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Datos principales
Desarrollo
Cómo el gran Montezuma vino a nuestros aposentos con muchos caciques que le acompañaban, e la plática que tuvo con nuestro capitán Como el gran Montezuma hubo comido, y supo que nuestro capitán y todos nosotros asimismo había buen rato que habíamos hecho lo mismo, vino a nuestro aposento con gran copia de principales, e todos deudos suyos, e con gran pompa; e como a Cortés le dijeron que venía, le salió a la mitad de la sala a le recibir, y el Montezuma le tomó por la mano, e trajeron unos como asentaderos hechos a su usanza e muy ricos, y labrados de muchas maneras con oro; y el Montezuma dijo a nuestro capitán que se sentase, e se asentaron entrambos, cada uno en el suyo, y luego comenzó el Montezuma un muy buen parlamento, e dijo que en gran manera se holgaba de tener en su casa y reino unos caballeros tan esforzados, como era el capitán Cortés y todos nosotros, e que había dos años que tuvo noticia de otro capitán que vino a lo de Champoton, e también el año pasado le trajeron nuevas de otro capitán que vino con cuatro navíos, e que siempre lo deseó ver, e que ahora que nos tiene ya consigo para servirnos y darnos de todo lo que tuviese. Y que verdaderamente debe de ser cierto que somos los que sus antepasados muchos tiempos antes habían dicho, que vendrían hombres de hacia donde sale el sol a señorear aquestas tierras, y que debemos de ser nosotros, pues tan valientemente peleamos en lo de Potonchan y Tabasco y con los tlascaltecas: porque todas las batallas se las trajeron pintadas al natural.
Cortés le respondió con nuestras lenguas, que consigo siempre estaban, especial la doña Marina, y le dijo que no sabe con qué pagar él ni todos nosotros las grandes mercedes recibidas de cada día, e que ciertamente veníamos de donde sale el sol, y somos vasallos y criados de un gran señor que se dice el emperador don Carlos, que tiene sujetos a sí muchos y grandes príncipes, e que teniendo noticia de él y de cuán gran señor es, nos envió a estas partes a le ver a rogar que sean cristianos, como es nuestro emperador e todos nosotros, e que salvarán sus ánimas él y todos sus vasallos, e que adelante le declarará más cómo y de qué manera ha de ser, y cómo adoramos a uno solo Dios verdadero, y quién es, y otras muchas cosas buenas que oirá, como les había dicho a sus embajadores Tendile e Pitalpitoque e Quintalvor cuando estábamos en los arenales. E acabado este parlamento, tenía apercibido el gran Montezuma muy ricas joyas de oro y de muchas hechuras, que dio a nuestro capitán, e asimismo a cada uno de nuestros capitanes dio cositas de oro y tres cargas de mantas de labores ricas de pluma, y entre todos los soldados también nos dio a cada uno a dos cargas de mantas, con alegría, y en todo parecía gran señor. Y cuando lo hubo repartido, preguntó a Cortés que si éramos todos hermanos, y vasallos de nuestro gran emperador, e dijo que sí, que éramos hermanos en el amor y amistad, e personas muy principales e criados de nuestra gran rey y señor. Y porque pasaron otras pláticas de buenos comedimentos entre Montezuma y Cortés, y por ser esta la primera vez que nos venía a visitar, y por no le ser pesado, cesaron los razonamientos. Y había mandado el Montezuma a sus mayordomos que a nuestro modo y usanza estuviésemos proveídos, que es maíz, e piedras e indias para hacer pan, e gallinas y fruta, y mucha yerba para los caballos; y el gran Montezuma se despidió con gran cortesía de nuestro capitán y de todos nosotros, y salimos con él hasta la calle; y Cortés nos mandó que al presente que no fuésemos muy lejos de los aposentos, hasta entender más lo que conviniese. E quedarse ha aquí, e diré lo que adelante pasó.
Cortés le respondió con nuestras lenguas, que consigo siempre estaban, especial la doña Marina, y le dijo que no sabe con qué pagar él ni todos nosotros las grandes mercedes recibidas de cada día, e que ciertamente veníamos de donde sale el sol, y somos vasallos y criados de un gran señor que se dice el emperador don Carlos, que tiene sujetos a sí muchos y grandes príncipes, e que teniendo noticia de él y de cuán gran señor es, nos envió a estas partes a le ver a rogar que sean cristianos, como es nuestro emperador e todos nosotros, e que salvarán sus ánimas él y todos sus vasallos, e que adelante le declarará más cómo y de qué manera ha de ser, y cómo adoramos a uno solo Dios verdadero, y quién es, y otras muchas cosas buenas que oirá, como les había dicho a sus embajadores Tendile e Pitalpitoque e Quintalvor cuando estábamos en los arenales. E acabado este parlamento, tenía apercibido el gran Montezuma muy ricas joyas de oro y de muchas hechuras, que dio a nuestro capitán, e asimismo a cada uno de nuestros capitanes dio cositas de oro y tres cargas de mantas de labores ricas de pluma, y entre todos los soldados también nos dio a cada uno a dos cargas de mantas, con alegría, y en todo parecía gran señor. Y cuando lo hubo repartido, preguntó a Cortés que si éramos todos hermanos, y vasallos de nuestro gran emperador, e dijo que sí, que éramos hermanos en el amor y amistad, e personas muy principales e criados de nuestra gran rey y señor. Y porque pasaron otras pláticas de buenos comedimentos entre Montezuma y Cortés, y por ser esta la primera vez que nos venía a visitar, y por no le ser pesado, cesaron los razonamientos. Y había mandado el Montezuma a sus mayordomos que a nuestro modo y usanza estuviésemos proveídos, que es maíz, e piedras e indias para hacer pan, e gallinas y fruta, y mucha yerba para los caballos; y el gran Montezuma se despidió con gran cortesía de nuestro capitán y de todos nosotros, y salimos con él hasta la calle; y Cortés nos mandó que al presente que no fuésemos muy lejos de los aposentos, hasta entender más lo que conviniese. E quedarse ha aquí, e diré lo que adelante pasó.