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Datos principales
Desarrollo
Cómo mandó Cortés a todos los capitanes que fuesen con cada cien soldados a ver la tierra adentro, y lo que sobre ello nos acaeció Otro día de mañana mandó Cortés a Pedro de Alvarado que saliese por capitán con cien soldados, y entre ellos quince ballesteros y escopeteros, y que fuese a ver la tierra adentro hasta andadura de dos leguas, y que llevase en su compañía a Melchorejo, la lengua de la punta de Cotoche; y cuando le fueron a llamar al Melchorejo, no le hallaron, que se había huido con los de aquel pueblo de Tabasco; porque, según parecía, el día antes en las puntas de los Palmares dejó colgados sus vestidos que tenía de Castilla, y se fue de noche en una canoa; y Cortés sintió enojo con su ida, porque no dijese a los indios, sus naturales, algunas cosas que no trajesen provecho. Dejémosle ido con la mala ventura, y volvamos a nuestro cuento: que asimismo mandó Cortés que fuese otro capitán que se decía Francisco de Lugo por otra parte con otros cien soldados y doce ballesteros y escopeteros, y que no pasase de otras dos leguas, y que volviese en la noche a dormir en el real. Y yendo que iba el Francisco de Lugo con su compañía obra de una legua de nuestro real, se encontró con grandes capitanías y escuadrones de indios, todos flecheros, y con lanzas y rodelas, y atambores y penachos, y se vienen derechos a la capitanía de nuestros soldados, y les cercan por todas partes, y les comienzan a flechar de arte, que no se podían sustentar con tanta multitud de indios, y les tiraban muchas varas tostadas y piedras con hondas, que como granizo caían sobre ellos, y con espadas de navajas de a dos manos; y por bien que peleaba el Francisco de Lugo y sus soldados, no los podía apartar de sí; y cuando aquesto vio, con gran concierto se venía ya retrayendo al real, e habían enviado adelante un indio de Cuba gran corredor e suelto, a dar mandado a Cortés para que le fuésemos a ayudar; e todavía el Francisco de Lugo, con gran concierto de sus ballesteros y escopeteros, unos armando e otros tirando, y algunas arremetidas que hacían, se sostenían con todos los escuadrones que sobre él estaban.
Dejémosle de la manera que he dicho, e con gran peligro, e volvamos al capitán Pedro de Alvarado, que pareció ser había andado más de una legua, y topó con un estero muy malo de pasar, e quiso Dios nuestro señor encaminarlo que volviese por otro camino hacia donde estaba el Francisco de Lugo peleando, como dicho tengo; y como oyó las escopetas que tiraban y el gran ruido de atambores y trompetillas, y voces e silbos de los indios, bien entendió que estaban revueltos en guerra y con mucha presteza e con gran concierto acudió a las voces e tiros, e halló al capitán Francisco de Lugo con su gente haciendo rostro y peleando con los contrarios, e cinco indios muertos; y luego que se juntaron con el Lugo, dan tras los indios, que los hicieron apartar, y no de manera que los pudiesen poner en huida, que todavía los fueron siguiendo los indios a los nuestros hasta el real; e asimismo nos habían acometido y venido a dar guerra otras capitanías de guerreros adonde estaba Cortés con los heridos; mas muy presto los hicimos retraer con los tiros, que llevaban muchos dellos, y a buenas cuchilladas y estocadas. Volvamos a decir algo atrás, que cuando Cortés oyó al indio de Cuba que venía a demandar socorro, y del arte que quedaba Francisco de Lugo, de presto les íbamos a ayudar, y nosotros que íbamos y los dos capitanes por mí nombrados, que llegaban con sus gentes obra de media legua del real; y murieron dos soldados de la capitanía de Francisco de Lugo, y ocho heridos, y de la de Pedro de Alvarado le hirieron tres, y cuando llegaron al real se curaron, y enterramos los muertos, e hubo buena vela y escuchas; y en aquellas escaramuzas matamos quince indios y se prendieron tres, y el uno parecía algo principal; y Aguilar, en nuestra lengua, les preguntaba que por qué eran locos e salían a dar guerra y que mirasen que les mataríamos si otra vez volviesen.
Luego se envió un indio dellos con cuentas verdes para dar a los caciques porque viniesen de paz; e aquel mensajero dijo que el indio Melchorejo, que traíamos con nosotros de la punta de Cotoche, se fue a ellos la noche antes, les aconsejó que nos diesen guerra de día y de noche, que nos vencerían, porque éramos muy pocos; de manera que traíamos con nosotros muy mala ayuda y nuestro contrario. Aquel indio que enviamos por mensajero fue, y nunca volvió con la respuesta; y de los otros dos indios que estaban presos supo Aguilar, la lengua, por muy cierto, que para otro día estaban juntos cuantos caciques habían en aquella provincia, con todas sus armas, según las suelen usar, aparejados para nos dar guerra, y que nos habían de venir otro día a cercar en el real, y que el Melchorejo se lo aconsejó. Y dejarlos he aquí, e diré lo que sobre ello hicimos.
Dejémosle de la manera que he dicho, e con gran peligro, e volvamos al capitán Pedro de Alvarado, que pareció ser había andado más de una legua, y topó con un estero muy malo de pasar, e quiso Dios nuestro señor encaminarlo que volviese por otro camino hacia donde estaba el Francisco de Lugo peleando, como dicho tengo; y como oyó las escopetas que tiraban y el gran ruido de atambores y trompetillas, y voces e silbos de los indios, bien entendió que estaban revueltos en guerra y con mucha presteza e con gran concierto acudió a las voces e tiros, e halló al capitán Francisco de Lugo con su gente haciendo rostro y peleando con los contrarios, e cinco indios muertos; y luego que se juntaron con el Lugo, dan tras los indios, que los hicieron apartar, y no de manera que los pudiesen poner en huida, que todavía los fueron siguiendo los indios a los nuestros hasta el real; e asimismo nos habían acometido y venido a dar guerra otras capitanías de guerreros adonde estaba Cortés con los heridos; mas muy presto los hicimos retraer con los tiros, que llevaban muchos dellos, y a buenas cuchilladas y estocadas. Volvamos a decir algo atrás, que cuando Cortés oyó al indio de Cuba que venía a demandar socorro, y del arte que quedaba Francisco de Lugo, de presto les íbamos a ayudar, y nosotros que íbamos y los dos capitanes por mí nombrados, que llegaban con sus gentes obra de media legua del real; y murieron dos soldados de la capitanía de Francisco de Lugo, y ocho heridos, y de la de Pedro de Alvarado le hirieron tres, y cuando llegaron al real se curaron, y enterramos los muertos, e hubo buena vela y escuchas; y en aquellas escaramuzas matamos quince indios y se prendieron tres, y el uno parecía algo principal; y Aguilar, en nuestra lengua, les preguntaba que por qué eran locos e salían a dar guerra y que mirasen que les mataríamos si otra vez volviesen.
Luego se envió un indio dellos con cuentas verdes para dar a los caciques porque viniesen de paz; e aquel mensajero dijo que el indio Melchorejo, que traíamos con nosotros de la punta de Cotoche, se fue a ellos la noche antes, les aconsejó que nos diesen guerra de día y de noche, que nos vencerían, porque éramos muy pocos; de manera que traíamos con nosotros muy mala ayuda y nuestro contrario. Aquel indio que enviamos por mensajero fue, y nunca volvió con la respuesta; y de los otros dos indios que estaban presos supo Aguilar, la lengua, por muy cierto, que para otro día estaban juntos cuantos caciques habían en aquella provincia, con todas sus armas, según las suelen usar, aparejados para nos dar guerra, y que nos habían de venir otro día a cercar en el real, y que el Melchorejo se lo aconsejó. Y dejarlos he aquí, e diré lo que sobre ello hicimos.