El órdago del Almirante
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Datos principales
Desarrollo
Su actitud era la única posible, como se iba a demostrar a costa de la desgraciada Amazon. Su capitán, Edward Riou, comandante de la escuadra de fragatas, vio la orden de Hyde Parker, del que no estaba muy lejos, y la obedeció, virando hacia el Norte. La Amazon cayó bajo un fuego cruzado que la rastrilló sin piedad y el propio Riou fue partido en dos. Otros historiadores piensan, sin embargo, que las fragatas se salvaron gracias a la decisión de Edward Riou, pues, sin el apoyo de los dos navíos prometidos -Ardent y el Agamemnon-, no hubieran podido sostenerse frente a los cañones de Trekroner. Poco a poco el fuego de los daneses fue acallándose. Incapaces de soportar la presión del rápido cañoneo británico, ya muy dañados y con numerosas bajas, los capitanes daneses arriaron sus banderas uno tras otro y a las 14'30 cesó el cañoneo. No obstante, cuando las lanchas británicas se acercaban a las bordas para exigir la entrega de los buques, éstos se negaban a permitir el acceso a bordo a sus vencedores. Por otro lado, Trekoner seguía vomitando metralla e impidiendo a Nelson reunirse con Parker. Ante esa prolongación de la resistencia, el Elephant volvió a abrir el fuego, seguido por el Glatton. Nelson, con muchas bajas y sus buques muy castigados, decidió jugarse un farol: envió al príncipe heredero danés, Federico, que dirigía la defensa del puerto, un mensaje: si no capitulaba inmediatamente, dispararía sobre los buques daneses que se habían rendido y después bombardearía la capital.
Eso, más la segura pérdida de los buques nuevos y desarmados que había en el puerto y la aparente cortesía del ultimátum -Nelson no tenía porqué haber advertido de sus intenciones- indujo a rendirse al Príncipe. No se sabe si Nelson estaba en condiciones de sostener su amenaza -los daneses conservaban algunos barcos indemnes y contaban con las baterías del puerto y de los fuertes- pero le salió bien el órdago y pese a las reticencias de algunos mandos, los cañones daneses enmudecieron. La mayoría de buques daneses estaba destrozada, pero la flota de Nelson no estaba mucho mejor: varios navíos tenían daños importantes en la jarcia, muchas piezas desmontadas y un tercio de sus efectivos combatientes, muertos o heridos. En la siguiente semana, los buques británicos fueron sometidos a reparaciones de urgencia, mientras los restos de los daneses eran pasto de las llamas. Sólo se salvó el Holstein, de 60 cañones. Las cifras de bajas muestran la dureza e igualdad de la batalla: los daneses tuvieron 370 muertos y 665 heridos; los británicos pagaron su victoria con 350 fallecidos y 850 heridos.
Eso, más la segura pérdida de los buques nuevos y desarmados que había en el puerto y la aparente cortesía del ultimátum -Nelson no tenía porqué haber advertido de sus intenciones- indujo a rendirse al Príncipe. No se sabe si Nelson estaba en condiciones de sostener su amenaza -los daneses conservaban algunos barcos indemnes y contaban con las baterías del puerto y de los fuertes- pero le salió bien el órdago y pese a las reticencias de algunos mandos, los cañones daneses enmudecieron. La mayoría de buques daneses estaba destrozada, pero la flota de Nelson no estaba mucho mejor: varios navíos tenían daños importantes en la jarcia, muchas piezas desmontadas y un tercio de sus efectivos combatientes, muertos o heridos. En la siguiente semana, los buques británicos fueron sometidos a reparaciones de urgencia, mientras los restos de los daneses eran pasto de las llamas. Sólo se salvó el Holstein, de 60 cañones. Las cifras de bajas muestran la dureza e igualdad de la batalla: los daneses tuvieron 370 muertos y 665 heridos; los británicos pagaron su victoria con 350 fallecidos y 850 heridos.