Un arte de transición
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Los almohades aún pudieron alzar algunas construcciones durante los años veinte de aquel siglo XIII, último decenio en que conservaron poder en al-Andalus. En 1220-1221, el gobernador almohade de Sevilla , que todavía era la gran capital andalusí, tan cuidada por los califas magrebíes, ordenó construir la famosa Torre del Oro (Bury al-dahab), torre albarrana dodecagonal, que culminaba sobre la misma ribera del Guadalquivir la coracha entonces levantada para consolidar las murallas por su lado noroeste. Su nombre podría relacionarse con la cercana ceca, donde el poder almohade acuñaría sus dinares de oro; menos probable parece que deba su apelativo a su mayor o menor recubrimiento cerámico, escaso en general en los monumentos almohades de al-Andalus. En la Torre del Oro sólo tenemos alicatados blancos y verdes colocados hace un siglo, y seguramente reponiendo los antiguos adornos de los arcos ciegos del segundo cuerpo de la misma.En Málaga, otro de sus enclaves sobresalientes, los almohades, todavía en las, para ellos, ya tardías fechas de 1226, levantaron el Alcázar del señor (Qasr al-sayyid), así llamado por referencia al gobernador provincial o saiyid Idris que lo fundó, en 1226, un año antes de ser proclamado califa con el título de al-Mamun. A este Alcázar, situado extramuros, junto al Guadalmedina, le llaman también los textos jardín y almunia, significando su carácter de palacio placentero, comparable al hoy llamado Alcázar Genil, en Granada, que también fue en su origen otro Alcázar del señor, en este último caso del gobernador almohade de Granada, que lo alzó en 1218, aunque lo que hoy conocemos de este edificio granadino es su reforma proto-nazarí , como más adelante volveremos a indicar.
¿Lograron los diversos, y dispersos, poderes andalusíes del pleno siglo XIII cuajar un estilo artístico propio? La nueva fragmentación de al-Andalus en sus terceros reinos de taifas , ante los almohades y la consolidación del reino nazarí de Granada, ya en el siglo XIV, parece demasiado breve y demasiado condicionada por las pérdidas territoriales ante el avance cristiano como para consolidar las manifestaciones artísticas características y, sin embargo, desde los finales del arte almohade (en la década de los años 20 del siglo XIII) y los comienzos cabales del arte nazarí (con las construcciones alhambreñas del XIV) transcurren unos años no vacíos, ni mucho menos, de desarrollo artístico, y los diversos elementos artísticos siguieron evolucionando, formando un interesantísimo período de transición entre ambos bloques, tan conspicuos, de lo almohade y lo nazarí.Bien cierto es que, así colocado, el producto artístico de las terceras taifas puede resultar oscurecido, ante la atención de admiradores y estudiosos, por su brillante antecesor almohade y su no menos brillante sucesor nazarí, pero su principal problema ha sido que sus construcciones más características quedaron abandonadas o reaprovechadas y subsumidas en otros edificios, necesitando excavaciones y análisis que sólo en los últimos años las están salvando y clasificando, produciéndose así, recientemente, una notoria revelación de los productos artísticos de al-Andalus en pleno siglo XIII, tal y como puede captarse en un cúmulo de trabajos.
Están estos bien representados en el espléndido catálogo sobre Casas y palacios de al-Andalus, editado por Julio Navarro Palazón, y entre cuyas contribuciones ahora, a propósito de nuestro tema, destacamos, además de la perspectiva general de J. Navarro y P. Jiménez, los estudios de ambos sobre La decoración almohade en la arquitectura doméstica: la casa n.? 10 de Siyasa y la decoración proto-nazarí en la arquitectura doméstica: la casa de Onda; de A. Bazzana, su contribución sobre Saltés (Huelva); de M. I. Calero y V. Martínez Enamorado: La arquitectura residencial de la Málaga almohade; de J. Navarro: Un palacio proto-nazarí en la Murcia del siglo Xlll al-qasar al-sagir; de A. Orihuela: Los inicios de la arquitectura residencial nazarí; de éste con A. Almagro: El Cuarto Real de Santo Domingo de Granada; de A. Fernández Puerta: La casa nazarí en la Alhambra; de T. Pérez Higueras: El primer mudéjar castellano: casas y palacios; y de R. Manzano: Casas y palacios en la Sevilla almohade. Claro está que estas contribuciones han establecido el estado actual de las cuestiones planteadas, entre las que ocupa puesto central la transición artística entre almohades y nazaríes, durante este siglo XIII que ahora tratamos.Murcia, capital de los Banu Hud, primeros andalusíes alzados contra los almohades , centró un poder independiente entre 1228 y su vasallaje a Castilla, en 1243, aunque la anexión definitiva no ocurrió hasta 1266, fecha hasta cuyos alrededores quedarían probablemente habitando el Alcázar menor, del que enseguida hablaremos, aquellos emires murcianos.
En Murcia han aparecido elocuentes y trascendentales restos del palacio que se hiciera construir el primer Ibn Hud, el Alcázar menor (al-qasr al-sagir), readaptado, un siglo después de la conquista cristiana, como convento de Santa Clara la Real, y dentro de este edificio englobado viene siendo objeto de atención arqueológica desde 1985. Es, como subraya J. Navarro, la gran muestra palatina de este período: de planta rectangular, con salones en sus lados menores, separados por un gran patio central al que daban los pórticos -con tres arcos polilobulados- de ambos salones, aunque sólo se conserva el pórtico norte; en los lados mayores del rectángulo se distribuyen diversas habitaciones. Es espléndida la decoración de yeserías, aún parcialmente in situ.Como manifestación típica, y espléndida, de este Levante post-almohade sobresale la cerámica esgrafiada, con preciosos hallazgos murcianos. Se trata de una cerámica oscura, de manganeso, sin vidriar, y adornada con incisiones en formas geométricas, aparte de algunas figuras, que, posiblemente, imitaban la vajilla de metal. Hechas de variadas formas y para usos múltiples, resultan especialmente atractivos, entre estas piezas cerámicas murcianas, los aguamaniles y reposaderos de jarras a los que se les dio aspecto de casa, y que, conocidos en Oriente, representan en al-Andalus una réplica excepcional.En tierras de Murcia en el despoblado de Siyasa (junto a la actual Cieza) están documentados también aspectos considerables del trabajo artístico, y en general del poblamiento, hasta la mitad del siglo XIII, cuando Siyasa, conquistada por Castilla, en 1243, comienza a ser abandonada por sus moradores musulmanes, que no destruyeron el hábitat. Situada en estratégica colina, en la ruta Cartagena-Toledo, la Siyasa andalusí prosperó en el siglo XII y primera mitad del XIII, y de la arquitectura doméstica y su decoración en este siglo XIII presenta muestras importantes, que, precisamente, enlazan lo post-almohade con lo granadino y, así, denominadas por Julio Navarro Palazón como proto-nazaríes .
¿Lograron los diversos, y dispersos, poderes andalusíes del pleno siglo XIII cuajar un estilo artístico propio? La nueva fragmentación de al-Andalus en sus terceros reinos de taifas , ante los almohades y la consolidación del reino nazarí de Granada, ya en el siglo XIV, parece demasiado breve y demasiado condicionada por las pérdidas territoriales ante el avance cristiano como para consolidar las manifestaciones artísticas características y, sin embargo, desde los finales del arte almohade (en la década de los años 20 del siglo XIII) y los comienzos cabales del arte nazarí (con las construcciones alhambreñas del XIV) transcurren unos años no vacíos, ni mucho menos, de desarrollo artístico, y los diversos elementos artísticos siguieron evolucionando, formando un interesantísimo período de transición entre ambos bloques, tan conspicuos, de lo almohade y lo nazarí.Bien cierto es que, así colocado, el producto artístico de las terceras taifas puede resultar oscurecido, ante la atención de admiradores y estudiosos, por su brillante antecesor almohade y su no menos brillante sucesor nazarí, pero su principal problema ha sido que sus construcciones más características quedaron abandonadas o reaprovechadas y subsumidas en otros edificios, necesitando excavaciones y análisis que sólo en los últimos años las están salvando y clasificando, produciéndose así, recientemente, una notoria revelación de los productos artísticos de al-Andalus en pleno siglo XIII, tal y como puede captarse en un cúmulo de trabajos.
Están estos bien representados en el espléndido catálogo sobre Casas y palacios de al-Andalus, editado por Julio Navarro Palazón, y entre cuyas contribuciones ahora, a propósito de nuestro tema, destacamos, además de la perspectiva general de J. Navarro y P. Jiménez, los estudios de ambos sobre La decoración almohade en la arquitectura doméstica: la casa n.? 10 de Siyasa y la decoración proto-nazarí en la arquitectura doméstica: la casa de Onda; de A. Bazzana, su contribución sobre Saltés (Huelva); de M. I. Calero y V. Martínez Enamorado: La arquitectura residencial de la Málaga almohade; de J. Navarro: Un palacio proto-nazarí en la Murcia del siglo Xlll al-qasar al-sagir; de A. Orihuela: Los inicios de la arquitectura residencial nazarí; de éste con A. Almagro: El Cuarto Real de Santo Domingo de Granada; de A. Fernández Puerta: La casa nazarí en la Alhambra; de T. Pérez Higueras: El primer mudéjar castellano: casas y palacios; y de R. Manzano: Casas y palacios en la Sevilla almohade. Claro está que estas contribuciones han establecido el estado actual de las cuestiones planteadas, entre las que ocupa puesto central la transición artística entre almohades y nazaríes, durante este siglo XIII que ahora tratamos.Murcia, capital de los Banu Hud, primeros andalusíes alzados contra los almohades , centró un poder independiente entre 1228 y su vasallaje a Castilla, en 1243, aunque la anexión definitiva no ocurrió hasta 1266, fecha hasta cuyos alrededores quedarían probablemente habitando el Alcázar menor, del que enseguida hablaremos, aquellos emires murcianos.
En Murcia han aparecido elocuentes y trascendentales restos del palacio que se hiciera construir el primer Ibn Hud, el Alcázar menor (al-qasr al-sagir), readaptado, un siglo después de la conquista cristiana, como convento de Santa Clara la Real, y dentro de este edificio englobado viene siendo objeto de atención arqueológica desde 1985. Es, como subraya J. Navarro, la gran muestra palatina de este período: de planta rectangular, con salones en sus lados menores, separados por un gran patio central al que daban los pórticos -con tres arcos polilobulados- de ambos salones, aunque sólo se conserva el pórtico norte; en los lados mayores del rectángulo se distribuyen diversas habitaciones. Es espléndida la decoración de yeserías, aún parcialmente in situ.Como manifestación típica, y espléndida, de este Levante post-almohade sobresale la cerámica esgrafiada, con preciosos hallazgos murcianos. Se trata de una cerámica oscura, de manganeso, sin vidriar, y adornada con incisiones en formas geométricas, aparte de algunas figuras, que, posiblemente, imitaban la vajilla de metal. Hechas de variadas formas y para usos múltiples, resultan especialmente atractivos, entre estas piezas cerámicas murcianas, los aguamaniles y reposaderos de jarras a los que se les dio aspecto de casa, y que, conocidos en Oriente, representan en al-Andalus una réplica excepcional.En tierras de Murcia en el despoblado de Siyasa (junto a la actual Cieza) están documentados también aspectos considerables del trabajo artístico, y en general del poblamiento, hasta la mitad del siglo XIII, cuando Siyasa, conquistada por Castilla, en 1243, comienza a ser abandonada por sus moradores musulmanes, que no destruyeron el hábitat. Situada en estratégica colina, en la ruta Cartagena-Toledo, la Siyasa andalusí prosperó en el siglo XII y primera mitad del XIII, y de la arquitectura doméstica y su decoración en este siglo XIII presenta muestras importantes, que, precisamente, enlazan lo post-almohade con lo granadino y, así, denominadas por Julio Navarro Palazón como proto-nazaríes .