Escenas de carácter lúdico-religioso
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Datos principales
Rango
Neolítico
Desarrollo
Existe otro importante bloque de figuras y escenas , generalmente de carácter esquemático y actitudes relativamente estáticas o distorsionadas, que parecen relacionarse con acciones alusivas a festividades o cultos aunque resultan de difícil interpretación por su carácter esquemático. La más conocida de estas escenas y una de las primeras publicadas de todo el arte levantino es la del abrigo de Cogul, donde una serie de mujeres, realizadas por distintos autores y en momentos también diferentes, aunque muy parecidas entre sí, están en actitud de danza y formando un círculo en torno a una pequeña figura masculina, claramente fálica, que se ha interpretado como un principio fecundador. El hecho de que algunas de las figuras hayan sido repintadas invita a pensar que la escena tuvo vigencia durante un tiempo más o menos dilatado, e incluso es muy probable que el covacho de Cogul llegara a tener carácter de santuario hasta época histórica si tenemos en cuenta la existencia de grafitos ibéricos y romanos grabados en sus paredes. En relación con esta supuesta danza fálica de Cogul pueden ponerse también las escenas reproducidas en los abrigos de Los Grajos y El Pajarejo.Sin embargo, el mundo religioso del arte levantino presenta otros muchos aspectos. Así, existen algunas escenas que parecen relacionarse con principios femeninos, a veces coexistiendo con las danzas fálicas, como ocurren en el barranco del Pajarejo. Hay también representaciones de una posible Dea o de cultos relacionados con ella en Dos Aguas, Val del Charco del Agua Amarga y Els Cavalls, así como en un buen número de estaciones del Horizonte macroesquemático de la región alicantina .
Otras veces encontramos danzas de posible carácter agrícola con intervención exclusiva de mujeres, mientras que en otras aparecen sólo hombres y podrían estar relacionadas con la actividad venatoria. Atendiendo a esta interpretación, es posible deducir que la fecundidad de la tierra y la fecundidad animal constituyeron una dualidad en los ritos de estas gentes, teniendo en cuenta que ambos principios no son antagónicos sino más bien complementarios. Los posibles actos culturales referidos al mundo animal y a su fecundidad se relacionan a veces con personajes tocados con cornamentas de animales -principalmente de toro o ciervo- o incluso enmascarados totalmente con cabezas y pieles de animales, como es el caso de los llamados hechiceros disfrazados con cabeza y cola de toro que se encuentran reproducidos en los abrigos V del Cingle, Racó Molero, y El Polvorín, entre otros. Estos ritos no sólo giran en torno a seres antropomorfos más o menos enmascarados con elementos animales, sino que también se centran alrededor de las propias figuras animales, componiendo verdaderas escenas zoolátricas. Entre las representaciones de este tipo resultan especialmente significativas las desarrolladas en el barranco de Los Grajos donde, además de las danzas en honor a ídolos fálicos, se han reproducido, al menos, otras cuatro escenas en las que hombres y mujeres, en posiciones contorsionadas, bailan en torno a cuadrúpedos cuya especie resulta de difícil interpretación, los cuales parecen más animales vivos dotados de movimiento que meras imágenes.
Mucho más arriesgado es incluir dentro de este tipo de escenas los grandes animales naturalistas estáticos representados en muchos abrigos, a pesar de que en varias ocasiones se han interpretado como posibles ídolos. Aunque menos frecuentes, no faltan tampoco danzas practicadas por personajes armados que pueden estar relacionadas con la actividad bélica o incluso con la cinegética , pues falta la representación de un ídolo o elemento de referencia. Por otra parte resulta difícil reconocer en la destrucción de determinadas figuras o escenas una intención concreta de carácter mágico, sobre todo porque desconocemos qué distancia temporal existe entre la ejecución de las pinturas y su destrucción, ya que ésta se puede deber a gentes totalmente ajenas al mundo que las creó. Pensamos que este complejo y difícil mundo de los ritos y las creencias plasmado en el Arte levantino es una consecuencia de las inquietudes y necesidades de las gentes que lo ejecutaron y, aunque existen puntos en común con expresiones y actos religiosos plasmados por otros pueblos de la Prehistoria occidental, resulta arriesgado ver en estas concomitancias un simple fenómeno de difusionismo. Aunque no negamos rotundamente posibles contactos, hay que pensar que la mayoría de las expresiones del Arte levantino son una crónica gráfica y original de unas gentes con muchos elementos comunes a otros grupos de áreas culturales próximas, pero también con una personalidad indiscutible. Falta en esta crónica la plasmación de la vida cotidiana que sólo parece quedar reflejada en contadas ocasiones en las que podemos observar la asociación de mujeres y niños cogidos de la mano o llevados en los brazos, pero la rareza de estas representaciones nos hace pensar que, en general, se buscó presentar sólo actividades de carácter público o social, evitándose la reproducción de la vida familiar e íntima.
Otras veces encontramos danzas de posible carácter agrícola con intervención exclusiva de mujeres, mientras que en otras aparecen sólo hombres y podrían estar relacionadas con la actividad venatoria. Atendiendo a esta interpretación, es posible deducir que la fecundidad de la tierra y la fecundidad animal constituyeron una dualidad en los ritos de estas gentes, teniendo en cuenta que ambos principios no son antagónicos sino más bien complementarios. Los posibles actos culturales referidos al mundo animal y a su fecundidad se relacionan a veces con personajes tocados con cornamentas de animales -principalmente de toro o ciervo- o incluso enmascarados totalmente con cabezas y pieles de animales, como es el caso de los llamados hechiceros disfrazados con cabeza y cola de toro que se encuentran reproducidos en los abrigos V del Cingle, Racó Molero, y El Polvorín, entre otros. Estos ritos no sólo giran en torno a seres antropomorfos más o menos enmascarados con elementos animales, sino que también se centran alrededor de las propias figuras animales, componiendo verdaderas escenas zoolátricas. Entre las representaciones de este tipo resultan especialmente significativas las desarrolladas en el barranco de Los Grajos donde, además de las danzas en honor a ídolos fálicos, se han reproducido, al menos, otras cuatro escenas en las que hombres y mujeres, en posiciones contorsionadas, bailan en torno a cuadrúpedos cuya especie resulta de difícil interpretación, los cuales parecen más animales vivos dotados de movimiento que meras imágenes.
Mucho más arriesgado es incluir dentro de este tipo de escenas los grandes animales naturalistas estáticos representados en muchos abrigos, a pesar de que en varias ocasiones se han interpretado como posibles ídolos. Aunque menos frecuentes, no faltan tampoco danzas practicadas por personajes armados que pueden estar relacionadas con la actividad bélica o incluso con la cinegética , pues falta la representación de un ídolo o elemento de referencia. Por otra parte resulta difícil reconocer en la destrucción de determinadas figuras o escenas una intención concreta de carácter mágico, sobre todo porque desconocemos qué distancia temporal existe entre la ejecución de las pinturas y su destrucción, ya que ésta se puede deber a gentes totalmente ajenas al mundo que las creó. Pensamos que este complejo y difícil mundo de los ritos y las creencias plasmado en el Arte levantino es una consecuencia de las inquietudes y necesidades de las gentes que lo ejecutaron y, aunque existen puntos en común con expresiones y actos religiosos plasmados por otros pueblos de la Prehistoria occidental, resulta arriesgado ver en estas concomitancias un simple fenómeno de difusionismo. Aunque no negamos rotundamente posibles contactos, hay que pensar que la mayoría de las expresiones del Arte levantino son una crónica gráfica y original de unas gentes con muchos elementos comunes a otros grupos de áreas culturales próximas, pero también con una personalidad indiscutible. Falta en esta crónica la plasmación de la vida cotidiana que sólo parece quedar reflejada en contadas ocasiones en las que podemos observar la asociación de mujeres y niños cogidos de la mano o llevados en los brazos, pero la rareza de estas representaciones nos hace pensar que, en general, se buscó presentar sólo actividades de carácter público o social, evitándose la reproducción de la vida familiar e íntima.