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Los textos indígenas dan también testimonio de otras formas de pensamiento, en cierto modo antagónicas a la actitud guerrera. Fueron algunos príncipes y sabios quienes así empezaron a expresarse. Conociendo sin duda las antiguas tradiciones que se remontaban a los tiempos toltecas y hablaban del supremo Dios dual, Dueño de la cercanía y la proximidad, Dador de la vida, así como los preceptos de elevada moralidad, el repudio de los sacrificios humanos y de la guerra, nació en sus mentes la duda acerca de la concepción místico-guerrera de los aztecas. Las inquisiciones de estos sabios incluyeron el tema de la divinidad. Conocían el olvido en que había caído la doctrina tolteca acerca del supremo Dios dual, al sustituirse los cultos antiguos por la veneración sangrienta y guerrera del numen azteca Huitzilopochtli. Se conservan textos con reflexiones como éstas: "En el interior del cielo tú existes, allí estás inventando tu discurso... Tú que eres Dios. ¿Qué es lo que tú allí determinas? ¿Acaso aquí te ha invadido la pereza? ¿Tendrás que ocultar aquí tu gloria y tu fama? ¿Aquí, sobre la tierra, qué es lo que tú habrás de determinar?" Tales preguntas dejan entrever la duda acerca de la presencia y la acción del Dios dual en la tierra. De modo semejante, en otro lugar se plantean también cuestiones acerca del sitio en que debe buscarse al Dios dual, Ometéotl: "¿Adónde iré? ¿Adónde iré? El camino de Ometéotl, el Dios dual.

¿Acaso es tu casa en el sitio de los descarnados? ¿En el interior del cielo? ¿O solamente aquí en la tierra es el sitio de los descarnados?" Poco a poco se fue ampliando lo que hoy llamaríamos problemática de estos pensadores. Planteándose el problema del valor del ser humano frente a la divinidad, el sabio Nezahualcóyotl comenzó por reconocer que, al lado del Dueño de la cercanía y la proximidad, nada debe echarse de menos. Pero el tema central de su meditación fue la profundización de la duda: ¿Qué somos los hombres para la divinidad? ¿Qué es la divinidad para los hombres? Veamos el texto mismo: "Tú, Dueño de la cercanía y la proximidad, aquí te damos placer, junto a ti nada se echa de menos. ¡Oh Dador de la vida! Sólo como una flor nos estimas, así nos vamos marchitando, tus amigos. Como a una esmeralda, tú nos haces pedazos. Como a una pintura, tú así nos borras. Todos se marchan a la región de los muertos, al lugar común de perdernos. ¿Qué somos par ti, oh Dios? Así vivimos, así, en el lugar de nuestra pérdida, así nos vamos perdiendo. Nosotros los hombres, ¿adónde tendremos que ir?" Otro texto citaremos en el que reaparece la misma idea del posible valor del hombre en este mundo de ensueño: "¿Acaso son verdad los hombres? Por tanto, ya no es verdad nuestro canto. ¿Qué está por ventura en pie? ¿Qué es lo que viene a salir bien?" Partiendo de la percepción de estos problemas, llegaron los sabios indígenas a estructurar una visión del mundo relacionada con lo que se piensa fue el antiguo pensamiento tolteca.

Sin embargo, muy lejos estuvieron de ser meros repetidores. Tratando por cuenta propia no pocos temas y problemas, elaboraron, como lo muestran los textos, una especie de filosofía náhuatl. Su estudio, a través de las fuentes prehispánicas, permite descubrir un dramático conflicto interior en el pensamiento y la religión indígenas de los siglos XV y XVI. El moderno investigador tiene ahora que preguntarse: ¿hasta qué punto llegaba esa divergencia respecto de la visión místico-guerrera? ¿Era posible y probable que los sabios, renovadores del antiguo pensamiento tolteca, llegaran a ejercer influencia preponderante en el sacerdocio y en el pueblo aztecas? La conquista española interrumpió el desarrollo de estas expresiones de elevada cultura intelectual. Hoy nos resulta imposible formular una respuesta sobre lo que podría haber sido el desenlace de este antagonismo vigente en los siglos XV y XVI. Desaparecidos los sabios y los sacerdotes prehispánicos, lo que sobrevivió durante los tiempos de la Colonia fueron sólo vestigios, en buena parte incoherentes, de la religiosidad del México antiguo. Aún ahora subsisten, en comunidades indígenas apartadas, algunas reliquias de sus ritos y creencias en mezcla confusa con ideas y prácticas cristianas.

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