llamar a todos los pueblos comarcanos, y como tuvieron nueva que era el capitán Malinche, que así le llamaban, y sabían que había conquistado a México, luego vinieron a su llamada y le trajeron presentes de bastimentos y quando se hubieron juntado los caciques de cuatro pueblos más principales, Cortés les habló con doña Marina y les dijo las cosas tocantes a nuestra santa fe, y que todos éramos vasallos del gran emperador que se dice don Carlos de Austria , y que tiene muy grandes señores por vasallos y que nos envió a estas partes para quitar sodomías y robos e idolatrías, y para que no consienta comer carne humana, ni hubiese sacrificios ni robasen, ni se diesen guerra unos a otros, sino que fuesen hermanos y como tales se tratasen, y también venía para que diesen la obediencia a tan alto rey y señor como les había dicho que tenemos, y le contribuyan con servicios y de lo que tuvieren, como hacemos todos sus vasallos; y les dijo otras muchas cosas la doña Marina, que lo sabía bien decir; y los que no quisiesen venir a se someter al dominio de su majestad, que les castigaría, y aun los dos religiosos franciscanos que Cortés traía les predicaron cosas muy santas y buenas, y lo que decían los frailes franciscanos se lo declaraban dos indios mexicanos que sabían la lengua española, con otros intérpretes de aquella lengua: y más les dijo, que en todo les guardaría justicia, porque así lo mandaba nuestro rey y señor; y porque hubo otros muchos razonamientos y los entendieron muy bien los caciques, dijeron que se daban por vasallos de su majestad y que harían lo que Cortés les mandaba, y luego les dijo que trajesen bastimento a aquella villa; y también les mandó que viniesen muchos indios y trajesen hachas, y que talasen un monte que estaba dentro de la villa, para que desde allí se pudiese ver la mar y puerto; y también les mandó que fuesen en canoas a llamar tres o cuatro pueblos que están en unas isletas que se llaman las Guanajas, que en aquella sazón estaban pobladas, y que trajesen pescado, pues que tenían mucho, y así lo hicieron, que dentro de cinco días vinieron los pueblos de las isletas, y todos traían presentes de pescado y gallinas; y Cortés les mandó dar unas puercas y un verraco que se halló en Trujillo, y de los que traía de México, para que hiciesen casta, porque le dijo un español que era buena tierra para multiplicar con soltarles en las isletas sin ponerles guarda; y así fue cómo dijo, que dentro en dos años hubo muchos puercos y los iban a montear.
Dejemos esto, pues no hace a nuestra relación, y no me lo tengan por prolijidad en contar cosas viejas; y diré que vinieron tantos indios a talar los montes de la villa que Cortés les mandó, que en dos días se vio claramente muy bien la mar, e hicieron quince casas, y una para Cortés muy buena; y esto hecho, se informó Cortés qué pueblos y tierras estaban rebeldes y no querían venir de paz; y unos caciques de un pueblo que se dice Papayeca, que era cabecera de otros pueblos, que en aquella sazón era grande pueblo, que ahora está con muy poca gente o casi ninguna, le dio a Cortés una memoria de muchos pueblos que no querían venir de paz, que estaban en grandes sierras y tenían fuerzas hechas; y luego Cortés envió al capitán Saavedra con los soldados que le pareció que convenían ir con él, y con los ocho de Guazacualco fue por su camino hasta que llegó a las poblaciones que solían estar de guerra, y salieron de paz los más dellos, excepto tres pueblos, que no se quisieron venir; y tan temido era Cortés de los naturales y tan nombrado, que hasta los pueblos de Olancho, donde fueron las minas ricas que después se descubrieron, era temido y acatado, y llamábanle en todas aquellas provincias el capitán "huehue" de Marina, que quiere decir el capitán "viejo" que trae a doña Marina. Dejemos a Saavedra, que está con su gente sobre los pueblos que no se querían dar, que me parece que se decían los acaltecas, y volvamos a Cortés, que estaba en Trujillo, y ya le habían adolescido los frailes franciscanos y un su primo que se decía Abalos, y el licenciado Pedro López, y Carranza el mayordomo y Guinea el despensero y un Juan flamenco, y otros muchos soldados, así de los que traía como de los que halló en Trujillo, y aun el Antón de Carmona, que trajo el navío con el bastimento; y acordó de los enviar a la isla de Cuba, a la Habana, o a Santo Domingo si viesen que el tiempo hacía bueno en la mar, y para ello les dio el un navío bien aderezado y calafateado, con el mejor matalotaje que se pudo haber; y escribió a la audiencia real de Santo Domingo y a los frailes jerónimos y a la Habana, dando cuenta cómo había salido de México en busca de Cristóbal de Olí, y como dejó sus poderes a los oficiales de su majestad, y del trabajoso camino que había traído, y cómo el Cristóbal de Olí hubo preso a un capitán que se decía Francisco de las Casas, que Cortés había enviado para tomar el armada al mismo Cristóbal de Olí, y que también había preso a un Gil González de Ávila, siendo gobernador del Golfo-Dulce; y que teniéndolos presos, los dos capitanes se concertaron y le dieron de cuchilladas, y por sentencia, después que lo tuvieron preso, le degollaron, y que al presente estaba poblando la tierra y pueblos sujetos a aquella villa de Trujillo, y que era tierra rica de minas, y que enviasen soldados; que en aquella tierra de Santo Domingo no tenían con qué se sustentar; y para dar crédito que había oro envió muchas joyas y piezas de las que traía en su recámara, y vajilla de lo que trajo de México, y aun de la vajilla de su aparador, y por su capitán de aquel navío a un su primo que se decía Abalos, y le mandó que de camino tomase veinte y cinco soldados que había dejado un capitán, que tuvo nueva que andaba a saltear indios en las isletas en lo de Cozumel.
Y partido del puerto de Honduras, que así se llamaba,, unas veces con buen tiempo y otras con contrario, pasaron delante de la punta de Sant-Antón, que está junto a las sierras que llaman, de Guaniguanico, que será de la Habana sesenta o setenta leguas, y con temporal dieron con el navío en tierra, de manera que se ahogaron los frailes y el capitán Abalos y muchos soldados, y dellos se salvaron en el batel y en tablas, y con mucho trabajo aportaron a la Habana, y desde allí fue la fama volando por toda la isla de Cuba cómo Cortés y todos nosotros éramos vivos, y en pocos días fue la nueva a Santo Domingo; porque el licenciado Pedro López, médico que iba allí, que escapó en una tabla, escribió a la real audiencia de Santo Domingo en nombre de Cortés, y todo lo acaecido, y cómo estaba poblando en Trujillo, y que había menester bastimento y vino y caballos, y que para la comprar traían mucho oro, y que se perdió en la mar de la manera que ya dicho tengo. Y como aquella nueva se supo todos se alegraron, porque ya había fama, y lo tenían por cierto, que Cortés y todos nosotros sus compañeros éramos muertos; las cuales nuevas supieron en la Española de un navío que fue de la Nueva-España; y como en Santo Domingo se supo que estaba de asiento poblando Cortés las provincias que dicho tengo, luego los oidores y mercaderes comenzaron de cargar dos navíos viejos con caballos y potros, y camisas y bonetes y cosas de bujería, y no trajeron cosa de comer, sino una pipa de vino, ni fruta, salvo los caballos y todo lo demás de tarabusterías.
Entretanto que se armaban los navíos para venir, que aún no habían llegado al puerto, quiero decir que como Cortés estaba en Trujillo, se le vinieron a quejar ciertos indios de las islas de las Guanajas, que sería de allí ocho leguas, y dijeron que estaba anclado un navío junto a su pueblo, y el batel del navío lleno de españoles con escopetas y ballestas, y que les querían tomar por fuerza sus maceguales, que se dice entre ellos vasallos, y que a lo que han entendido, son robadores, y que así les tomaron los años pasados muchos indios, y los llevaron presos en otro navío como aquel que estaba surto; y que enviase Cortés a poner cobro en ello; y como Cortés lo supo, luego mandó armar un bergantín con la mejor artillería que había y con veinte soldados y con buen capitán, y les mandó que en todo caso tomasen el navío que los indios decían, y se lo trajesen preso con todos los españoles que dentro andaban, pues que eran robadores de los vasallos de su majestad; y mandó a los indios que armasen sus canoas, y con varas y flechas que fuesen junto al bergantín, y que ayudasen a prender aquellos hombres, y para ello dio poder al capitán. Pues yendo con su bergantín armado y muchas canoas de los naturales de aquellas isletas, como los del navío que estaba surto los vieron ir a la vela, no aguardaron mucho, que alzaron velas y se fueron huyendo, porque bien entendieron que iban contra ellos, y no los pudo alcanzar el bergantín; y después se alcanzó a saber que era un bachiller Moreno, que había enviado la audiencia real de Santo Domingo a cierto negocio a Nombre de Dios, y parece ser descayeron del viaje, o vino de hecho sobre cosa pensada a robar los indios de las Guanajas. Y volvamos a Cortés, que se quedó en aquella provincia pacificándola, y volveré a decir lo que a Sandoval le acaeció en Naco.
Y luego envió a llamar a todos los pueblos comarcanos, y como tuvieron nueva que era el capitán Malinche, que así le llamaban, y sabían que había conquistado a México, luego vinieron a su llamada y le trajeron presentes de bastimentos y quando se hubieron juntado los caciques de cuatro pueblos más principales, Cortés les habló con doña Marina y les dijo las cosas tocantes a nuestra santa fe, y que todos éramos vasallos del gran emperador que se dice don Carlos de Austria , y que tiene muy grandes señores por vasallos y que nos envió a estas partes para quitar sodomías y robos e idolatrías, y para que no consienta comer carne humana, ni hubiese sacrificios ni robasen, ni se diesen guerra unos a otros, sino que fuesen hermanos y como tales se tratasen, y también venía para que diesen la obediencia a tan alto rey y señor como les había dicho que tenemos, y le contribuyan con servicios y de lo que tuvieren, como hacemos todos sus vasallos; y les dijo otras muchas cosas la doña Marina, que lo sabía bien decir; y los que no quisiesen venir a se someter al dominio de su majestad, que les castigaría, y aun los dos religiosos franciscanos que Cortés traía les predicaron cosas muy santas y buenas, y lo que decían los frailes franciscanos se lo declaraban dos indios mexicanos que sabían la lengua española, con otros intérpretes de aquella lengua: y más les dijo, que en todo les guardaría justicia, porque así lo mandaba nuestro rey y señor; y porque hubo otros muchos razonamientos y los entendieron muy bien los caciques, dijeron que se daban por vasallos de su majestad y que harían lo que Cortés les mandaba, y luego les dijo que trajesen bastimento a aquella villa; y también les mandó que viniesen muchos indios y trajesen hachas, y que talasen un monte que estaba dentro de la villa, para que desde allí se pudiese ver la mar y puerto; y también les mandó que fuesen en canoas a llamar tres o cuatro pueblos que están en unas isletas que se llaman las Guanajas, que en aquella sazón estaban pobladas, y que trajesen pescado, pues que tenían mucho, y así lo hicieron, que dentro de cinco días vinieron los pueblos de las isletas, y todos traían presentes de pescado y gallinas; y Cortés les mandó dar unas puercas y un verraco que se halló en Trujillo, y de los que traía de México, para que hiciesen casta, porque le dijo un español que era buena tierra para multiplicar con soltarles en las isletas sin ponerles guarda; y así fue cómo dijo, que dentro en dos años hubo muchos puercos y los iban a montear.
Dejemos esto, pues no hace a nuestra relación, y no me lo tengan por prolijidad en contar cosas viejas; y diré que vinieron tantos indios a talar los montes de la villa que Cortés les mandó, que en dos días se vio claramente muy bien la mar, e hicieron quince casas, y una para Cortés muy buena; y esto hecho, se informó Cortés qué pueblos y tierras estaban rebeldes y no querían venir de paz; y unos caciques de un pueblo que se dice Papayeca, que era cabecera de otros pueblos, que en aquella sazón era grande pueblo, que ahora está con muy poca gente o casi ninguna, le dio a Cortés una memoria de muchos pueblos que no querían venir de paz, que estaban en grandes sierras y tenían fuerzas hechas; y luego Cortés envió al capitán Saavedra con los soldados que le pareció que convenían ir con él, y con los ocho de Guazacualco fue por su camino hasta que llegó a las poblaciones que solían estar de guerra, y salieron de paz los más dellos, excepto tres pueblos, que no se quisieron venir; y tan temido era Cortés de los naturales y tan nombrado, que hasta los pueblos de Olancho, donde fueron las minas ricas que después se descubrieron, era temido y acatado, y llamábanle en todas aquellas provincias el capitán "huehue" de Marina, que quiere decir el capitán "viejo" que trae a doña Marina. Dejemos a Saavedra, que está con su gente sobre los pueblos que no se querían dar, que me parece que se decían los acaltecas, y volvamos a Cortés, que estaba en Trujillo, y ya le habían adolescido los frailes franciscanos y un su primo que se decía Abalos, y el licenciado Pedro López, y Carranza el mayordomo y Guinea el despensero y un Juan flamenco, y otros muchos soldados, así de los que traía como de los que halló en Trujillo, y aun el Antón de Carmona, que trajo el navío con el bastimento; y acordó de los enviar a la isla de Cuba, a la Habana, o a Santo Domingo si viesen que el tiempo hacía bueno en la mar, y para ello les dio el un navío bien aderezado y calafateado, con el mejor matalotaje que se pudo haber; y escribió a la audiencia real de Santo Domingo y a los frailes jerónimos y a la Habana, dando cuenta cómo había salido de México en busca de Cristóbal de Olí, y como dejó sus poderes a los oficiales de su majestad, y del trabajoso camino que había traído, y cómo el Cristóbal de Olí hubo preso a un capitán que se decía Francisco de las Casas, que Cortés había enviado para tomar el armada al mismo Cristóbal de Olí, y que también había preso a un Gil González de Ávila, siendo gobernador del Golfo-Dulce; y que teniéndolos presos, los dos capitanes se concertaron y le dieron de cuchilladas, y por sentencia, después que lo tuvieron preso, le degollaron, y que al presente estaba poblando la tierra y pueblos sujetos a aquella villa de Trujillo, y que era tierra rica de minas, y que enviasen soldados; que en aquella tierra de Santo Domingo no tenían con qué se sustentar; y para dar crédito que había oro envió muchas joyas y piezas de las que traía en su recámara, y vajilla de lo que trajo de México, y aun de la vajilla de su aparador, y por su capitán de aquel navío a un su primo que se decía Abalos, y le mandó que de camino tomase veinte y cinco soldados que había dejado un capitán, que tuvo nueva que andaba a saltear indios en las isletas en lo de Cozumel.
Y partido del puerto de Honduras, que así se llamaba,, unas veces con buen tiempo y otras con contrario, pasaron delante de la punta de Sant-Antón, que está junto a las sierras que llaman, de Guaniguanico, que será de la Habana sesenta o setenta leguas, y con temporal dieron con el navío en tierra, de manera que se ahogaron los frailes y el capitán Abalos y muchos soldados, y dellos se salvaron en el batel y en tablas, y con mucho trabajo aportaron a la Habana, y desde allí fue la fama volando por toda la isla de Cuba cómo Cortés y todos nosotros éramos vivos, y en pocos días fue la nueva a Santo Domingo; porque el licenciado Pedro López, médico que iba allí, que escapó en una tabla, escribió a la real audiencia de Santo Domingo en nombre de Cortés, y todo lo acaecido, y cómo estaba poblando en Trujillo, y que había menester bastimento y vino y caballos, y que para la comprar traían mucho oro, y que se perdió en la mar de la manera que ya dicho tengo. Y como aquella nueva se supo todos se alegraron, porque ya había fama, y lo tenían por cierto, que Cortés y todos nosotros sus compañeros éramos muertos; las cuales nuevas supieron en la Española de un navío que fue de la Nueva-España; y como en Santo Domingo se supo que estaba de asiento poblando Cortés las provincias que dicho tengo, luego los oidores y mercaderes comenzaron de cargar dos navíos viejos con caballos y potros, y camisas y bonetes y cosas de bujería, y no trajeron cosa de comer, sino una pipa de vino, ni fruta, salvo los caballos y todo lo demás de tarabusterías.
Entretanto que se armaban los navíos para venir, que aún no habían llegado al puerto, quiero decir que como Cortés estaba en Trujillo, se le vinieron a quejar ciertos indios de las islas de las Guanajas, que sería de allí ocho leguas, y dijeron que estaba anclado un navío junto a su pueblo, y el batel del navío lleno de españoles con escopetas y ballestas, y que les querían tomar por fuerza sus maceguales, que se dice entre ellos vasallos, y que a lo que han entendido, son robadores, y que así les tomaron los años pasados muchos indios, y los llevaron presos en otro navío como aquel que estaba surto; y que enviase Cortés a poner cobro en ello; y como Cortés lo supo, luego mandó armar un bergantín con la mejor artillería que había y con veinte soldados y con buen capitán, y les mandó que en todo caso tomasen el navío que los indios decían, y se lo trajesen preso con todos los españoles que dentro andaban, pues que eran robadores de los vasallos de su majestad; y mandó a los indios que armasen sus canoas, y con varas y flechas que fuesen junto al bergantín, y que ayudasen a prender aquellos hombres, y para ello dio poder al capitán. Pues yendo con su bergantín armado y muchas canoas de los naturales de aquellas isletas, como los del navío que estaba surto los vieron ir a la vela, no aguardaron mucho, que alzaron velas y se fueron huyendo, porque bien entendieron que iban contra ellos, y no los pudo alcanzar el bergantín; y después se alcanzó a saber que era un bachiller Moreno, que había enviado la audiencia real de Santo Domingo a cierto negocio a Nombre de Dios, y parece ser descayeron del viaje, o vino de hecho sobre cosa pensada a robar los indios de las Guanajas. Y volvamos a Cortés, que se quedó en aquella provincia pacificándola, y volveré a decir lo que a Sandoval le acaeció en Naco.