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Datos principales
Desarrollo
Cómo el Almirante salió de la isla de Guadalupe, y de algunas islas que halló en su camino Domingo, a 10 de Noviembre, el Almirante hizo levar las anclas, salió con la armada, fue por la costa de la isla de Guadalupe, hacia Noroeste, con rumbo a la Española, y llegó a la isla de Monserrat, a la que por su altura dio este nombre, y supo por los indios que consigo llevaba que la habían despoblado los caribes, comiéndose la gente. De allí pasó luego a Santa María la Redonda, llamada así por ser redonda y lisa, que parece no se puede entrar en ella sin escala; era llamada por los indios, Ocamaniro. Después llegó a Santa María de la Antigua, que los indios llamaban Giamaica, y es una isla de más de 18 leguas de costa. Siguiendo su camino hacia Noroeste, se veían muchas islas que estaban a la parte del Norte, e iban del Noroeste a Sudeste, todas ellas muy altas y con grandísimas selvas. En una de estas islas fondearon, y la llamaron San Martín; sacaban pedazos de coral pegados en las puntas de las áncoras, por lo que esperaban hallar otras cosas útiles en aquellas tierras. Pero, aunque el Almirante estaba muy deseoso de conocer todo, sin embargo, por ir en socorro de los que había dejado en la Española, acordó seguir hacia allí su camino; mas por la violencia del viento, el jueves, a 14 de Noviembre, fondeó en una isla, donde mandó que se apresase algún indio, para saber donde estaba. Y mientras el batel volvía a la armada llevando cuatro mujeres y tres niños que habían tomado, halló una canoa en la que iban cuatro hombres y una mujer; los cuales, viendo que no podían huir remando, se aparejaron a la defensa e hirieron a dos cristianos con sus saetas, las que lanzaban con tanta fuerza y destreza, que la mujer pasó una adarga de un lado a otro; pero, embistiéndoles impetuosamente el batel, la canoa se volcó, y los cogieron a todos nadando en el agua; uno de los cuales, según nadaba, lanzaba muchas flechas como si estuviese en tierra.
Estos tenían cortado el miembro genital, porque son cautivados por los caribes en otras islas, y después castrados para que engorden, lo mismo que nosotros acostumbramos a engordar los capones, para que sean más gustosos al paladar. De allí, salido el Almirante, continuó su camino al Oesnoroeste, donde halló más de cincuenta islas que dejaba a la parte del Norte; a la mayor llamó Santa Ursula y a las otras las Once Mil Vírgenes. Después llegó a la isla que llamó de San Juan Bautista, y que los indios decían Boriquen. En ésta, en un puerto la Occidente fondeó la armada, y cogieron muchas variedades de peces, como caballos, lenguados, sardinas y sábalos; vieron halcones, y vides silvestres. Fueron algunos cristianos, al Oriente, a ciertas casas bien fabricadas, según costumbre de los indios, las cuales tenían la plaza y la salida hacia el mar; una calle muy ancha con torres de cañas a los dos lados; y lo alto estaba tejido con bellísimas labores de verdura, como los jardines de Valencia. A lo último, hacia el mar, había un tablado en el que podían estar diez o doce personas, alto y bien labrado.
Estos tenían cortado el miembro genital, porque son cautivados por los caribes en otras islas, y después castrados para que engorden, lo mismo que nosotros acostumbramos a engordar los capones, para que sean más gustosos al paladar. De allí, salido el Almirante, continuó su camino al Oesnoroeste, donde halló más de cincuenta islas que dejaba a la parte del Norte; a la mayor llamó Santa Ursula y a las otras las Once Mil Vírgenes. Después llegó a la isla que llamó de San Juan Bautista, y que los indios decían Boriquen. En ésta, en un puerto la Occidente fondeó la armada, y cogieron muchas variedades de peces, como caballos, lenguados, sardinas y sábalos; vieron halcones, y vides silvestres. Fueron algunos cristianos, al Oriente, a ciertas casas bien fabricadas, según costumbre de los indios, las cuales tenían la plaza y la salida hacia el mar; una calle muy ancha con torres de cañas a los dos lados; y lo alto estaba tejido con bellísimas labores de verdura, como los jardines de Valencia. A lo último, hacia el mar, había un tablado en el que podían estar diez o doce personas, alto y bien labrado.