Compartir
Datos principales
Desarrollo
Cómo Cortés se embarcó con todos los soldados que había traído en su compañía y los que había en San Gil de Buena-Vista, y fue a poblar adonde ahora llaman Puerto de Caballos, y se le puso por nombre La Natividad, y lo que en él se hizo Pues como Cortés vio que en aquel asiento que halló poblando a los de Gil González de Ávila no era bueno, acordó de se embarcar en los dos navíos y bergantín con todos cuantos en aquella villa estaban, que no quedó ninguno, y en ocho días de navegación fue a desembarcar adonde ahora llaman Puerto de Caballos, y como vio aquella bahía buena para puerto, y supo de indios que había cerca poblaciones, acordó de poblar una villa que la nombró Natividad, y puso por su teniente a un Diego de Godoy, y desde allí hizo dos entradas en la tierra adentro a unos pueblos cercanos, que ahora están despoblados; tomó lengua dellos cómo había cerca otros pueblos, abasteció la villa de maíz, y supo que estaba el pueblo de Naco, donde degollaron a Cristóbal de Olí , cerca, y escribió a Gonzalo de Sandoval , creyendo que ya había llegado y estaba de asiento en Naco, que le enviase diez soldados de los de Guazacualco, y decía en la carta que sin ellos no se hallaba en hacer entradas; y le escribió cómo quería ir desde allí al puerto de Honduras, adonde estaba poblada la villa de Trujillo, y que el Sandoval con sus soldados pacificasen aquellas tierras y poblasen una villa; la cual carta vino a poder de Sandoval estando que estábamos en las estancias por mí ya dichas, que no habíamos llegado a Naco.
Y dejemos de decir de Cortés y sus entradas que hacía desde Puerto de Caballos, y de los muchos mosquitos que en ellas le picaban, así de día como de noche; que a lo que después le ola decir, tenía con ellos tan malas noches, que estaba la cabeza sin sentido, de no dormir. Pues como Gonzalo de Sandoval vio las cartas de Cortés, luego se fue desde aquellas estancias que dicho tengo, a unos pueblezuelos que se dicen Cuyoacán, que estaban de allí siete leguas, y no se pudo ir luego a Naco, como Cortés le había mandado, por no dejar atrás en los caminos muchos soldados que se habían apartado a otras estancias por tener qué comer ellos y sus caballos, y por causa que al pasar de un río muy hondo que no se podía vadear, y era camino de las estancias, y por dejar recaudo de una canoa con que pasasen los españoles que quedaban rezagados y muchos indios mexicanos que venían dolientes; y esto fue también porque de unos pueblos cercanos de las estancias, que confinaban con el río y Golfo-Dulce, venían cada día allí de guerra muchos indios de los pueblos, y porque no hiciesen algún mal recaudo y muertes de españoles y de indios mexicanos, mandó Sandoval que quedásemos a aquel paso ocho soldados, y a mí me dejó por caudillo dellos, y que tuviésemos una canoa del pasaje siempre varada en tierra, y que estuviésemos alerta si daban voces pasajeros de los que estaban en las estancias, para luego les pasar; y una noche vinieron muchos indios guerreros de los pueblos cercanos y de las estancias, creyendo que no nos velábamos; y por tomarnos la canoa dan de repente en los ranchos en que estábamos y les pusieron fuego, y no vinieron tan secreto, que ya les habíamos sentido; y nos recogimos todos ocho soldados y cuatro mexicanos de los que estaban sanos, y arremetimos a los guerreros, y a cuchilladas les hicimos volver por donde habían venido, puesto que flecharon a dos soldados y a un indio, mas no fueron mucho las heridas; y como aquello vino, fuimos tres compañeros a las estancias adonde sentíamos que habían quedado indios y españoles dolientes, que sería una legua de allí, y trajimos a un Diego de Mazariegos, ya otras veces por mí nombrado, y a otros españoles que estaban en su compañía y a indios mexicanos que estaban dolientes, y luego les pasamos el río y fuimos adonde Sandoval estaba; e yendo que íbamos nuestro camino, como un español de los que habíamos recogido en las estancias iba muy malo, y era de los nuevamente venidos de Castilla, y medio isleño, hijo de genovés, y como iba malo, y sin tener qué le dar de comer, sino tortillas y pinol, ya que llegábamos obra de media legua de donde estaba Sandoval, se murió en el camino y no tuve gente para llevar el cuerpo muerto hasta el real; y llegado donde el Sandoval estaba, le dije de nuestro viaje y del hombre que se quedó muerto, y hubo enojo conmigo porque entre todos nosotros no le trajimos a cuestas o en un caballo, y le dijimos a Sandoval que traíamos dos dolientes en cada caballo y nos veníamos a pie, y que por esta causa no se pudo traer; y un soldado que se decía Bartolomé de Villanueva, que era mi compañero, respondió al Sandoval muy soberbio que harto teníamos que traer nuestras personas, sin traer muertos a cuestas, y que renegaba de tanto trabajo y pérdida como Cortés nos había causado; y luego mandó Sandoval a mí y al Villanueva, sin más parar le fuésemos a enterrar; y llevamos dos indios mexicanos y un azadón, e hicímosle su sepultura y lo enterramos y le pusimos una cruz, y hallamos en la faltriquera del muerto una taleguilla con muchos dados y un papel escrito, que era una memoria de dónde era natural y cuyo hijo era y qué bienes tenía en Tenerife; y después, el tiempo andando, se envió aquella memoria a Tenerife; ¡perdónele Dios, amén! Dejemos de contar cuentos, y quiero decir que luego Sandoval acordó que fuésemos a otros pueblos que ahora están cerca de unas minas que descubrieron desde ha tres años; y desde allí fuimos a otro pueblo que se dice Quimistan, y otro día a hora de misa fuimos a Naco, y en aquella sazón era buen pueblo y hallámosle despoblado de aquel mismo día; y después de nos aposentar en unos patios muy grandes, adonde habían degollado al maestre de campo Cristóbal de Olí, otras veces por mí nombrado, que estaba el pueblo bien abastecido de maíz y de frisoles y ají, y también hallamos un poco de sal, que era la cosa que más deseábamos, y allí asentamos nuestro fardaje, como si hubiéramos de estar en él para siempre. Hay en este pueblo la mejor agua que habíamos visto en toda la Nueva-España, y un árbol que en mitad de la siesta, por recio sol que hiciese, parecía que la sombra del árbol, refrescaba el corazón, y caía de él uno como rocío muy delgado que confortaba las cabezas; y aqueste pueblo en aquella sazón fue muy poblado y en buen asiento, y había fruta de los zapotes colorados y de los chicos, y estaba en comarca de otros pueblos chicos. Y dejarlo he aquí, y diré lo que allí nos avino.
Y dejemos de decir de Cortés y sus entradas que hacía desde Puerto de Caballos, y de los muchos mosquitos que en ellas le picaban, así de día como de noche; que a lo que después le ola decir, tenía con ellos tan malas noches, que estaba la cabeza sin sentido, de no dormir. Pues como Gonzalo de Sandoval vio las cartas de Cortés, luego se fue desde aquellas estancias que dicho tengo, a unos pueblezuelos que se dicen Cuyoacán, que estaban de allí siete leguas, y no se pudo ir luego a Naco, como Cortés le había mandado, por no dejar atrás en los caminos muchos soldados que se habían apartado a otras estancias por tener qué comer ellos y sus caballos, y por causa que al pasar de un río muy hondo que no se podía vadear, y era camino de las estancias, y por dejar recaudo de una canoa con que pasasen los españoles que quedaban rezagados y muchos indios mexicanos que venían dolientes; y esto fue también porque de unos pueblos cercanos de las estancias, que confinaban con el río y Golfo-Dulce, venían cada día allí de guerra muchos indios de los pueblos, y porque no hiciesen algún mal recaudo y muertes de españoles y de indios mexicanos, mandó Sandoval que quedásemos a aquel paso ocho soldados, y a mí me dejó por caudillo dellos, y que tuviésemos una canoa del pasaje siempre varada en tierra, y que estuviésemos alerta si daban voces pasajeros de los que estaban en las estancias, para luego les pasar; y una noche vinieron muchos indios guerreros de los pueblos cercanos y de las estancias, creyendo que no nos velábamos; y por tomarnos la canoa dan de repente en los ranchos en que estábamos y les pusieron fuego, y no vinieron tan secreto, que ya les habíamos sentido; y nos recogimos todos ocho soldados y cuatro mexicanos de los que estaban sanos, y arremetimos a los guerreros, y a cuchilladas les hicimos volver por donde habían venido, puesto que flecharon a dos soldados y a un indio, mas no fueron mucho las heridas; y como aquello vino, fuimos tres compañeros a las estancias adonde sentíamos que habían quedado indios y españoles dolientes, que sería una legua de allí, y trajimos a un Diego de Mazariegos, ya otras veces por mí nombrado, y a otros españoles que estaban en su compañía y a indios mexicanos que estaban dolientes, y luego les pasamos el río y fuimos adonde Sandoval estaba; e yendo que íbamos nuestro camino, como un español de los que habíamos recogido en las estancias iba muy malo, y era de los nuevamente venidos de Castilla, y medio isleño, hijo de genovés, y como iba malo, y sin tener qué le dar de comer, sino tortillas y pinol, ya que llegábamos obra de media legua de donde estaba Sandoval, se murió en el camino y no tuve gente para llevar el cuerpo muerto hasta el real; y llegado donde el Sandoval estaba, le dije de nuestro viaje y del hombre que se quedó muerto, y hubo enojo conmigo porque entre todos nosotros no le trajimos a cuestas o en un caballo, y le dijimos a Sandoval que traíamos dos dolientes en cada caballo y nos veníamos a pie, y que por esta causa no se pudo traer; y un soldado que se decía Bartolomé de Villanueva, que era mi compañero, respondió al Sandoval muy soberbio que harto teníamos que traer nuestras personas, sin traer muertos a cuestas, y que renegaba de tanto trabajo y pérdida como Cortés nos había causado; y luego mandó Sandoval a mí y al Villanueva, sin más parar le fuésemos a enterrar; y llevamos dos indios mexicanos y un azadón, e hicímosle su sepultura y lo enterramos y le pusimos una cruz, y hallamos en la faltriquera del muerto una taleguilla con muchos dados y un papel escrito, que era una memoria de dónde era natural y cuyo hijo era y qué bienes tenía en Tenerife; y después, el tiempo andando, se envió aquella memoria a Tenerife; ¡perdónele Dios, amén! Dejemos de contar cuentos, y quiero decir que luego Sandoval acordó que fuésemos a otros pueblos que ahora están cerca de unas minas que descubrieron desde ha tres años; y desde allí fuimos a otro pueblo que se dice Quimistan, y otro día a hora de misa fuimos a Naco, y en aquella sazón era buen pueblo y hallámosle despoblado de aquel mismo día; y después de nos aposentar en unos patios muy grandes, adonde habían degollado al maestre de campo Cristóbal de Olí, otras veces por mí nombrado, que estaba el pueblo bien abastecido de maíz y de frisoles y ají, y también hallamos un poco de sal, que era la cosa que más deseábamos, y allí asentamos nuestro fardaje, como si hubiéramos de estar en él para siempre. Hay en este pueblo la mejor agua que habíamos visto en toda la Nueva-España, y un árbol que en mitad de la siesta, por recio sol que hiciese, parecía que la sombra del árbol, refrescaba el corazón, y caía de él uno como rocío muy delgado que confortaba las cabezas; y aqueste pueblo en aquella sazón fue muy poblado y en buen asiento, y había fruta de los zapotes colorados y de los chicos, y estaba en comarca de otros pueblos chicos. Y dejarlo he aquí, y diré lo que allí nos avino.